Las Entrevistas de El Gráfico

Guido Herrera, del dolor al placer

Surgido de las inferiores de Belgrano, el arquero Guido Herrera fue muy resistido por los hinchas cuando llegó a Talleres. Vivió momentos complicados, pero luego ascendió con la T, alcanzó récords históricos, se afianzó en Primera y los silbidos se transformaron en ovación.

Por Redacción EG ·

11 de abril de 2017
Imagen Herrera aceptó el desafío de triunfar en Talleres tras formarse en Belgrano. Se ganó el respeto gracias a convicción y buenos rendimientos.
Herrera aceptó el desafío de triunfar en Talleres tras formarse en Belgrano. Se ganó el respeto gracias a convicción y buenos rendimientos.
No es el caso típico del nene al que no le quedó otra alternativa que ir al arco. No. El siempre quiso ser arquero. Veía a su hermano Franco atajando y anhelaba imitarlo. Quería calzarse el buzo y ponerse los guantes. Quería evitar goles, no hacerlos. Se propuso ser arquero... y, como sentenció Jean-Paul Sartre, “la verdad sale de la boca de los niños”. Su verdad era el arco. Por eso, las adversidades que esa posición le fue proponiendo, las fue superando... las fue atajando.

Guido Herrera comenzó en Deportivo Río Cuarto, hizo todas las inferiores en Belgrano, soñó en Celeste, pero un día lo dejaron libre cuando ya coqueteaba con el arco Pirata. Se fue a Defensores de Belgrano de Villa Ramallo en el Federal A, donde atajó todo lo que le tiraron, y, entonces, le llegaron propuestas: Quilmes, Newell’s, entre otros. Pero él optó por la más arriesgada. Eligió ir al lugar menos pensado: Talleres. Y su vida cambió para siempre.

Al ingresar al departamento de Herrera, en un sexto piso de un edificio de Nueva Córdoba, saluda con un salto Capitán, el Beagle, que no se queda quieto ni un segundo. La mascota acompaña al arquero en todo momento. Pero, tras la salutación del cachorro, la bienvenida, apenas se abre la puerta, es un poster gigante de Talleres con la leyenda “Campeón”.

Una vez sentados en el sofá, frente a la TV, donde se emite fútbol durante todo el día o se juega a la Play y el primer equipo que aparece es Talleres, se observa un libro sobre el ascenso de la T, tres camisetas de arqueros con el escudo del albiazul, medallas, premios al mejor jugador, guantes... Sobre la mesa están un botinero negro, una lapicera... No hay dudas de que allí vive un futbolista. Y también alguien que está apasionado por el club al que le defiende su arco.

Pero no fue fácil llegar a ese punto. Hubo un proceso que superar. Una cabeza fuerte para asimilar broncas, ilusiones, largas charlas, múltiples sensaciones, estímulos, convencimiento, ilusión, récords, aplausos, insultos...

UN CALVARIO DE BIENVENIDA
El 11 de enero de 2016 el club presidido por Andrés Fassi anunciaba a sus socios que Guido Herrera era la novena incorporación para el plantel de Frank Kudelka, por entonces en la B Nacional. La Córdoba futbolera se volvió un polvorín. Los hinchas de Belgrano no podían creer que un futbolista surgido en su cantera se fuera a la contra, pero lo peor eran los propios fanáticos de Talleres. Y no para bien. Todo lo contrario, ya que a las pocas horas de confirmarse la contratación, comenzaron a aparecer, vía redes sociales, una gran cantidad de mensajes contrarios a su arribo. ¿El motivo? Los albiazules acusaban al arquero formado en instalaciones Piratas de haberse mofado de ellos por twitter, tras un partido que el club de Villa Ramallo le había ganado a la T. Incluso, algunos decían que había hecho la seña de taparse un ojo en el estadio.

Se venían horas difíciles para Herrera. Muy difíciles.

Al contrario de lo que suele ocurrir a la llegada de refuerzos a un club, el arquero no brindó declaraciones. Silencio. Optó por dejar pasar el tiempo. No obstante, en barrio Jardín no había bienvenida para él. Y claro, tuvo que cerrar su cuenta de twitter. La bronca de los albiazules se acumulaba, también con Fassi, que lo había contratado. Eso no fue todo. Los primeros días de entrenamiento en la cancha de Talleres, el arquero tuvo que salir por la puerta de atrás, sin que los hinchas lo vieran.

