Las Entrevistas de El Gráfico

Escuela HOLANdesa

Fue entrenador de hockey por 25 años con la ilusión de llegar un día al fútbol. De simple videoanalista a DT que recibe elogios de personalidades como Mascherano. Vida, obsesiones y locuras de un hombre que vendió el auto para comprar la computadora y que se enamoró de la Naranja Mecánica de Cruyff.

Por Diego Borinsky ·

07 de junio de 2016
Imagen Entra al estadio de Defensa y Justicia, en Varela. En junio cumple un año en el club.
Entra al estadio de Defensa y Justicia, en Varela. En junio cumple un año en el club.
“Mi amor, vendí el auto para comprar una compu: necesito tener sí o sí toda la data de mis jugadoras”.

En condiciones normales, semejante acción es causal de divorcio. Más a los 40 años pasaditos, cuando uno ya se encuentra en una etapa en la que no da para llevar a los hijos al colegio y al cine en colectivo. Ariel Holan, sin embargo, lo hizo sin pensarlo dos veces. No se divorció. Ya lo había hecho un tiempo antes.

Después de haber trabajado durante 25 años en el hockey sobre césped con éxito singular y de haber debutado como DT de fútbol de Primera División en julio de 2015 (ámbito al que ingresó como videonalista, gracias a la computadora que compró tras vender el auto), en menos de una temporada, este bonaerense de Lomas de Zamora consiguió un reconocimiento de la opinión especializada que a otros les cuesta años (o que no adquieren nunca). Su equipo sorprendió más por el funcionamiento que por los resultados, que fueron buenos pero tampoco alucinantes. Y eso es lo más curioso, sobre todo en ámbito exitista al extremo.

Afirmó Javier Mascherano en el programa Líbero, de TyC Sports: “Veo que Defensa y Justicia toma riesgos y mantiene su identidad. Eso es lo que hace diferente a un equipo. El secreto es el funcionamiento y el posicionamiento. No es solamente la calidad de los jugadores. Defensa y Justicia muestra que hay una luz para ilusionarse en el fútbol argentino”.

Escribió Diego Latorre en La Nación: “Holan ya logró reivindicar lo más importante de todo: el juego, el poder del juego, su fortaleza y su seducción. Inmerso en una cultura mediocre y conformista, Defensa eligió el riesgo. Sería –abrimos comillas– un equipo alemán”.

Los que elogian no son dos improvisados. Uno ha sido dirigido por los entrenadores más importantes del planeta y desde hace tiempo ejerce como DT dentro del campo. El otro no se nublaba con la pelota y hoy clarifica con su mirada. Son dos medallas que Holan podría exhibir con orgullo.

-¿Escuchaste a Mascherano?
-Sí, claro, semejante reconocimiento de un profesional de su envergadura, con el entendimiento que tiene del juego y con los entrenadores que lo han dirigido, es motivo de orgullo y agradecimiento. Y no solo para nosotros como cuerpo técnico, sino fundamentalmente para los futbolistas jóvenes que están en el equipo.

-¿Leíste a Latorre?
-Bueno, también, Diego es una persona a la que respeto muchísimo, no solo ha sido un gran futbolista, sino que tiene un criterio de análisis hiperprofesional, que raya en el entrenador. Aparte, ve muy seguido fútbol de primer nivel mundial, así que imaginate nuestra satisfacción. Es todo muy fuerte, porque, además, se dio en muy poco tiempo, como también la nota que me hicieron en el diario Marca, es una sucesión de acontecimientos que nos impactó.

Lo que impacta, realmente, es la historia tan peculiar de este hombre que juega de local en un restaurante de Banfield, la ciudad donde se crió, y que durante la charla se echará unas gotitas en el ojo izquierdo, hecho que no lo llevará a interrumpir la entrevista. Seguirá con ese ojo izquierdo cerrado y el otro mirando al techo.

-Me hice una lesión interna definitiva, producto del sol. Es que son 40 años trabajando al sol...

-¿Por qué no usaste anteojos?
-No se puede usar anteojos negros siendo entrenador: hay que mirar a los ojos -contesta con una sonrisa y tono de obviedad.

Allí vamos, pues.

