¡Habla memoria!

Argentina-Polonia: miles de dólares y una clasificación, la trama de un escándalo

El Mundial de Alemania 1974 escondió una narrativa que todavía genera controversia: la incentivación argentina para que Polonia ganara un partido. Un capítulo con gusto a fábula, impensado por estos tiempos, con declaraciones cruzadas, presiones en tiempo real, desmentidas, confesiones y El Gráfico como protagonista.

Por Pablo Amalfitano ·

29 de noviembre de 2022

Eran tiempos de improvisación y desorden. Eran tiempos precedentes a la gloria. Transcurrían los inmediatos años previos a la refundación de la Selección Argentina, etapa de excelencia signada por la pericia y la sabiduría de un hombre llamado César Luis Menotti. Hoy, más de 40 años después, el honor de vestir la camiseta nacional todavía perdura.

Corría 1974 y la Selección tenía dos caras: el talento natural surgido por estas latitudes y la desorganización técnica-institucional. Había jugadores como Carlos Babington, Miguel Brindisi, el Loco Houseman, el Ratón Ayala, el Mariscal Roberto Perfumo, Enrique Wolff y, claro, un joven y explosivo Mario Alberto Kempes. También había, claro, una deuda importante en términos de profesionalismo, en un plantel dirigido por un triunvirato: Vladislao Cap, Víctor Rodríguez y José Varacka.

Aun así los atributos futbolísticos de la Selección Argentina en torno a la Copa del Mundo de Alemania 1974 invitaban a soñar. El desarrollo durante los primeros días, sin embargo, se volvió cuesta arriba y el equipo albiceleste estaba cada vez más necesitado de un milagro.

Argentina inició su travesía con una derrota 3-2 ante Polonia en el Neckarstadion de Stuttgart y continuó con un empate 1-1 frente a Italia en el mismo estadio. Ya no dependía de sí mismo para avanzar a la segunda ronda del Mundial, cuya conformación de entonces se completaba con 16 países y dos fases de grupos antes de la final.

Imagen Héctor Vega Onesime, enviado especial de El Gráfico al Mundial 1974.
Héctor Vega Onesime, enviado especial de El Gráfico al Mundial 1974.
 
Sólo una obra del cielo podía impulsar la clasificación: había que golear a Haití con tres tantos de diferencia y esperar que Polonia, que ya estaba en la segunda fase por haber ganado sus dos partidos previos, derrotara a Italia. Una obra del cielo o, como suele suceder en ciertos casos, el poder del dinero.

En vísperas de la tercera fecha tuvo lugar un suceso impensado para estos tiempos. El técnico polaco Kazimierz Górski fue consultado en la conferencia de prensa por cómo iban a jugar el tercer partido, con la certeza de tener la clasificación en el bolsillo. La respuesta fue contundente: "De la única manera que sabemos jugar: ganar".

Minutos después Héctor Vega Onesime, enviado especial y en aquel tiempo director de El Gráfico, se cruzó con Roberto Gadocha, el Garrincha polaco, la figura del equipo, quien se encontraba con un amigo argentino que era gerente en Varsovia de la aerolínea Pan Am. El periodista conversó unos minutos con el jugador, con el tercero como traductor.

"¿Cómo van a jugar contra Italia?", le preguntó. La reacción resultó casi una antinomia respecto del casete del técnico. "Eso depende de los argentinos", deslizó de manera intencional, según recuerda el propio Onesime en su libro Memorias de un periodista deportivo.

 

Imagen Roberto Gadocha, protagonista de una historia de película.
Roberto Gadocha, protagonista de una historia de película.
 

Lo tomó desprevenido, claro. "Irrumpió como un fantasma una palabra que todavía engendra polémicas y disímiles lecturas: incentivación", recordó décadas después. Entonces dio un paso de sumo riesgo que incluso, confiensa, se arrepintió en instantes: les comunicó a los jugadores argentinos la posición polaca. Ofició de intermediario, en pocas palabras. El resultado fue concreto: hubo negociación y acuerdo. La transacción se llevaría a cabo en forma de triángulo: Gadocha, su amigo argentino y Héctor Rial, ayudante de campo de la Selección Argentina y ex compañero de Alfredo Di Stéfano en Real Madrid.

Luego de aquella "intermediación", según supo para esta nota El Gráfico, Onesime viajó urgente a Sindelfingen para tomar el bus a Múnich, la ciudad en la que Argentina debía cerrar la primera ronda ante Haití, y que el bolso de dinero quedó en manos de Rial. Todo lo posterior, en rigor, lo ignora.

Polonia, en efecto, derrotó 2-1 a Italia en Stuttgart y la Argentina cumplió con la goleada 4-1 ante Haití en Múnich, lo que colocó al equipo de Vladislao Cap con un gol de diferencia por encima del conjunto azzuri rumbo a la segunda instancia del Mundial. El 25 de junio de 1974 la revista El Gráfico publicó un informe titulado: "Gracias, Polonia. El milagro de Stuttgart".

Imagen El Gráfico, del 25 de junio de 1974: Gracias, Polonia. El milagro de Stuttgart.
El Gráfico, del 25 de junio de 1974: Gracias, Polonia. El milagro de Stuttgart.
 
El imaginario recuerda, casi como una fábula, que Gadocha recibió el dinero y, contrario a lo que debía hacer, no lo repartió con sus compañeros, una decisión que jamás fue perdonada. La historia, sin embargo, oculta una trama cinematográfica que incluye confesiones, negaciones y presiones.

