Las Entrevistas de El Gráfico

2003. Vio luz y jugó

Gran entrevista de Fernando Redondo con El Gráfico que estaba pasando momentos difíciles producto de una lesión, pero también habla de la Selección, una faceta ambigua en su etapa como futbolista.

Por Redacción EG ·

06 de junio de 2022

Mi mal­di­ta ro­di­lla, el lar­go­me­tra­je que lo tu­vo co­mo pro­ta­go­nis­ta ex­clu­yen­te en los úl­ti­mos tres años, de­be­ría ex­hi­bir­se en to­das las sa­las de re­cu­pe­ra­ción, re­ha­bi­li­ta­ción y de­más “re” po­si­bles pa­ra que de­por­tis­tas ave­ria­dos en el cuer­po y tam­bién en el al­ma apren­dan la lec­ción: se pue­de.

Se pue­de ver la luz des­pués del tú­nel, co­mo él mis­mo gra­fi­có. Se pue­de des­pués de tres ope­ra­cio­nes y pi­san­do los 34 años. Se pue­de des­pués de mil an­gus­tias y otras tan­tas ci­ca­tri­ces. Se pue­de aún cuan­do el ma­za­zo ha­ya im­pac­ta­do en lo más al­to de su re­co­rri­do por el fút­bol.

Por­que Fer­nan­do Car­los Re­don­do es­ta­ba en la ci­ma cuan­do le ca­yó en­ci­ma la mal­di­ción que se­gu­ra­men­te creía co­no­cer al de­ta­lle por su par­ti­cu­lar his­to­ria clí­ni­ca, aun­que en rea­li­dad le fal­ta­ba mu­cho por co­no­cer to­da­vía. Re­pa­se­mos. Des­bor­de con ta­co y ca­ño en Old Traf­ford pa­ra ser­vir­le el gol a Raúl e in­mor­ta­li­zar la ima­gen pa­ra cual­quier spot pu­bli­ci­ta­rio que se quie­ra ha­cer de la Cham­pions Lea­gue. Y que obli­gó a de­cla­ra­cio­nes co­mo la de Val­da­no: “Es el día per­fec­to pa­ra que a los que no les gus­ta Re­don­do ex­pli­quen por qué. Cuan­to más gran­de el par­ti­do, más gran­de es Re­don­do”. Ca­pi­tán y fi­gu­ra en la fi­nal con­tra el Va­len­cia, en la mis­ma com­pe­ten­cia, un mes des­pués. Ju­ga­dor más va­lio­so de la Cham­pions 99/00, ele­gi­do por los 42 téc­ni­cos de la UE­FA. Me­jor ju­ga­dor ibe­roa­me­ri­ca­no de la Li­ga es­pa­ño­la de la úl­ti­ma dé­ca­da, se­gún la Agen­cia EFE, su­pe­ran­do a Ro­nal­do, Ri­val­do y Ro­ma­rio. Pa­se al Mi­lan en 18 mi­llo­nes de dó­la­res.

Vo­la­ba muy al­to Re­don­do. Has­ta que ca­yó. Y ca­yó mal. So­por­tó lo que na­die ima­gi­na­ba que po­día so­por­tar y hoy es­tá de pie. Aún no es el Re­don­do de siem­pre, pe­ro va en ca­mi­no. Y en la con­ver­sa­ción con El Grá­fi­co se lo es­cu­cha se­re­no y con­ven­ci­do, co­mo siem­pre. Un Re­don­do mar­ga re­gis­tra­da.

–¿En cuán­to es­tás hoy del má­xi­mo que po­dés lle­gar a es­ta edad?

–Es di­fí­cil de­cir un tan­to por cier­to, evi­den­te­men­te sé que me fal­ta. Y me fal­ta por­que des­pués de dos años y me­dio to­do lle­va tiem­po. No só­lo tiem­po de en­tre­na­mien­to, si­no de ju­gar, de con­ti­nui­dad. Eso es lo que te da la po­si­bi­li­dad de lle­gar al me­jor ni­vel. No­to que me en­cuen­tro ca­da vez más fres­co, me­jor, pe­ro sien­to que me fal­ta.

