2004. Zárate está que explota
La historia poco conocida de Roly Zárate y su paso por el Real Madrid, un pibe que nació en Vélez y no tuvo muchas oportunidades allí hasta que cayó en el club más grande del mundo, luego volvió a Liniers para ganar todo.
El guion, digno de una superproducción hollywoodense, contaba con matices de cuento de hadas. Un joven luchador, hermano de un jugador reconocido. Un chico que, casi descartado por el club que lo vio nacer, agacha la cabeza para empezar bien de abajo del otro lado del océano. Un pibe con condiciones, con ganas, que no se deja caer y en base a esfuerzo (y goles) se gana la chance de entrar por la ventana al club más grande del mundo. Un batallador que una vez allí, con más esfuerzo (y muchos más goles), recibe el guiño del destino y, en sólo unos meses, la invitación a sentarse a la mesa con los monarcas de la Casa Blanca (ojo, no nos referimos a una cena con George W. y su gente).
Hasta ese instante, con ese final, la película acerca de la carrera de Roly Zárate cuadraba perfecto en la videoteca de la Academia. De Terrassa de Cataluña, en la Segunda B, al Real Madrid B. Y de ahí, a la cima. ¡Qué historia! Pero no, no pudo ser completa. A los norteamericanos poco y nada les importa el fútbol (por lo menos el de hombres), y la industria se perdió de recaudar millones. Igualmente, más allá de cualquier especulación, ese desenlace perfecto, soñado, ideal, quedó trunco.
Casi de inmediato, las versiones surgieron de todos lados. Que Vélez pedía 3.000.000 de dólares y Real Madrid quería poner sólo 2.200.000; que uno pretendía vender el 75% del pase y el otro aspiraba a comprar el cien… Al final, la operación nunca prosperó, y el hada se voló con sus cuentos a otro lado. “Creo que no haber quedado en el Real se dio por un problema de dinero –confiesa Roly–. Al principio fue feo, porque tenía la ilusión de seguir mi carrera ahí. Había hecho las cosas como para tener la oportunidad de que me compraran. Mi idea era pertenecer al Madrid. Después, si me podía quedar, mejor. Y sino, ir a préstamo a otro club”.
–¿No te dieron ganas de acogotar a algún dirigente de Vélez?
–No, porque en ese momento no me había enterado de que el pase se había caído por motivos económicos. Lo supe tarde. En aquel entonces no sabía que el Madrid vino a comprarme. Yo sólo era consciente de que el precio estaba estipulado y que, más allá de los goles que había hecho, no podía cambiar. Por eso estaba tranquilo, aunque el pase no se realizara. Finalmente, supe que no se dio por un tema de porcentajes. Vélez quería vender el 75%, y el Real comprar todo, una cosa así. Sin conocer cómo era la historia, pensé que no me quería el Madrid, porque para que se diera eso tendría que haber hecho un montón de goles más. Cuando me enteré de la verdad ya estaba en Murcia, y ahí había que remarla. Fue como empezar de nuevo.
–Hace poco dijiste que “el fútbol no muere ni empieza en Real Madrid”. ¿Cuánto te llevó entender eso?
–Y… estuve un tiempo bajoneado. Y también decepcionado, pero no conmigo mismo. Sí con la dirigencia que había en ese momento en los clubes, que no arregló la transferencia. Pero bueno, asumí que tenía que arrancar de nuevo.
El final no había sido el esperado, no hay dudas. A menos que… A menos que hubiera una segunda parte. Pero una segunda parte de las buenas. Una onda Rocky. Una piña de nocaut bien de lleno en su mandíbula tras acariciar la gloria y después sí, otra vez cuesta arriba. Todavía sin estatua, pero cuesta arriba al fin. En definitiva, había que empezar a pegar otra vez, sin detenerse a pensar en lo que pudo ser, pero con el grato recuerdo que dejó la experiencia de pertenecer al club más poderoso de la Tierra.
“En Madrid fue todo bárbaro. A pesar de ser estrellas, los jugadores son muy buena gente –destaca Roly–. Tienen una humildad terrible. Apoyan a los más jóvenes con buena onda y no se nota la diferencia. Con Roberto Carlos había muy buena relación. El estaba siempre jodiendo, haciendo chistes. Andaba siempre contento. Es un tipo común, pero cómico. Jodía mucho a todos. A mí me cargaba porque un par de veces grité goles a las puteadas, como todos los argentinos. La típica de hacer un gol y putear. El boludeaba con eso, y puteaba como yo. Después tenía relación con Iker Casillas, con quien jugué en el filial, con Raúl Bravo…”
–¿Y con Vicente Del Bosque?
–También. Es una muy buena persona. Me subió al plantel principal y me hizo debutar. El hablaba siempre bien de los jugadores que había en el Real Madrid B, nos tenía mucha confianza. Después, como Anelka estaba peleado y Raúl lesionado, apareció mi chance.