“Fue complicado... Sabía cómo iban a ser las cosas, pero era mi decisión. Obviamente que venir dependía de mí. Primero fui a la concentración de Talleres que estaba en Santa Fe, por la pretemporada. Con José Scozzari, mi representante, hablábamos que iba a ser difícil. El estaba convencido de que las cosas me iban a salir bien, y yo también. José me motivaba y, entonces, le dimos para adelante. Cuando llegué a Córdoba, el clima no era el mejor. En las primeras prácticas me tenía que ir por la puerta de atrás. Acá se vive el fútbol de una manera muy especial, y el hincha es pasional. Lo entendí y esperé el momento de salir y pedir disculpas”, rememora Herrera.

Esas disculpas las hizo el 1° de febrero de 2016 en el canal deportivo local Showsport. “No soy ajeno a lo que pasó. Son cosas propias de la inmadurez de uno. Creo que con el correr del tiempo uno va tomando experiencia y son cosas que pasan una sola vez”, declaró en aquel entonces. Pero no alcanzó. Y debió seguir inmerso en ese clima de tensión.

“Al hincha no le alcanza solo con las disculpas”, expresa el riocuartense en diálogo con El Gráfico, al tiempo que agrega: “Después vino el ascenso y la gente cambió de opinión”.

Imagen Durante el festejo del ascenso de la T. Un hito histórico del que Herrera fue un protagonista importante.
Durante el festejo del ascenso de la T. Un hito histórico del que Herrera fue un protagonista importante.
Y sí, tuvo que remarla. Su cabeza fue importante. A pesar de estar convencido de su decisión, en aquellos primeros días de 2016 las sensaciones eran fuertes. En su departamento pensaba y pensaba… “Era difícil, mentalmente sabía que había tomado la decisión correcta, pero salía de entrenar y a mis compañeros les pedían fotos, autógrafos y yo no podía. No tenía ese contacto, me iba por otro lado, no podía dar notas porque todos me iban a preguntar sobre eso. Fue un mes muy difícil. Volvía al departamento y pensaba, pero me hizo muy fuerte esa situación”.

Herrera llegó al club casi en paralelo al otro arquero del plantel, Mauricio Caranta, que arribaba como uno de los grandes refuerzos del club. Y también su presentación era con polémica por su pasado en Instituto. Los hinchas de la Gloria se sintieron ofendidos y se lo hicieron saber por todos lados. Juntos, entonces, atravesaron esa etapa. “Los dos nos llevamos muy bien desde el inicio. Era un arquero que yo admiraba. Cuando él estaba en Rosario Central lo miraba bastante. Y tenerlo de compañero fue fuerte. Hicimos una buena relación, porque es muy buena persona, muy humilde. Y hablábamos de lo que nos sucedía. El me aconsejaba mucho. A él le pasaba una situación similar, pero era con los hinchas de su antiguo club, en cambio, a mí me insultaban los de mi propio club. Me decía que estuviera tranquilo, que eso es también el fútbol, que obvio se iba a dar vuelta si hacía las cosas bien. Me decía que si sos buena persona, a la larga la gente lo termina viendo. Me acuerdo, también, de que cuando jugamos el clásico con Instituto, a él lo puteaban los de la Gloria y a mí los de Talleres. Fue algo que hablamos bastante”.

-¿Y qué se decían?
-Nos motivábamos. El me decía que esto tenía que ser una motivación. Que esto era un obstáculo para superar, que pasaba y había que remontarlo. Decía que había que evitar el roce, ser respetuosos con la gente, porque si no, iba a ser peor. Lo veíamos como una motivación.

-¿En algún momento pensaste en ir a un psicólogo por todo lo que te estaba sucediendo?
-Nunca. Soy muy fuerte de la cabeza. También la gente que me rodeaba era buena. Mi representante me decía que estuviera tranquilo, mi familia también. Tal vez mi vieja fue la que más sufrió.

