Las Entrevistas de El Gráfico

Guillermo Sara, el máximo desafío

Tras un año y medio, le llegó la chance de arrancar como arquero titular xeneize. El cambio de postura bajo los tres palos. El golf como escape. La lesión que casi lo margina. El rendimiento en Rafaela y el crecimiento en España. Los efectos del Mundo Boca. La competitividad como clave. El anhelo de perdurar en un club gigante.

Por Darío Gurevich ·

08 de noviembre de 2016
Imagen A brillar. Sabe que aún debe demostrar por qué es el arquero de Boca. En el club, ganó dos títulos.
A brillar. Sabe que aún debe demostrar por qué es el arquero de Boca. En el club, ganó dos títulos.
Los aplausos se escuchan fuerte en la Bombonera. Guillermo Sara sale junto a Axel Werner para realizar la entrada en calor de espaldas al arco que da a La 12. El ritual se produce: la gente se rompe las manos, y los arqueros reciben el respaldo y saludan. Es la tarde del domingo 11 de septiembre, del primer partido de Boca como local en el campeonato, ante Belgrano; resulta el primer recibimiento para el rafaelino como titular indiscutido, tras haberse adueñado del puesto después de la salida de Agustín Orion.

Quizá pocos, de aquellos que aplaudieron, sepan el récord positivo del 1 en el club en torneos oficiales. Hasta ahí, 11 triunfos, 5 empates y 5 derrotas. Tal vez menos conozcan qué le generó haberse incorporado a un equipo monstruoso a partir de enero del año pasado. “No me esperaba tanto de Boca, de la gente. Me pasó por encima -advierte-. Firmé y, al otro día, nos fuimos para la pretemporada en Tandil. Cuando aparecimos para el primer entrenamiento, había tres mil personas para vernos. Nunca lo había vivido. Hasta salimos custodiados en combi. Era un 4 de enero, hacía 50 grados a la sombra, y la gente estaba enloquecida por tocar a un jugador de Boca. Después, antes de mi primer superclásico en Mar del Plata, fue otra locura: cuando llegamos al hotel, los hinchas habían cortado la avenida en la que está ubicado. Ahí decís: ‘Esto es groso, mueve mucho’. Porque la gente vive por y para esto”.

A los 29 años, ya logró dos títulos bajo la bandera azul y oro. “Haber sido campeón del torneo 2015 significó un momento de felicidad máxima (también obtuvo la Copa Argentina de ese año). Si bien no me tocó ser del 11 inicial, tuve bastante participación. Siempre peleé el descenso con Atlético de Rafaela en Primera A y ahí estaba del otro lado. Disfruté muchísimo de mi primer año en Boca. Fue impresionante. Me encantó”, asegura.

Guillermo, sin embargo, no cambió su esencia. Se trata del mismo arquero sobrio, técnico y de buenos reflejos que se lució en Atlético y en el Betis. Hasta se torna el mismo que promovió –junto a Boca Social– un partido a beneficio de los inundados de la provincia de Santa Fe, que se disputó en su ciudad, Rafaela, hace cuatro meses. A decir verdad, lo único que modificó en los últimos dos años, vinculado a su trabajo, es su postura en el arco. “En Atlético de Rafaela, estaba demasiado acelerado; y necesitaba estar así porque tenía mucha participación. Precisaba tener las pulsaciones altas para reaccionar lo más rápido posible. En Boca, necesito lo contrario: mantenerme tranquilo, relajado, para no pasarme de vuelta. No intervengo tanto como para descargar toda esa adrenalina. De hecho, lo hablé con mi psicóloga. Manejar la ansiedad es un trabajo. Por eso, en Boca, llevo de otra forma los partidos. Si no, me volvería loco. Tengo que estar sereno para resolver correctamente las pocas situaciones que me tocan”, afirma.

