Las Entrevistas de El Gráfico

Nacho Fernández, primera guitarra

No es por su parecido con Keith Richards, el mítico integrante de los Rolling Stones, sino por el rol que le asigna Gallardo en su nuevo River: es el encargado de iniciar el circuito de juego. Vida, obra y perseverancia del Flaco de Dudignac.

Por Diego Borinsky ·

01 de noviembre de 2016
Imagen Nacho, en el Monumental, con la pelota, de la que no se despegaba ni un segundo en su pueblo.
Nacho, en el Monumental, con la pelota, de la que no se despegaba ni un segundo en su pueblo.
Número desconocido.

El futbolista actual, en especial el que juega en la A, no suele atender si en la pantalla del móvil aparece un número que no tiene registrado. Ni hablar si son las 11 de la noche y lo que menos quiere es ocuparse de un asunto no previsto. Al muchacho, además, le cuesta decir que no. Por timidez y porque en el fondo es buena gente y le da pena no complacer al interlocutor. Los programas partidarios de La Plata son insistentes. Ha tenido un muy buen campeonato 2015 con Gimnasia y su nombre ha comenzado a aparecer en la agenda de clubes grandes, y también del exterior. Nacho, entonces, observa el número desconocido en la pantalla y le pasa el teléfono a su novia. Que ella les diga que salió, que está en una reunión familiar, que prueben la semana que viene.

Pero también una noche cualquiera te puede llamar Marcelo Gallardo.

Nacho sonríe, abre grande la boca y saca a relucir sus brackets de adolescente para parecerse más que nunca a Keith Richards, al recordar el momento. Y destacar cómo le empezaron a transpirar las manos y a temblar las piernas, a sentir el vacío de “ahora qué le digo”. Ya sabía que River había estado husmeando por él, porque se lo había comentado Víctor Bernay, el ayudante de Pedro Troglio. También que existían ofertas de México (Jaguares) y de Brasil (Botafogo), aunque ya le había anticipado a Jorge Cyterszpiler, su representante, que frente a ese menú, el plato que prefería era el casero, el de Núñez.

-Nada, no sabía qué decirle. Mi novia siempre me carga por la cara que puse cuando me dijo que era Gallardo y me acercó el teléfono. Se presentó y me preguntó cuál era mi situación en Gimnasia. Le comenté que estaba para irme, que había interés de México y Brasil, pero que si existía un interés real de River, yo prefería ir a River. “Me pone contento que pienses eso, vamos a hacer lo posible para traerte”, me dijo. Fue una charla rápida, de cinco minutos, no mucho más.

-Se ve que quería escuchar precisamente eso…
-Exacto, creo que esa era la idea de él, escuchar de mi boca que quería ir a River y darle así el envión que faltaba a la negociación.

-¿Por qué querías ir a River? Supongo que las opciones del exterior eran por más dinero…
-No se llegó a hablar de plata con los mexicanos y los brasileños, pero por lo que cuentan, allá son otros números. La plata no era lo más importante para mí, como tampoco lo fue cuando decidí irme a Temperley porque en Gimnasia no tenía lugar. Me fui a ganar nada esa vez, lo que quería era mostrarme. Y ahora, aún antes del llamado de Gallardo, yo ya le había dicho a mi representante que si estaba River, tratara de arreglar ahí, porque de Argentina es lo máximo. Lo hablaba también con mi familia: no sabía si alguna otra vez iba a tener la oportunidad de jugar en River, no podía desaprovecharla. Lo charlo siempre con Iván Alonso, con el que vamos juntos en el auto a los entrenamientos. El me dijo: “Cuando salió lo de River, no lo pensé ni un minuto, es de los clubes más grandes de Sudamérica, no podía perder esa oportunidad”. Y eso que Iván es un tipo con una trayectoria de 10 años en España eh…

El comienzo es casi el final de la charla, porque de hecho al nombrar a Alonso, nuestro espantapájaros de despliegue inagotable ha soltado un preocupado “Iván me debe estar esperando para volver”. Sentados en la tribuna de la cancha principal de Ezeiza, con el infaltable juego de mate entre sus piernas, Ignacio Martín Fernández, alias Nacho, 26 años, nacido en Castelli, provincia de Buenos Aires pero criado en Dudignac, partido de 9 de Julio, también en Buenos Aires, a 300 kilómetros de Capital, recorre su vida para que conozcamos mejor su historia. Es decir: su esencia.

