¡Habla memoria!

Paddy Mac Carthy, fundamental en la llegada del boxeo a Argentina

El irlandés fue un referente en Argentina a comienzos del siglo pasado, su popularidad se debió en gran parte a su influencia para la llegada del boxeo a nuestro país.

Por Redacción EG ·

27 de enero de 2020

¡Qué meses aquellos de mayo a julio de 1910...! El país vibraba de entusiasmo. Las delegaciones extranjeras ponían en las fiestas y celebraciones su nota de colorido con los entorchados de los diplomáticos y los uniformes militares. Por nuestras calles, hasta aquel momento tranquilas, de un Buenos Aires que poco le faltaba paro consagrarse grande, marineros de todos los países se confundían con, nuestro pueblo fraternalmente. La tradicional hospitalidad porteña se evidenciaba en la preparación de programas interesantes para los que habían llegado hasta nuestras playas, en simpática adhesión e la celebración de nuestro centenario. Las grandes reuniones sociales se sucedían y los centros e instituciones deportivos realizaban interesantes fiestas para los marinos de las flotas de guerra que eran nuestros huéspedes. Ingleses y americanos concurrían para compartir las mesas tendidas en su honor y saborear exquisitos platos criollos condimentados a la usanza del país, pero también nos brindaban espectáculos de interés en nuestras canchas de football, midiéndose con buenos cuadros en partidos equilibrados y cruzando sus guantes en el ring de nuestra primera institución de boxeo con profesionales y aficionados  de prestigio.

Imagen El irlandés Paddy Mac Carthy, uno de los pioneros del boxeo en Argentina, en funciones de referee.
El irlandés Paddy Mac Carthy, uno de los pioneros del boxeo en Argentina, en funciones de referee.

Paddy Mac Carthy: Un irlandés de ojos celestes, muy claros, pequeños y vivaces, con una pigmentación rojiza en su piel, inconfundible colorido de los hombres de su bello país; un elemento de valía en el profesionalismo de su tiempo, que por sus condiciones personales fue ganando la confianza de nuestros hogares más respetables, hasta donde se llegó para impartirle a los niños lecciones de su idioma y clases de boxeo, en esa época comenzó a retirarse del cuadro de los combatientes para convertirse en un verdadero "introductor de embajadores" en el Buenos Aires Boxing Club, donde aparece ya figurando en anteriores comentarios como un eficiente "oficial de enlace"...

A los artículos publicados por El Gráfico en orden de continuidad, en mis memorias, agrego con justicia esta nota, porque al través del tiempo las labores cobran por el reconocimiento imparcial de sus méritos verdadera importancia; de ahí el epígrafe de este comentario, en el cual procuro ajustar mis recuerdos a pasajes de interés en los que he actuado como testigo presencial.

De ajustarme cronológicamente a los acontecimientos del deporte debería de haberlo recordado primeramente, pues antes de los maravillosos espectáculos pugilísticos que nos brindó Gould, Mac Carthy actuaba y había sostenido un match cuyo recuerdo aún perdura en las contadas personas que van quedando de ese tiempo. Fue su match con Robasio, celebrado en el edificio de la revista "El Gladiador", situado en la Avenida de Mayo aproximadamente al 1200. Nos acercamos al medio siglo de aquella fecha... Podían contarse con los dedos de la mano los aficionados al boxeo, y sin embargo el público colmó la capacidad del local donde los dos profesionales dirimieron superioridades en un match a "finish", encuentro sin determinada duración de rounds, hasta que el knock-out se produjera. No existiendo entonces guantes de cuatro onzas debieron "peinarse" los de ocho, pero rebajados al mínimo, y cuando los boxeadores estuvieron prestos para la iniciación del combate sus puños estaban ligeramente revestidos de "sendos" guantes que alcanzaban escasamente a las dos onzas. Actuó de referee 'el ingeniero Jorge Newbery, y... asómbrese el lector: time keeper fue nada menos que don Francisco Beazley, personaje de prestancia y viejo cuño que era Jefe de Policía de la capital, y eso que la institución guardadora del orden perseguía encarnizadamente los espectáculos de boxeo, fustigados por la prensa y prohibidos por ordenanza. Cuatro rounds escasos duró la pelea, iniciada en forma violenta desde el sonido del gong. Robasio, sangrando en forma espectacular, con una hemorragia producida por la rotura del tabique nasal, renunciaba a continuar la lucha por imposición de sus segundos, que arrojaron la esponja. El público pedía a voces la suspensión del encuentro, tal era el singular aspecto que ofrecían los púgiles, como dispuestos a liquidar posiciones en cualquier forma, y el referee atinadamente alzó el brazo de Mac Carthy para declararle vencedor, en medio de un gran desorden.

 

Imagen Mac Carthy con una pelota de fútbol.
Mac Carthy con una pelota de fútbol.
 

Ciertos deportes y algunas profesiones han provocado un original "encandilamiento" en las mesas populares. Se han visto revestidas sus figuras actuantes de cierto concepto de heroicidad y admiración. Han gozado de ese privilegio boxeadores, toreros y aviadores, aunque en nuestros días Be haya en parte esfumado esa mística. A los primeros los han seguido por las calles para admirarlos de cerca, como pretendiendo descifrar con la aproximación el poder incontenible de sus puños. A los segundos en España las mujeres han llegado a contemplarlos con idolatría, y a los terceros se les creía en los comienzos del vuelo mecánico tan seguros a un fin cercano que se hacían merecedores al afectuoso deseo de un feliz viaje, ¡aunque se le imaginase sin retorno!