Como en el fútbol, pero con palo
Por empezar hay que decir que, si bien cimentó su trayectoria en el hockey sobre césped, Holan es del palo del fútbol, valga el juego de palabras. No es de esos outsiders que jamás patearon una pelota ni sufrieron una avalancha viendo a su equipo en la popular. Más bien, todo lo contrario.

-Era el capitán del equipo de mi escuela, siempre traté de seguir con el vicio, y con mis amigos íbamos detrás de cualquier pelota. Jugábamos en la plaza de Escalada, en la carbonilla debajo de las vías del tren, éramos enfermos del fútbol, de jugar sábado, domingo, cualquier día. Hasta los 15 años lo hice a nivel amateur en un club llamado Country de Longchamps. Incluso llegué a probarme en Banfield y quedé. Era lateral derecho, a veces jugaba en el mediocampo porque corría mucho.

-Te imagino aplicado.
-Sí, muy aplicado.

-¿Por qué se terminó?
-Porque estudiaba en el Balmoral, un colegio bilingüe de doble turno. A Banfield llegué a ir unas semanas a practicar, pero la directora del colegio le dijo a mi mamá que si quería jugar al fútbol, no podía seguir. Era muy difícil abandonar el colegio y tampoco jugaba a un nivel que ameritara tomar tal decisión. En realidad, yo pensaba que sí, pero mi familia que no, y en nuestros años las decisiones de los padres eran muy fuertes, no es como ahora que la construcción de la familia es más colegiada (risas). Había que obedecer.

-¿Te quedó un poco esa frustración del futbolista que no fue?
-Absoluta. Ser jugador de fútbol era el sueño de toda mi vida.

Imagen Práctica en Defensa: GPS en los jugadores, la pizarra y el plasma detrás, para ser clarito.
Práctica en Defensa: GPS en los jugadores, la pizarra y el plasma detrás, para ser clarito.
-Hincha de…
-Independiente. Enfermo. Vi todo desde los cuatro años, incluidas las siete Copas Libertadores ganadas. Mi viejo había sacado dos plateas porque tenía miedo (dibuja una mueca de resignación, ya entenderemos por qué), pero a mí me gustaba ir a la popular. De local y de visitante. Todavía soy socio del club. Ese sentimiento no cambia más, porque se da una vez en la vida, pero cuando uno empieza a trabajar en esto va siendo hincha de los equipos en los que trabaja, hincha de uno mismo, no hay otra.

-¿Tus ídolos?
-El primero fue el Chivo Pavoni, con quien luego tuve la suerte de trabajar en la escuela de fútbol de Independiente. De la década del 60, mis ídolos fueron Pavoni, Santoro, Bernao y Mura; de los 70, Bochini y Bertoni y luego Burruchaga. Más allá de mi fanatismo por el Rojo, veía y escuchaba lo que podía. Todas las tardes me apuraba a terminar las tareas para seguir La Oral Deportiva a las 7 de la tarde y escribir en mi cuadernito las formaciones de los equipos, las novedades club por club, todo todo todo. A los 6 años no leía la Billiken; le pedía a mi viejo que comprara El Gráfico, Goles y Correo Independiente, del Gordo González. Esa fue mi literatura infantil. Y después, los domingos a las 2 de la tarde, pegadito a la Spika para escuchar a Dante Zavatarelli abrir las transmisiones con su frase: “Hola amigas y amigos, augurios de una tarde feliz”. Mis mejores regalos de la infancia fueron pelotas, botines y radios.

Ya empezamos a delinear el perfil de este futbolero obsesivo compulsivo, quien después de haber ingresado al deporte por donde pudo, consiguió meter una pierna en el fútbol en 2004 como un simple colaborador y la segunda en 2015, ya como cabeza de un cuerpo técnico. La travesía para aquellos que ni siquiera jugaron en una categoría menor suele ser larga y con obstáculos. Ya lo entenderemos.