–¿Qué recordás del día que chateaste con los hinchas del Real Madrid en la redacción del diario Marca?
–Me acuerdo de que estaban contentos. Yo ya había hecho goles, y ellos sabían quién era porque allá te conocen enseguida. Los hinchas siempre apoyan a los chicos de la cantera, tratan de darles su confianza. Por suerte, la gente me quería. Es más, cuando jugaba en el filial ponían siempre una bandera dedicada a mí.
–En ese momento, cuando eras sensación, Jorge Valdano dijo: “Zárate es un chico poco participativo y de poca movilidad.” ¿Qué sentiste?
–No le di mucha importancia. El no estaba en la dirigencia del Madrid en ese entonces, pero se nota que en los partidos que me vio yo no había andado bien. Después, en alguna oportunidad salió a remarcar que había jugado bien en otras tardes. Lo que pasó es que en esa temporada el Madrid atravesaba un mal momento.
No hubo arreglo, ni pase, ni nada. La mano, talla Iván Drago, fue directa a su mentón. Como para caer y quedarse tirado un buen rato. Pero no, con casi 22 años, Roly quería su segunda parte y se levantó para seguir peleando. No fue fácil llegar hasta este presente, que a los 25 años lo tiene como goleador y figura del fútbol argentino. En el medio, fue y vino. Volvió a irse y regresó. Siempre a Vélez, donde comúnmente se encontraba sin chances para nuevamente partir al Viejo Continente. En Europa se probó las camisetas del Real Murcia, en la Segunda División española; del Ciudad de Murcia, en la Segunda B; y del Livingston, en la Premier de Escocia. Pero su vida seguía atada al Fortín.
–¿Qué sentías cada vez que volvías a Vélez y los técnicos no te tenían en cuenta?
–No era linda la situación. ¿A quién le gusta irse mal? Siempre guardé la ilusión de triunfar en Vélez, pero sabía que no tenía lugar. Y por eso me iba con dolor. Nunca me quedaba porque cada vez que volvía había muchísimos delanteros de nombre.
El sacrificio de vivir desterrado finalmente tuvo su premio, como si de repente el hada se hubiera posado otra vez en su hombro, esta vez sobre uno de los vértices de la ve azulada. Y así, convencido de transformarse en el héroe de la historia, volvió luego de dos años de ausencia. Se había llevado sus goles el 2 de agosto de 2001 y los trajo de vuelta un 31 de agosto de 2003, ante Racing, y por dos, para concretar un milagroso 3-3 final. “Ese día fue muy lindo. Empecé con el pie derecho. En mi primer partido, el equipo volvió a sumar después de ocho derrotas consecutivas. En lo personal me había ido bien y estaba contento. Encima, antes de empezar a jugar esa temporada, yo me estaba por ir al Perugia, de Italia, pero decidí quedarme por la venta de Roberto Nanni a Ucrania.
–¿Qué cambiaste como jugador para que, de ser una pieza de descarte, llegaras a este presente?
–Ahora gané más experiencia. Además, modifiqué mi forma de jugar. En Escocia varié en el aspecto futbolístico. Mejoré en el trabajo defensivo, en presionar, en aguantar la pelota. Lo tuve que hacer porque ese fútbol me lo pedía. Y por suerte me adapté bastante bien. En Argentina hay que trabajar siempre para que se den los resultados. Luchar y laburar para el equipo son algunas de las características que les sumé a mi juego.
–¿Tu presente en Vélez es una revancha por las chances que no tuviste en el pasado?
–Sí, sí, es una revancha linda que estoy atravesando y espero que siga siendo así. Sueño con hacer algo grande con esta camiseta. De cara al futuro, mi objetivo es hacer las cosas bien en Vélez y después ver.
Ahora estoy más confiado. La confianza que dan los goles se remarca en la cancha, y uno anda con más moral.
–¿Es cierto que tu viejo te recomendó adelgazar unos kilos y tu hermano Sergio te insistió para que encararas mucho más, para que tuvieras más confianza?
–El Ratón siempre está muy encima de mí para que encare. Me dice que soy “9”, y que debo hacerlo. Con respecto al peso, siempre que empiezo un torneo me pongo bien, aunque ahora, físicamente estoy mejor que nunca. En esta pretemporada, que fue muy buena, bajé cinco o seis kilos y me empecé a sentir de otro modo. Además, la pude hacer sin cortes por partidos o por viajes. En la pretemporada arranqué con 89 kilos y ahora estoy en 83, 84. Por supuesto, siempre hay que mejorar cosas. Uno nunca se debe sentir conforme. Yo sé que tengo que mejorar los movimientos en ataque e, incluso, en defensa. Debo ser el primer defensor del equipo. Igualmente, la suerte que estoy teniendo es lo principal. El goleador sin suerte no es nada.
–A finales de 2003 dijiste que no estabas conforme con tu rendimiento personal, ¿ahora qué opinás?