Sin dudas, Nacho es el dudignaquense más famoso. No lo dirá. Primero, por timidez. Y después, porque al intentarlo, se te hacen 10 nudos en la lengua. Pablo y Sara, sus padres, son médicos clínicos. Vivieron en 9 de Julio y estudiaron en La Plata, donde tuvieron a sus primeros tres hijos, y ante una oportunidad de trabajo se mudaron a Castelli, la localidad que está sobre la ruta 2, unos kilómetros antes de llegar a Dolores, a mitad de camino a Mar del Plata. Allí nació el segundo varón, cuarto y último hijo de la familia. “Quédese tranquila, que este le va a salir bueno”, dice Nacho que le contó su mamá que le había dicho una vecina de Castelli, cuando la doctora andaba con su panza de embarazada (y no porque sus tres hijos anteriores fueran malos, pero este venía con estrella, parece). A los dos años se volvieron a mudar, esta vez a Dudignac (Dudiñá, como pronuncia nuestro entrevistado), localidad a la que conocían por estar a 40 kilómetros de 9 de Julio. Y se instalaron allí definitivamente.

-Muchos médicos van y se quedan poco tiempo, 3 o 4 años para sumar experiencia, porque es un pueblo de 4000 personas, pero a mis viejos les gustó, nos sentimos cómodos y nos quedamos a vivir. Hoy, los dos tienen consultorio ahí y trabajan en el hospital de Dudignac, y mi vieja también lo hace en el de 9 de Julio.

Imagen Además de inteligencia, posee un gran despliegue. De los pocos que aún usan botines negros.
Además de inteligencia, posee un gran despliegue. De los pocos que aún usan botines negros.
-¿Qué lugar de nacimiento ponés al llenar una ficha con tus datos?
-Castelli, porque eso dice en mi documento, aunque me gusta que digan que soy de Dudignac, porque es ahí donde me crié.

Donde se crió, cuenta Nacho, se dormía con la puerta abierta (hoy, por las dudas, mejor entrecerrarla). Para ir a bailar, tenía que cruzarse hasta 9 de Julio. En el pueblo, era “el hijo del doctor”. De los doctores, en realidad.

Club Atlético y Social Dudignac. El nombre parece sacado de un cuento de Osvaldo Soriano. Allí jugó Nacho hasta los 13 años. “El club participa en la Liga de 9 de Julio, nunca llegó a un Argentino A ni B ni nada -repasa-. La cancha no tiene tribunas, la gente se va acomodando alrededor del alambrado, suelen llevar sus sillas, y hay una cabinita para algunos que relatan. Cuando voy para allá, nos juntamos con mis amigos, llevamos el mate y, por lo general, lo miramos arriba de alguna camioneta o en banquitos, depende de cómo esté el día”. Retrato de un fútbol aún no contaminado por el dinero.

Papá Pablo jugaba. El hermano Pablo, también. Los dos se probaron en clubes, pero ninguno terminó siendo futbolista. Es la historia de miles y miles. Los que finalmente llegan son unos pocos privilegiados. Nacho, por caso. No solo valen la capacidad y el temperamento. Siempre hay un golpe de suerte, una circunstancia casual que puede cambiar el destino para siempre.

-Somos de una familia bastante futbolera. Mi papá era volante por derecha o enganche. Por lo que dicen, jugaba muy bien, pero parece que había que darle una pelota para él solo porque no la largaba.

