¡Habla memoria!

1972. ¿Quién me agarró la amarilla?

No aparece la tarjeta amarilla. Nunca se supo si la tarjeta se cayó del bolsillo del árbitro o si fue retenida unos minutos por los pícaros futbolistas. Ocu­rrió el 29 de oc­tu­bre de 1972, en San Lo­ren­zo frente a La­nús.

Por Redacción EG ·

26 de noviembre de 2019

El extraño caso de la tarjeta saltarina

 

A Luis Pes­ta­ri­no se lo co­no­ce co­mo un ex ár­bi­tro pin­to­res­co, por ele­gir un ad­je­ti­vo.

De to­das sus anéc­do­tas una in­gre­sa­rá en el ru­bro ¿Qué sa­be us­ted del re­gla­men­to de fút­bol?

Ocu­rrió el 29 de oc­tu­bre de 1972, mien­tras ju­ga­ban San Lo­ren­zo y La­nús (ga­nó el equi­po de Boe­do por 5 a 0 con una ac­tua­ción bri­llan­te del Ra­tón Aya­la, que esa tar­de con­vir­tió 3 go­les). Cuan­do es­ta­ba por amo­nes­tar a Vic­to­rio Coc­co el ár­bi­tro no en­con­tró la tar­je­ta ama­ri­lla en su bolsillo.

Fue en­ton­ces que la mul­ti­tud ob­ser­vó la es­ce­na de la fo­to. Pes­ta­ri­no mi­ran­do el cés­ped y un gru­po de ju­ga­do­res de los dos equi­pos ayu­dan­do al juez a bus­car la tar­je­ta sal­ta­ri­na.  Por un rato, todos recorrían el campo como aquellos baqueanos que siguen las huellas de una presa. Uno de ellos, para hacer más elocuente la ayuda, pateaba la tierra.

“Yo sa­qué el pa­ñue­lo de mi bol­si­llo en el que siem­pre guar­da­ba las tar­je­tas y una Vir­gen­ci­ta pa­ra que me tra­je­ra suer­te –re­cuer­da hoy Pes­ta­ri­no–.Pe­ro la tar­je­ta ama­ri­lla no es­ta­ba y pen­sé que se me ha­bía caí­do. Co­mo no apa­re­ció tu­vi­mos que se­guir el de­sa­rro­llo normal del par­ti­do; al ra­to vie­ne el Sa­po Vi­llar (el más pe­ti­so en la fo­to) y me di­ce ‘per­dió es­to re­fe­rí’. El pú­bli­co se ma­ta­ba de ri­sa. Pa­ra to­dos que­dó co­mo el par­ti­do en que al ár­bi­tro le hur­ta­ron la tar­je­ta.”

Imagen Un grupo de jugadores de San Lorenzo y Lanús ayuda al árbitro Pestarino a buscar su tarjeta amarilla en el césped.
Un grupo de jugadores de San Lorenzo y Lanús ayuda al árbitro Pestarino a buscar su tarjeta amarilla en el césped.

El he­cho no fue acla­ra­do ja­más, ni se hi­zo una de­nun­cia en la co­mi­sa­ría más cer­ca­na. Eran otros tiem­pos. Tiem­pos de me­nos dra­ma­tis­mo en el fút­bol. Tiem­pos de pi­car­día sa­na y cre­cien­te so­li­da­ri­dad en la so­cie­dad. Y tiem­pos en los que los jue­ces de lí­nea no lle­va­ban en su equi­po re­gla­men­ta­rio un par de tar­je­tas de re­pues­to.

Si es­te he­cho se pro­du­ce en el 2001 el ár­bi­tro de­be pe­dir­le la “tar­je­ta su­plen­te” a sus co­la­bo­ra­do­res. Y si los jue­ces de lí­nea son po­co pre­vi­so­res ten­drá que re­cu­rrir al cuar­to ár­bi­tro, vee­dor o quien ten­ga a ma­no.

Eso sí, no te­ne­mos idea de lo que su­gie­re el cues­tio­na­do Tri­bu­nal de Dis­ci­pli­na­ pa­ra ju­ga­do­res que ma­no­tean la tar­je­ta du­ran­te unos mi­nu­tos.

 

 

Por Pablo Llonto (2001).