Las Entrevistas de El Gráfico

Diego Aguirre, santo remedio

Ante la intempestiva salida de Pablo Guede, un entrenador que vivía crispado y en el ojo de la tormenta, San Lorenzo sorprendió con este uruguayo que irradia paz y que ya ganó la Libertadores como jugador y estuvo a un paso de lograrla como DT. Una charla para conocerlo mejor.

Por Diego Borinsky ·

07 de diciembre de 2016
Imagen En su nueva casa, el Nuevo Gasómetro. ¿Dejará su huella como Manuel Pellegrini?
En su nueva casa, el Nuevo Gasómetro. ¿Dejará su huella como Manuel Pellegrini?
“Notable”, es lo primero que dice después de estrechar la mano y recibir las últimas ediciones de El Gráfico, y esa simple expresión es  como si hubiera venido con el termo bajo un brazo y el mate empuñado en la mano.

Diego Vicente Aguirre Camblor, uruguayo de Montevideo, 51 años, 3 hijos, La Fiera según lo bautizó el relator Carlos Muñoz por su agresividad en el área, apodo de vigencia absoluta en la actualidad, se sienta en uno de los sillones del hotel Intercontinental, donde concentra su equipo, y ya desde el saludo irradia una paz que sin dudas es una de sus virtudes como conductor. Dentro de unas horas, esa misma noche, su San Lorenzo afrontará el cruce eliminatorio ante Godoy Cruz por Copa Argentina (ganará 3-1) pero durante la charla su rostro no reflejará ni un ápice de tensión. Tampoco mostrará apuro por terminarla. No solo no responderá por compromiso, sino que también preguntará y prestará atención.

Para conocer un poco más quién es el entrenador de San Lorenzo, podríamos empezar por decir que está casado con Laura desde hace 23 años, que tiene tres hijos de entre 19 y 9 años (María de la Paz, Josefina y Mateo), que últimamente ha elegido destinos laborales cercanos a Montevideo porque allí sigue viviendo su familia, que habla sin problemas tres idiomas (español, portugués e inglés), que le gusta leer, que intentó estudiar odontología y hasta entró a la facultad pero que terminó abandonando por el fútbol. Que se crió corriendo detrás de una pelota, que tuvo un breve paso por el fútbol argentino en la década del 90 con la camiseta de Independiente (3 partidos) y que fue realmente un trotamundos que desfiló por 15 equipos y dirigió cerca de una decena.

Pero hay una historia que marcó para siempre la vida de Diego Aguirre. Y le ocurrió cuando recién arrancaba en el fútbol, a los 22 años. Una de esas películas soñadas. Fue en 1987, un año después de su llegada a Peñarol. Un joven equipo dirigido por el Maestro Tabárez arribó a la final de la Libertadores tras superar a River y a Independiente en semifinales. En la primera final, en Cali, perdió 2-0 ante el América de Falcioni, Ischia y Gareca. En Montevideo, caía 1-0, Diego Aguirre igualó a los 68’ y cuando apenas quedaban 3 minutos para que la Copa viajara a Colombia, Villar puso el 2-1 y forzó un desempate. Era la tercera final consecutiva que disputaba el América de Cali: en 1985 la había perdido ante Argentinos Juniors por penales y en 1986 frente a River. El 31 de octubre de 1987, en Santiago de Chile, igualaron 0-0 los 90 minutos y hubo alargue. Si finalizada la prórroga continuaban empatados, el campeón era el América, por diferencia de gol. En el minuto 120, en la última bola, Aguirre la recibió por izquierda y clavó el zurdazo al otro palo para el 1-0 consagratorio. Peñarol obtuvo así su quinta Libertadores. Nadie sospecharía que sería la última. Ni tampoco que luego de que su rival Nacional la ganara el año siguiente (1988) solo un equipo uruguayo volvería a disputar una final hasta la actualidad: el Peñarol dirigido por Diego Aguirre, en 2011, que caería ante el Santos de Neymar. Es inevitable empezar por ahí.

-Ese gol es el sueño del pibe, claro que sí –se emociona aún en el recuerdo La Fiera–. Y me tocó hacerlo a mí, de muy jovencito, el gol que siempre imaginaste: un gol en la hora y que vale una Libertadores. No se puede aspirar a más que eso.

