Las Entrevistas de El Gráfico

Fabricio Coloccini, defensor de sus principios

Charla íntima con el zaguero central: su interés por la historia y por leer sobre hechos puntuales, su admiración por Fidel Castro, los segmentos clave de su carrera, la valoración a Maddoni, Pekerman, Bielsa, Ronaldo, Maldini y Messi, y el deseo de volver a consagrarse en San Lorenzo.

Por Darío Gurevich ·

22 de marzo de 2017
Imagen Este año comenzará el curso de entrenador. Quizá esta foto adquiera otro valor dentro de un par de años.
Este año comenzará el curso de entrenador. Quizá esta foto adquiera otro valor dentro de un par de años.
A Fabricio Coloccini lo apasiona la historia y leer sobre determinados acontecimientos que generaron un quiebre en el mundo. Lo atraen, en especial, la Segunda Guerra Mundial –al margen de las barbaridades que se produjeron, de las atrocidades realizadas por los nazis– y la Revolución cubana. Sus momentos de esparcimiento, como se advierte, no están vinculados con la tecnología, el factor que domina esta época. Aquellos que lo conocen en la intimidad pueden dar fe. De hecho, durante su último período en el Newcastle, organizaba los asados en su casa para la banda argentina del club: Jonás Gutiérrez y Chucky Ferreyra –sus excompañeros–, y Gonzalo Tiesi, Juan Pablo y Santiago Socino, Belisario Agulla y Juan Pablo Orlandi –rugbiers que jugaban y juegan en el equipo inglés–.
-¿En qué eje temporal de la historia te gustaría haber vivido? 
-No lo sé, no lo tengo claro. Ahora es muy fácil hablar. Creo que a ninguno le hubiera gustado estar durante la Segunda Guerra Mundial o la Revolución cubana, por todo lo que pasaba.
-¿Qué fue lo último que leíste y que te voló la cabeza? 
-Me gustó mucho un libro que se llama La victoria estratégica, que Fidel Castro escribió sobre las estrategias que usaron en la Revolución cubana, desde que empezaron, la Sierra Maestra, hasta que llegaron a La Habana. Está muy bueno, porque también hay fotos y se ve bien por dónde entraban, por dónde salían, cómo atacaban y cómo los encerraban. Me atrajo mucho. 
-¿Qué es lo que más te impactó de la Revolución cubana?
-Perseguir ideales sin cambiar la mentalidad, más allá de las ambiciones o las tentaciones que se presenten. Hoy, se ve en la sociedad que el dinero mueve más que un ideal.
-¿Te dolió la muerte de Fidel Castro?
-Sí, por todo lo que logró y lo que significa; él es un ejemplo a seguir.
-¿Qué tienen en común Jesús y el Che Guevara?
-Los dos fueron revolucionarios, a sus modos y a sus criterios.