Pero antes, a Holan le ocurrieron algunas cosas que le sacudieron los cimientos. Perder a un padre a los 19 años, por caso. Ramón Jaroslaw había nacido en la vieja Checoslovaquia. “Mi viejo era un tipo brillante –relata Ariel, rezumando orgullo–. Era mecánico instrumental de aviones, el único que arreglaba los relojitos de los Peugeot 504. Su locura eran los aviones, pero mi mamá no quería que volara porque tenía miedo de que se viniera abajo. Y al final… mirá lo que le terminó pasando, con apenas 50 años”. Lo que terminó pasando. “Tenía una carpintería de aluminio, se subió a una escalera para ordenar unas placas apiladas –relata al detalle– y, como era muy meticuloso, quiso poner un papel para que no se rayara la última y se le vino encima una tonelada de placas encima. Mi abuelo estaba en la puerta y escuchó el estruendo. Intentaron operarlo, pero al abrirlo era un desastre, una bolsa de huesos. Falleció a los 20 minutos”. Visto a la distancia, Ariel, quien asegura haber heredado la veta docente de su madre maestra y la tecnológica de su padre, logra encontrar una moraleja: “Era muy inteligente mi viejo, demasiado, pero se ve que en ese momento su cabeza no estaba puesta en lo que hacía. Y esa es una gran enseñanza, ¿no? Para los seres humanos es difícil hacer foco, y al no hacer foco cometió un error que le costó la vida”.

La suya siguió, claro, colaborando primero con el quehacer familiar para saldar las deudas de la carpintería y luego metiéndose de lleno en su amado mundo del deporte que ya había comenzado a frecuentar.

“Che, vení, vos que sos futbolero: esto es lo mismo que el fútbol, pero con el palo, ¿no te animás a armar un equipo para que podamos practicar con el mío?”, le preguntó el entrenador del equipo de hockey del colegio, que preparaba la fiesta de fin de año. Ariel tenía 16 años y ni lo dudó. Enseguida comprobó que no había falacia en la propuesta. Como el fútbol, pero con palo. Un tiempo después, con 19 años, armó la estructura de hockey del club Alemán de Burzaco, el más importante de la zona sur. Dirigía todas las categorías: chiquitos, grandes, hombres, mujeres. Vivía en el club. Luego se metió en la facultad y trató de ser contador, pero se dio cuenta de que no era lo suyo. Hizo tres años de profesorado de Educación Física en GEBA, pero cuando lo hicieron entrenarse como un gimnasta, con anillas y caballetes, gritó “ustedes están locos” y pegó el portazo.

Luis Ciancia, el mentor de las Leonas, fue su musa inspiradora. Y tardó poco en salir 5 veces campeón con Lomas mujeres y ascender a los varones luego de 40 años. Cuando Cachito Vigil dejó a las Leonas, fue uno de los candidatos a sucederlo. Se reunieron con él, y al final eligieron a Gabriel Minadeo. Con las chicas de Uruguay alcanzó la proeza: una medalla de bronce en los Panamericanos 2003 con un país que nunca se había subido al podio. Esa experiencia lo marcó a fuego.

-Fue un ejemplo de deportividad. En Uruguay había una sola cancha de hockey y era una alfombra de comedor diario. Las chicas hacían pool y me pasaban a buscar a las 6 de la mañana en auto. La cancha no tenía luz artificial así que calculábamos para hacer la entrada en calor a oscuras unos minutos antes de que amaneciera y, ya cuando terminábamos, podíamos aprovechar la claridad. Eso se hacía lunes, martes, miércoles y jueves, después la mayoría trabajaba o estudiaba y a la noche, de 7 a 9, hacíamos la práctica en el Liceo Naval, donde yo vivía, en canchas de fútbol 5 porque no había otra cosa. Me volvía a Buenos Aires en el Buquebús del viernes para ver a mis hijas y el domingo me iba a Colonia en el último, a la 1 de la mañana estaba en Montevideo y a las 6 me pasaban a buscar otra vez. Fue un grupo inolvidable, coronado con una medalla. Aprendí muchísimo, aparte yo tengo un carácter fuerte y hay que aguantarme.