-A un Mundial de Clubes.
-No sé, eh, para mí es más importante la Libertadores. En serio te lo digo, para mí significa más ganar la Libertadores que el Mundial de Clubes.

-¿Te quedaste sin objetivos a los 22 años, entonces?
-La vida del jugador de fútbol tiene muchas sorpresas, ¿viste? Te encontrás con cosas maravillosas, como me pasó a mí a los 22, como también te puede pasar que de un momento a otro desaparecés y no jugás más. Entonces, en esta locura o crueldad que tiene el fútbol, así como te puede hacer vivir cosas maravillosas, también te puede tocar la otra. Cuando empezamos, los proyectos de todos los pibes son los mismos: llegar a Primera, consolidar una posición, ayudar a tu familia, cosas que el fútbol tiene como mágicas, pero que a su vez te pueden encandilar y hacer confundir, y hay que valorar mucho si te toca la buena, porque es para pocos. Tengo cantidad de amigos que han vivido la otra. Lo cierto es que muy joven y con muy poca trayectoria me transformé en ídolo del club.

-No te costó nada…
-Digamos que no (risas), y en ese momento no te das cuenta, después con los años lo valorás, con otra madurez.

-¿Te siguen apareciendo imágenes de aquella final?
-Y sí, no te digo todos los días, pero hay muchas situaciones que me hacen acordar a momentos de aquella tarde, viste. El comentario de alguien, la pregunta de un periodista como me estás haciendo vos ahora, o un gol parecido o alguna situación de juego…

Imagen La epopeya copera con Peñarol, en 1987. Aguirre ya convirtió el gol (casi no se lo ve, sobre la derecha) pero los gestos del jugador de Peñarol y del América son elocuentes.
La epopeya copera con Peñarol, en 1987. Aguirre ya convirtió el gol (casi no se lo ve, sobre la derecha) pero los gestos del jugador de Peñarol y del América son elocuentes.
-Justo te tocó debutar en la Sudamericana contra Falcioni, el arquero al que le metiste el gol…
-Sí (enérgico), eso me hizo recordar la final. Con mucho respeto, ta, porque te puede tocar ganar o perder, pero no te voy a negar que al verlo no me acordé del gol que hice.

-¿Le comentaste algo?
-Lo saludé de lejos, con la mano, pero no hubo comentario, tampoco daba. Desde aquella final del 87 no había vuelto a verlo, no nos cruzamos ni nada, hasta este Banfield-San Lorenzo.

-Las vueltas del destino: otra vez le ganaste en forma agónica, con ese penal atajado por Torrico…
-Ta, eso es una casualidad, pero aquello no hay nada que lo borre, son historias distintas.

-En esa final del 87 te había embocado Cabañas con una piña, ¿no?
-Cabañas me había pegado un codazo en un córner y me había dejado el ojo negro, sin pelota ni nada, como era él. Pero en las Libertadores de esa época se veían ese tipo de cosas, no había tantas cámaras, era más violenta, se jugaba con mucha agresividad.

-O sea que metiste el gol con el ojo medio en compota…
-Claro, no veía mucho… capaz que fue gol por eso (risas).

-En el festejo de ese gol, se ve en YouTube, salís disparado, saltás los carteles y en un momento te quedás sin hacer nada, ¿te acordás?
-Claro, ¿cómo no me voy a acordar? Además lo vi tantas veces… Es que era tanta la emoción, quería hacer tantas cosas, por un lado ir a colgarme de la tribuna, ir a saludar a mis compañeros, se me ocurrieron 3 o 4 cosas y en un momento no hice nada, me quedé bloqueado.

-¿Se te cruzó que sería la última Libertadores que ganaría Peñarol?
-Al empezar ese año ni se me cruzó que la íbamos a ganar, porque éramos un grupo muy joven, y había varios equipazos, no tenía sustento. Después, la ganamos, y no fue algo tan extraño. Era la quinta del club, la habíamos ganado 5 años antes, estaba dentro de las probabilidades, no era la primera. Ahora, si me preguntabas en ese momento, te iba a decir que 30 años después, Peñarol iba a tener 7 u 8 Libertadores, no 5 como nos quedamos, porque yo crecí así, con esa historia. Pero bueno, se cortó.

