Guillermo Vilas

Guillermo Vilas: ¡Qué lindo fue conocerlo!

El Gráfico se acercó a conocer, en 1973 y en su Mar del Plata, a Guillermo Vilas. 20 años. N° 1 del ranking argentino de tenis. Niño prodigio. Estudiante. Pensador. Viajero. Esta es su casa. Este es su club. Este es su mundo.

Por Redacción EG ·

06 de marzo de 2019

Colgado de su raqueta, Guillermo flota en el aire.

Imagen El gran abrazo. Reencuentro en el Club Náutico Mar del Plata con don Felipe Locicero, su primer profesor de tenis, su padre en el deporte…
El gran abrazo. Reencuentro en el Club Náutico Mar del Plata con don Felipe Locicero, su primer profesor de tenis, su padre en el deporte…

De la raqueta, que es como un ala tomada en préstamo por su brazo izquierdo. En el aire, que silba con breve y musical ferocidad a través del encordado. Y Guillermo, todo de blanco, estacionado en el espacio, de donde parece que no va a caer jamás porque tiene allá arriba una cita con la pelota de tenis. Sólo cuando ella llegue exactamente allí la escena podrá recuperar su movimiento. Porque va a llegar con puntualidad y se producirá el choque seco, y porque la pelota volará de regreso transformada en un trazo blanco y brutal, en una raya perfectamente dibujada por la tiza de un artista. Un aplauso, un contrario que recién empieza a comprender, un tanto más... ¿Tanto? Bueno, es el idioma del tenis, pero francamente daban ganas de gritar gol...

Colgado de su raqueta, Guillermo aterriza, entonces sí, en el polvo de ladrillo.

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"Y pensar que de pibe no conseguía romper siquiera un solo encordado, Porque reventarle las cuerdas a una raqueta es el diploma del que ya juega fuerte, y es al mismo tiempo la gloria, la culminación, algo así como fundir un motor o desinflar la pelota de fútbol con un solo botinazo... Entonces vivíamos casi en el campo, en las afueras de Mar del Plata, y mis ambiciones eran apenas dos: atajar como Amadeo Carrizo y romper el encordado de una raqueta. Cuando volvía del colegio me ponía a pelotear en el garaje de la casa quinta mientras duraba la bombita eléctrica que infaliblemente se hacía añicos, y así llega por fin el día inolvidable: toiinnnng, sonaron las cuerdas de la raqueta —da aquella primera raqueta que hoy guardo como un trofeo—, y a partir de entonces decidí que el tenis se llevarla las mejores horas de mi vida".

Imagen El hogar, Guillermo, número uno del tenis argentino, recorre el álbum de los recortes periodísticos y las fotografías junto a mamá y a Marcela, su hermana.
El hogar, Guillermo, número uno del tenis argentino, recorre el álbum de los recortes periodísticos y las fotografías junto a mamá y a Marcela, su hermana.

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Guillermo, obra maestra de la familia Vilas. Guillermo, número uno del ranking argentino. Guillermo, niño prodigio capaz de ganarle al checoslovaco Jan Kodes, a quien fuera finalista en Wimbledon y Forest Hill. Pero tal vez sea mejor jugarnos un par de sets con su prontuario deportivo para determinar —mirando hacia atrás— la amplitud del futuro que el conscripto Guillermo tiene por delante.

A los doce años fue finalista del Campeonato Argentino de Infantiles. A los catorce, Campeón Sudamericano de Menores, jugando el doble con Ricardo Cano. A los quince, Campeón Argentino y Sudamericano de Menores, como así también Campeón Mundial de dobles, en pareja con el americano Jeff Austin. A los dieciséis, Campeón Argentino de Juveniles, Campeón Mundial de singles —consagrado en Miami— y noveno en el ranking nacional de mayores. A los diecisiete ya era el número dos del país, aparte de Campeón Mundial de doble juveniles (también con Cano) y subcampeón mundial por equipos. A los dieciocho conservó su puesto de número dos argentino y fue aventajado alumno en la escuela española de Lew Hoad, donde perfeccionó su juego. A los diecinueve se consagró Campeón Argentino de Mayores y número uno del país.

A los veinte —prácticamente hace unos minutos— ayudó a que Argentina llegara por primera vez a la final sudamericana de la Copa Davis. Y además se metió en un avión porque Europa lo espera con sus circuitos y torneos más importantes: Wimbledon, Roland Garrós (Campeonato de París), Queen's Club, Roma, Suiza, quizá Holanda y una importante escala en Estados Unidos. Prometió volver en septiembre.

Títulos, viajes, trofeos, honores, medallas, fama y dinero. Sin embargo a Guillermo le gusta medir su campaña de otra forma: ahora rompe, orgullosamente, una docena y media de raquetas por año.