–¿En­trás a la can­cha igual que siem­pre o pen­san­do que pue­den ser las úl­ti­mas ve­ces?

–En­tro co­mo siem­pre. Ca­da vez que afron­to un par­ti­do lo ha­go con la ilu­sión de ha­cer “el gran par­ti­do” y muy con­cen­tra­do. De nin­gu­na ma­ne­ra pien­so en otra co­sa. Si vos me de­cís qué pen­sa­ba an­tes de vol­ver a ju­gar, sí, era así: tra­tar de dis­fru­tar el he­cho de en­tre­nar­me, de po­der ju­gar. Pe­ro es in­creí­ble có­mo los ob­je­ti­vos van cam­bian­do. En pri­mer lu­gar, mi ob­je­ti­vo era vol­ver a ju­gar. Una vez que lo con­se­guí, el ob­je­ti­vo fue tra­tar de que mi ro­di­lla res­pon­die­se, de que no me tra­je­ra pro­ble­mas. Y hoy mi ob­je­ti­vo es re­tor­nar al me­jor ni­vel. Es jus­to que sea así, me pa­re­ce una am­bi­ción ló­gi­ca. An­tes, só­lo que­ría vol­ver a ju­gar; hoy ya no me al­can­za con eso. To­da­vía no dis­fru­to un par­ti­do al má­xi­mo, por­que a ni­vel fí­si­co no es­toy al cien­to por cien­to. Y lo su­fro en de­ter­mi­na­dos mo­men­tos.

–¿An­tes de en­trar a la can­cha no pen­sás “si me le­sio­no una vez más, se aca­bó”?

–No, en ab­so­lu­to. Pa­ra mí, la le­sión es­tá ol­vi­da­da, eh, de ver­dad. In­clu­so, la evo­lu­ción fue mu­cho me­jor de la que es­pe­rá­ba­mos. Y ha­blo en plu­ral por­que los mé­di­cos me de­cían que en los pri­me­ros me­ses iba a sen­tir do­lor, te­ner fas­ti­dio y, sin em­bar­go, es­ta­mos sor­pren­di­dos por­que es­toy muy bien.

–¿Có­mo de­fi­ni­rías en po­cas pa­la­bras lo que te pa­só en es­tos úl­ti­mos tres años?

–Eeeeeeh….. fue una prue­ba, una prue­ba más. Di­ga­mos que lo que me pa­só no es na­da que pue­da es­tar de­ma­sia­do le­jos de lo que es la rea­li­dad, de los di­fe­ren­tes mo­men­tos que uno tie­ne que atra­ve­sar en la vi­da. Yo ve­nía de ga­nar una Co­pa de Eu­ro­pa, es­ta­ba en un mo­men­to pro­fe­sio­nal bri­llan­te y de re­pen­te… peor no po­día ocu­rrir, ¿no? Ni si­quie­ra dis­pu­tar un so­lo par­ti­do con mi equi­po, pa­sar dos años, tres ope­ra­cio­nes, no ver cla­ro si iba a vol­ver a ju­gar. Fue una ex­pe­rien­cia que hoy me ha­ce sen­tir muy sa­tis­fe­cho por el es­fuer­zo y la cons­tan­cia que tu­ve, y que al fi­nal die­ron sus fru­tos.

–¿Nun­ca pen­sas­te que se tra­ta­ba de una mal­di­ción por tu sa­li­da ex­tra­ña del Ma­drid?

–No. Mi eta­pa en el Real Ma­drid la pu­de co­ro­nar de la me­jor ma­ne­ra. No me que­dó na­da pen­dien­te, tu­ve la suer­te de ga­nar con el club la sép­ti­ma Co­pa de Eu­ro­pa des­pués de 32 años; de ju­gar mi úl­ti­mo par­ti­do ofi­cial le­van­tan­do la oc­ta­va…

–Vos te­nés so­bre el lo­mo mu­chas le­sio­nes. ¿Es­ta vez fue dis­tin­to a las otras?