-¿Por qué?
-Porque soy muy exigente, lo reconozco, y ellas tuvieron una entrega impresionante. Les daba las charlas en el micro, cuando veníamos a jugar contra Las Leonas. Había que aprovechar el tiempo. Ganar esa medalla fue una emoción tremenda, porque habíamos dejado todo. Perdimos 7-1 la semifinal con Las Leonas, y le ganamos el bronce por penales a Chile, dirigido por Ciancia, imaginate mis sentimientos…

Para esa época, ya había conocido a Juan Pablo García, un programador que trabajaba sobre un software para el deporte. El que habría generado su divorcio, si Ariel no hubiera estado separado. Hoy son íntimos amigos.

-Ese software solo corría para Mac. Era un gran editor de videos que podía ir codificando las instancias que quería utilizar y, en función de eso, le ofrecía al entrenador una serie de información de su equipo y del rival que le podía ser de utilidad. Yo trabajaba en Uruguay con una beca del Comité Olímpico Internacional, pero la beca era para mí, no para infraestructura, así que vendí el auto y compré un Polar S610 para cada jugadora, y la computadora. Como estaba toda la semana en Montevideo, vivía en el Club Naval, y me pasaban a buscar las chicas, no necesitaba tanto el auto. Cuando volví a la Argentina, ya no tenía la guita para comprarme el auto, y no iba a vender la computadora, así que no me quedó otra que empezar a moverme en tren y colectivo. Fueron dos años, 2003 y 2004. Laburaba en GEBA y en San Fernando y vivía en Lomas de Zamora. Me volvía en el Roca, el último salía a las 12.40 de Constitución, y yo iba con la computadora en el bolso.

-¡Un tesoro para los chorros!
-Volvía con los cartoneros, toda gente de trabajo y nunca tuve un problema. No iba exhibiendo la compu, obviamente, pero nunca me robaron. Era muy movilizante desde el punto de vista humano ver todo eso. Si no, me tomaba el 15 o el 21 hasta Puente La Noria y de ahí tenía otro que me dejaba en la esquina de casa.

Semejante osadía estratégica (auto por computadora) le daría sus frutos muy pronto, permitiéndole ingresar al ámbito tan deseado. Sus equipos, lo notamos hoy, seguirían la misma senda del líder. Son corajudos y valientes.

Imagen Desahogo feroz, en el ascenso con River. Grita Holan, sin largar sus apuntes, junto a Almeyda.
Desahogo feroz, en el ascenso con River. Grita Holan, sin largar sus apuntes, junto a Almeyda.
Como en el hockey, pero sin palo
Al profe Alejandro Kohan lo conoció por una recomendación, cuando se quedó sin PF en el hockey de Olivos. Se juntaron un sábado a la mañana y la afinidad fue instantánea. “Amor a primera vista”, asegura Holan. El mimetismo se daba hasta en el apellido: apenas los separa una letra (K x L).

Kohan era profe en el gimnasio Tarek Nautilus, de Vicente López, donde el capo era Javier Valdecantos, PF de Griguol (hoy de los Mellizos Schelotto en Boca). Así, Holan conoció a Bonini y comenzó a frecuentar los entrenamientos de Ferro primero y del Boca del Cai Aimar, después. “Esto es lo que yo quiero, esto es lo que yo quiero”, le repetía una y otra vez Holan a Kohan, quien llegó a ser PF de Daniel Passarella en la selección de Uruguay. Tanto le insistió, que un día Holan pudo charlar, al fin, primero con Passarella y luego con su ayudante, Alejandro Sabella, para mostrarles la flamante herramienta que para él valía más que el auto. “A Sabella le encantó, pero al poco tiempo se fueron de Uruguay y les salió el Monterrey, y a México no me podían llevar porque había muchas empresas que ya hacían lo que yo les proponía –repasa–. A la vuelta de ganar la medalla con las chicas de Uruguay, Ale me presentó a Burruchaga y a Jorge le gustó mucho mi propuesta. El había estado en la Selección con Bilardo, y veía que Carlos vivía atiborrado de videos gastando horas y horas, y yo le ofrecía una herramienta similar que podía utilizar de manera más rápida”.