-Flaquito como vos…
-Sí, sí, somos todos flaquitos en la familia. Jugó en Dudignac, en Castelli, donde también fue técnico. Se fue a probar una vez a La Plata y le dijeron que siguiera yendo pero mi abuela no lo dejó, porque era muy chico. Y no fue más. Mi hermano jugaba de 5 y se probó en River cuando tenía 15 años con un grupo de chicos del pueblo. También le dijeron que volviera a las 3 semanas, pero no volvió, no sé por qué, porque a mi hermano le encanta el fútbol como a mí, pero no volvió.

-¿Y con vos cómo fue?
-Medio de casualidad. Fuimos a La Plata con toda la familia a ayudar a mi hermano, que se mudaba para estudiar educación física. Y a visitar a Valeria, mi hermana mayor, que ya vivía desde el año anterior en La Plata, y estudiaba Ciencia Política y Sociología. Yo tenía 13 años y me encantaba el fútbol. En mi pueblo me conocían por andar todo el día dale que dale con la pelotita, miraba partidos todo el tiempo, mucho más de lo que miro ahora, y tenía como esa ilusión de ser jugador de fútbol, pero no me lo había planteado seriamente. La cuestión es que nos íbamos a quedar una semanita en La Plata, porque también están mi abuela y mi tía por el lado de mi mamá y en un momento mi viejo me dice: ¿querés probarte en un club?

-Te tiraste de cabeza…
-Sí, pero tranquilo. Mi viejo llamó a Gimnasia a ver a qué hora eran las pruebas, me tuvieron unos días y entré. A la semana, mis viejos se volvieron, y yo me fui a vivir con mi tía y mi abuela. A pesar de estar en una casa, y en familia, me empezó a costar. Tenía compañeros nuevos en el colegio y el que viene de un pueblo es más inocente, no sé... Extrañaba a mis amigos, estar todo el día en la calle hasta la hora de la cena, eso en una ciudad grande ya no lo podía hacer. Y entonces, a los tres meses vino mi vieja de visita y le expliqué que me quería volver. Ella me dijo: “Perfecto, pero vas al entrenamiento y le agradecés a los entrenadores y les contás que te vas”.

Imagen Pechito con pechito con D´Alessandro en partido de básquet.
Pechito con pechito con D´Alessandro en partido de básquet.
-¿Entonces?
-Hice eso. Fui a hablar con Pelusa Didonato, mi entrenador, y le expliqué. “Pensalo, mirá que quedaste entre muchos chicos, y tenés futuro”, me dijo. Me quedé al entrenamiento, me volvió a hablar al terminar y después de pensarlo ese día, me dije: “Bueno, voy a hacer el esfuerzo y a probar a ver qué pasa”.

-Cómo unas palabras pueden ser claves en el destino de una persona…
-Sí, claro, si me decía “bueno, está bien, volvete a tu pueblo, no hay problema”, yo capaz me iba y no volvía a probarme nunca más, y me quedaba en el pueblo, y hoy estaría trabajando de profe de educación física, eso nunca se sabe. Siempre le voy a estar agradecido a Pelu, que sigue en las inferiores de Gimnasia, y con el que mantengo diálogo frecuente.

Ingresó a Gimnasia en Prenovena, año 2003, con 13 años. Su puesto, carrilero por izquierda. Al principio, le costó la cuestión física: de por sí era flaco y venía de un club de pueblo. En su segundo año en La Plata se fue a vivir con sus hermanos. Terminó el colegio secundario en un nocturno. Pablo Morant lo hizo debutar en 2010 ante Argentinos Juniors. Fueron apenas 15 minutos. Y ya no jugó más en el resto de la temporada, o sea, ocho meses. A mediados de 2011, el Lobo descendió y tomó el timón Osvaldo Ingrao. El nuevo DT llamó a Nacho y a otros cinco compañeros, los juntó en el pasillo que da a su camarín y les dijo que no los tendría en cuenta. No tuvo la delicadeza del trato personalizado ni la sensibilidad para explicarles el porqué a cada uno, ni siquiera la amabilidad de sentarlos en su oficina.

-Me puse mal, sí, porque es feo que te digan que no te van a tener en cuenta. Aparte, Ingrao prácticamente no me había visto jugar nunca, si yo apenas tenía 15 minutos en la Primera, y en una semana de entrenamiento no se puede evaluar demasiado, bah, es la sensación que me da a mí.