-Rompamos un mito: ¿jugás al golf desde que te sumaste a Boca?
-No, empecé a los 20 años por la locura que tenía con el fútbol. Debía encontrar una actividad en la que pusiera la cabeza. Tenía que dejar de pensar en el fútbol por un rato. Hubo un momento en el que me costaba dormir de noche por lo acelerado que estaba. Entonces, un amigo me llevó a jugar, me gustó y le metí para adelante.

-¿Te sedujo la tranquilidad del golf?
-Bueno, no tiene mucho de tranquilo. Cuando le pego mal varias veces, me agarra la locura. Me encantó esto de tener que ser perfecto en muchas cuestiones. Está bueno y me da lo que buscaba: mantener la cabeza muy metida en algo que no fuera el fútbol. Por eso, al golf lo uso como un escape.

-¿Cómo juega Tevez al golf?
-Muy bien, mejor de lo que dice. Carlos cuenta que tiene un par de golpes más de hándicap de los que en realidad acredita. Habría que restarle algunos golpes. Pero, bueno, es una herramienta que utiliza. Por eso, le podría haber creído cuando bromeó con dejar el fútbol para dedicarse al golf. Juega muy bien.    

La vida le cambió hace cuatro meses. Guillermo y Cecilia ríen de felicidad por el nacimiento de Benjamín. “Es un momento muy especial. Benja es bebé y hace muy pocas cosas. ‘No veo la hora de que pueda caminar para enseñarle algunas cuestiones. Cuando yo ya no juegue al fútbol y tenga la posibilidad, lo voy a llevar a ver partidos de Champions, de Copa América…’, le digo a mi mujer. Mirá, mientras se disputaban los Juegos Olímpicos de Río 2016, pensaba cómo Benja no tiene seis o siete años como para llevarlo y compartir ese torneo con él. Como padre, proyecto ser muy compañero de él”, asevera y sonríe.

-¿Dónde te gustaría que viviera cuando sea más grande?
-En Rafaela. Creo que él lo elegirá en su momento. Después de mi etapa como futbolista, mi mujer y yo tenemos nuestra vida planeada en Rafaela. Es nuestra ciudad, en la que nacimos y crecimos. Se trata de un ambiente muy sano. Entonces, me gustaría que mi hijo disfrutara también de eso.

-¿Extrañás la vida en tu ciudad?
-Sí… Extraño la sencillez de vivir en una ciudad chica, las distancias cortas… En cinco minutos, llegás a cualquier lado. Por eso, podés organizar muchos planes en un día. Aparte tengo un grupo grande de amigos, que son los del fútbol, los muchachos de la categoría 87, y enseguida juntamos ocho o diez para comer un asado. Acá, en Buenos Aires, soy feliz. Pero esa vida de allá, con los amigos y la familia completa, se extraña.

-¿Cuál es tu primera imagen ligada al fútbol?
-Junto a mi papá, Carlos, a mi abuelo, Gilberto, y a mi hermano gemelo, Gabriel, en la cancha de Atlético de Rafaela. Ibamos a una tribuna de tablón, que estaba en una esquina y que ahora no existe más. Esa porción del campo de juego la tengo grabada. Encima estaba justo a la altura del arco, se veían claros los offside; los hombres grandes se los pedían al juez de línea. 

Imagen Charla en Cote Café y admite que disfruta junto a su bebé, Benjamín, y a su mujer, Cecilia. Extraña la vida en su ciudad, Rafaela.
Charla en Cote Café y admite que disfruta junto a su bebé, Benjamín, y a su mujer, Cecilia. Extraña la vida en su ciudad, Rafaela.
-¿Cómo recordás a Gilberto?
-Mi abuelo siempre nos llevaba a entrenarnos a Gabriel y a mí. Salíamos a la tarde de la escuela, nos levantaba con el auto y arrancábamos para el autódromo. Si no, no había otra forma para llegar a horario. Era un fenómeno. Una vez le regalaron un viaje a Brasil para un cumpleaños. No le habían avisado que jugábamos con Gabriel un torneo juvenil en Córdoba. Cuando se enteró, se volvió de Brasil, agarró el auto y se fue junto a mi abuela para vernos. Resignó el viaje por sus nietos. ¡Impresionante! Nos seguía a todos lados. Era incondicional.