-¿En qué sentido, qué le pasó a tu mamá?
-Padeció al principio, cuando en las redes sociales me puteaban y había campaña para que no viniera a Talleres. Ella lo veía todo. Me decía “andá a otro lado, si tenés otras propuestas...”. Pero la decisión era mía. Entonces, un día la senté en mi casa de Río Cuarto y le expliqué que quería venir a Talleres, que me tenía fe, que las cosas me iban a salir bien. Ella sufría, más allá de saber que era un progreso para mí. En su facebook veía las cosas que escribían y no le gustaban. Prefería que fuera a otro lado, pero entendió lo que le dije, y ahora va a la cancha y también disfruta del momento. Y nos acordamos de esa charla que tuvimos en unas vacaciones. Al principio fue duro, pero estaba convencido de que iba a salir bien.

-Y salió bien. Porque después de todo lo que pasó, hubo un día en el que te aplaudieron y otro, en el que incluso, te ovacionaron. ¿Qué pasó por tu cabeza cuando escuchaste al hincha de Talleres corear tu nombre?
-Lo logré. No sé si me lo esperaba tan rápido. A medida que pasaban los partidos, la gente ya me miraba y me trataba de otra manera. Eso me iba dando tranquilidad, porque noté que me estaban bancando, y eso era bueno. Y cuando escuché en el partido con Rosario Central que me ovacionaron, fue algo terrible. Es lo más lindo que le puede pasar a un jugador. Y esa primera vez me la voy a acordar siempre.

-Lograste que el hincha de Talleres ahora te quiera. ¿Y con el hincha de Belgrano cómo estás?
-Pasa que tampoco jugué en Primera con Belgrano y no sé si se acuerdan. Algunos me querían. Pero ya cuando jugamos el primer clásico, antes del retorno a Primera, los hinchas de Belgrano me reputearon. Y ahora por la calle también, porque vuelve a jugarse oficialmente el clásico este año y ya se palpita. Me putean, me dicen cosas, pero ya sé que así es el fútbol.

-Te vuelvo por un momento a Belgrano. ¿Cómo fue el momento en el que te dijeron que quedabas libre, te lo esperabas?
-Fue duro, porque si te lo esperás o te lo imaginás, te lo tomás de otra manera. Había hecho tres pretemporadas con el plantel profesional, no tenía contrato. Me habían dado una beca, un departamento, me imaginaba otra cosa y de un momento a otro me dijeron que no seguía, que me iban a dejar libre. Fue un baldazo de agua fría. Es como si te echan del trabajo. Lo peor. Fueron dos o tres días de bajón, y mal. Pero después me puse en la cabeza que tenía que seguir. Y me fui a Ramallo.

-¿Fue un gran cambio saltar de un plantel de Primera División a uno del Federal A?
-Era otro estilo de vida, totalmente diferente, porque era ir a un pueblo de 15.000 habitantes, que estaba en la tercera categoría del fútbol argentino. Muy diferente a lo que se vive en Córdoba. Pero se trabajó de una manera increíble, que era lo que salvaba esa diferencia. Fue un paso muy lindo, logramos cosas buenas para el club. De hecho, le peleamos el ascenso a Talleres. Fue histórico para el club. Tengo los mejores recuerdos de Villa Ramallo.

-¿Sentiste que fue como un volver a empezar?
-Sí. Fue lo primero que se me vino a la cabeza. Incluso, los primeros seis meses no jugaba, iba al banco. Me dije: empiezo de cero. Lo tomé por ese lado, porque si no, es chocante pasar de Primera al Federal A. Lo tomé así, y que fuese un trampolín.

-Estuviste en el banco y te ganaste el puesto. Una situación similar a la que viviste en Talleres, donde arrancaste siendo el suplente de Caranta.
-Sí, en su momento llegué y estaba Nelson (Schonberger), que hacía cuatro años que atajaba ahí. Fueron seis meses peleando desde abajo y cuando me tocó la oportunidad, no salí más. Fueron dos torneos seguidos, en los que hicimos dos grandes campeonatos.

