Las Entrevistas de El Gráfico

Paula Pareto, misma esencia, idéntico sueño

Unica medallista olímpica del judo argentino y campeona del mundo en la categoría hasta 48 kilos, buscará volver al podio en sus terceros Juegos. Una cálida conversación con la extraordinaria atleta que aún no puede creer la magnífica trayectoria que realizó. “Aprendí que todo es posible”, afirma.

Por Darío Gurevich ·

12 de agosto de 2016
Imagen Pulgar arriba. Pareto pretende repetir la historia de Astaná 2015, cuando fue campeona del mundo.
Pulgar arriba. Pareto pretende repetir la historia de Astaná 2015, cuando fue campeona del mundo.
Paula lo logró: generó que el público argentino la reconociera como la judoca que es. Jamás se lo propuso como objetivo, pero lo consiguió de manera natural. Hace ocho años, cuando Pareto era reciente medallista de bronce en Beijing 2008 –la única en darle una presea olímpica al judo nacional en la historia–, la gente la identificaba como la petisa que había tirado a La Tota, personaje encarnado por el humorista Miguel Del Sel, en el programa de televisión de Susana Giménez. Hoy, después de cantidades industriales de horas de trabajo, de victorias y derrotas, de medallas y frustraciones, de pelearla ante una lesión cervical crónica, la masa la registra de modo correcto. “La mayoría me dice campeona o judoca. Muchos conocen mi trayectoria y algunos detalles de mi vida fuera del deporte, por ejemplo que soy médica”, asegura la atleta que tiene 30 años y que afrontará su tercera cita olímpica de manera consecutiva.

-¿Qué momentos de tu vida resultaron claves para moldearte como deportista de alto rendimiento?
-Uno surgió cuando estuve inactiva durante un mes por mi lesión cervical. Ahí no sabía si iba a poder volver a entrenarme. Fue una situación durísima que me hizo más fuerte desde lo mental; aprendí a tener paciencia porque hay que saber esperar. Entiendo que las lesiones son parte del deporte y que no debemos adelantarnos a su evolución. Por eso, cuando aparecen, intento convivir con ellas y recuperarme lo mejor posible. El otro momento que se me viene a la cabeza es el Mundial de Río de Janeiro 2007. Llegué a las semifinales en una competencia en la que ni siquiera lo soñaba por lo complicada que era. Fue el primer torneo en el que descubrí que todo puede ser posible por más imposible que parezca.

-¿Qué queda de la Paula que empezó en el judo a los 9 años, en el Club San Fernando, para seguir y acompañar a su hermano menor, Marco?
-(Se ríe) La persona que siempre fue más pequeña en estatura y más liviana que sus rivales pero que, así y todo, se tenía fe para ganar. Si bien hace tiempo que no hay tanta diferencia de peso entre mis rivales y yo, vencí a chicas que considero más fuertes y más técnicas. Por eso, mi idea no cambia, es la misma de siempre: no me importa quién se me pone adelante, voy a intentar ganarle por más imposible que sea. A partir de ahí, solo me concentro en lo mío.

-¿Qué cambió en tu vida de Beijing 2008 a Londres 2012, y de Londres 2012 a Río de Janeiro 2016?
-De Beijing a Londres, la medalla olímpica. Antes de conseguir el bronce, era una más del montón. La clasificación para los Juegos Olímpicos 2012 resultó diferente porque empezábamos a estar obligados a viajar mucho por el mundo para competir en distinto torneos en busca de los puntos necesarios y, en ese momento, la medalla olímpica me benefició porque nunca tuve problemas para viajar. Creo que el ENARD tuvo un papel clave en ese sentido. Después, de Londres a Río, se produjo un cambio de entrenadores en el seleccionado. Se armó un cuerpo técnico totalmente diferente y se trabajó lo técnico y lo físico de una manera distinta.

-Además, trabajás el aspecto psicológico con Gustavo Ruiz hace años. ¿Por qué, y en qué, te resulta?
-Me es muy efectivo y por eso me gusta que esté en mi grupo de trabajo. La parte psicológica es tan o más importante que la física. Entonces, hay que darle la trascendencia que se merece.

-Contanos, por favor, una anécdota copada, vinculada a los Juegos Olímpicos en los que competiste.
-Se dio en Londres. Andaba como un zombie por la Villa Olímpica después de haber perdido el combate en el que se me escapó la medalla de bronce. Me acuerdo de que me crucé con Juan Martín Del Potro. Como vio que estaba mal, me quería dar ánimo, me invitó a compartir un momento agradable con el resto de los tenistas y entre todos me hicieron olvidar por un rato del mal trago. Eso fue lindísimo, me puso contenta y me demostró que los deportistas son compañeros y buena gente, más allá de lo lejos que lleguen, de los títulos que ganen. La humildad nunca la pierden.

-¿Qué consejo que te haya dado otro atleta en los Juegos te marcó?
-“Esto es así, puede pasar cualquier cosa”. Eso me quedó grabado. Me lo dijo una entrenadora de Francia, en Beijing 2008, después de que su alumna, que tenía muchísimas chances de sacar medalla, fue eliminada. Desde ahí, tomé esa frase. Porque si pienso de esa manera, fuera de cualquier análisis, tal vez puedo sacar ventaja y ser la beneficiada.