-¿Siempre fuiste arquero?
-Sí; a los cinco o seis años, preguntaron quién quería ir al arco y me postulé. Se ve que anduve bien, porque no salí más (se ríe).

-Te buscaste un puesto ingrato…
-Sí… Pero, en ese momento, no lo entendía. Solo sabía que el arquero era el que se vestía distinto y se ponía los guantes. Entonces, había muchos chicos que querían atajar. Jamás supe lo que vendría. Después, comprendés que el puesto es duro e ingrato. Igualmente, también experimenté lindas sensaciones. Cuando rindo y sirve para conseguir un buen resultado, se me infla el pecho.

-¿Tu hermano gemelo ya se sacó la espina por no haber continuado como futbolista?
-Hace poco lo asimiló; le dolió mucho haber dejado el fútbol. Era todo para él. Jugaba de doble cinco y era bueno. Debutó en Atlético en la B Nacional y después pasó por Instituto. Tuvo mucha mala suerte con lesiones de rodillas muy graves y seguidas. Para mí también fue durísimo. Hoy, por suerte, Gabriel cambió la ficha y piensa en otra cosa. Está por terminar sus estudios en comercio internacional.

-¿Padeciste una lesión que casi te corta la carrera?
-Sí, significó un momento medio de dudas en mí. Tenía 18 años. En un entrenamiento en Rafaela, sufrí una luxación leve en el hombro izquierdo. Como iba al banco de la Primera y me entrenaba con la Selección Sub 20, no quise parar. Entonces, estuve tres meses con esto de que se me salía y me acomodaban el hombro. Hasta que se me hizo pelota. Me operé y estuve inactivo bastante tiempo. Habían pasado más de ocho meses, y yo no podía levantar el brazo. Pensaba en dejar, en no volver a atajar como antes, en seguir los pasos de Gabriel y dedicarme al estudio. Pero, de un momento para otro, repunté, empecé la pretemporada, me metí como suplente de Gaby Airaudo y, a las ocho fechas, me convertí en titular de Atlético. Después, viví otras lesiones, pero no como aquella.

-Debutaste en Atlético en 2008 y ascendiste a Primera al consagrarte campeón de la B Nacional en 2010-11. ¿Cuánto vale ese ascenso?
-Muchísimo; es el primer momento de máxima felicidad en mi carrera. Lo conseguimos con muchos chicos de inferiores que habíamos sufrido dos reveses en la Promoción. Como hincha de Atlético, volaba. Encima ganamos ese campeonato de punta a punta. Era nuestro momento: sabíamos que jugábamos y ganábamos en una categoría dura. Teníamos esa confianza.

-Atlético promovió a buenos arqueros en la última década: Ezequiel Medrán, Marcelo Barovero, Gabriel Airaudo, vos, Axel Werner. ¿Cuál es la explicación de este fenómeno?
-Se da por una característica socioeconómica del club. En Rafaela no se manejan grandes presupuestos y, por ahí, se invierte dinero en otro puesto para reforzar al equipo. Quizá, con la experiencia de haber sacado a buenos arqueros, se hizo costumbre. Después de las apariciones de Medrán y de Barovero, se nos dio la chance a los chicos del club. Porque se dieron cuenta de que los muchachos de inferiores podíamos atajar. Obviamente que hay un trabajo detrás. Atlético es un gran lugar para empezar como arquero. Además, te patean mucho y te mostrás.

-¿En qué aspectos progresaste en lo futbolístico?
-Mejoré mi juego con los pies. Me ayudó haber competido en el Betis, en España. Por otro lado, crecí en el manejo de los tiempos de un partido. Antes, tenía ansiedad por salir jugando, no pensaba qué se necesitaba. Hoy, analizo mucho más el juego.

