¡Habla memoria!

2001. Chicago es de Primera

Comenzó el torneo para zafar del descenso y, gracias a una campaña sensacional, ascendió por segunda vez en su historia. Mataderos delira.

Por Redacción EG ·

22 de noviembre de 2019

“Fue una tar­de inol­vi­da­ble. Pen­sé que ha­bía llo­ra­do tan­to por to­das las emo­cio­nes fuer­tes por las que atra­ve­sé en las se­ma­nas an­te­rio­res con la en­fer­me­dad de mi hi­ja. Pe­ro no, la ale­gría que sen­tí fue inex­pli­ca­ble. Sen­tí co­mo nun­ca la fe­li­ci­dad de to­do un pue­blo”.

El que ha­bla es Ch­ris­tian Gó­mez, Go­mi­to pa­ra los que lo quie­ren co­mo com­pa­ñe­ro y ami­go y tam­bién pa­ra su hin­cha­da, que de­li­ró el sá­ba­do con el sue­ño he­cho rea­li­dad: Chi­ca­go en Pri­me­ra por se­gun­da vez en su his­to­ria (pa­sa­ron 20 años de la pri­me­ra vez que as­cen­die­ron). El del sá­ba­do fue 3-2 an­te Ins­ti­tu­to de Cór­do­ba, un ida y vuel­ta in­ten­so que ter­mi­nó con fes­te­jo vi­si­tan­te y con to­do el de­li­rio de Ma­ta­de­ros, sim­bo­li­za­do en esas ocho mil per­so­nas que col­ma­ron la tri­bu­na vi­si­tan­te.

“La sen­sa­ción, aho­ra en frío, es igual a la que vi­vi­mos el sá­ba­do en la can­cha –si­gue Gó­mez–. As­cen­der a Pri­me­ra es cum­plir con un sue­ño que to­do el equi­po te­nía. Por­que es­te equi­po es­tá for­ma­do por pro­fe­sio­na­les, pe­ro prin­ci­pal­men­te por aman­tes de es­te de­por­te. Y co­mo fut­bo­lis­tas que so­mos, nues­tro or­gu­llo pa­sa­ba por ju­gar en Pri­me­ra. Al ver el es­fuer­zo de to­dos mis com­pa­ñe­ros y ver a esa gen­te que a pe­sar de los pro­ble­mas eco­nó­mi­cos que es­tá atra­ve­san­do se fue co­mo pu­do has­ta Cór­do­ba pa­ra apo­yar­nos, me di cuen­ta de que es­te as­cen­so es más que jus­to. Y emo­cio­na por­que en Chi­ca­go hay un co­ra­zón enor­me, que ti­ra pa­ra un mis­mo la­do y es un club en don­de las per­so­nas es­tán por en­ci­ma de to­do”.

Go­mi­to con­ti­núa sen­si­ble. Su agra­de­ci­mien­to a Agus­ti­na y Ga­brie­la –hi­ja y es­po­sa– es eter­no. Y pa­ra sus com­pa­ñe­ros, no aho­rra las gra­cias: “Soy hin­cha de Chi­ca­go des­de siem­pre. Es­te club es­tu­vo siem­pre con­mi­go, y no ol­vi­da­ré nun­ca có­mo me ban­có el gru­po. Cuan­do es­ta­ba mal, cuan­do no pu­de es­tar con ellos (pro­ble­mas per­so­na­les le im­pi­die­ron es­tar en la re­van­cha con Quil­mes y en la pri­me­ra fi­nal an­te Ins­ti­tu­to, en Ma­ta­de­ros), ellos es­tu­vie­ron con­mi­go. Sin ca­re­tas, si­no con sin­ce­ri­dad. Qui­zá por to­do es­to que te­nía aden­tro me sa­lie­ron las co­sas, Además por­que to­do el equi­po ju­gó bien y creó las si­tua­cio­nes pa­ra que los de­lan­te­ros con­vir­tie­ran”, ex­pli­có Gó­mez.

Imagen El Gomito, en su noche de gloria. Todo Mataderos deliró con el ascenso.
El Gomito, en su noche de gloria. Todo Mataderos deliró con el ascenso.

Chi­ca­go vol­vió en ca­ra­va­na. Con más ban­de­ras ver­des y ne­gras de las que pu­die­ron ima­gi­nar reu­nir. En Cór­do­ba, en tan­to, que­dó un equi­po he­ri­do con la mis­ma sen­sa­ción que cuan­do Ban­field se ase­gu­ró el pa­se a la fi­nal por el pri­mer as­cen­so (des­pués de­rro­tó a Quil­mes) ga­nán­do­le tam­bién a Ins­ti­tu­to.

Su­pers­ti­cio­nes al mar­gen, los de Ma­ta­de­ros se alo­ja­ron en el mis­mo ho­tel que Ban­field, se en­tre­na­ron a las mis­mas ho­ras y en las mis­mas can­chas au­xi­lia­res del club Atlé­ti­co, y lle­ga­ron exac­ta­men­te dos días an­tes del par­ti­do. ¿Ca­sua­li­dad? “No ten­go idea –di­ce Go­mi­to­–. Siem­pre hay cá­ba­las en un equi­po, pe­ro las de Chi­ca­go tie­nen que ver con co­sas nues­tras, que se fue­ron ge­ne­ran­do a lo lar­go de la cam­pa­ña, y nun­ca mi­ra­mos a los de­más. Lo im­por­tan­te es que tra­ji­mos lo que fui­mos a bus­car: el as­cen­so”.

 

 

El Gráfico (2001).