¡Habla memoria!

1964. El año de los arqueros

Antonio Roma, Amadeo Carrizo, Pepe Santoro, Agustín Cejas, Miguel Angel Sánchez y Agustín Irusta fueron los protagonistas de una era, donde el puesto más ingrato supo estar bien cubierto.

Por Redacción EG ·

21 de enero de 2020

El puesto de las grandes actuaciones.

El de las revelaciones más significativas.

El de las consagraciones más elocuentes.

El de las más netas confirmaciones de calidad.

El más difícil y el mejor cubierto de nuestro fútbol.

Arquero. El puesto que nadie puede enseñar. Que requiere la máxima intuición. El mayor caudal de sangre fría. La precisión más certera. El cálculo más exacto. El rigor analítico más profundo y la velocidad más centelleante. Para pensar, decidir y ejecutar simultáneamente. Y SIN EQUIVOCARSE. La equivocación es el gol.

El puesto menos exigido físicamente. Pero el que mayor tensión psíquica reclama. El puesto sin términos medios. Héroe o culpable.

El puesto donde no se puede elegir la performance. Llegan cuatro pelotas de gol al arco, dos van a la red y el arquero "anduvo mar, Llegan tres pelotas fáciles, el arquero las contiene y 'no hizo nada Llegan muchas pelotas, las saca todas y entonces sí: "aplausos para el arquero Pero si llegan muchas y entran varias, aunque haya sacado goles hechos, tampoco consigue salvar una actuación.

El puesto que cada día requiere más condiciones y plantea más exigencias. La crítica es más dura. La performance se observa más. Y el error resalta en el microscopio del análisis. 'Bien atajando indeciso para salir flojo entregando". Síntesis crítica con mucho de lápida. "Buen atajador, mal jugador". Juicio más sintético, lápida más pesada. "Vuela mucho, sabe poco". Síntesis más lapidaria todavía.

 

Imagen Antonio Roma
Antonio Roma
 

El arquero de hoy, además de elasticidad, reflejos, coraje, fortaleza física, manos de acero, entereza y capacidad para "adivinar" intenciones, debe conocer el juego. Analizar a los rivales. Tenerlos mentalmente "prontuariados" a los cinco o diez minutos de juego ("este se perfila siempre para su derecha". "aquél siempre denuncia el tiro", "ese otro amaga el shot y siempre la toca", "ojo con aquél, cambia de pierna, sorpresivamente", "aquel otro ¡qué mal le pega!, ¡atenti! que puede ser peligroso... son los que tiran aquí y la maridan allá..."). Resolver situaciones antes que las situaciones se produzcan (salir a cortar juego y evitar atajar, la mejor manera, aunque no la más espectacular, de ser buen arquero). Achicar, achicar siempre los ángulos del arco ('"dos pasos al frente, abro los brazos y no le dejo ni un agujerito para que patee").

En una palabra: desde Guaico y Vacca para aquí el arquero necesitó acrecentar su caudal de conocimientos y acelerar el pulso de su intuición. Después de ellos, de Carrizo en adelante, el arquero pasa a convertirse en un auténtico hombre base para su equipo: el último y más importante eslabón defensivo; el primero y muy vital iniciador de ataques.

Dentro de esa línea de exigencia el campeonato de 1964 marcó el auge de los arqueros.

El mantenimiento de "los viejos" en un plano de calidad superior. El acrecentamiento de un nivel de eficacia que ya, con lo hecho anteriormente por ellos mismos, parecía insuperable.

