¡Habla memoria!

DEL 1 AL 11: LAS POSTALES DE UN SUPERCLÁSICO IRRACIONAL

Las 11 imágenes que no habríamos querido ver en el Boca-River de la Libertadores en la Bombonera.

Por Martín Mazur ·

14 de mayo de 2021

Las 11 imágenes que no habríamos querido ver en el Superclásico de la Libertadores en la Bombonera, pero que nos vimos obligados a presenciar. 

  

El recuerdo de la noche del gas pimienta
  

1) El gas pimienta


Imagen Leo Ponzio afectado por el gas pimienta
Leo Ponzio afectado por el gas pimienta
En una operación cuasi militar, la emboscada a los jugadores de River en la manga quedará como una mancha recordada en el fútbol mundial. Gas pimienta rociado a través de la manga, cuando el plantel llegaba desde el túnel para jugar el segundo tiempo, provocó quemaduras de primer grado y lesiones oculares en más de media docena de futbolistas. Entre los más afectados estuvieron Ponzio, Kranevitter, Vangioni, Funes Mori, Pity Martínez y Driussi. Varios de ellos fueron trasladados al Instituto del Quemado a la madrugada.
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2) El dron.


En pleno desconcierto tras el ataque, un dron con el fantasma de la B se posó sobre el plantel de River. Estuvo accionado por gente desde la tribuna. Testigos afirman que el dron fue subido con una soga a través de los palcos. El piloto Gonzalo Perlo subió una foto a Instagram del momento en que se accionaba el aparato, cuyo costo asciende como mínimo a dos mil dólares.
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3) Las banderas


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La atmósfera del partido ya se había cargado con peligrosas banderas y mensajes en redes sociales que hacían imaginar un desenlace trágico. “Si nos cagan otra vez, de la Boca no se Ba nadie”. Las internas de la barra, negadas por los dirigentes, pueden haber jugado un papel preponderante en la autoría del ataque, tal cual se vio en capturas de conversaciones de barras en las redes sociales, que curiosamente preanunciaban el tipo de ataque tajeando las mangas.

4) Sergio Berni y Daniel Angelici


Inexplicable aparición del secretario de seguridad en La Bombonera. Catalogó al operativo como un éxito y dijo que no había habido incidentes. Asumió como propia la decisión de que los jugadores se quedaran en la cancha. También le quitó responsabilidad al cacheo policial. El presidente de Boca no sólo coincidió con su diagnóstico, sino que habló de “2 o 3 inadaptados” y del comportamiento ejemplar de los verdaderos hinchas. Además, recién apareció en escena dos horas después de la agresión.

5) Sin decisión


Burocracia en su estado más bajo. Imágenes del veedor Roger Bello hablando por celular (¿con quién?). Roger Figueredo y otros burócratas dirigenciales en el campo de juego, tapándose la boca con la mano mientras pergeñaban una salida decorosa, el árbitro divagando esperando que le dijeran qué hacer. Una hora y media después, atinaron a decretar una suspensión del partido por parte de la Conmebol. Y con los equipos aún en la cancha, ya se discutía cuándo se iba a reanudar el partido, en un fin de semana marcado por el duelo tras la muerte del futbolista Emanuel Ortega. Vomitivo todo.

6) Anti solidaridad


Para llevar una pancarta se prenden todos; para devolver el lateral, algunos; pero para demostrar algo de sentido común, quedan la mayoría de los puestos vacantes. Los jugadores de Boca recién se interiorizaron de la situación de los colegas muchos minutos después, como si lo que hubiera pasado fuera obra de la simulación o un artilugio para sacar ventaja en el partido. El ayudante de Gallardo, Matías Biscay, le gritó a Agustín Orion que entre compañeros esperaba otro tipo de solidaridad y no las mezquindades que se evidenciaron, esperando quién tomaba la posta y se hacía cargo de la situación.  

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7) La actitud de Boca y el saludo final


Con Orion manejando las acciones, el equipo se paró como para intentar reanudar el partido, que ya había sido suspendido. Independientemente de lo que haya dicho después, la del arquero y saludando a la tribuna fue una de las postales más nefastas de la noche. Con los hinchas verdaderos regresando a su casa, y la cancha en poder de barrabravas y violentos, el saludo una vez que River había abandonado el campo dio vergüenza ajena. Además, a ninguno de los jugadores se le ocurrió que podría haber sido más productivo colaborar con sus colegas de River, escoltándolos para evitar las agresiones.

8)La salida de River


Jugadores afectados pero que quedaron rehenes en el campo de juego por más de una hora. Y que finalmente se vieron forzados a ir rumbo al túnel en una carrera contra los proyectiles que volaban desde la platea, metidos debajo de un pasillo formado por los escudos de los policías, con los jugadores de Boca mirando en el centro del campo, sin haber atinado a dar una mano, siquiera hacer un gesto a los plateístas, para impedir las agresiones que llegaban desde la tribuna.

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9) Arruabarrena enardecido


Al técnico de Boca le costó comprender la gravedad de la situación y en los minutos posteriores a la agresión, ofreció un espectáculo lamentable, entre insultos y sonrisas irónicas como si estuvieran perjudicándolo a él con un lateral mal cobrado. Luego, sí, se puso al frente de la salida de los jugadores de River, una vez que advirtió el desinterés de sus dirigidos por acompañarlo, cosa que claramente les pidió.

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10) El ingreso de D’Onofrio y compañía


El presidente de River nunca debió haber ingresado al campo de juego con la agresión tan fresca, y menos para intentar hablar con el árbitro, y no con sus propios jugadores, muy al estilo del jeque árabe del Mundial 82. El partido tenía a todos sus estamentos reglamentarios en orden, con dirigentes y veedores a cargo. Su entrada no fue prudente y sirvió para caldear los ánimos.

11) El desmadre policial


Como si no fuera suficiente que desde una tribuna se logre accionar un gas pimienta con precisión quirúrgica, la policía jamás apareció del otro lado del alambrado ni intervino para proteger la manga y desalojar a los hinchas que se habían quedado en la platea con el fin de agredir la salida de los jugadores de River. Apenas atinaron a ingresar al campo y usar sus escudos como protección de salida. El encargado del operativo, masticando chicle mientras charlaba con el veedor boliviano, es otra postal para la pesadilla.