-“Cuando gano un torneo de excelente nivel, me parece increíble”, declaraste en El Gráfico en noviembre de 2011. ¿Tuviste esa misma sensación al consagrarte campeona del mundo en Astaná 2015?
-Sí, claro (se ríe). Realmente, no puedo creer que me pasen cosas así. Es cierto que pienso que todo es posible, pero cuando me suceden cosas como la de Astaná, me cuesta entender que soy yo la que generó eso. Por eso, cada vez que me pasa algo así, me ven llorando de alegría y de emoción. Qué vergüenza (se ríe otra vez).

-¿Ese título fue un disparador de qué?
-Me sirvió para afianzar aquello de que todo es posible, para comprender que los resultados no están puestos. Siempre hay que luchar para ver quién gana; y aquel que gana no necesariamente es el mejor, sino el que mejor estuvo en ese torneo.

-Sos la única medallista olímpica del judo argentino, sos campeona del mundo y fuiste medalla dorada en los Juegos Panamericanos 2011. ¿Cuál es el secreto para no fallar en las instancias decisivas?
-No hay una fórmula. Como decía, lucho con mi base: no importa contra quién ni dónde. Solo hay que hacerlo con ganas de ganar; después, se verá qué pasa.

-Hace nueve años que estás en el lote de elite en tu categoría, hasta 48 kilos. Hoy, sos la número 2 del ranking mundial. ¿Cuáles son los detalles para mantenerse?
-Hay que saber que todas arrancamos desde cero en cada torneo y que hay que salir a pelearlos como si fuesen los últimos.

-Te entrenaste bastante en Japón. ¿Qué adquiriste de la cultura japonesa, y en qué te sirvió para mejorar?
-La cultura japonesa está buenísima, una de las cosas que más me gusta es el respeto que tienen hacia absolutamente todo: personas, animales o la naturaleza. Además, los japoneses son muy ordenados; y eso ayuda para llegar más lejos en lo que uno se proponga en la vida. La cultura japonesa me sirvió para completarme como persona, llenarme de energía positiva y ser mejor judoca. Elegimos entrenarnos allá porque el estilo del judo japonés es el mejor del mundo.

-En Japón, ¿seguís siendo tan reconocida?
-No sé si tanto… Algunas judocas me pidieron que me sacara fotos con ellas, pero lo que me llenó de alegría fue que me pidieran que les mostrara cómo hago ciertas técnicas. El judo japonés es lo máximo para nosotros, y que una japonesa quiera aprender algunas de mis técnicas fue impresionante.

-Hablemos sobre las derrotas. ¿Qué enseñanzas te dejaron?
-Aprendí más con las derrotas que con las victorias. Siempre enseñan. Cuando pierdo, se me hace más fácil repasar las cosas en las que me equivoqué para no repetirlas. Obviamente que lo hago con ímpetu. Esa es la mejor manera para solucionar los problemas y mejorar. Ahora, si me ganan por errores míos, por cuestiones que podría haber evitado, me pongo mal, realmente. Si caigo porque me tiraron con una buena técnica o por sanciones bien dadas, está bien: es parte del juego. Igualmente, quiero aclarar algo de lo anterior: cuando se gana, también se analizan cosas. Pero se metabolizan diferente. Creo que el mecanismo es más inconsciente.

-Sos candidata a una medalla en Río de Janeiro. ¿Es cierto?
-Tal vez en los papeles de muchos, sí. Es por los resultados que se me dieron el año pasado. No está mal que crean eso, pero yo sé cómo es el judo. Como decía, no hay lógica ni imposibles, cualquiera puede ganar o perder. Solo hay que dar lo mejor en cada lucha y ver qué pasa.

-¿Cómo vas a manejar las emociones y la mente para que no te traicionen en los Juegos Olímpicos?
-Eso mismo traté en los meses previos a Río 2016, porque los Juegos Olímpicos son diferentes a los demás torneos. La idea es no enloquecerse con lo que no suma y enfocarse al 100% en lo importante: la competencia.

Imagen La sufre la japonesa Haruna Asami, en el combate por la medalla dorada en el Mundial 2015. Paula había sido subcampeona en 2014.
La sufre la japonesa Haruna Asami, en el combate por la medalla dorada en el Mundial 2015. Paula había sido subcampeona en 2014.
-¿Qué miedos tenés?
-No sé, no se me ocurre ninguno. Cuando se me viene una idea negativa a la cabeza, la saco de mi mente. Es fundamental pensar solo en cosas positivas. El resto no lo necesito.

-¿Ser doble medallista olímpica te empujaría a retirarte o a plantearte otros desafíos deportivos?
-No lo sé, no me gusta adelantarme a los hechos. Mi foco es Río de Janeiro. No tengo idea de si serán mis últimos Juegos Olímpicos. Solo deseo dar todo ahí y después, en su momento, analizaré qué quiero.

-Cuando repasás tu carrera, que lleva una década, ¿qué pensás?
-Mi carrera es increíble. De verdad, todavía me cuesta creer las cosas que se dieron. Cuanto más tiempo pasa, más me sorprendo. Es muy loco, pero lindo a la vez.

Por Darío Gurevich / Fotos: AFP

Nota publicada en la edición de agosto de 2016 de El Gráfico