Hoy la población joven sabe fintear... y muchos se han Puesto los guantes por curiosidad Procurando estirar sus brazos, pero apagando inmediatamente el fuego de ese entusiasmo conforme sintieron el primer trompis en la nariz provocando un lagrimeo. Estarnos tan acostumbrados a que veremos palacios del aire surquen el espacio, transportando miles de personas y acercando los pueblos, que cuando nos encontramos por las calles con sus pilotos poco los diferenciamos de los demás conductores.

Pero en ese Buenos Aires pequeño de aquel entonces Mac Carthy era toda una atracción. Los niños corrían por las calles tras del inglés de rostro colorado con la curiosidad de ver si conservaba el rastro de algún combate. Si tenía algún ojo cerrado o si su nariz había cambiado de Posición. Se fijaban en él como se admira una reliquia histórica en la avidez de comprobar las huellas de la refriega. Y este irlandés con alma de criollo lo mismo intervenía con éxito en la dirección de un partido de football como oficiaba de referee en las clásicas luchas romanas del Casino. El público le admiraba y seguía con marcada simpatía su persona, llegando por su popularidad en determinado momento a constituirse en un símbolo. Era una estampa viviente del boxeo que los viejos porteños reconocían por las calles de Buenos Aires, y cuando ya la obra y la tesonera acción de los propulsores del deporte comenzó a sentirse y muchas instituciones, como el Club de Gimnasia, el Universitario, el Huegen y el Club Policial celebraban sus grandes fiestas, era el hombre de confianza, la figura profesional de respeto para subir al ring y presentar a los boxeadores en su castellano arrevesado, pese a su empeño en parecerse a un paisano...

Imagen Paddy Mac Carthy, una de las más populares figuras de nuestro mundo pugilístico, vigila en el gimnasio del Lincoln el entrenamiento de algunos boxeadores profesionales, entre quienes están Stern, Barbará, Mallona y Víctor Peralta.
Paddy Mac Carthy, una de las más populares figuras de nuestro mundo pugilístico, vigila en el gimnasio del Lincoln el entrenamiento de algunos boxeadores profesionales, entre quienes están Stern, Barbará, Mallona y Víctor Peralta.

Así transcurrió la vida de este maestro con arrogancias de gran señor, presenciando el maravilloso despertar deportivo de nuestro pueblo. Viendo congregarse en torno a los primeros cuadrados a los admiradores y aspirantes a la práctica del boxeo, de ese boxeo que él mismo procuró imprimirle vida con su práctica y su ejemplar desempeño. Asistiendo y dándole propulsión a las primeras manifestaciones del fútbol, que con el correr del tiempo llegó a consagramos como buenos entre los buenos, como que actuó de referee durante 18 años en todas las divisiones del fútbol argentino.

Mac Carthy conserva en sus retinas, como esteriotipadas, la fisonomía entusiasta de muchas generaciones de argentinos que han desfilado por las aulas de le Escuela. Superior de Comercio de nuestra ciudad, donde recibieron sus clases de cultura física. Recuerdo y transcribo una singular anécdota de ese tiempo: don Santiago Fitz Simons, un gran irlandés, maestro de maestros, que fue traído al país como educador por Sarmiento, ocupaba en el año 1900 la Dirección del establecimiento de enseñanza donde Paddy Mac Carthy actuaba de profesor de gimnasia. Una buena mañana se detuvo un lujoso carruaje frente a la casa de estudios, descendiendo una dama de encumbrada posición social y gran vinculación política. La inesperada señora penetró en la Dirección y Fitz Simons, de una prestancia consular que se imponía, puesto de pie, la recibió con toda cortesía. Vengo, señor director, a manifestarle que es necesario que el profesor de cultura física de este colegio sea separado de su cargo... ¿Por qué, señora? Mi hijo... cada día pierde peso. Tiene su sueño alterado, no duerme y son ejercicios perjudiciales para su salud.

No creo, respondió Fitz Simons, que tenga ninguna relación su estado con la gimnasia que se imparte en el colegio. Sí, señor director: todos los días el profesor le hace correr por el campo de juego detrás de un aparato de cuero redondo que lo ponen en movimiento con los pies y son estrafalarias prácticas inglesas que no rezan con nuestras costumbres.

El alumno aludido era nada menos que un pariente bien cercano del Sr. Ministro de Instrucción Pública, y cuando Mac Carthy tuvo conocimiento de las indicaciones de la señora temió por la suerte de su puesto.

 

Imagen Fue fundamental en la historia del boxeo argentino.
Fue fundamental en la historia del boxeo argentino.
 

Fitz Simons, que le prometió a la visita considerar su pedido, sonriente palmeó a su compatriota la espalda después que el rodado con su elegante carga se puso en movimiento, alejándose de la escuela, y lo reconfortó con mejores augurios. ¡Quién habría de decirnos que esas exóticas costumbres inglesas le proporcionarían tanto beneficio a nuestro pueblo y alcanzarían semejante difusión en nuestro medio...

Así Mac Carthy llegó a una ancianidad respetada que se trasunta en la cordial sonrisa que despierta a su paso por las calles en quienes lo reconocen y es estímulo para los que a su lado comparten las tareas de su cargo de inspector en la Dirección de los Deportes Municipales. Grata acordada de nuestro país para quien, como él, lo ha servido con profundo amor y perfecto desinterés en la más sana realización de sus conceptos deportivos.

El querido Paddy escucha con atención a la precoz guitarrista Teresita de la Fuente, que amenizó reuniones sociales este verano en Mar del Plata y que ejecuta para el maestro un chamamé de puro cuño correntino.

 

 

Por Marcelo Peacan del Sar (1952).