Quizá sea osado asegurar que este cordobés, que ya acredita 17 años como profesional, haya concretado dos veces –al menos– su propia revolución. Tal vez suene demasiado fuerte. Pero la realidad es que habitualmente defiende su verdad. Cuando lo quisieron pisotear, resistió y la peleó. La sufrió en Boca cuando recién comenzaba. Había debutado con gol ante Unión allá por el 19 de junio de 1999 –su único partido en el Xeneize–, y un cortocircuito con la cúpula dirigencial que Mauricio Macri encabezaba lo condujo a irse del club. Su destino fue el Milan, club en el que estaba tapado y que lo llevó a rebotar por la Argentina y Europa: San Lorenzo, Alavés, Atlético de Madrid y Villarreal. 
“¿Por qué pasé por tantos equipos en cuatro años? Alessandro Costacurta se iba a retirar en el Milan, pero al final siguió varias temporadas más. Entonces, el club no me vendía y me cedía. Como yo quería jugar, porque también tenía mi cabeza en el Mundial Sub 20 de 2001 y en la Selección Mayor, lo acepté. Pero llegó un momento en el que encaré a los dirigentes: ‘Está bárbaro que le renueven a Costacurta, pero yo voy a tener una hija y quiero instalarme en un lugar’. A mí lo que más me importaba era el nacimiento de mi nena, más allá del fútbol. Entonces, me vendieron al Deportivo. Jugué cuatro temporadas en La Coruña y, después, ocho en el Newcastle”, asegura Coloccini.   
Fabricio es relajado. Sin ánimos de soberbia, admite que no lleva la cuenta de los títulos que conquistó en su extensa carrera. Sin la moral ni los aires de divo de un modelo publicitario, se desenvuelve con soltura, como si lo fuera, durante la producción fotográfica, que se desarrolla tras una pausa en la exigente pretemporada de San Lorenzo. Podríamos continuar el diálogo a través de su buena experiencia en el Dépor o de la huella que dejó en el Newcastle. Sin embargo, elegimos retroceder en el tiempo para desembocar en la génesis de su historia futbolística.
-¿Quién es Ramón Maddoni en tu vida?
-Maddoni me salvó la vida en lo futbolístico. Tanto él como Yiyo Andretto, me volvieron a encaminar en el fútbol. Me tuve que ir para La Pampa porque mi mamá debía trabajar ahí, y ellos aceptaban que me quedara durante la semana en La Pampa, que me entrenara ahí y que viajara a Capital Federal los fines de semana para jugar en Argentinos y en Parque. Entonces, me venía los viernes después de ir al colegio y me volvía el domingo a la noche para no faltar el lunes a la escuela. Eso lo hice durante seis meses o un año.
Imagen Los lleva hasta en la piel. De izquierda a derecha: los rostros de su mamá, Silvia, y de su papá, Osvaldo, que luce una camiseta de San Lorenzo. Después, se ve la figura de la Virgen.
Los lleva hasta en la piel. De izquierda a derecha: los rostros de su mamá, Silvia, y de su papá, Osvaldo, que luce una camiseta de San Lorenzo. Después, se ve la figura de la Virgen.
-Qué perseverancia, a prueba de balas…
-Es lo que uno debe hacer cuando tiene objetivos. Tuve compañeros que eran mucho mejores técnicamente… Pero, bueno, esto es trabajo para superarse día tras día. Eso es también lo que les inculco a mis nenes.
-¿Te cansaste de saltar y cabecear en la horca?
-¡Ufff! La horca, las vallas que nos ponían para saltar, los conitos… Son los fundamentos que hoy se ven bastante menos en la preparación de los chicos. En ese momento, fueron muy importantes.
-¿Qué no te puede faltar en tu vida?
-Más allá de mis hijos, el mate; siempre lo llevo a todos lados.
-¿A qué le tenés miedo?
-Nunca lo pensé; ni siquiera es a la muerte porque a todos nos llega y, cuando te toca, se trata del destino. Entonces, no hay algo que me vuelva loco o que me dé miedo.
-¿Qué entendés hoy, a los 35 años, que antes no?
-Muchas veces mi viejo, Osvaldo, me decía: “Ya vas a ser papá y vas a entender”. Al final, tenía razón. A mis hijos les repito las mismas palabras. Comprendo que mis viejos estaban en lo cierto en gran parte de las cosas que me decían, y se vuelven a dar con mis hijos.
-¿Tus hijos, Agostina y Tiago, ya saben quién es el padre?
-Sí; mi nena tiene 13 años y mi nene, 10. Incluso, él juega al fútbol.
-¿Qué heredaste de Osvaldo, tu papá, que es ex futbolista y director técnico?
-El hecho de ser competitivo. Mi viejo es un tipo que no puede perder. Cuando jugamos al fútbol, mis amigos reniegan: “Dejate de joder, Osvaldo. Si hacemos lo que nos pedís, estaríamos en el Manchester United”. Ese espíritu de competencia lo heredé de él. 
-¿Qué conservás de tu mamá, Silvia?      