–Es­ta fue la más gra­ve que su­frí, sin du­das. Pe­ro tam­bién tu­ve bas­tan­te ma­la suer­te, por­que al prin­ci­pio iba a ser una le­sión de unos seis me­ses...

–¿En al­gún mo­men­to te sen­tis­te un ex ju­ga­dor?

–No, no (se to­ma unos se­gun­dos)… Pe­ro la pa­sé mal. En nin­gún mo­men­to pen­sé en ba­jar los bra­zos, eh, aun­que no veía cla­ro cuán­do iba a vol­ver a ju­gar, si po­dría ha­cer­lo nue­va­men­te, por­que ca­da vez que te­nía que so­me­ter a es­fuer­zo la ro­di­lla, una vez que lle­ga­ba a una eta­pa de la re­cu­pe­ra­ción que era el pun­to cla­ve, don­de real­men­te te­nía que for­zar, la ro­di­lla me de­cía stop. Así hu­bo que re­co­men­zar tres ve­ces.

Imagen Una clásica pose plástica de Redondo, ante la marca de Flavio Conceição. Si hubiera tenido el pelo así de corto en el 98...
Una clásica pose plástica de Redondo, ante la marca de Flavio Conceição. Si hubiera tenido el pelo así de corto en el 98...

–¿Cuál fue el peor mo­men­to?

–En­tre la se­gun­da y la ter­ce­ra ope­ra­ción. Des­pués de la se­gun­da, lle­gar a ese pun­to del que te ha­bla­ba, y ver que la ro­di­lla no res­pon­día y que te­nía que pa­sar nue­va­men­te por el qui­ró­fa­no, fue te­rri­ble, un mo­men­to muy du­ro en lo aní­mi­co. Vol­ver a em­pe­zar por ter­ce­ra vez y sin la cer­te­za de que fue­se la de­fi­ni­ti­va...

–Ir pa­ra ade­lan­te sin sa­ber qué ha­bía al fi­nal.

–Tal cual. Ahí fue cuan­do es­tu­ve en la Ar­gen­ti­na, en la clí­ni­ca de Jor­ge Bom­bi­ci­no, el ki­ne­sió­lo­go de Ri­ver, que se por­tó muy bien con­mi­go, tan­to él co­mo to­do su equi­po. Me ayu­da­ron mu­chí­si­mo. Gra­cias a Dios lo pue­do con­tar así.

–¿Se te cru­zó en al­gún mo­men­to que se ha­bía ter­mi­na­do tu ca­rre­ra?

–Creo que no. Mi gran ob­je­ti­vo era vol­ver a ju­gar, po­ner­me la ca­mi­se­ta del Mi­lan y ju­gar en San Si­ro. Ade­más era una cues­tión in­ter­na. Me sen­tía mal con­mi­go mis­mo. Al prin­ci­pio no que­ría acep­tar lo que me ha­bía ocu­rri­do. ¿Por qué a mí? Uno sa­be que en es­ta pro­fe­sión hay co­sas bue­nas y ma­las, pe­ro en es­te ca­so, cuan­do veía que pa­sa­ban los me­ses y no sa­lía, de­cía “¿por qué a mí, por qué?”. Des­pués lo tu­ve que asu­mir: “Y sí, a mí tam­bién me pue­de pa­sar”. Y en­se­gui­da: “Me pue­de pa­sar y aho­ra lo voy a afron­tar y lo voy a su­pe­rar”. En­ton­ces, una vez que ya lo asi­mi­lás y lo di­ge­rís, es un pa­so im­por­tan­te.

–¿Ima­gi­nas­te que te iba a dar el cue­ro pa­ra aguan­tar tan­to sin ju­gar?

