Las Entrevistas de El Gráfico

1999. “Las malas compañías mataron a Chirola”

Carmen Yazalde cuenta las verdaderas razones que llevaron al notable goleador a la depresión. Además, la modelo portuguesa explica por qué dejó todo por amor y se vino a la Argentina.

Por Redacción EG ·

20 de diciembre de 2019

Lisboa, 1971. Café La Mejicana, siete de la tarde de un día inolvidable para María Do Carmen Resurreción De Deus y Héctor Casimiro Yazalde. Un amigo en común arregló la cita y desapareció, como corresponde en estos casos. Están cara a cara por primera vez. El muchacho de Villa Fiorito, reciente incorporación del Sporting, la observa. Sus irresistibles ojos verdes lo paralizan por completo. Parece una ilusión óptica, pero no lo es. Enfrente tiene a la diosa rubia, deslumbrante... y desconcertada...

 

–¡Era horrible! Chirola era verdaderamente un tipo feo. Un indio.

Buenos Aires, 1999. Veintiocho años después, la que recuerda aquel encuentro con ternura y nostalgia es Carmen Yazalde. Ahora una modelo con un nombre ya convertido en marca registrada, el cual sigue utilizando luego de la separación del futbolista en 1986.

 

Aquellos años felices

–Era horrible pero te gustó...

–Algo de lindo le encontré: era muy masculino. Eso sí, tenía fama de mujeriego. Antes de esa cita yo lo había visto una vez y me impactó. El estaba en una mesa con la actriz Concha Velasco, que era muy mona...

–¿Y vos se lo robaste?

–No, ni a ella ni a las otras 30 o 40 mujeres con las que salió en los primeros meses en Portugal. El había llegado hacía poco, y todavía no estaba autorizado a jugar en los partidos del campeonato, sólo en los amistosos o en alguna copa. Entonces tenía vía libre, se escapaba de las concentraciones... Vivía en la Avenida de Roma, justo arriba de un drugstore que permanecía abierto las 24 horas. Ahí paraba; en ese lugar se parlaba a todas las chicas...

Imagen Carmen y Héctor se casaron en 1973 y cuatro años más tarde decidieron radicarse en Argentina.
Carmen y Héctor se casaron en 1973 y cuatro años más tarde decidieron radicarse en Argentina.

–¿Y cómo te convenció?

–Tuvo que trabajar mucho. Casi al lado del drugstore estaba el teatro donde yo representaba la obra Lisboa es siempre mujer. Me iba a ver todos los días y se sentaba en la primera fila. Al final, tanto insistió...

–¿Entonces?

–Nos pusimos de novios, que fue lo mejor que le pudo pasar. Yo lo hice sentar cabeza. La noche que le entregaron el Botín de Oro me lo dedicó a mí, porque decía que yo lo había sacado de la vida nocturna. Era increíble, él hacía un gol y la hinchada me aplaudía a mí.

–¿Eras celosa?

–Bastante, había que cuidarlo.

–¿En ese momento era difícil ser la esposa de un jugador?

–Mucho más que ahora, porque se la pasaban concentrados. Se iban los jueves y volvían el domingo. Eso si ganaban, porque si perdían se quedaban de castigo hasta el lunes a la tarde. Yo me hice muy amiga de Flora, la mujer de Eusebio, que jugaba para Benfica, la contra. Recuerdo que una vez los dos equipos viajaron a Zurich para un cuadrangular y nosotras nos fuimos hasta allá para ver a nuestros maridos sin que el técnico se enterase. De lo contario no los veíamos nunca...

–¿Cuál fue la etapa más feliz?

–Cuando fue transferido al Olympique. Vivir en Marsella era el paraíso. Siempre había algún futbolista argentino de visita. Yo le hice de comer a Osvaldo Piazza, a Raúl Nogués, a Delio Onnis, a Carlitos Bianchi... Otro que aparecía muy seguido era Carlos Monzón. Nunca me voy a olvidar de la primera vez que vino a cenar. Gasté una fortuna en ostras, calamares, mariscos. Estuve cocinando toda la tarde... Pero él quería churrasco, tuve que salir corriendo a la carnicería.

–¿Era estrecha la amistad con Monzón?

–Claro, nunca faltábamos a sus peleas en Montecarlo. Recuerdo particularmente las dos con Rodrigo Valdez. Ya se comentaba de su romance con Susana, pero ella se había quedado en Buenos Aires. Esa noche yo llevaba un tapado de piel, Carlos me saludó desde el ring y todos me confundieron con Su. Para la revancha ya la relación estaba consolidada, entonces sí concurrió la Giménez... Me acuerdo que los colaboradores del colombiano la agredieron y si no fuera porque intercedieron los guardaespaldas de Alain Delon no sé que hubiera pasado.

–¿Cómo te sedujo Chirola?