-¿No le preguntaste por qué te limpiaba?
-No. Llamé a mi representante y le pedí si me podía conseguir algo. Me comentaron de Temperley, y les di el ok, porque tenía ganas de jugar, de mostrarme.

-¿Aunque bajaras dos categorías?
-Sí, venía de estar en la A con Gimnasia y me iba a la B Metro, pero tuve la suerte de encontrar un grupo bárbaro. Me ayudaron mucho y exploté: metí 10 goles en 25 partidos y pude mostrarme, que era lo que yo quería.

-Terminó el préstamo y te recibieron con los brazos abiertos…
-Más o menos. Volví y ya estaba Pedro (Troglio); al principio me dijo que me quedara, pero después de la pretemporada, no sé si esperaba otra cosa de mí o qué, me dijo que si tenía algo en otro club, que me fuera, porque no sabía si iba a tener mucho lugar en el equipo. Ahí por lo menos me agarró mano a mano.

-¿Le preguntaste por qué?
-Es obvio. Si el entrenador te dice que te busques algo, es porque tu forma de jugar no le cierra. Esperé una semana y le fui a hablar. Le dije que me quedaba a pelearla. Yo no jugaba ni para los suplentes, me ponían en el tercer equipo en las prácticas, entonces lo único que le pedí, ya que arrancaba de tan atrás, es que me pusiera de doble cinco, que era donde me sentía más cómodo, y no de carrilero por izquierda.

Imagen Con el mate, infaltable compañía.
Con el mate, infaltable compañía.
-¿Qué cara te puso?
-Bien, bien, Pedro es un tipo que escucha al jugador. “Perfecto, vas a estar medio relegado, pero te vamos a probar ahí, si querés”, me dijo. Le pregunté qué pretendía de un doble cinco y me explicó que tratara de presionar, seguir la marca, y que no dejara de correr en todo el partido. Intenté hacer eso y me empezó a mirar distinto y un día se acercó y me habló: “Hoy te vi bien en el reducido”. En la quinta fecha del Nacional B me llevó al banco en Tucumán, me hizo entrar y anduve bien y a la siguiente, como habían expulsado a Franco Mussis (cocodrilo que se duerme es cartera), me metió de doble cinco contra Patronato, metí un gol, jugué bien, ganamos 3-1 y no salí más del equipo.

-¿Te aconsejó Troglio cuando surgió lo de River, porque él se formó en el club?
-Siempre me carga, porque seis meses antes del pase, a mediados de 2015, me quería Lanús, y estábamos ahí, que me iba, que no me iba. Pedro hacía fuerza para que me quedara y les decía a los dirigentes que intentaran retenerme seis meses más. “¿Qué te vas a ir a Lanús?”, me cargaba, y entonces cuando se dio lo de River, me dijo: “Ves, vos te querías ir a Lanús, y mirá dónde estás ahora”. Pedro estuvo bien en hacer fuerza para que no me vendieran en ese momento…

-Hizo mal en querer limpiarte la primera vez y se reivindicó con esta…
-Bien, Pedro muy bien, me enseñó muchísimo. Y después me habló: “Vas a un club gigante, cuidate, entrená como entrenás siempre, tratá de disfrutar, porque no todos los días se está en un club como River”.

-Además, venías de un club sufrido, eternamente postergado...
-Yo entré en 2003 a Gimnasia y a partir de 2006 Estudiantes empezó a ganar muchas cosas… pero bueno, la gente de Gimnasia lo vive de una manera particular y acompaña de un modo impresionante. Obviamente quiere salir campeón y es algo pendiente, pero por momentos parece que está más allá del resultado, es una hinchada muy fiel.

Nacho se sumó a River en enero de 2016 después de una negociación que se complicó y puso a prueba su tranquilidad de espíritu. Anduvo muy bien en el verano, incluyendo una gran actuación ante Boca, luego se lució frente a Quilmes en el arranque del campeonato, pero algunos problemitas físicos y jugar en una posición donde no terminaba se sentirse cómodo le impidieron lograr la continuidad tan deseada.