-Y 24 años después, otra vez llegaste a una final de Libertadores, ahora como DT de Peñarol. ¿Te quedó un sabor amargo por perderla u orgullo por ser el único finalista uruguayo en 28 años?
-Muy orgulloso. Para Peñarol volver a estar en una final 24 años después fue inolvidable, la gente estaba enloquecida. Y es orgullo porque tampoco se puede ser tan cruel con un grupo de jugadores que hizo un esfuerzo tremendo y que llegó a un lugar privilegiado, como lo es jugar una final de América. No soy de los que piensan que ser segundos es un fracaso, fue una experiencia espectacular, y perdimos una final muy ajustada contra un cuadrazo, como el Santos de Neymar, y que podríamos haber ganado.

-Pero mucha amargura…
-Por supuesto, mucha amargura y mucha tristeza. Soñaba, y era lo que más quería, ganar esa Libertadores para Peñarol después de tantos años, pero el fútbol es cruel, el límite es muy finito para quedar de un lado o del otro. Hubo detalles que nos podrían haber dado la victoria. En Montevideo, nos anularon un gol por un offside de 2 centímetros. En Brasil, a Neymar debieron expulsarlo por una plancha que sacó de la cancha a un jugador nuestro. No lo digo como excusa, sino para mostrar lo finito que es el límite. Tampoco puedo olvidarme de que cuando gané la Copa también fue por un pelito, entonces, la vida te da y te quita, viste.

Imagen Con el ojo morado (por Cabañas), abrazado a un joven Tabárez (el DT).
Con el ojo morado (por Cabañas), abrazado a un joven Tabárez (el DT).
-¿Qué recordás de tu paso por el fútbol argentino?
-Fueron 6 meses, ni recuerdo cuántos partidos jugué, había un plantel de 30 jugadores, y con muchos delanteros, prácticamente no tuve chances. Bochini y Fren eran los técnicos. Lo tomé como una experiencia linda por haberme puesto la camiseta de un club tan importante y compartir plantel con jugadores bárbaros, pero no fue una vivencia significativa. Así que cuando surgió la chance de jugar en otro lugar, ni lo dudé, y me fui para Brasil.

-Tuviste una trayectoria de trotamundos, ¿qué fuiste a hacer a El Salvador, por ejemplo?
-Fui ya de veterano, con un técnico amigo, Saúl Rivero, porque por aquí había cerrado el libro de pases y allí podía ir a jugar una Liguilla. También fui a buscar una experiencia. Y estuvo bueno, porque me gusta conocer otros países, otras culturas, otras costumbres. Yo no voy a un lugar a quejarme, a decir “che, ¡qué fea la comida!”, no voy a extrañar el asado de Uruguay. Porque si vas con esa mentalidad, no la pasás bien.

-¿Le faltó un Mundial a tu carrera?
-Y capaz que sí, porque en el momento en que yo por ahí hubiera podido ser citado, me vendieron. Además, coincidí con una generación de delanteros impresionantes: Francescoli, Da Silva, Pato Aguilera, Ruben Sosa, Fonseca, eran todos mejores que yo, Alzamendi, Ruben Paz, Venancio Ramos, nooooo, te estoy nombrando a cada monstruo…. Está bien que fueran ellos. Jugué en las selecciones juveniles, pero nunca en la Mayor.

-Con Suárez y Cavani también te hubiera costado…
-¡Ese es un nuevo milagro uruguayo! Dos tipos que nacen en la misma ciudad del interior de Uruguay (Salto), con 20 días de diferencia, que se enfrentaban de gurises, parece joda, ¿no? Es la mejor delantera de la historia de Uruguay y capaz que la mejor del mundo hoy. ¿Qué país tiene una delantera mejor que Suárez-Cavani? Y nacieron en el mismo lugar, alejado de Montevideo. En un país con tan pocos habitantes. Esos milagros que solo son posibles en Uruguay.

-¿Luis Suárez los pasó a todos por arriba?
-Sí.

-¿Es el mejor jugador de la historia del fútbol uruguayo?
-Ehhh, no quiero hablar del 50 o del 30, porque fueron unos gloriosos impresionantes y no es comparable. Esos son intocables, pero desde que tengo uso de razón, digamos que de los años 70 para adelante, Luis Suárez es el mejor de todos. Sin dudas.