–Me ayu­dó mu­cho el co­ra­zón que pu­se en es­to: mi gran pa­sión por vol­ver a ju­gar. Si te cuen­to los tra­ba­jos que me die­ron en los tres me­ses que es­tu­ve en Bél­gi­ca, ni yo sé có­mo los hi­ce. Fue un tra­ba­jo bes­tial: una eta­pa en gim­na­sio de mu­chí­si­mas ho­ras al día y de un es­fuer­zo fuer­te. El tra­ba­jo en la are­na, en las aguas he­la­das del Mar del Nor­te...

–¿Vol­ver a ju­gar fue tu ma­yor vic­to­ria co­mo fut­bo­lis­ta? ¿Más que una Co­pa o lle­gar al Ma­drid?

–Más que co­mo fut­bo­lis­ta, co­mo hom­bre, di­ría. El he­cho de no ha­ber­me da­do por ven­ci­do y lu­char por al­go que real­men­te que­ría fue la vic­to­ria.

Re­don­do dio siem­pre la ima­gen de ti­po frío, des­pro­vis­to de pa­sión, co­mo si los sen­ti­mien­tos ni lo ro­za­ran. Las res­pues­tas po­lí­ti­ca­men­te co­rrec­tas, por mo­men­tos exas­pe­ran­te­men­te pro­gra­ma­das, ex­pues­tas so­bre to­do en ca­da con­vo­ca­to­ria fa­lli­da a la Se­lec­ción, po­ten­cia­ron ese per­fil. Sin em­bar­go, la su­ce­sión de emo­cio­nes a la que Re­don­do se vio so­me­ti­do en su pri­mer re­gre­so fut­bo­le­ro a Ma­drid, por la Cham­pions, vi­no a des­mi­ti­fi­car un po­co esa si­lue­ta. Se lo ob­ser­vó con­mo­vi­do al 5 del Mi­lan cuan­do to­do el es­ta­dio co­reó su nom­bre (an­tes de em­pe­zar el par­ti­do, al ser reem­pla­za­do y tam­bién al fi­nal), cuan­do to­dos los fut­bo­lis­tas acom­pa­ña­ron esa ova­ción aplau­dien­do y cuan­do los Ul­tra Sur del Ma­drid le en­tre­ga­ron una pla­que­ta. “Fue muy mo­vi­li­zan­te to­do es­to. Pa­ra mí, vol­ver re­pre­sen­ta­ba mu­cho des­pués de lo que ha­bía pa­sa­do. Tal vez pue­da pa­re­cer frío, pe­ro no lo soy, pa­ra na­da. Yo las co­sas las sien­to y mu­cho, otra co­sa es que no lo de­mues­tre, que se­pa man­te­ner un equi­li­brio”, re­co­no­ce. El re­gre­so a las can­chas fue el otro gran sa­cu­dón emo­cio­nal de es­tos tiem­pos: “El día que vol­ví a una can­cha, en el par­ti­do ho­me­na­je a Bo­ban, en Za­greb, qui­zá me emo­cio­né más que cuan­do de­bu­té en Ar­gen­ti­nos. Una can­cha otra vez, la pe­lo­ta, la gen­te en las tri­bu­nas, el olor a ves­tua­rio, po­ner­se los bo­ti­nes, cam­biar­se con los com­pa­ñe­ros… Me fal­ta­ba to­do eso, ¡có­mo me fal­ta­ba! Son co­sas que sien­to co­mo mías y que ha­cía tiem­po, de­ma­sia­do tiem­po, no po­día vi­vir­las”.

–¿Cuál es el me­jor equi­po del mun­do, hoy?

–El Ma­drid. Lo cer­ti­fi­ca sien­do el úl­ti­mo cam­peón y te­nien­do unos ju­ga­do­res bes­tia­les. Por más que no es­té bien, en dos ju­ga­das te de­fi­nen el par­ti­do.

–Ha­blan­do del Ma­drid, ¿có­mo que­dó la re­la­ción con Val­da­no?