-Había hecho una buena pretemporada, estaba bien, pero se me cargó un poco la pierna, andaba medio dolorido y me perdí un par de partidos. Después, me pegó mal la vacuna que nos dimos para ir a Venezuela y anduve con fiebre varios días y cuando me recuperé, me agarró una descompostura fea que me mató: bajé cuatro kilos, imaginate lo que son para mí cuatro kilos, andaba sin hambre, con ganas de vomitar todo el tiempo, y me terminé perdiendo el superclásico en la Bombonera y el partido de ida contra Independiente del Valle por la Libertadores.

-¿Y en cuanto a la posición?
-Cuando llegué, Marcelo me explicó dónde quería que jugara, más abierto y más arriba, como está jugando ahora el Pity, ponele, entonces ahí tenía menos contacto con la pelota. La posición la conocía porque de eso jugué en las inferiores, y por supuesto uno no siempre juega donde quiere o se siente más cómodo, sino donde te necesita el equipo. En este semestre ya arranqué de doble cinco.

-¿Qué te pide Marcelo?
-Que trate de manejar la pelota y la saque limpia desde el fondo. Que sea preciso con los pases y haga jugar a los volantes más ofensivos. Y cuando la jugada se da y puedo llegar al área, que llegue, pero no todo el tiempo porque sería un gran desgaste. Y que baje y le dé una mano a Leo (Ponzio) en el medio para que no quede tan solo. (Cumplidas 3 fechas, Nacho Fernández es el máximo pasador de todo el campeonato con 251 pases y 79% de efectividad, según Opta estadísticas).

Imagen En su nueva casa, antes de concentrar. Llegó al club en enero y en este semestre agarró continuidad.
En su nueva casa, antes de concentrar. Llegó al club en enero y en este semestre agarró continuidad.
-¿De quién te mostró videos?
-De Carlos Sánchez y Toni Kroos. A todos nos muestra. Te llama de a uno a su oficina y te va mostrando videos de otros futbolistas para darte ejemplos de qué pretende de vos. Y después te marca algún movimiento tuyo en un partido y te dice: “en vez de esto, tendrías que haber hecho esto otro”.

-Se armó una linda congregación de zurdos en el medio, entre vos, D’Alessandro y el Pity Martínez…
-Sí, sí, son buenos jugadores, todos dicen que el zurdo tiene algo distinto, pero bueno, también hay jugadores derechos que juegan muy bien. Pero me gusta, claro que me gusta. Y nos llevamos muy bien. Con ellos y con todos. La verdad, me imaginaba otra cosa antes de venir acá: un grupo que había ganado todo, viste, que vos decís “mierda, vas a un grupo… pesado”, y no, la verdad que nos recibieron muy bien a mí y a los demás refuerzos también. Me sorprendió la humildad del grupo. En ese momento estaban el Chelo Barovero y Leo, como capitán y subcapitán, y los dos se acercaron y me dijeron: “cualquier cosa que necesites, cualquier duda que tengas, así a vos te parezca una boludez, no dudes en preguntarnos, que acá no pasa nada”. Es algo que a mí me quedó.

-¿Qué se siente salir campeón? No te había pasado nunca...
-Solo una vez, con 13 años, apenas entré a Gimnasia, que no era ni siquiera en AFA, sino en Metro, una liga inferior. ¿Qué te puedo decir? Es una sensación hermosa, traté de disfrutar al máximo esta Recopa, primero con mis compañeros y luego con mi familia. Ya la salida al campo de juego fue impresionante, ese recibimiento tan especial que nos prepararon, yo trataba de observar todo…

-Vos que jugaste hasta en la B Metro, me imagino que valorás todo mucho más…
-Sí, lógico, sé lo que me costó y que la tuve que pelear desde abajo, así que valoro el esfuerzo. Hay que mantenerlo entrenando al máximo y rindiendo cuando me toca jugar.