-¿A dirigir el Sub 20 de Uruguay llegaste por recomendación de Tabárez?
-Sí, Tabárez me pidió porque era DT de la Mayor y responsable de los juveniles. Y allí se armó un cuerpo técnico que desde entonces trabaja conmigo: Fernando Piñatares, Enrique Carreras y luego se sumó Juan Verzeri. Nos conocimos ahí y se armó para siempre. Fue una experiencia increíble.

-¿Sos el hombre indicado para tomar la posta de Tabárez cuando deje la Selección?
-No lo sé, siempre digo que para todo entrenador, la selección de tu país es lo más importante… pero las cosas se dan a su tiempo, y además con el Maestro yo tengo una relación bárbara, y está haciendo un trabajo espectacular desde hace años, dejalo ahí tranquilo al Maestro, el tiempo dirá.

“Entre esa tipa y yo hay algo personal”, podría cantar Diego Aguirre modificando apenas unas palabras la canción del querido Nano Serrat. Esa tipa es la Libertadores. La ganó jugando en Peñarol (1987), la perdió por un pelín como DT de Peñarol (2011), alcanzó la semifinal con el Inter (2015) y los cuartos con el Mineiro del Oso Pratto (2016). Tras la eliminación, dejó el cargo y se fue a reposar a Montevideo.

Imagen Como DT de Peñarol, con el que fue finalista en 2011.
Como DT de Peñarol, con el que fue finalista en 2011.
-Tenía contrato con Mineiro por todo 2016 pero existía una cláusula por la que podía salir cuando quisiera. No lo hago habitualmente, pero en esta ocasión sí lo hice porque tenía un proyecto para dirigir en Europa que no quería que estuviera trancado, un destino que siempre he soñado y que estaba pendiente ya desde cuando firmé con Mineiro. Quedamos afuera en cuartos con el San Pablo y entonces ta, no me sentía como para que seguir, y me quise tomar un período para ver qué hacía después. Y sin imaginarlo ni proyectarlo, de golpe apareció San Lorenzo y en dos días se definió todo.

-¿Se te cruzó que podrían llamarte del fútbol argentino?
-A mí, el fútbol argentino siempre me despertó, viste, en la época de niño, mucha admiración. Los uruguayos consumimos mucho fútbol argentino, todos somos hinchas de algún cuadro de aquí, todos miramos, conocemos equipos y jugadores, a las hinchadas, todo eso que tiene de atractivo. A su vez, la jerarquía de estar en el fútbol argentino como extranjero para mí era un gran desafío. Apenas me dijeron, me encantó la idea. Consulté con unos amigos, todos me hablaron bien del club y del plantel, luego vine a Buenos Aires y me junté con Matías (Lammens) y Bernardo (Romeo), intercambiamos ideas, pa pa pa, me entré a entusiasmar, luego busqué información y me enganché con la idea, viste, porque San Lorenzo tiene un equipo bárbaro y una dirigencia realmente seria.

-¿Te sorprendió que te buscaran?
-Lo tomé como algo natural, viste, porque después de estar en equipos grandes como Peñarol, Internacional o Mineiro, que me buscara un grande de la Argentina tampoco fue tan sorpresivo. Siempre ha habido muchos jugadores uruguayos aquí, no tanto entrenadores, porque es un medio muy exigente, por eso también está bueno el desafío.

-¿Te dijeron de entrada que el objetivo era el ámbito internacional?
-No precisaban decirlo, yo ya pensaba eso. Cuando vi que San Lorenzo estaba clasificado para la Sudamericana y la Libertadores, pensé: “Es lo que quiero”. No me hablaron de priorizar nada. Lo que aprendí acá es que hay que ganar… hoy hay que ganar (se corrige). Es algo que Bernardo me dice antes de cada partido: “Hoy hay que ganar”. Hasta me río cuando me lo dice, porque pienso: “¿Cuándo me dirá algo distinto? ¿Cuándo no habrá que ganar?” (risas).

-¿Cómo te sentiste en este tiempo?
-Muy bien. Primero, porque después de 5 años vuelvo a hablar en español, y es un gran alivio, siento las costumbres como las nuestras, siento que somos muy parecidos en la idiosincrasia, en el jugador, en la forma de ser.