Curioso, pero Jorge Burruchaga, uno de los ídolos de su juventud, terminó siendo el encargado de abrirle la puerta al fútbol. Holan fue su videoanalista, en una época en la que aún no proliferaban aquí, en Arsenal, Estudiantes e Independiente. En Avellaneda ejerció una doble función, ya que Julio Comparada le ofreció la Dirección de la escuela de fútbol: 7 sedes, 40 entrenadores y 1500 chicos. Al promediar esa etapa, Burru subió la apuesta. “En el próximo club quiero que seas mi ayudante de campo”, le propuso. Ya advertía que su asistente tenía algo más para darle que videos con análisis del rival.

Ese salto lo dio en Banfield. Y tras un paso por la Sexta de Argentinos Juniors, donde por fin fue DT principal, acompañó a Kohan a River, para chapalear en el barro del Nacional B. Allí cumplió el rol de ayudante de campo, a la par de Amato, Chamot y Roa. Y luego la siguieron en Banfield, para lograr un nuevo ascenso. Hasta que golpeó la puerta el Halcón de Varela, y el DT que Holan llevaba adentro sintió que no podía seguir encorsetado en un rol de auxiliar. “Había tomado la decisión de ser cabeza de grupo en 2009, cuando terminamos con Arsenal, por eso arranqué con la Sexta de Argentinos, pero el Profe tenía un compromiso con Daniel (Passarella) y un cariño enorme por Matías (Almeyda), y tuvimos que poner el proyecto en el freezer. El gran aporte que les podíamos hacer a Matías y a su gente era nuestra experiencia como entrenadores, y se armó un lindo equipo. Para nosotros, ese año y medio en River fue Harvard. Después, como habíamos hecho un lindo grupo humano y de trabajo, cuando nos llamó el presidente de Banfield no daba para terminar todo. Y por eso, después del ascenso, fue el momento para tratar de desempolvar del freezer el proyecto, porque se nos iba la vida… no había otro motivo que ese, el paso del tiempo. Empezamos con la Reserva y en un momento surgió lo de Defensa y Justicia y ni lo dudamos”.

Hoy, Holan sorprende al mundillo futbolero por la valentía de su propuesta y por lo bien que se pasan la pelota sus dirigidos, pero también por sus innovaciones metodológicas. Implementó el uso del GPS en las camisetas de sus hombres (en entrenamientos y partidos) y filma las prácticas con un drone. Se levanta a las 6 de la mañana, a las 6.20 lo pasan a buscar sus compañeros del cuerpo técnico y a las 7.30 está con el mate listo en la oficina de Florencio Varela para analizar con sus otros 14 colaboradores cuál será la tarea del día. Luego se suceden entrenamiento, almuerzo, charla y visualización de lo hecho en la jornada y cada uno se va a su casa. Una breve siesta y otra vez, de 4 a 8 de la tarde, dale que dale con la pelotita. A esa hora intenta cortar para estar con Carla, su mujer actual, con sus hijas Melanie, (27), Sofía (23) y Juana (16), y con su nieto Felipe. Corta (o lo intenta, para decir la verdad), también, porque le gusta ver los programas políticos (se declara alfonsinista) y a la noche, más de una vez, se suele colar algún partido. “Sigue hasta que se le cierran los ojos. Trata de ponerse un horario, hasta después de cenar, por ejemplo, pero no puede cumplirlo”, asegura Carla.

-¿Qué te da el GPS?
-Mide distancias, intensidades, velocidades, aceleraciones y desaceleraciones. La parte profunda la analizan los profes, que me dan la info a mí. Lo que más me interesa es la dosificación de mis ejercicios y, en segundo lugar, detectar qué tipos de futbolistas tengo. Los datos me sirven para programar las sesiones de entrenamiento, y también para detectar talentos, porque entre jugadores jóvenes vos ves quién tiene perfil de futbolista de Primera de Argentina, o de alto rendimiento para jugar en Europa, por la manera en que se desplazan, las velocidades a las que van y la intensidad que sostienen.

-¿Y qué te aporta el drone?
-Calidad de imagen en altura, porque no todos los clubes tienen infraestructura para tomar imágenes de modo sencillo para mostrárselas luego a los jugadores y que entiendan, y para nosotros mismos ver dónde tenemos que ajustar. Filmamos todos los entrenamientos y los vemos cuando termina la práctica.