–Con su inteligencia. En ese sentido se parecía a los jugadores de hoy. Leía, estudiaba, a los 8 de la mañana venía un profesor de inglés; después el de francés... Fue un tipo diferente para la época. Además era una persona fenomenal. De quedarse en Europa, no dudo de que hoy sería un técnico de primer nivel, de la clase de Beckenbauer. Encima aquí no se le dio la dimensión exacta a su carrera, pero fue el Maradona de su tiempo. Los 46 goles en un año, esos que le valieron el Botín de Oro, todavía nadie los ha podido igualar. Pero él se quiso volver...

–¿Para vos fue una depresión venir a vivir a Buenos Aires?

–Sí, pero no por el país, sino porque me sentía sola. En 1973, cuando vine por primera vez a la Argentina, tuve una buena impresión. Viajé para conocer a la familia de Chirola antes del casamiento, y de inmediato me contrataron para una publicidad de cigarrillos Kent. 

–Pero en 1978, cuando te tuviste que instalar acá...

–Ahí comenzaron los problemas. No conocía a nadie. Para Chirola era diferente; él tenía sus amigos, con los cuales yo no me llevaba demasiado bien. Entonces todo lo que él había aprendido en Europa lo perdió por culpa de ellos. Regresó al mismo ambiente y eso lo perjudicó. Retrocedió, volvió a donde había empezado.

 

La bella y los bestias

Fue Miss Fotogenia 1972 en Portugal. El famoso cineasta Roman Polanski la bautizó “la nueva Sharon Tate” y con el seudónimo de Britt Nichols participó en cinco filmes de terror. Se calzó el traje de vedette sin tapujos, aunque reconoce que en su país el teatro de revistas es mucho más light. Era una de las modelos más cotizadas, soñaba con convertirse en monja... Pero un día dejó todo por amor.

Imagen Carmen y Chirola con Gerd Müller, Beckenbauer, y sus respectivas esposas. Fue la noche que Yazalde recibió el Balón de Oro, en París.
Carmen y Chirola con Gerd Müller, Beckenbauer, y sus respectivas esposas. Fue la noche que Yazalde recibió el Balón de Oro, en París.

–¿Te arrepentiste?

–No, para nada. Con el tiempo volví a hacer las cosas que me gustaban.

–Después de tu experiencia con Yazalde, ¿volverías a salir con otro futbolista?

–Por supuesto, si lo hice en una época que era tan dura como los ’70, cómo no lo voy a hacer ahora que hay más libertad. En los últimos mundiales las mujeres de los jugadores tenían permitido viajar. Les recuerdo que en Alemania ’74 yo me tuve que quedar en casa, y Chirola me mandó a su hermana para vigilarme... Estos tiempos son mejores.

–Le tendrás envidia a Mariana Nannis, que tiene amplio dominio sobre Caniggia...

–No la juzgo, pero Cani me parece un buen tipo. Lo conocí en Portugal, cuando él jugaba para el Benfica y tuvo un gesto muy lindo con tres sobrinitos míos que lo querían conocer. Es un chico bonito, pero ya dije que a mí me gustan los feos.

–¿Como quién?

–Sacá de la lista a Palermo, que también es muy apuesto, y al enano Barros Schelotto. De Boca me atrae Antonio Barijho, tiene buen físico y no es un carilindo. Además, lo vi en un sketch de Petardos y me pareció muy desenvuelto. Ah, otro de fuerte presencia es Piscis...

–¿Quién?

–Piscis, o algo así. Uno que estuvo jugando en Europa.

–¿Juan Antonio Pizzi?

–Sí, ya sé, no me digan nada, pero a mí me gusta mucho. Por algo me casé con Chirola, que en su momento se parecía a Sandro, otro feo que mataba. Los chicos más atractivos de entonces eran Brindisi, Babington y el Bambino Veira.

–¿Qué te parecen los actuales?

–Hoy hay más churros que antes; de hecho a muchos los llaman para hacer publicidades. Todas hablan de Batistuta. Yo digo que a mí me gusta con el look más rebelde, pelo largo y barbita, estilo Gabriel Corrado cuando hacía de marinero en Hombre de mar. Pero del que realmente estoy enamorada, hace ya rato que dejó el fútbol.

–¿Quién es?

–Jorge Valdano, me caigo a sus pies. Es inteligente, es masculino y aparte tiene una edad lógica para mí. Cada vez que lo veo a Franco Macri le ruego: “Por favor, contraten a Valdano como técnico de Boca”. Pero no me hizo caso. En mi ranking figura primero él, segundo viene Richard Gere.

–Carmen, ¿nunca un basurero?

–Yo amo al ser humano, no me interesa su profesión o su dinero. Pero por el ambiente en el que me muevo es más fácil que conozca otro tipo de gente: empresarios, polistas...

–¿Son rápidos los polistas?

–Bastante. Si les gustás, enseguida te lo hacen saber por alguien. Siempre aparece uno que te dice: “Fulanito quiere conocerte”.

