¡Habla memoria!

Creadores de lujo(s)

¿Quién fue el primero que se animó a patear al arco desde un corner? ¿La chilena la inventó un vasco? ¿Higuita fue el primer Escorpión? Desde 1914 hasta el nuevo siglo, el fútbol tuvo pioneros en aportarle magia al juego.

Por Redacción EG ·

26 de marzo de 2015
La Real Academia Española no tiene una noción positiva de la palabra “lujo”. “Demasía en el adorno, la pompa y el regalo”, dice. Su segunda acepción es aún más cruel: “Abundancia de cosas no necesarias”. En el vocabulario fútbol, un lujo es otra cosa. Es un medio estético en búsqueda de efectividad; un riesgo a cambio de un beneficio mayor. Pero así como hoy cualquiera tira un caño, una chilena o pica un penal, años atrás hubo un pionero. Alguien que se arriesgó, que no le tuvo miedo al ridículo y patentó una jugada luego masificada.

De todas las historias, el gol olímpico es una de las más conocidas. El 2 de octubre de 1924, Cesáreo Onzari metió un gol de córner para la Selección Argentina en un partido contra Uruguay. El nombre proviene de que los charrúas habían sido campeones olímpicos meses atrás. Hasta ese año, los tiros de esquina no podían ingresar al arco directamente. La International Board modificó la regla para evitar polémicas sobre roces o desvíos que complicaran al árbitro. Según otras versiones, el primer gol mediante esta vía lo había anotado Billy Alston el 21 de agosto del mismo año en la Segunda División escocesa. Sin embargo, la fama no prosperó para el jugador del St. Bernard´s.

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No es fácil acordar quién fue el inventor de una determinada jugada. La bicicleta (pasar las piernas en forma de círculos por encima de la pelota sin tocarla) tiene diferentes autores. Algunos se la adjudican a Pedro Bleo Journal, más conocido como Calomino, un delantero amateur de Boca entre 1911 y 1924. La historia más difundida desconoce al puntero Xeneize e identifica a Augusto Arenas, un chileno que jugó en la década del 50 con los mismos colores, pero del otro lado de la Cordillera. En 1950 y 1952, Pelusa fue campeón con el Everton de Viña del Mar. El año pasado, una bicicletería de Santiago le dedicó una original publicidad en la que lo reconocía como “el padre de la bicicleta”.

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También en esas tierras tiene origen la chilena, que aunque parezca contradictorio, la inventó un español. Ramón Unzuaga vivió en su Bilbao natal hasta los 12 años cuando su familia decidió viajar a América. Jugando para su equipo Estrella de Mar, en enero de 1914, tuvo que despejar una pelota alta que le había quedado atrás y ejecutó una acrobacia nunca antes vista. Tenía una trampa: era atleta especialista en salto alto, salto con garrocha y 100 metros con valla. El vasco patentó la jugada y la realizaba varias veces por partido, siempre para salvar su propio arco. La hizo en el Sudamericano de 1916 jugando para Chile en Argentina y la prensa nacional le puso nombre. Como buen marcador central, tenía un fuerte carácter. Una tarde, cuando el árbitro Beitía le cobró dos veces infracción por tirar la chilena, lo esperó afuera de la cancha y se agarró a trompadas. En homenaje al lugar donde nació la pirueta, el Estadio El Morro de Talcahuano lleva su nombre y lo reconoce con una estatua.

El Gráfico tuvo influencia en la divulgación de dos jugadas famosas: la palomita y la rabona. En el primer caso, Pablo Bartolucci fue el protagonista. El 15 de agosto de 1929, jugando para la Selección Argentina, despejó varios centros tirándose de cabeza y volando casi al ras del piso. Fue triunfo 3-1 sobre el Bologna de Italia, que estaba de gira. A la salida del partido, comentó: “Rechacé de palomita”. Hasta Carlos Gardel lo nombra en el tango “Largue a esa Mujica”. En esas estrofas juega con el lunfardo del título (que sería “abandone a esa mujer”) y diferentes jugadores de Huracán, club por el que simpatizaba. “Olvide el Carricaberry, tírese a la Bartolucci, que mejor es hacer Bucci”, dice la letra.