–No ha­blo con él des­de ha­ce tiem­po. La úl­ti­ma vez que nos en­con­tra­mos fue en Ma­drid, a prin­ci­pios de 2001, cuan­do la agen­cia EFE me en­tre­gó un pre­mio. Yo ya es­ta­ba en el Mi­lan. Es­tu­vi­mos char­lan­do un po­co de to­do.

–Si Val­da­no hu­bie­ra si­do di­rec­tor ge­ne­ral del Ma­drid cuan­do pa­sas­te al Mi­lan, ¿creés que hoy se­gui­rías en el Ma­drid?

–No lo sé y tam­po­co me lo pre­gun­to; en el mun­do del fút­bol hoy es­tás acá y ma­ña­na allá. Con res­pec­to a mi eta­pa en el Ma­drid no me que­dó na­da pen­dien­te, no es co­mo me pa­sa con la Se­lec­ción. Con el Ma­drid tu­ve la suer­te de cum­plir to­das mis ex­pec­ta­ti­vas y por otro la­do se me abrió la po­si­bi­li­dad de lle­gar al Mi­lan, un gran­de de Ita­lia. Era al­go que me fal­ta­ba. Acá me tra­ta­ron muy bien sin que yo ju­ga­ra un so­lo par­ti­do. Por eso me gus­ta­ría mos­trar lo me­jor de mí.

–¿Có­mo reac­cio­na­ron los di­ri­gen­tes cuan­do les di­jis­te que no ibas a co­brar el suel­do?

–Hay po­co que ex­pli­car en ese as­pec­to. Me sen­tía en deu­da, mal, pa­sa­ban los me­ses y no po­día ni si­quie­ra en­tre­nar­me. Veía que en ese mo­men­to era la úni­ca ma­ne­ra. Pe­dí que se res­pe­ta­se mi de­ci­sión. Ellos me es­pe­ra­ban y que­rían ver­me con la ca­mi­se­ta del Mi­lan pues­ta. No lo hi­ce pa­ra que­dar bien o su­mar mé­ri­tos. Que­ría ga­nar­me mi suel­do.

–Fer­nan­do, ¿qué te ge­ne­ra que se di­ga “Fu­la­ni­to es un cin­co ti­po Re­don­do”? Co­mo que creas­te un mo­de­lo, un es­te­reo­ti­po de vo­lan­te…

–No me la creo, pa­ra na­da.

–“Un cin­co ti­po Re­don­do” es un cin­co que la pi­sa, que jue­ga un po­co…

–¿Que jue­ga un po­co? Ja, ja, a mí me gus­ta­ría… No, en se­rio. Yo me sien­to un re­pre­sen­tan­te del fút­bol ar­gen­ti­no por com­ple­to, sin du­das.

Imagen El abrazo con Raúl, su amigo, y uno de los que en los días previos al Madrid-Milan instó a los hinchas a recibir bien a Redondo.
El abrazo con Raúl, su amigo, y uno de los que en los días previos al Madrid-Milan instó a los hinchas a recibir bien a Redondo.

–¿Vis­te el úl­ti­mo Mun­dial?

–Sí, lo vi en la Ar­gen­ti­na, al­go que no me pa­sa­ba des­de el 90, por­que pa­ra el an­te­rior es­ta­ba en Es­pa­ña. Fue dis­tin­to por­que lo vi­ví co­mo un hin­cha más. Y fue un gol­pe du­ro por­que Ar­gen­ti­na era un gran fa­vo­ri­to, no só­lo pa­ra no­so­tros, si­no pa­ra to­dos.

–¿Vos tam­bién lo veías co­mo fa­vo­ri­to?

–Sí. Lo ha­bía de­mos­tra­do con una cla­si­fi­ca­ción bri­llan­te y un jue­go só­li­do.

–Cuan­do veías el Mun­dial, ¿sen­tías que po­drías ha­ber es­ta­do ahí, co­mo en el 98?

–No. La ver­dad es que lo veía le­jos. Lo vi­ví bien co­mo hin­cha y me hu­bie­se gus­ta­do que lo ga­na­ra. Fue una de­cep­ción pa­ra to­dos, una lás­ti­ma.