Imagen El inmenso tocadiscos profesional. De aquí sale la música progresiva, el jazz, el compás del ¨Sexteto Tango¨. Música, la segunda pasión de Guillermo Vilas…
El inmenso tocadiscos profesional. De aquí sale la música progresiva, el jazz, el compás del ¨Sexteto Tango¨. Música, la segunda pasión de Guillermo Vilas…

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"Yo puedo decirte qué voy a hacer el mes que viene, paro no cómo va a ser mi vida dentro de diez años, Por ahora quisiera comprarme un campo chiquito que produzca apenas para mí, Y una casa allí en el medio, para vivir en paz. Quisiera recibirme de abogado, saber cómo está realmente el mundo, solucionarle cosas a la gente, comprender todos los misterios de la vida. Quisiera lograr que los médicos curen más y cobren menos, quisiera jugar al tenis cada día mejor para alegrar más y más a la gente que me viene a ver. En cambio, aunque tenga apenas veinte años, ya puedo decir que lo más concreto de mi vida es el pasado. ¿Por ejemplo? Te cuento: creo que recién podía sostener la raqueta en la mano cuando venía aquí mismo, al Club Náutico de Mar del Plata, para ver jugar a tipos inmensos como Aubone, Emerson o Soriano, Llegaba a las ocho de la mañana y me iba a las nueve de la noche; los perseguía, los miraba jugar sin perderme detalle, trataba de imitarlos, Con el tiempo llegué a enfrentarlos y les gane a todos. Gran satisfacción, sí. Pero ganarles también significaba una profunda tristeza. Era la seguridad de que el tiempo pasa, se gasta muy rápido, se consume enseguida. Y era —es ahora más que nunca— la certeza de que recién me voy a sentir recompensado cuando a mí me pase lo mismo con los pibes que ahora tienen diez o doce años..."

Imagen Vilas confesaba: ¨Soy hincha de River¨, cuando Luisito Guerra -12 años, el nuevo prodigio marplatense en tenis- se acercó a saludarlo. El número uno lo hizo sonreír: ¨Mirá cuando me ganes a mi¨
Vilas confesaba: ¨Soy hincha de River¨, cuando Luisito Guerra -12 años, el nuevo prodigio marplatense en tenis- se acercó a saludarlo. El número uno lo hizo sonreír: ¨Mirá cuando me ganes a mi¨


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Mar del Plata se acerca por el parabrisas y retrocede por las ventanillas del Taunus familiar. Allá en Buenos Aires quedaron el MG sport y la valija lista para viajar a Europa junto con Cano y Ganzábal. Pero durante estos dos únicos días de descanso Guillermo necesita regresar a las maravillas cotidianas de su ciudad: el suntuoso chalet del Barrio Los Troncos, el café con leche servido por mamá, la horqueta de cualquier árbol para sentarse a comer fruta, como cuando era chico. Y después la recorrida por los más importantes monumentos de su vida: el Colegio Marista, donde se recibiera de bachiller en 1969, donde siempre estará esperándolo el profesor Ernesto Yustón para dejarse decir "¿Qué haces, Tito?", como si a Guillermo no le llevara veinte años.

Y el tocadiscos, inmenso como una catedral. La música progresiva (¨la única que me despierta los cinco sentidos al mismo tiempo¨) brotando en chorros multicolores cuando Guillermo les da vida a todos los conjuntos inmortalizados por la revista "Pelo": "Pescado Rabioso", "Alma y Vida", "Arco Iris", "Aquelarre", "Sui Génesis". Sorpresivamente aparece un jazz melancólico y por fin el Sexteto Tango borra todos los demás sonidos de la Tierra. El viaje concluye en el Náutico de Mar del Plata, su hogar número dos. Dice Guillermo Vilas que "a este club sólo le falta ocuparse un poco más del tenis", pero ahora no importa porque están allí Pérez —el mozo eterno—, el mismo rincón de siempre en el vestuario y sobre todo don Felipe Locícero, el profesor de tenis que pusiera entre sus manos la primera raqueta de su vida. Don Felipe o Che, Felipe. Es lo mismo: como un padre que se enorgullece del hijo, como un artista que se ve reflejado en la propia obra: "Yo lo tomé a Guillermo cuando era cero kilómetro, y por sus condiciones naturales, a los dos años de empezar ya era número uno de infantiles en todo el país. Apenas tenga un poco más de experiencia internacional, el mundo entero hablará de este chico..."

Guillermo. El que siempre infla la boca cuando pega el raquetazo, el que pierde relojes pulsera por todo el mundo, el que jamás se saca los tres collares que lleva puestos...

Imagen regreso al Colegio Marista. Guillermo Vilas con Ernesto Yustón, el profesor más recordado, y un racimo de admiradores que quiere imitarlo...
regreso al Colegio Marista. Guillermo Vilas con Ernesto Yustón, el profesor más recordado, y un racimo de admiradores que quiere imitarlo...

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"Y claro que nunca me los saco. No son amuletos ni llevo los collares por estar a la moda, sino que voy uniendo a las cadenas las medallas y los recuerdos que me regalan mis amigos y mis familiares, Bueno: no soy un tipo convencional. ¿Y qué? Eso es bueno, eso significa que mi tenis tampoco es convencional..."

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Todavía no pudo jugar contra su gran ídolo, el rumano Illie Nastase. Pero una vez en Europa enfrentaba al francés Patrick Proisi, y cuando ya no pudo aguantar más las cargadas del rival dejó venir la pelota, la vio picar, empezó a correr detrás de ella y cuando todo el estadio creía que iba a regalar el tanto abrió las piernas de espaldas a la cancha, pasó la ball por allí y con ese sorpresivo cañonazo marcó el tanto y ganó el set, Entonces lo llamó al francés y le dijo al oído:

— ¿Viste que soy más inteligente que vos?

CARLOS MARCELO THIERY (1973)

Fotos: GONZALEZ COCIÑA