-¿Es cierto que, tras enfrentar al Atlético de Madrid, un integrante del cuerpo técnico de Diego Simeone te comentó: “Te estamos siguiendo”?
-Sí; había arrancado bien en el Betis. No teníamos buenos resultados, pero yo me sentía bien. Contra el Atlético, tuve una muy buena actuación. Sobre el final del primer tiempo, le saqué un mano a mano a Diego Costa y me desgarré el abductor. Entonces, salí en el entretiempo. Cuando se terminó aquel partido, se me acercó un muchacho que trabaja en el Atlético de Madrid y me dijo: “Estás muy bien; tenés buenas posibilidades, metele; te estamos siguiendo”. Al mes, volví de la lesión y el equipo decayó. Fue bastante malo el final de la temporada. De hecho, descendimos.

-¿Cómo continuó tu carrera?
-El Betis no usó la opción de compra. Allá, hubo mucho ida y vuelta. En un año, se había cambiado tres veces de presidente y cuatro de entrenador. Entonces, volví al país, me entrené en Rafaela durante seis meses y, gracias a Dios, apareció Boca.

Al poco tiempo de haber fichado para Boca, Sara se dio un gustazo: sacarse una foto junto a Oscar Córdoba, ídolo xeneize, que pasó a saludar a Rodolfo Arruabarrena –ex compañero del colombiano–, cuando el Vasco dirigía al equipo. “Oscar caminaba por el club como si fuera su casa. Le pedí una foto porque es uno de los más grandes que vi en mi puesto”, argumenta.

Imagen Elástico. Tapa bien durante una intensa entrada en calor en la Bombonera. Sara tiene potencia de piernas y buenos reflejos.
Elástico. Tapa bien durante una intensa entrada en calor en la Bombonera. Sara tiene potencia de piernas y buenos reflejos.
-¿Quién es el mejor arquero que viste?
-Buffon…

-¿Qué te comentó Tevez cuando le preguntaste por Gianluigi?
-“Es el más grande vi”. Eso fue lo primero que me respondió. Después, me contó una anécdota: en la primera práctica de Carlos en la Juventus, lo recibieron y lo saludaron, y Buffon estaba solo, entrenándose hacía una hora, y no lo saludó. Entonces, cuando se lo cruzó en la mitad del entrenamiento, Buffon le dijo: “Esperamos mucho de vos”. Cuando me enteré de eso, Buffon pasó a ser más grande de lo que era. Es un arquero ganador; me gusta mucho. Transmite liderazgo con pequeñas cosas. A mí me encantaría incorporar eso. Igual, no es fácil. Creo que con eso se nace.

-Te cambio de tema y te llevo a Boca. La prensa polemizó sobre quién debería haber sido el arquero en algunos tramos del año pasado: si Orion o vos. ¿Eso te incomodó?
-Me incomodó que se hablara tanto de la puerta del club hacia afuera. Si se disputa un puesto dentro del plantel, está perfecto. Porque, además, es la única forma para mejorar. Ahora, que se hiciera una encuesta por radio, televisión, Twitter u otra red social, y que cualquiera opinara, me parece fuera de lugar. Encima, atrás de cada opinión se venía una sarta de cosas… Gracias a Dios, tenía muy buena onda con Agustín y no fue necesario aclarar nada.

-¿Cuándo terminaste de entender la repercusión y la magnitud que Boca tiene?
-Más allá de que la gente de Boca es espectacular, me terminé de dar cuenta de lo que es durante los momentos malos, cuando los medios se expresan. Ahí entendés lo que Boca mueve. Porque se habla mucho, se está pendiente de cualquier detalle, se dan opiniones concretas, como si fueran así, y se forma opinión en la gente. Después, cuando entro al vestuario, noto que lo que se lee, se ve y se escucha no es así. Eso me da mucha bronca. Tampoco se puede salir a desmentirlos porque es para peor, para agrandar el rollo. Entonces, hay que cortar por lo sano y guardarse.