-¿En Brasil hablabas siempre en portugués?
-Claro, sí, pero no es lo mismo, no es tu idioma, no le transmitís igual al jugador. En Qatar les hablaba en inglés, pero acá volví a usar el castellano y siento que estoy como en casa. Y me gusta porque el uruguayo tiene una forma de vivir el fútbol muy parecida a la del argentino, el jugador argentino es ganador, tiene mucha personalidad y entrega, somos parecidos. Y lo más importante de todo es que el día a día con los jugadores es muy bueno, nos han recibido muy bien, nos arroparon, y eso es fundamental. Nosotros proponemos diversos trabajos y los vemos ávidos de hacerlos enseguida, es lo mejor que te puede pasar.

-En comparación con los campeonatos de Uruguay y Brasil, ¿en qué gana el argentino?
-A mí el campeonato argentino me gusta desde siempre: la pasión con que se vive, cómo entrenan los jugadores, cómo se entregan el día de los partidos, es algo increíble, las hinchadas… En dinámica, es un fútbol más intenso que el uruguayo y que el brasileño. Se corre más, se presiona más. Es una locura lo que se corre, habría que bajar las revoluciones y pensar un poco más. Al brasileño le cuesta más el tema táctico, ellos basan mucho en la técnica y en el desequilibrio individual. Hay muchas cuestiones tácticas que pedía y les costaba un poco agarrarlas; el jugador argentino enseguida capta todas las propuestas, el brasileño por ahí no tiene tanto compromiso.

-¿Y en qué pierde el campeonato argentino?
-En lo organizativo, aunque no creo que sea habitual lo que hemos vivido en estos meses. En ese sentido, lo de Brasil es casi perfecto: un calendario anual que se cumple a rajatabla. Acá no se sabe ni cuándo jugás, eso no debería pasar.

-¿Cómo te llevás con el periodismo argentino, es más complicado que en tu país?
-En Uruguay son menos y hay una relación un poquito más cercana, porque me conocen de hace tiempo. Acá soy nuevo, estoy en un equipo grande y con 30 periodistas que prácticamente vienen siempre, pero me siento bien. Sé que cuando perdamos me van a dar duro, pero mientras tanto noto una aceptación y un reconocimiento al trabajo. Me parece que el periodista brasileño entiende menos; el argentino sabe de fútbol, hay una cultura futbolística que te da otros elementos.

Imagen Mojándose en el Nuevo Gasómetro. Una grata sorpresa para el pueblo sanlorencista.
Mojándose en el Nuevo Gasómetro. Una grata sorpresa para el pueblo sanlorencista.
-¿Cómo ves esta disputa que se da en la Selección entre los jugadores de “acá” y de “allá”? Ustedes lo vivieron en los 90, y se quedaron afuera de dos Mundiales…
-Fue terrible esa historia de los de acá y los de allá. El problema es que Argentina tiene tantos jugadores de calidad que a veces da lugar a polémicas, porque los que quedan fuera de la lista son buenísimos. Los jugadores que están afuera son los mejores; si Uruguay no trae a Suárez, Cavani y Godín, no le ganamos a nadie, entonces no existe en nuestro caso pensar así. Los jugadores de afuera son unos cracks y son los mejores.

-Acá se discute a Agüero e Higuain porque rinden en sus clubes y no tanto en la Selección…
-¿Quién va a discutir a Higuain o al Kun? Es increíble. Pasa que se dio que en el último período no pudieron salir campeones cuando lo merecieron, sobre todo en la final del Mundial. Y por estos detalles, esa pelota que entra o no entra, tranquilamente podrían ser hoy campeones del mundo, y no lo fueron. A veces las críticas son excesivas, aunque en un país con tanta historia y tan ganador, y con los mejores jugadores del mundo, también es entendible que haya críticas y ansiedad, pero hay que mantener la calma, estoy seguro de que el Patón lo sacará adelante.

-¿Con qué entrenadores de elite trataste en estos años?
-Estuve con Guardiola, cuando fue con el Bayern Munich a hacer una preparación a Qatar. Yo tenía una relación con Raúl, el ex jugador del Real Madrid, que estaba jugando ahí, y le pedí que me presentara, así que pude charlar un rato con él y ver sus prácticas. También me junté con el Cholo en Madrid, estuve en Italia en entrenamientos de la Lazio y Fiorentina. Siempre autorizado por el club, con la posibilidad de ver de cerca los entrenamientos.