-La humildad y la bondad. Era una mujer muy querida por todos; en el ambiente que se manejaba, la adoraban. Incluso, hay personas que todavía me hablan de lo buena que era mi mamá.
-¿Qué te jode del ambiente del fútbol?
-La hipocresía, la corrupción… Muchas veces se hacen movimientos tan grandes de dinero que desaparece la plata. Me gustaría que todo fuses más transparente. No se trata de decirles ladrones a unos o a otros. El sistema no está bien y hay que cambiarlo. De hecho, los resultados se ven ahora. 
-Regresemos a tu pasado. Tras debutar en Primera, allá por 1999, cumpliste con tu promesa: caminaste desde Córdoba Capital hasta la capilla de la gruta, en Alta Gracia, donde está la Virgen de Lourdes…
-(Interrumpe)… Sí, y lo hago cada vez que consigo un logro porque es un agradecimiento para la Virgen que está ahí, apoyándome. En la primera o en la segunda caminata que hicimos –fueron tantas que ya se me mezclan–, arrancamos con mi tío –Gustavo–, mi papá y mis primos. Eramos buena parte de mi familia, no es que iba solo yo. Al comenzar, a mi tío se le empezaron a ampollar los pies. Había llevado unas zapatillas que no correspondían y lo pagó. Igualmente, se la bancó, siguió y terminó el recorrido. Después, otra de las anécdotas se dio cuando vino mi nena. “Papi, yo voy”, me dijo. Era sabido que no iba a llegar, pobrecita. Era chiquita. Iniciamos el camino, y ella empezó a subir y a bajar la banquina de la ruta. No duró ni un kilómetro de los 38 o 40 que hay que hacer; estaba recansada (se ríe).
Imagen Segunda etapa en Boedo en 2016: jugó 13 partidos. Aquí, anticipa a Benegas, de Palestino.
Segunda etapa en Boedo en 2016: jugó 13 partidos. Aquí, anticipa a Benegas, de Palestino.
-¿Qué aprendizaje te dejó haberte incorporado al Milan a los 17 años?
-Crecí como persona y como jugador. Había muchos jugadores con experiencia, con una larga trayectoria, y aprendí a respetar y a cuidar la imagen al codearme con ellos. 
-¿José Chamot sigue siendo como un hermano para vos? 
-Cada uno tiene su vida; va para un lado, para el otro, y se pierde un poco la conexión, el diálogo. Pero el Flaco siempre será como un hermano; me ayudó mucho en un momento de mi vida, cuando mi mamá falleció. El Flaco estuvo ahí, me abrió las puertas de su casa; yo era chico y pasaba por un momento bastante complicado.
-Conversemos sobre cuatro momentos tuyos en la Selección. ¿La primera lágrima que derramaste por el fútbol fue en el Sudamericano Sub 17 de 1999, cuando no se clasificaron al Mundial de esa categoría?
-Sí, fue muy triste. Teníamos un lindo grupo, un buen equipo, y terminamos cuartos en Uruguay. Era chico, uno de los primeros torneos importantes que jugaba en el seleccionado, y me quedó el sabor amargo por no habernos clasificado. Dos años después, lo pudimos revertir en la Sub 20.
-Exacto, porque se consagraron campeones del mundo. ¿Qué significó aquel título en Argentina 2001 y ser líder de ese equipo?
-Un orgullo; me tocó ser el capitán de ese equipo… Era un grupo bárbaro, y el sabor fue doble por haber logrado el objetivo en el país.
-¿Qué conclusiones sacaste tras el oro olímpico en Atenas 2004 y el Mundial de Alemania 2006?
-Fue fabuloso, realmente muy bonito, haber compartido la Villa Olímpica con otros deportistas; cada uno tenía sus objetivos, sus competencias. Me pareció una experiencia inolvidable. Es más, vimos a Yao Ming, un basquetbolista chino, gigante, en el comedor; él comía cerquita de nosotros, y uno de los muchachos se le acercó para pedirle una foto. Los chinos son respetuosos durante las comidas, y Yao Ming lo miró con cara de traste y le dijo: “No ves que estoy comiendo”. Como nos teníamos que ir, mi compañero nunca se sacó la foto (risas). Y en el Mundial 2006, fuimos una de las mejores selecciones que jugaron en ese torneo y no tuvimos suerte en los penales. Creo que jugamos mejor que Alemania, pero los penales son una lotería y no nos tocó. 
-Si tuvieras que armar el podio de los mejores entrenadores que tuviste, ¿quiénes lo integrarían y por qué?
-Maddoni, José Pekerman y Marcelo Bielsa. Ramón por lo que comenté anteriormente; José no solo nos enseñaba conceptos futbolísticos y a movernos adentro de la cancha. También, nos educaba para lo que venía. Me acuerdo de que nosotros nos enojábamos porque nos hacía subir las medias. “A ver, Colo: no seas tonto; no te estamos preparando para que juegues en el fútbol argentino, queremos que juegues en Europa, que te salves vos y tu familia”, me decía el profe, Gerardo Salorio. Ellos nos cuidaban la imagen: la camiseta debía ir adentro del pantalón, las medias se usaban altas. Al final, tenían razón. Cuando llegué al Milan a los 17 años, era exactamente igual a lo que había aprendido con ellos. 