-¿Si en Boca no sos competitivo, fracasás?
-Te come el entorno, el propio club. Necesitás estar fino, y más en mi posición. Porque tengo una o dos jugadas por partido, y si no, chau. No hay revancha.

-Insisto: ¿el fracaso pasa por no ser competitivo? Te lo pregunto porque no coincido con esto de que si no sos campeón, no vale.
-Yo tampoco creo eso. Pero, bueno, las reglas del juego demuestran que es así; que si no sos campeón, no sos nada. Por su historia, Boca te obliga a consagrarte. Por eso, lo acepto. Sé qué lugar ocupo, que grandes arqueros y grandes campeones defendieron el arco de Boca. Entonces, debo trabajar y mentalizarme para eso. Creo que esto ayuda a formar el carácter. Considero que se llega a Boca de una manera y, cuando te toca, se sale de otra; con mucha más personalidad.

-¿Convivís bien con la locura, la desesperación, por el resultado?
-Te tenés que acostumbrar. Cuando la racha positiva llega, es impresionante y se nota en todos lados: en tus compañeros, en el club, en la calle. Cuando los planetas se alinean, es el mejor lugar para estar. Ahí se disfruta en serio del Mundo Boca. En la Bombonera, la gente transmite una energía impresionante, empuja… Cuando hay buen ambiente, pensás: “Hoy no se nos escapa”. Porque eso se palpa desde la entrada en calor. Después, si aquella racha no se da, precisás ganar rápido porque el runrún se hace cada vez más fuerte. Entonces, es clave obtener un buen resultado.  

-Charlemos sobre el juego del equipo. ¿Qué asociaciones marcarán la diferencia durante la temporada?
-Por nuestro sistema de juego, los tres volantes junto a Carlos son fundamentales; más que nada por la calidad individual. Tenemos jugadores de muy buen pie, determinantes, que potencian el equipo. Cuando esas asociaciones se consoliden, seremos muy peligrosos.

-¿El plantel está convencido de la idea de Guillermo Barros Schelotto?
-Sí, hicimos una pretemporada muy buena y nos ayudó para entender y manejar bien la idea del cuerpo técnico. Desde que Guillermo se hizo cargo del equipo, no habíamos podido trabajar tanto tiempo seguido por la vorágine de los torneos. Era como que le metíamos parches al trabajo. Entonces, la pretemporada nos vino bien. Ahora, solo falta consolidar esa idea domingo tras domingo, que es lo importante.

-Igual, la consolidación demandará tiempo. ¿Coincidís?
-Sí, la plenitud del equipo se verá más adelante. Pero, bueno, hay que jugar y sumar todos los puntos posibles.

-¿Soñás con ser ídolo en Boca?
-No, sueño con ganar títulos. Eso quizá te dé la idolatría, pero no la busco. Sí me gustaría que el día de mañana mi hijo vaya a la Bombonera y vea fotos del papá levantando copas como titular. Quiero dejar una marca.

Imagen Admira a Buffon y estima a Córdoba. Tiene potencial para sostenerse y crecer en la elite.
Admira a Buffon y estima a Córdoba. Tiene potencial para sostenerse y crecer en la elite.
-¿Te interesa perdurar en el arco de Boca?
-Sí, es difícil. Porque en este club pueden traer a cualquier arquero. Boca es un lugar para quedarse a vivir.

-¿Un buen rendimiento en Boca puede significarte un trampolín para la Selección?
-Si nos fijamos en casos anteriores, sí. Pero hoy no pienso en la Selección. Hace poquito que agarré el arco de Boca y me parece una estupidez pensar en eso. Quiero atajar lo mejor posible en el club. Si después viene lo otro, mejor. Pero no creo que sea fácil.

Por Darío Gurevich / Fotos: Emiliano Lasalvia

Nota publicada en la edición de octubre de 2016 de El Gráfico