"Los viejos" fueron Carrizo y Roma. Más sapiente, con más recursos y más dominio del juego, el maestro de Rufina. Más ubicado que nunca, porque hasta ha ganado en trasmisión de simpatía para consumo de las tribunas ariscas (llegó a "ganarle" a la difícil tribuna de Boca...), en su papel de ídolo. No sólo del público. Sino de los colegas más jóvenes, que son "hinchas rabiosos" de Amadeo y confiesan "aprender siempre algo nuevo" cuando lo enfrentan o lo van a ver jugar…

Roma, en racha favorable. Agrandado. Metido a fondo en su rol de "IMBATIBLE''. Convencido de que "NO ME HACEN GOLES". Potencia atlética, gran moral, gran decisión para jugar recursos desesperados de última instancia SIN CONSIDERARSE 'NUNCA VENCIDO. Como resultado: gran promedio de medio gol en contra por partido. Convicción de invulnerabilidad afirmada en números. Mucho de Fernando Bello en eso de "tapar todo el arco con su presencia física". Mucho de Claudio Vacca en eso de tener siempre a mano un recurso más para evitar el "gol hecho'.

El ascenso de "los nuevos". Meteórico en aparición y revelación como el caso del joven Cejas. Espectacular por los progresos hechos de un año para otro, en solidez Y en rendimiento, con la consagración de Santoro. EL ARQUERO DE LA COPA fue el mejor saldo que dejó independiente cuando el Campeón de América aflojó en su mística y enero en el tobogán de la declinación.

 

Imagen Amadeo Raúl Carrizo
Amadeo Raúl Carrizo
 

Santoro hace recordar a Sebastián Gual. En la apariencia física. Aunque su estampa es menos imponente, menas atlética. Y a la hora de jugarse, más todavía.

La tarde del partido que disputaron independiente-River en Avellaneda, Santoro ofreció demostraciones de repentización para resolver situaciones inesperadas que sólo recordamos haberle visto hacer algo parecido a Guaico, en sus tiempos de apogeo como guardián de San Lorenzo o cerca del final de su campaña, en Ferro Carril Oeste.

Frente a un tiro cruzado de Cubilla, voleo cruzado desde la derecha, en trayectoria de arriba hacia abajo, que fue a picar delante de la valla (entre el punto del penal y el área chica), Santoro se arrojó hacia adelante, al corte de la pelota. Pero luego del pique, cuando la pelota se elevó hizo lo que hubiese hecho Guaico. Intentar retenerla podía Significar, por el efecto que traía la pelota, ofrecer el rebote ahí nomás y quedar "planchado" en el suelo, totalmente indefenso. Rechazarla hacia adelante era igualmente peligroso. Tocarla hacia el otro costado equivalía a entregarla sobre una zona "ciega", a espaldas de su vista, sin saber si allí estaba Mas preparando la zurda para empalmar el rechazo. Quedaba un solo camino: tocarla hacia arriba y hacia atrás, para mandarla a comer más allá del segundo palo. Todo eso lo pensó y lo resolvió Santoro en el aire, en un segundo...

En esa jugada y aquella otra intervención del primer partido contra el Inter, cuando salió a tapar sobre los pies de Mazzola el taponazo a quemarropa luego de un pase atrás de Peiró, Santoro acreditó ser dueño del puesto, en lo más difícil que tiene el puesto, en lo que nadie puede enseñar, en lo que se trae desde la cuna: intuición, velocidad de reflejos mentales, juicio claro, decisión nuestra.

 

Imagen Agustín Mario Cejas.
Agustín Mario Cejas.
 

Hijo de un arquero de "los de antes". Francisco Angel Santoro, que jugó en la primera de Ferro allá por el 30 (los viejos hinchas de Estudiantes de La Plata recuerdan que el "indio" Guaita le partió una vez la gorra de un pelotazo...). Modelo de arquero de "los de ahora", Miguel Angel Santoro corporiza a la consagración de 1964 y es uno de los símbolos de este AÑO DE LOS ARQUEROS.

Las superaciones de Gironacci, Miguelucci, Miguel Angel Sánchez. El mantenimiento de una línea sobria y rendidora por parte de Rigni. Las excelentes actuaciones que cumplió Gatti en la primera de River cuando debió reemplazar a Carrizo en partidos oficiales. Los buenos momentos que, dentro de campañas contradictorias, tuvieron el "armenio" Minnoian y el cordobés lrusta.