–An­tes del Mun­dial, en ge­ne­ral la gen­te es­ta­ba con­for­me con la Se­lec­ción, pe­ro al­gu­nos sos­te­nían que le fal­ta­ba pau­sa. ¿Creés que vos le po­drías ha­ber apor­ta­do esa pau­sa?

–No, en ab­so­lu­to. Esa pau­sa se la po­dían dar Ve­rón, Ai­mar, ju­ga­do­res que tie­nen esa ca­pa­ci­dad, pe­ro la­men­ta­ble­men­te un Mun­dial no te da la po­si­bi­li­dad de co­me­ter el mí­ni­mo error, no te­nés chan­ce de re­cu­pe­rar­te.

–¿Creés que vas a ju­gar al­gún par­ti­do más en la Se­lec­ción?

–No. Ni si­quie­ra lo pien­so, ésa es la rea­li­dad.

–¿Ce­ro? ¿Ni un sue­ño se te es­ca­pa?

–No, se­ría muy hi­pó­cri­ta de­cir­lo.

–¿Por qué?

–Por­que ni si­quie­ra me lo pue­do plan­tear. Mi gran ob­je­ti­vo es vol­ver a mi me­jor ni­vel en el Mi­lan.

–¿Te pa­re­ce que Biel­sa te con­vo­ca­ría si es­tás en buen ni­vel o aquel de­sen­cuen­tro que tu­vie­ron…

–No (in­te­rrum­pe), nin­gún de­sen­cuen­tro. La vez que ha­blé con Biel­sa fue to­do muy cla­ro y él lo trans­mi­tió así. Con­mi­go se com­por­tó co­mo un se­ñor.

–¿Vol­vis­te a ha­blar con él?

–No.

–Sin ca­se­te: ¿te arre­pen­tís de al­gu­na de­ci­sión to­ma­da en los úl­ti­mos años?

–Pa­ra na­da.

–¿No sos de­ma­sia­do ju­ga­dor pa­ra te­ner tan po­ca Se­lec­ción en­ci­ma?

–Si a lo lar­go de mi ca­rre­ra yo tu­vie­ra que de­cir qué me que­dó ahí, cla­va­do, evi­den­te­men­te es la Se­lec­ción. Ga­nar un Mun­dial con la Se­lec­ción Ar­gen­ti­na es al­go que me hu­bie­se en­can­ta­do, es lo úni­co que pue­do de­cir que no con­se­guí.

Imagen La emoción que se permitió Redondo, en el Bernabéu. Lleva la plaqueta que le entregó la barra del Madrid, hecho que desató la furia del presidente del club, Florentino Pérez.
La emoción que se permitió Redondo, en el Bernabéu. Lleva la plaqueta que le entregó la barra del Madrid, hecho que desató la furia del presidente del club, Florentino Pérez.

–Uno va a la fi­cha de Re­don­do den­tro de 20 años y lee: “Ga­nó to­do en el Real Ma­drid. Ju­gó en el Mi­lan. Fiel re­pre­sen­tan­te del fút­bol ar­gen­ti­no. Mar­có un es­ti­lo. Ju­gó un so­lo Mun­dial”. ¿Nun­ca pen­sás eso?

–Evi­den­te­men­te me hu­bie­se gus­ta­do evi­tar mis idas y vuel­tas con la Se­lec­ción, te­ner una con­ti­nui­dad mu­cho más lar­ga. Pe­ro las co­sas se die­ron así y bue­no… cuan­do tu­ve que to­mar una de­ci­sión, lo hi­ce po­nien­do en la ba­lan­za lo po­si­ti­vo y lo ne­ga­ti­vo, asu­mien­do las con­se­cuen­cias, vien­do lo que po­día per­der­me tam­bién.

–¿Qué Mun­dial la­men­tas­te más per­der­te?

–El del 98, sin du­das.