-¿Cómo fue competir en el puesto con Caranta, que había llegado a Talleres como una figura?
-Cuando llegué al club, sabía de dónde venía y que tenía a un arquero de gran trayectoria como Mauri al frente. Sabía que iba a ser difícil. En mi cabeza estaba crecer y si en algún momento llegaba la oportunidad, responder. Lamentablemente por una lesión suya, me tocó atajar, cumplí y aproveché esa oportunidad. Después tuve la confianza del técnico para seguir jugando. Y fue muy importante.

-Haciendo un paralelismo, cuando estabas en Belgrano tenías a Olave adelante. ¿Era muy difícil competir con un ídolo del club?
-Yo lo veía a César Rigamonti, que era el segundo arquero, y notaba que eran muy pocas las chances que tenía de jugar. Obvio, ante un arquero de esa magnitud, se hace muy difícil, porque la posición también es así. Juega uno solo y no es frecuente que el arquero se equivoque en tantos partidos, o lo expulsen o se lesione. Yo era el tercer arquero y lo veía más lejano todavía. Tenían que pasar muchas cosas para que me llegara la oportunidad.

-¿Tenías o tenés relación con Olave?
-Sí, sí... Ahora hace mucho que no hablo, pero en su momento sí. Un arquero que me enseñó mucho. Un arquero de experiencia al que escuchaba bastante.

DE RESISTIDO A HOMBRE RÉCORD
5 de junio de 2016. Una fecha inolvidable e histórica para el hincha de Talleres. En Floresta, ante All Boys, la T logró el tan ansiado ascenso para regresar a la Primera División. Aquella tarde, en la que Pablo Guiñazú convirtió el gol que lo inmortalizó para el pueblo albiazul, en el arco estaba Guido Herrera como una de sus figuras. Pero no solo en las apreciaciones subjetivas el arquero era considerado de tal forma, sino con la certeza de los números. Esa tarde, Herrera rompió dos récords históricos del club. En ese torneo estuvo 701 minutos sin recibir goles, y de esa forma no solo le dio seguridad al arco del equipo de Kudelka, sino que superó los 634 minutos de Mario Cuenca (1997), que tenía el récord de Talleres en AFA, y los 654 de Rogelio Quiroga (1976), que ostentaba la mejor marca de la historia de la institución de barrio Jardín.

“Mis amigos me iban diciendo que estaba cerca de un récord, pero no era algo que tenía en mi cabeza. Un amigo me había dicho que si pasaba tantos minutos en el partido con All Boys, lo lograba. Pero cuando entré a la cancha ni me acordé, encima en el partido ese, que fue el del ascenso, lo que menos pensaba era en un récord personal. Cuando terminó, después de los festejos por el ascenso, empezaron a llegar los mensajes y fui cayendo de lo que había logrado. Es algo muy lindo, está bueno quedar en la historia de un club”, afirma Herrera. Tanto pasó. De aquella llegada resistida al día del ascenso, con récord personal incluido y quedar en la historia de la institución, tan solo transcurrieron 146 días. Muchos, pocos... para el riocuartense, que tuvo que dejar su casa paterna a los 15 años para ir a cumplir sus sueños de arquero, fueron de puro vértigo y adrenalina.

Imagen Con Talleres logró el ascenso a Primera, categoría en la que se afirmó rápidamente.
Con Talleres logró el ascenso a Primera, categoría en la que se afirmó rápidamente.
Y en el certamen de Primera, no decayó. Al contrario. Continuó siendo la carta de seguridad de Talleres. Así es que en los últimos mercados de pases sonó en River como en Boca.

-Después de todo lo que pasaste en tu carrera y en Talleres, ¿hubo algún momento, ya atajando en Primera, en el que dijiste “llegué”, o no querés pensar para no relajarte?
-Un poco de las dos cosas. En el fútbol, hay que demostrar todo el tiempo. Pero está bueno cuando me siento a ver tele y miro los resúmenes de los partidos. Era mi sueño atajar en Primera y es una sensación hermosa, que disfruto. Pero me dan más ganas de ir por más. Sé de dónde vengo, las cosas que pasé. Me tocó quedar libre, volver a cero, y hoy estoy en Primera. Quiero más, y seguir creciendo.

Por Marcos J. Villalobo / Fotos: Nicolás Aguilera

Nota publicada en la edición de marzo de 2017 de El Gráfico