El todo conforma una temporada de grandes figuras y de grandes actuaciones en el puesto más duro del fútbol. El que contiene atributos que nadie puede enseñar. Pero en el que siempre se puede aprender algo nuevo. Hasta los Carrizos y los Romas... Porque nunca jugaron tanto como en 1964...

 

LA EVOLUCIÓN

Miguel Angel Sánchez. Discreto atajador y mediocre jugador en Lanús. Paulatina pero sostenida evolución en Atlanta. Mejor jugador. Más ágil y más seguro atajador, Porque tenía mejor base de colocación, de anticipo a la jugada, de cálculo para tiempo y distancia. Evolución mantenida y perfeccionada en 1964. Un vistazo a sus calificaciones de cada partido nos permite situar sus actuaciones entre el "bien" y el "muy bien" a lo largo de todo el año. Su promedio de 6,29 puntos en 17 partidos calificados así lo demuestra.

 

Imagen Miguel Angel Sánchez.
Miguel Angel Sánchez.
 

 

LA ÚLTIMA DEL "VIEJO"

Tres fechas antes de la clausura del campeonato Amadeo Raúl Carrizo ofreció la última gran clase magistral del año: Tema: "COMO DEBE JUGAR UN FUTBOLISTA QUE DENTRO DE SU AREA PENAL TIENE LA PRERROGATIVA DE USAR "TAMBIEN" "LAS MANOS". Escenario: la cancha de Gimnasia y Esgrima de La Plata: Platea: cuatro tribunas llenas de "hinchas de Amadeo". Reparto: 21 jugadores más (10 compañeros, 11 rivales), todos "hinchas de Amadeo". Esa tarde el "viejo" hizo de todo: desde atajar penales a sacar tres veces la misma pelota en tres intervenciones consecutivas, pasando por salidas fuera del área para interceptar pelotas, esquivar rivales y apoyar al compañero. El delantero "dribbleado" en la foto es el tandilense Pardo. El partido lo ganó Gimnasia. Pero el gran triunfador de la tarde fue el longevo y sapiente capitán de River...

 

Imagen Amadeo Carrizo junto a Cejas.
Amadeo Carrizo junto a Cejas.
 

 

EL ARCO CADA VEZ MAS CHICO

A medida que avanzaba el campeonato fue incubándose en toda la afición futbolística una misma ilusión óptica: el arco que defendía Antonio Roma era cada vez más chico... Incluso parecieron participar de esa impresión los delanteros rivales. Por eso en la red de Roma ocurría un fenómeno especial: NO SE PODÍAN MARCAR GOLES. 15 contrastes en 30 partidos, cifra nunca vista en nuestro fútbol, hablan por sí solos de un año excepcional del atlético guardián de los campeones.

 

Imagen Roma.
Roma.
 

 

LA INCÓGNITA

Agustín Irusta. Proyecto de "Carricito" en 1963. Por reflejos y estilo en la misión básica de atajar pelotas. Por anticipo mental y físico en la función de cortar juego. Por su buen dominio técnico (con las manos y con los pies), involución de 1964. Con momentos de ausentismo, de distracción, que le han quitado regularidad a su rendimiento, tiene condiciones. Debe seguir evolucionando. Su futuro muestra abierto un signo de interrogación. A él toca convertirlo en respuesta afirmativa.

 

Imagen Irusta.
Irusta.
 

 

LA REVELACIÓN

Agustín Mario Cejas. El guardavalla del juvenil que cubrió el arco de la primera de Racing con el aplomo y la serenidad de un consagrado. Arquero de línea del gol y de toda el área. Analista y volador. Síntesis de eficacia y estilo. Lo de Tokio —fue de los que vivieron y sufrieron contra Ghana y Japón— afectó su rendimiento posterior. Pero no borró su condición de gran promesa cercana a la más completa realidad. Su mayor virtud: sigue el dictado de la lógica. Pero tiene gran recuperación ante la sorpresa de la ilógica.

 

Imagen Cejas.
Cejas.
 

 

 

Por JUVENAL (1964).