-¿Aplicás algo de eso que ves?
-Y… yo creo que a todos les sacás algunas cosas, algunos trabajos que hacemos son similares: de posesión de pelota, los rondos, yo creo que de ver mucho podés ir sacando ideas, robándoles cosas, en realidad, ¿viste?

Ya lo dijo Guardiola en su primera exposición pública en la Argentina: hay que robar, robar y robar. Buena parte de la clase política argentina se lo tomó al pie de la letra, en el sentido estricto de la palabra. Unos cuantos entrenadores curiosos y ávidos de conocimiento lo hicieron para crecer. Diego Vicente Aguirre Camblor es uno de ellos. San Lorenzo lo está conociendo. Y disfrutando.

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Matías Lammens: “Necesitábamos paz y tranquilidad”
Ante la salida inesperada de Guede, tiramos unos 6 o 7 nombres sobre la mesa, y decantamos por tres. Y con los tres nos reunimos. Primero con Mauricio Pellegrino, luego con Diego Cocca y por último, con Diego Aguirre. A Aguirre lo tenía visto de la Libertadores 2011 con Peñarol. Siempre me gustó ver la Copa, jugase San Lorenzo o no. Aún no había llegado a la presidencia, pero recuerdo que ese Peñarol arrancó perdiendo con Independiente y luego revirtió ganándole muy bien a Godoy Cruz en Mendoza, y siguió hasta caer en la final con el Santos de Neymar. Más acá, recordaba su campaña con el Inter de Brasil en 2015, que llegó hasta la semifinal, y vi el baile que le dio con el Mineiro al San Pablo este año, en cuartos, aunque fue eliminado. Antes de juntarnos con Aguirre, pedí algunas opiniones. Hablé con Damiani, el presidente de Peñarol, al que conozco de hace tiempo y me contó maravillas de Diego. Lo mismo me dijeron D’Alessandro y el Patón Bauza. Damiani me contó que trabajaba muy bien, que tenía un cuerpo técnico de lujo, que era tranquilo pero con una metodología moderna de laburo, que intentaba jugar, pero que no se descuidaba. Lo llamé a Diego, se mostró orgulloso de nuestra invitación. Almorzamos en Happening de la costanera con él y con Bernardo (Romeo). Nos gustó lo que nos contó y nos dimos cuenta de que transmitía paz y tranquilidad, notamos que estaba con muchas ganas, pero no mostraba ansiedad, y comprendimos que no iba a enfermar a los jugadores. Y eso era lo que necesitaba San Lorenzo en ese momento, sobre todo después de la experiencia tan intensa de Guede.

Terminó de pesar su experiencia en competiciones internacionales. San Lorenzo estaba clasificado para la Sudamericana y la Libertadores y en situaciones de presión es clave la tranquilidad que pueda transmitir alguien que ya vivió todo eso. Diego se fue tras el almuerzo y con Bernardo no tuvimos ninguna duda: “El hombre es este”. Pasados ya unos meses, corroboré todo lo que pensamos en ese momento, algo que no siempre pasa. Creo que su gran virtud, más allá de los conocimientos futbolísticos, es su capacidad para conducir el grupo.

Trotamundos
Diego Vicente Aguirre Camblor
Nacimiento: 13/9/1965 en Montevideo, Uruguay.
Como futbolista: Liverpool, Uruguay (1985); Peñarol, Uruguay (1986-87); Olympiakos, Grecia (1988); Internacional, Brasil (1989-90); San Pablo, Brasil (1990-91); Portuguesa, Brasil (1991) Independiente, Argentina (1991); Peñarol (1992); Bolívar, Bolivia (1993); Marbella, España (1993-94); Danubio, Uruguay (1994); Orense, España (1995); FAS, El Salvador (1996); River Plate, Uruguay (1996-97); Deportes Temuco, Chile (1998); Rentistas, Uruguay (1999).
Como DT: Plaza Colonia, Uruguay (2002); Peñarol (2003-04); Aucas, Ecuador (2006); Wanderers, Uruguay (2007); selección uruguaya Sub 20 (2008-09); Peñarol (2010-11); Al Rayyan, Qatar (2011-13); Al Gharafa, Qatar (2013-14); Internacional, Brasil (2015); Atlético Mineiro, Brasil (2016).

Por Diego Borinsky / Fotos: Emiliano Lasalvia y Archivo El Gráfico

Nota publicada en la edición de noviembre de 2016 de El Gráfico