-¿Por qué Bielsa está en ese podio?
-Fue el entrenador de un plantel profesional que más enseñanzas me dejó. Los técnicos que tuve en Europa les apuntaban solo a los resultados, no te enseñaban. En cambio, Marcelo, además de fijarse en los resultados, hacía docencia. En los entrenamientos, te explicaba el porqué de los ejercicios y las consecuencias que podrían traer en el juego. Era un docente. Con él, aprendí a leer el juego adentro de la cancha y a analizar el porqué de los sistemas.
-¿Qué tres futbolistas te deslumbraron, hayan sido compañeros o rivales?
-El brasileño Ronaldo, Paolo Maldini y Lionel Messi. A Ronaldo lo enfrenté varias veces; tenía un cambio de ritmo impresionante, te encaraba de frente y no sabías para qué lado te salía; manejaba bárbaro las dos piernas, y, cuando te perfilabas para un lado, te salía para el otro. Era muy difícil marcarlo; un crack. Maldini me parecía completo, más allá de todo lo que logró en el Milan. Era una gran persona e imponía respeto y presencia en el vestuario. Lionel es el mejor del mundo, el mejor de todos los tiempos. No creo que haya existido ni que exista uno como él. 
-¿Cuándo lograste el pico de rendimiento en tu carrera?
-En 2004 y 2005, en la época de la Selección Argentina.
-¿Es posible llegar a conseguirlo otra vez?
-Sí, a otro ritmo: uno aprendió otras cosas, corre menos en la cancha, sabe manejarse mejor en el campo de juego.  
-¿Haber regresado a San Lorenzo durante el semestre pasado, y tras 15 años, fue como haber reencausado una relación seria con el primer amor?
-Sí, mi idea siempre fue volver a la Argentina y a San Lorenzo, mientras estuviera bien y pudiera ayudar al equipo. Entonces, aquí estoy.
-¿El título del Clausura 2001 con San Lorenzo es la mayor alegría que el fútbol te regaló? 
-Fue una de las más importantes, sí; era joven, había debutado hace relativamente poco tiempo en Primera y me consagré con el club del que soy hincha. Así que se me dio todo completo. Todavía sueño con repetirlo, para eso estoy.
-¿Sos ídolo en el club?
-No, no; eso te lo pone la gente. Yo soy hincha, nada más. Por supuesto, tengo el privilegio de vestir esta camiseta y defenderla adentro de la cancha. 
-Tuviste continuidad durante casi toda tu carrera. ¿Cómo fue jugar tan poco durante el semestre pasado?
-Cuando las lesiones no te respetan, no hay nada que hacer. Incluso, para mí, jugué bastante: campeonato local, Copa Argentina y Copa Sudamericana (13 partidos). De todas maneras, estaba contento porque el equipo jugaba muy bien. Lamentablemente, no se pudo coronar con un título. Pero todavía tenemos este año por delante.
Imagen Nació el 22 de enero de 1982, en Córdoba; tiene 35 años y es uno de los referentes del Ciclón.
Nació el 22 de enero de 1982, en Córdoba; tiene 35 años y es uno de los referentes del Ciclón.
-¿Qué te seduce de la propuesta futbolística del Ciclón? 
-Tenemos futbolistas de buen pie, como Fernando Belluschi. Hay un buen plantel, equilibrado entre los más grandes y los más chicos, y contamos con jugadores que han ganado títulos, que es importante. 
-En la Copa Libertadores, integran el Grupo 4 junto a Universidad Católica, Flamengo y un rival a definir. ¿Qué análisis hacés de la zona?
-La Copa la juegan los mejores, y todos los grupos serán complicados; quizá alguno lo será menos que otro. Lo importante es que estemos en nuestro nivel. Si lo logramos, vamos a tener muchas chances de pasar el grupo. 
-¿Ganar la Copa Libertadores te motivaría a pensar: “Ya está; me retiro en paz”?
-No, no tiene nada que ver ganar la Copa con mi retiro. Eso depende de cómo me sienta, de si surgen lesiones, de si me da el físico. Mi contrato es hasta 2018 con el club y, por ahora, estoy tranquilo. La decisión va más allá de un logro o de no conseguirlo. Por otro lado, los torneos internacionales son importantísimos, pero tampoco vamos a descuidar el torneo local. No lo hicimos en el semestre pasado; tampoco lo haremos en este. Queremos logar, al menos, un título durante este año. 
-¿Cómo te imaginás dentro de un par de años?
-No lo sé; este año empezaré el curso de técnico. Tal vez, para ese tiempo, ya sea entrenador.

Por Darío Gurevich / Fotos: Emiliano Lasalvia

Nota publicada en la edición de febrero de 2017 de El Gráfico