-Tenés un perfil muy cientificista, pero por otro lado te declaraste admirador de Menotti, ¿no es contradictorio?
-No, porque para mí el fútbol es igual desde que tengo uso de razón: hay que dársela al del mismo color y, cuando no la tenés, deben correr todos para recuperarla. Lo que uno pueda agregarle a esto es para tratar de optimizar esos dos principios básicos, porque el fútbol que a mí me gusta es el de potrero, el que nos identifica. Y pienso que uno debe tratar de utilizar la tecnología en favor del concepto. Pero el concepto es innegociable, ¡ojo!

-Más de 25 años entrenando hockey, pero tu sueño siempre fue ser DT de fútbol, ¿o no?
-Sí, absolutamente, y siempre traté de ver qué cosas del fútbol se podían aplicar al hockey. Ahora es al revés. En realidad, cuando lo jugaba, las reglas eran más parecidas y fueron cambiando bastante en el hockey, pero el juego, la postura de los pies, la dinámica del pase y la recepción son muy parecidos.

-¿Qué es la dinámica del pase?
-Y… tratar de recibir siempre lanzado, orientado, con los pies apuntando al arco rival. En la salida desde atrás, en hockey, no se puede pegarle para arriba, hay que salir jugando por abajo, no es una moda del Barcelona.

-¿Se puede decir que sos partidario de la escuela holandesa?
-Absolutamente.

-De la escuela holandesa de Holan, decía…
-Ja, ja, te digo que yo me enamoré de la escuela holandesa con el Ajax, cuando jugó la Intercontinental del 72 contra Independiente. Fui a la Doble Visera la noche en que Dante Mírcoli sacó a Cruyff de una patada. Me enamoré de ese Ajax. El Chivo Pavoni me contó que pasó un solo papelón en su vida, el de esa final contra el Ajax, en Holanda, 0-3.

-¿Qué es lo que te enamoró?
-La forma, la dinámica, porque el hockey no era así en ese momento, sino lo contrario. Fue revolucionario lo que hizo el Ajax y luego la selección de Holanda en el Mundial 74. A mí me abrió la cabeza para los equipos de hockey que luego dirigí. Se terminaban las posiciones fijas, yo veía cómo se pasaban la pelota y, aunque no me di cuenta en ese momento, fue la aplicación de técnica con concepto. Es decir: en vez de un fútbol intuitivo, se hace un fútbol elaborado que se enriquece con el talento de los futbolistas. Talentos que ese equipo tenía en gran cantidad: Cruyff, Rep, Rensenbrink, Van Hanegem...

-¿Cuáles son tus preceptos básicos?
-La ética primero: no ganar a cualquier precio, respetar al rival, a mis futbolistas, a los árbitros y al entorno.

Imagen Pensativo, en cancha de Vélez. Tiene 55 años y hace 12 que empezó en el fútbol.
Pensativo, en cancha de Vélez. Tiene 55 años y hace 12 que empezó en el fútbol.
-¿Y del juego en sí?
-Un sistema asociado donde el pase y la recepción son las claves. Es la esencia del juego. Desequilibrar al rival a través del juego colectivo con libre creatividad dentro de una misma partitura. Y la reversibilidad del juego: tener la misma convicción y decisión para atacar que para defender. A mis jugadores les digo que, si tenemos disciplina en ataque, nuestro juego defensivo va a ser más simple. Si perdemos la disciplina del juego de ataque, nos exponemos a los contragolpes del rival y el desgaste físico es muy grande. Quiero desmarque, que no nos quedemos quietos, pase fuerte, movimientos lanzados, recepciones dinámicas, todo lo que es la esencia del hockey.

-¿Qué es el pase “liso”?
-El que se da sin efecto. Si te la paso con efecto, la recepción es más complicada que si te hago el pase fuerte y liso al pie y entonces mi segunda jugada es más sencilla. Y otra cosa importante es, antes de recibir, tratar de saber qué voy a hacer, tener una mínima idea de cuál será la segunda jugada por cómo están parados los rivales. Lo que tratamos de buscar es que la dinámica del juego se base en la velocidad de los pases.