 

Triste, solitario y final

Desde hace un tiempo, los conmovedores ojos verdes viven detrás de esa pared infranqueable que son los lentes oscuros. El próximo 17 de junio se cumplirán dos años de la muerte de Héctor Yazalde, pero a ella todavía le cuesta asumir su desaparición. Por momentos, esa dulce voz que todavía conserva algo de la cadencia portuguesa se quiebra y trasmite su dolor.

–Además del apellido, ¿qué te dejó Chirola?

–A Gonzalo, nuestro hijo, y miles de recuerdos imborrables. Fue un hombre fantástico.

–¿Y por qué se separaron?

–Para empezar, faltaba el diálogo y sin eso es imposible la convivencia. Además, él había cambiado como persona, dejó de jugar al fútbol y se pasaba las 24 horas encerrado en casa. No hacía absolutamente nada.

Imagen Una de las últimas fotos juntos. Se separaron, pero nunca iniciaron los trámites de divorcio.
Una de las últimas fotos juntos. Se separaron, pero nunca iniciaron los trámites de divorcio.

–¿Era un tipo fiel?

–¡Qué! A los seis meses de casados, él ya tenía sus mujeres. Era un peligro.

–Cuando él se fue a jugar a Newell’s  debió mudarse a Rosario. ¿Por qué vos te quedaste en Buenos Aires?

–Yo no tenía nada qué hacer en Rosario, estaba tratando de conseguir trabajo acá. Nos veíamos el día que él tenía libre; al principio estábamos bien... Luego me enteré de que en Rosario tenía una noviecita...

–¿Y no le dijiste nada?

–Lo supe mucho después, si no voy y los mato a los dos.

–En esa epoca también se comentó que un día Bochini te vio cenando con un hombre que te tomaba de la mano.

–Sí, fue gracioso porque el tipo era gay, un amigo mío y de Chirola. Estábamos comiendo en el restaurante La Raya, en Avellaneda, y él me tomó la mano porque le gustaba cómo tenía las uñas. Justo llegó Bochini, y lo llamó a Rosario para contarle.

–¿Tuviste ocasiones de serle infiel?

–Muchísimas, pero nunca lo hice. Estaba enamorada. Yo tengo una teoría: los hombres son todos iguales, uno puede tener sexo con cualquiera, en definitiva es un placer momentáneo. Lo importante es el cariño, el afecto, la compañía, cosas que te las puede dar únicamente la persona que amás. Por eso no vale la pena ser infiel...

–¿Pero te adjudicaron varios romances?

–Una vez salí en la tapa de Radiolandia por un supuesto affaire con Lole Reutemann.

–¿Y pasó algo?

–Nada que ver. De casualidad nos tocó la misma fila en un avión y nos hicieron una foto. Chirola estaba en Paraguay, cuando vio la revista me llamó. Le expliqué y entendió.

–¿Chirola nunca se recuperó anímicamente luego de dejar el fútbol?

–No, no sabía qué hacer de su vida. Se sentía solo y no hacía nada por mejorar. Nada le gustaba y se iba gastando la plata... En un momento, ya separados, lo llamé a Passarella. No para que le diera trabajo, simplemente para que le levante el ánimo.

–¿Intentaste ayudarlo de otra forma?

–De muchas, hablé con psicólogos y con médicos, pero no había caso. El se quería morir, había perdido toda la vitalidad. Su problema con el alcohol le había arruinado el hígado, su utilidad era sólo de un 10 por ciento.

–¿Te costó asimilar su muerte?

–Me mató, porque si bien ya no estábamos juntos, hablábamos todo el tiempo. Es una lástima que haya terminado solo, triste y sin dinero. Al final, ya no tenía ni plata para el whisky o el champagne, tomaba cualquier cosa... Y mi hijo Gonzalo tenía que vigilarlo.

–¿Estaba en la ruina?

–No quiero usar esa palabra porque le quedaba la casa donde vivía, la cual hubo que malvender para pagar algunas deudas, muchas de ellas de dudosa veracidad.

–¿A quién responsabilizás?

–A nadie en particular, el primer error fue volverse a la Argentina. El rescindió contrato con el Marsella, perdió mucho dinero pensando que iba a jugar en Independiente y al final terminó en Newell’s. Pero lo peor no fue lo económico, sino que se reencontró con gente que le hizo muy mal. Si nos hubiésemos quedado en Europa hoy él estaría vivo. Mientras estuvo allá podía tener enfrente la mejor langosta que siempre la acompañaba con naranjada, jamás probaba el vino. Ese hábito lo adquirió aquí, porque no se fijó en la gente que tenía al lado. Por eso no me equivoco si digo que las malas compañías mataron a Chirola.

 

 

Por CLAUDIO MARTINEZ (1999).

Fotos: ALEJANDRO PIZZANI