"Juntamos 25 mil dólares y se los ofrecimos. Así como lo digo: los incentivamos con dinero de nuestros bolsillos, con el agravante de que, si nosotros no ganábamos por tres goles de diferencia y ellos cumplían, teníamos que poner la platita y volvernos a casa", recordó años después Enrique Wolff, integrante de aquella Selección, en su libro Simplemente Fútbol.

Los 25 mil dólares de 1974 representaban unos 138 mil en términos de dinero actual, con la inflación acumulada de los Estados Unidos luego de casi medio siglo. Para dimensionar la época se puede mencionar que Lionel Messi, la figura rutilante del fútbol mundial de la última década y media, hoy gana en el PSG francés el equivalente a 116.300 dólares... por día. Es decir, en dinero de hoy el capitán argentino podría pagar el incentivo a los polacos con lo que gana en un día y algunas horas sólo con su salario.

 

Imagen René Houseman, en el festejo tras la goleada ante Haití.
René Houseman, en el festejo tras la goleada ante Haití.
 

La confesión de Quique Wolff generó controversia y hasta resulta llamativa en pleno siglo XXI. En diálogo con medios de la época varios protagonistas contaron en off que la decisión fue "una determinación tomada por unanimidad, con el acuerdo del cuerpo técnico y de los dirigentes. Los mil dólares que pusimos cada uno fueron luego descontados de premios y dietas".

Aunque los hechos oficiarían de otro modo: los jugadores y el cuerpo técnico se habrían embarcado en la cruzada de la incentivación a espaldas de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), comprobación que surge luego de la reacción de febrero de 1983, casi una década después, transcurridos pocos días de la confesión del ex defensor.

El Tribunal de Disciplina de la entidad madre del fútbol nacional inició una actuación de oficio para investigar el caso, sobre todo por tratarse de un suceso ocurrido en plena Copa del Mundo. Se hablaba, entonces, de una suspensión de uno a cinco años para los integrantes del seleccionado que seguían en actividad cuya participación quedara comprobada.

 

Imagen Quique Wolff, en acción en Múnich, en la goleada frente a Haití.
Quique Wolff, en acción en Múnich, en la goleada frente a Haití.
 

En el momento se decía que los involucrados, más allá de la palabra de Wolff, podrían haber sido Ubaldo Fillol, el arquero suplente Daniel Carnevali, el Ratón Rubén Ayala, Miguel Brindisi, Carlos Babington, el Loco Houseman y hasta el propio Kempes. El Matador, no obstante, salió al cruce de las acusaciones una vez revelada la confesión de Wolff.

"Yo no soborné a nadie", expresó de manera taxativa Kempes, en plena carrera en Valencia, en diálogo con Guillermo Blanco, ex periodista de El Gráfico, que publicó aquella entrevista de febrero de 1983, antes de ser jefe de prensa de Diego Maradona, en la revista Match, un diario deportivo de Valencia, Alicante y Castellón.

Ante la repregunta el delantero amplió su postura: "Mirá, eso fue hace muchos años. Yo era un niño, era el más chico del plantel. En esa época tenía claro que mi única ambición en el fútbol era ir de frente en todo. Nunca puse un duro (sic) para incentivar a alguien, ni para que ganara ni para que perdiera".

Imagen La postura taxativa de Kempes, en una entrevista de la época. Foto: Guillermo Blanco
La postura taxativa de Kempes, en una entrevista de la época. Foto: Guillermo Blanco
 
Además, en profundización, negó que haya habido una colecta: "A mí nadie me pidió nada. Escribí esto bien grande: Mario Kempes no sobornó a nadie. Si me lo hubieran pedido no habría aceptado, porque no soy amigo de esas cosas. Creo haber sido claro, perdoname, pero no tengo nada más para decir sobre el tema".

En el contexto de las repercusiones y declaraciones cruzadas Perfumo fue otro de los protagonistas que negaron aquel suceso, aunque también hubo casos del otro lado de la historia. Zinuda, el líbero de Polonia, se sumó a las desmentidas: "Wolff es un loco. Polonia puso el mejor equipo para no correr riesgos". La preguna surge por sí sola: ¿Riesgos de qué, si Polonia ya había logrado la clasificación?

Décadas más tarde, ya muy cerca de estos tiempos, el zaguero Wladyslaw Zmuda reveló episodios hasta ahora desconocidos de la trama. En su biografía, llamada "Y tú serás futbolista", hizo sus confesiones pesonales al respecto. La más increíble, por caso, es la de una presunta contraoferta por parte de Italia... en tiempo real.

 

Imágenes del triunfo de Polonia ante Italia en Stuttgart.
 

“Los italianos estaban seguros de que iban a ganar pero, después del primer tiempo, ganábamos 2-0 y se les escurría la clasificación. En el entretiepo fuimos al vestuario y vimos a un hombre que nos esperaba con un maletín de dinero... ¡en pleno partido de una Copa del Mundo!", desnudó el ex defensor. Los italianos no sabían qué hacer, sobre todo porque no esperaban perder con el equipo que tenian, conformado por figuras de la talla de Giorgio Chinaglia, Fabio Capello, Giacinto Facchetti, Tarciso Burgnich, Luigi Riva o Sandro Mazzola.

La clasificación a la segunda fase, en definitiva, apenas extendió la agonía. Argentina sufrió el poderío de la Naranja Mecánica, perdió con Brasil y apenas empató con la extinta Alemania Democrática. Pero la trama escondida encuadró el último capítulo de un ciclo marcado por el desorden y le dejó espacio a la nueva era: Menotti y la gloria y el respeto indeleble de la Selección Argentina en cada rincón del planeta.

[Imágenes exclusivas del Archivo de El Gráfico]

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