-¿Cómo sentís que te trató el ambiente del fútbol?
-Ha sido muy benevolente. Todos, sin excepción. Los futbolistas son los seres más perceptivos de todos y se dieron cuenta rápido. La credibilidad con ellos es algo que uno debe tratar de cuidar en función de lo que dice y hace, que haya coherencia, si no, dura un suspiro. La prensa me trató más que bien. Y los técnicos rivales, lo mismo, aunque muchos me conocían, porque yo estaba en el fútbol desde hacía 12 años. En ese sentido, la sorpresa más grande se la llevó la prensa.

-Cuando a tu equipo le meten un gol por perder la pelota en la salida tontamente, ¿machacás con la idea o tratás de cambiar?
-Nosotros les brindamos las herramientas a los jugadores para que ellos puedan decidir por sí mismos. La tarea de un entrenador es persuadir y no obligar, y apuntar a que todas sus decisiones estén fundamentadas y cimentadas en el progreso del grupo de trabajo. Tengo que lograr que Defensa siga en Primera, pero fundamentalmente que cuando mis futbolistas terminen este proceso hayan subido un escalón, si no, yo fracasé como entrenador. El éxito y el fracaso de un entrenador están directamente relacionados al crecimiento de sus futbolistas, sería muy egoísta de mi parte si me centrara solo en el resultado.

-¿Tenés algún sueño o meta definida?
-Quiero crecer en mi profesión, lo mismo que les pido a los jugadores. Me encantaría reencontrarme con estos chicos más adelante. Estamos supercontentos con el lugar que ocupamos, y le estaremos enormemente agradecidos a Defensa porque es nuestra primera experiencia, y la primera siempre es única, pero después, claro, me encantaría dirigir a un grande de Argentina y luego hacerlo en Europa en el alto nivel.

Sueña Ariel Holan, este Profesor Locovich con espíritu de potrero, que en breve presentará en sociedad su flamante Auto Loco, que no es el Super Convertible N° 3 de los dibujitos animados, sino una Mercedes Sprinter con plasma, computadoras y todos los agregados tecnológicos de última generación. La limousine de la Nannis versión DT desquiciado aspirante a la perfección. “La tomo como una oficina rodante; creo que se pierde mucho tiempo viajando en Buenos Aires, y así lo puedo aprovechar para planificar partidos y entrenamientos, y para ir trabajando con jugadores en forma individual”, cierra Holan, a quien más de 35 años de trabajo entre hockey y fútbol le terminaron dando la oportunidad de tener compu y auto, los dos en uno, sin obligación de elegir.

Imagen Corrigiendo con imágenes, en el micro, con la selección de Uruguay.
Corrigiendo con imágenes, en el micro, con la selección de Uruguay.
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Ariel Enrique Holan nace el 14 de septiembre de 1960 en Lomas de Zamora, provincia de Buenos Aires.

Con 13 años pasa una prueba en Banfield, pero debe dejar el club porque estudia en un colegio de doble turno.

A los 16 años empieza armando el equipo de hockey del colegio y luego sigue con uno juvenil de damas en el Club Lomas.

Con 19 años, primer trabajo serio como DT: entrenador de hockey del Club Alemán de Burzaco.

Estudia en la Universidad para contador y en GEBA el profesorado de Educación Física.

Entrena a Olivos y luego a Lomas damas: 5 veces campeón en 8 años; más tarde, asciende a los varones tras 40 años.

Obtiene la medalla de bronce en los Panamericanos de Santo Domingo 2003 con la selección de damas de Uruguay.

Trabaja en GEBA y San Fernando, y en 2005 es candidato a dirigir las Leonas tras la salida de Cachito Vigil.

Hace el curso de entrenador de fútbol y es colaborador de Burruchaga en Arsenal, Estudiantes, Independiente y Banfield (primero como videoanalista y luego como ayudante de campo).

Director de la Escuelita de Fútbol de Independiente (2006-08).

Entrenador de la Sexta División de Argentinos Juniors (2011).

Colaborador de Matías Almeyda en River (Nacional B y Primera) y Banfield (Nacional B y Primera).

En junio de 2015 asume como DT en Defensa y Justicia. Llega a los cuartos de final de Copa Argentina (eliminado por Boca).

Por Diego Borinsky

Nota publicada en la edición de mayo de 2016 de El Gráfico