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La  rabona tiene fecha de nacimiento en 1948. Ricardo Infante de Estudiantes le hizo un gol de 35 metros a Rosario Central. Pero no fue un gol cualquiera. Como la pelota le quedó para la izquierda, la de palo, pasó la derecha por detrás y cruzado de piernas marcó un golazo. El Gráfico hizo una producción con el “Estudiante” y a su gesto rebelde lo llamó “hacerse la rabona”, tal como se identifica a los alumnos que faltan al colegio sin el consentimiento de sus padres. Mucho tiempo después, el Bichi Borghi fue un asiduo repetidor de la maniobra, pero lejos de reconocerlo como un lujo, aceptó que escondía una debilidad: “Yo no sabía patear con la izquierda. Todavía no aprendí, y no me quedaba otra que darle de rabona”.

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El Loco Abreu tiene una historia parecida con su característica forma de patear penales. Muchos le criticaban que sobraba la situación, pero él mismo demostró que lo suyo no era lujo por goce: “de los 25 picados, erré sólo 2; de los otros 35, serán unos 8 o 9 errados”. En España, se lo reconoce como patear a la Panenka. El nombre propio se convirtió en sustantivo gracias a un checoslovaco. El audaz de Antonín la “pinchó” en el último penal de la Eurocopa 1976. El alemán Sepp Maier quedó desparramado en el piso y Checoslovaquia fue campeón. Como su carrera no tuvo la misma fortuna, el apellido quedó reservado sólo para ese instante memorable.

Desde los doce pasos también nació la paradinha. El nombre surgió a raíz de Pelé quien en el Mundial de 1970 se frenó en la caminata hacia la pelota. El propio astro brasileño reconoció después que se lo había imitado a su compatriota Didí. Ariel Ortega, Ronaldinho y Messi son algunos de quienes repitieron la fórmula. Desde 2010, la FIFA aclaró que los jugadores no pueden detenerse completamente una vez que iniciaron la carrera.

Otro brasilero fue protagonista de una jugada magistral. Kerlon Moura, quien de chico prometía ser el nuevo Ronaldinho creó la “foquinha”, un modo de caminar con la pelota rebotando en la cabeza sin que toque el suelo. Los videos de su invento no tienen desperdicio: cada vez que la hacía, los rivales lo castigaban violentamente. Lejos de su futuro promisorio, a los 27 años juega en el desconocido Paraná Clube.

René Higuita es apodado el Escorpión por la particular manera de pegarle a la pelota. Lo suyo fue un lujo sin más intención que la estética. De hecho, hay quienes se enojaban porque no embolsaba una pelota fácil. Adelantaba el cuerpo como tirándose al piso de panza y en el aire le pegaba con las suelas de los pies. La primera vez fue ante Inglaterra en un amistoso de 1996 y sorprendió al mundo. De todas maneras, muchos años antes, Arsenio Erico, el histórico goleador de Independiente, le había hecho un gol a Boca de esa manera. Como si el paraguayo no hubiera existido, el siempre polémico Hugo Sánchez asegura ser quien inventó el escorpión.

Más actuales y de una habilidad inconmensurable, D´Alessandro y Zinedine Zidane tienen sus jugadas características. No se destacan por una rareza, sino por la utilización de un recurso glamouroso para dejar atrás un rival. Al ex River se lo conoce por “la boba”, que consiste en el control de la pelota y dos falsos enganches para luego avanzar con un caño al marcador. Zizou tiene jugada con nombre propio: la ruleta marsellesa, un giro de 180 grados pisando la pelota con las dos suelas.

Diccionarios al margen, los lujos en el fútbol existen. Aunque pueda ser “la abundancia de cosas no necesarias”, embellecen el espectáculo en nombre de los precursores a veces olvidados.

Por Pedro Molina