–Estoy más conforme. El año pasado sabía que podía rendir más. Y ahora las cosas me están saliendo bien. Además, el equipo está más afianzado. Y en lo personal, el tener seis meses de experiencia en Argentina me hizo arrancar de otra manera. Nunca había jugado más de tres partidos seguidos en el país y el año pasado se me dio. Eso hace que me sienta mejor.
–Marcelo Bielsa te hizo debutar en Primera en 1998 y saliste campeón del Clausura. A raíz de tu presente, ¿esperás una convocatoria a la Selección? ¿Creés que te la merecés?
–No, para nada. Con los jugadores que tiene el fútbol argentino… Con los que hay en el mundo no puedo tener hoy una oportunidad. Llevo ocho partidos buenos y hay delanteros que la rompen hace años, como Klimowicz y Cruz. Qué pasará lo decidirán el tiempo y Bielsa. Marcelo nunca citó a un jugador por siete u ocho partidos buenos. El trata a los jugadores muy bien. No hace diferencias entre el más joven y el más experimentado. Yo tenía muy buena relación, siempre me cayó bien. Me parece un técnico muy inteligente. Con él incorporé muchas cosas, aunque tenía 19 años y recién empezaba.
–Cuando estabas en Madrid dijiste que el tren pasa una sola vez, que ya te habías subido y que no querías bajarte. ¿Seguís pensando igual?
–Yo creo que en el fútbol no hay muchas posibilidades. Y hay que aprovecharlas. Hoy tengo una chance importante para hacer algo con Vélez y ojalá la pueda aprovechar. Quiero ser partícipe de esto. Creo que mi tren puede volver a pasar. Tuve una linda posibilidad en el Real, pero cada vez que volvía a España a jugar era por lo que había hecho en el Madrid y no por lo que hacía en Vélez. En cambio ahora, si vuelvo a Europa, será por mi presente. Hace cuatro años que me fui del Real, y la gente ya se olvidó.
El desenlace de la segunda parte todavía no está escrito, pero pinta muy bueno para Roly Zárate. Si los goles siguen llegando, ya nadie podrá decir que segundas partes nunca fueron buenas…
Roly por cuatro
Dos obsesiones
“El equipo está bien. Se armó un plantel joven, sólido y con muchas ganas de lograr algo lindo. Además, el que entra desde el banco está rindiendo. Nosotros vamos a hacer lo posible para lograr alguno de los dos torneos. Es nuestro gran sueño.”
Besame, besame mucho…
Una de las costumbres de Roly es tratar a la pelota con mucho cariño. Y le viene dando grandes resultados. “Son cábalas que tenemos los jugadores. Es algo natural, que hago desde toda la vida. Siempre besé la pelota, pero más en los últimos años.”
Un tanque con buen pie
Los goles de tiro libre son una de sus armas letales. “Me gusta quedarme practicando después del entrenamiento. El día anterior al partido pateo 20 o 30 veces. Siempre hice goles de tiro libre, pero ahora emboqué varios seguidos y se habla más.”
El gol en la sangre
Además del Ratón, Roly tiene más familiares en el fútbol. Su hermano Ariel juega en el Elche. Y Mauro, el más chico, en las inferiores del Fortín. Además, su abuelo Juvenal había jugado en Calama, Chile, y papá Rolando fue delantero de Independiente.
Confirmo lo que insinuaba
Que Zarate sea el goleador del fútbol argentino me produce una gran alegría. Al Real Madrid siempre se acercaban muchos jóvenes y uno de ellos fue Rolando, a quien le fue muy bien desde el comienzo. Al ver su presente me doy cuenta de que no estábamos alejados de lo que se presumía de él cuando jugaba en el filial. Desde siempre fue un delantero muy seguro frente a la portería, con aptitud para rematar con las dos piernas, potencia y colocación. Se cumplieron las expectativas que había puestas en él cuando era tan sólo un joven.
Rolando es un jugador de esos que pueden pasarse un partido entero sin tocar la pelota, pero sigue siendo letal frente a la portería. No es normal que un chico tan joven llegue a jugar en el primer equipo del Madrid, por eso ya se notaba que iba a estar muchos años metiendo goles. Era un delantero egoísta frente a la portería, al igual que todos los “9” de área.
Como pasa con los argentinos, Rolando tenía una filosofía y una idea de juego competitivas. Era un chico más experimentado que los compañeros de su edad. Transmitía confianza en el campo, es de esos que cuando están en la cancha a uno lo dejan tranquilo. Me pasa lo mismo con Esteban Cambiasso, a quien lo conozco desde que tenía 14 años.
Además, al igual que todos sus compatriotas, Zárate no demostraba extrañar a su país. Es decir, se adaptó perfecto a la idiosincrasia de España y al estilo de juego de la Liga.
Por Vicente Del Bosque , DT de Zárate en el Real Madrid.
Por Marcelo Orlandini
Fotos: Alejandro Del Bosco