-¿Tenés familiares y amigos de River?
-Tengo de todo. Mi cuñado, el marido de mi hermana mayor, es de River, muy fana, y viene siempre a la cancha desde La Plata. Después, tengo primos de River y de Boca, amigos de River y de Boca. Hay un grupo de whatsapp con amigos de Dudignac en el que hay de los dos. Ultimamente los de Boca están bastante callados, no sé qué pasa (risas). Anotá a Francisco Di Pietro, uno de mis amigos, el más enfermo de Boca de todos, que me dice: “Me pone contento que te vaya bien, pero tus goles no los puedo gritar…”.

-¿Qué es lo que más te sorprendió de River?
-Lo que te contaba del grupo y también el recibimiento de la gente en cada provincia que vamos. Vas a Formosa y está lleno de gente, vas a Córdoba y es impresionante, Salta también, es algo a lo que uno no estaba tan acostumbrado. Y tomás dimensión de lo que es River cuando lo vivís.

-Tenés una muy buena pegada desde afuera, ¿la traés de pibe?
-No tengo un golpe fuerte, sino más bien a colocar. Viene un poco con uno, pero también lo practico después de los entrenamientos.

-¿Y los botines negros que usás? Son una especie en vías de extinción, todos están con los multicolores…
-Es que me gusta el botín de cuero, que sea de cuero como los de antes, y la verdad que no hay muchos, ahora vienen de otro material. Entonces vi estos de cuero negro, me gustaron, y trato de usarlos. Espero que no se me rompan porque va a ser complicado seguir consiguiendo.

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-¿Te dijeron muchas veces que sos parecido a Keith Richards?
-Me lo han dicho, sí, pero bueno, qué sé yo, mis compañeros me dicen cualquier otro apodo en realidad.

-Por ejemplo…
-Sordo, porque por ahí no escucho bien… O Flaco, cualquier cosa.

Bueno, si es por el destino que le da al balón (el más pasador del campeonato argentino y con un alto porcentaje de efectividad, como consignamos), muy sordo no parece el crédito de Dudiñá. Lo de Flaco, no admite ningún tipo de discusión.

Aunque a simple vista no parezca, Nacho es competitivo a ultranza. En los juegos de entrenamiento mental organizados por Sandra Rossi, por caso, se destaca como uno de los mejores. Y se mata por ganar en todos los juegos que se organicen y no ceder ese lugar. Está atento a todas las variables. Incluso a que le suene el teléfono desde un número desconocido. Ahora ya lo debe tener agendado, pero, por las dudas, ya lo sabe: en cualquier momento te puede llamar Gallardo.

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El hijo pródigo
El 23 de diciembre de 2015, Dudignac le rindió tributo a su hijo pródigo. “Fue un gran orgullo, me destacaron como ciudadano ilustre. Al principio, cuando me dijeron de la gigantografía, no me gustó, me dio vergüenza, pero ya tenían todo armado, así que no tuve opción”, revive Nacho, entre sonrisas. En la imagen que acompaña este recuadro se nota que derramó lágrimas. “Me entregaron una foto de cuando era chico y se me vinieron varios recuerdos y me largué a llorar. Suelo ser bastante duro, pero en ese momento me quebré”, acepta. ¿Qué sentirá al verse en tamaño XXL cada vez que entra a su pueblo? “Y… ahora me acostumbré, ya paso y ni la miro, pero al principio sí, parábamos, nos sacábamos fotos con mis amigos, algo muy lindo”. Esa tarde del homenaje, les dejó un mensaje a los jóvenes: “Les dije que traten de no perder nunca la sonrisa en la cancha. Hoy, el fútbol es muy difícil, y si no ganás, sos el peor, y si ganás, sos el mejor, y no debería ser así; por eso, mi consejo es que tomen esto como una responsabilidad, pero que no dejen nunca de divertirse dentro de la cancha, aunque no sea fácil y haya tantas presiones”.

Por Diego Borinsky / Fotos: Emiliano Lasalvia / Ilustración: Gonza Rodríguez

Nota publicada en la edición de octubre de 2016 de El Gráfico