–Es di­fí­cil sa­ber lo que pien­san to­dos los hin­chas, pe­ro ¿qué creés que pien­sa la ma­yo­ría del pú­bli­co ar­gen­ti­no de vos?

–¿En qué sen­ti­do?

–Re­don­do es un gran ju­ga­dor, re­pre­sen­ta el es­ti­lo ar­gen­ti­no, pe­ro nun­ca se “ma­tó” por la Se­lec­ción. ¿Com­par­tís esa vi­sión?

–Yo creo que hay di­fe­ren­tes opi­nio­nes y las res­pe­to to­das. No me gus­ta la pa­la­bra “ma­tar” ni si­quie­ra en­tre co­mi­llas. Di­ga­mos que cuan­do tu­ve que dar lo me­jor de mí por la Se­lec­ción, lo di, di el má­xi­mo. Y cuan­do creí que no po­día dar­lo o cuan­do no es­tu­ve de acuer­do con al­go que me pa­re­cía que no te­nía que ver con lo fut­bo­lís­ti­co di­je que no.

–A di­fe­ren­cia de Pas­sa­re­lla, con Biel­sa no hu­bo na­da ex­tra­fut­bo­lís­ti­co.

–Te­nía que ver con una cues­tión fí­si­ca mía. Cuan­do uno re­pre­sen­ta a la Se­lec­ción Ar­gen­ti­na tie­ne que es­tar bien, al cien­to por cien­to, y cre­yen­do que lo pue­de ha­cer de la me­jor ma­ne­ra; si no, no sir­ve.

–¿Qué creés? ¿Que la ma­yo­ría de la gen­te te ban­ca o no?

–Es­toy muy tran­qui­lo con mi con­cien­cia y res­pe­to lo que pien­sa la gen­te.

–Vas por Mi­lán y te cru­zás a Pas­sa­re­lla. ¿Qué ha­cés: pa­rás, lo sa­lu­dás, se­guís de lar­go?

–No, no, me es­tás de­cep­cio­nan­do con tus pre­gun­tas. Ha­ble­mos de fút­bol. No sé… ¿¡Qué le voy a de­cir!? ¿¡Qué le voy a de­cir?! Na­da, na­da. Que no guar­do nin­gún ren­cor.

(Acla­ra­ción tal vez un po­co ob­via por el con­te­ni­do de las res­pues­tas: a Re­don­do le fas­ti­dia, y mu­cho, ha­blar so­bres sus con­flic­ti­vas re­la­cio­nes con la Se­lec­ción y sus en­tre­na­do­res.)

–¿Has­ta cuán­do pen­sás ju­gar?

–Me sien­to muy fut­bo­lis­ta y lo que me qui­ta el sue­ño es vol­ver a mi me­jor ni­vel. Mi de­seo es se­guir ju­gan­do unos cuan­tos años, lo que me dé el cuer­po. Cuan­do no es­té bien me gus­ta­ría ser el pri­me­ro en dar­me cuen­ta y de­cir: “Bue­no, ya no es­toy”.

–Una de Do­min­gos pa­ra la Ju­ven­tud: “Sin re­pe­tir y sin so­plar, la can­ti­dad de le­sio­nes y ope­ra­cio­nes que tu­vis­te, ya”.

–Ope­ra­cio­nes fue­ron... (pien­sa) cin­co. Le­sio­nes, mu­chas. En la par­te mus­cu­lar nun­ca tu­ve pro­ble­mas, pe­ro sí con las ar­ti­cu­la­cio­nes, so­bre to­do la ro­di­lla. No sé cuál es la ex­pli­ca­ción mé­di­ca. Se han di­cho tan­tas co­sas: que es por mi ma­ne­ra de ju­gar, por esa ca­rac­te­rís­ti­ca que ten­go de for­zar mu­cho las ar­ti­cu­la­cio­nes.... qué sé yo, la ver­dad no lo sé.

 

 

Por Diego Borinsky (2003).

Fotos: Diario AS.