Vedere Diego e dopo morire
Nápoli no atravesaba su mejor momento, era doloroso ver al equipo que de la mano de Maradona le había mojado la oreja a los poderosos, podía llegar a desaparecer.
Acalorado tras su primera recorrida por un desolado San Paolo que en poco tiempo rebasaría con el fútbol de su zurda, ingresó en el vestuario para refrescarse y desde esas duchas, en las que unos años más tarde festejaría bañado en gloria, Diego Maradona lanzó un comentario que marcó el comienzo de su recíproco idilio con Napoli: “Cabezón, esto es Argentinos Juniors”. Las palabras dirigidas a su representante, Jorge Cyterszpiler, ese 4 de julio de 1984, dan una acertada dimensión del destino que acababa de incorporarse a la vida del Diez.
Quebrado por el desprecio y la discriminación de una porción de los culés del Barcelona, con el recuerdo latente de una inoportuna hepatitis, y con su zurda varita asimilando nuevos trucos merced a la criminal patada de La Bestia Negra del Athletic, Andoni Goicoechea, el astro arribó a Nápoles para convertirse él mismo en los cimientos de una mole que se construyó por obra y gracia de sus pases mágicos.
Fue instantáneo. Un flash. Amor eterno con sólo una mirada o ni siquiera eso. Harto de cierta aristocracia catalana, Napoli significó para Diego un volver al pasado, a sus orígenes. Desde aquel 5 de julio en el que 80.000 napolitanos se dieron cita sólo para verlo juguetear con su inseparable socia, en ese estadio San Paolo que un día antes había elegido como su templo, Maradona se erigió como el mesías de una ciudad humilde, popular y laburadora, con sus callejones empedrados, su pasado nostálgico y ese costado marginal tan característico en Forcella y Vicaria. Con tanto aroma a Villa Fiorito.
Diego se sintió en casa. Se encontró con la sencillez de Argentinos Juniors y la pasión fervorosa de Boca. Todo Nápoles lo elevó al altar de san Gennaro, para muchos, el autor del milagro del arribo del Diez. Profeta en su tierra adoptiva, Maradona condujo al equipo del Sur a tocar el cielo con ambas manos. Napoli se les plantó sin titubear a los gigantes del Norte y, guiado por su santo en la cancha, cosechó algo que jamás había soñado en su terrenal vida: dos scudettos, una Copa Italia, una Copa UEFA y una Supercopa de Italia. Durante 6 años y 9 meses, el San Paolo fue el templo del astro. El adiós a su tierra prometida llegó el 1º de abril de 1991. En esa primavera italiana, la mole del Sur perdió sus cimientos y esa estructura gigante y maravillosa comenzó a inclinarse y a resquebrajarse como si fuera la Torre de Pisa.
Doce temporadas después de la partida de Diego, Napoli se encuentra anteúltimo en la Serie B, con el temido primer descenso de su historia a la C1 a la vuelta de la esquina, con gravísimos problemas económicos que pueden hacerle correr el mismo destino que la desaparecida Fiorentina y con sus tifosi con el alma herida añorando la vuelta del profeta.
EL BUENO. “Maradona provocó el cambio fundamental en Napoli. En el fútbol y en todo. Le dio una categoría distinta, otro perfil de importancia. Hasta ese momento había jugadores que no querían ir a los equipos del Sur.” Daniel Bertoni desembarcó en el club partenopeo en la misma temporada que Diego y durante dos campañas fue testigo de lo que significó el astro para los napolitanos. “En su momento era más que san Gennaro. Por esa pasión y ese amor de sus hinchas, Napoli es el lugar en el mundo para Diego”, cuenta el ex delantero de la Fiore, quien se peleaba con el Diez a la hora de patear los tiros libres.
En la despareja lucha racial entre el Sur empobrecido y olvidado y la abundancia asfixiante del Norte, Maradona jugó un partido fundamental. No era extraño que cuando el Napoli visitaba a la Juventus o al Inter, los hinchas locales recibieran a los tifosi campanos con banderas que incluían leyendas del tipo “bienvenidos a Italia” o al grito de “terrones”, algo que a Diego nunca le afectó. “Justo a mí me quieren correr con eso. Yo nací cabecita negra y a mucha honra”, decía. Con sus palabras y sus pinceladas en la cancha, el profeta fue convenciendo a sus feligreses de que los pobres también pueden pelear y soñar. “Ese orgullo se empezó a manifestar luego de la victoria 1-0 ante Juventus, en la temporada 85/86, con un golazo de Diego”, recuerda el periodista y ex jefe de prensa del astro, Guillermo Blanco.
Poco importaban las distancias, los tifosi sureños acompañaban siempre en caravanas multitudinarias, con el buen augurio y la protección de su santo en la Tierra. Ese orgullo que en épocas maradonianas entraba en erupción como el Vesubio, se fue apagando al son del alejamiento de su fuente de inspiración. “¿Cuánto influye este presente en el orgullo del napolitano? ¡Muchísimo! Si dejan de comer para ver a su equipo. Debe ser un gran dolor para ellos”, intuye Bertoni.
Hasta la llegada de Diego, Napoli había estado cerca del scudetto en contadas oportunidades y sus únicos dos festejos habían sido en la Copa Italia. “Cuando llegué parecía que era un equipo grande, pero, a medida que fue pasando el tiempo, me di cuenta de que no era así. Napoli era un equipo chico al que Maradona hizo grande. La gente se quedó con la imagen del club poderoso y exigía campeonatos.” El análisis de José Luis Calderón, quien pasó por el club en la temporada 97/98, tras la cual Napoli descendió a la Serie B, pinta de lleno la magnificencia del ídolo. “Creo que ningún jugador significó tanto para un club como Maradona para Napoli”, afirma.
Por eso, son más que entendibles las demostraciones de afecto para el astro que se dieron desde su partida. En las malas, sobre todo, y en las pocas buenas. “Lo que me llamaba la atención es que le cantaban a Maradona. Se me ponía la piel de gallina, no lo podía creer. La preferida de los hinchas y la que a mí me emocionaba muchísimo era la que dice ‘oh, ma, ma, ma, Maradona’”. El himno al que Luciano Galletti hace referencia fue el predilecto de los tifosi durante el reinado del Diez. “Ho visto Maradona/ innamorato sto.”
El Huesito, hoy delantero del Zaragoza, jugó en el Napoli en la temporada 99/2000 y logró el ascenso a la Serie A, la última alegría del pueblo partenopeo. “Cuando estábamos por subir se rumoreaba que el Diego iba a ver el partido contra el Brescia y se llenó el estadio. Al final no fue, pero se agotaron las entradas y las banderas ocuparon toda la cancha. Ojo, siempre había trapos de su época, pero ese día fue impresionante”, recuerda el ex jugador de Estudiantes. Tras el ascenso se retiró la camiseta número 10 en homenaje al Diego y da la sensación de que lo que comenzó como un homenaje terminó quitándole al Napoli las últimas chispas de magia, ya que desde allí no hace más que sumar pálidas.
Claudio Husain, el testigo argentino más próximo del punto cumbre de la decadencia napolitana, da el veredicto actual. “Lo tienen allá arriba. No hay un taxista o un bar que no tenga fotos de él. Diego es considerado un santo. Y más en este momento que está atravesando el equipo.” La pésima campaña que el club está realizando hoy en la Serie B le costó la cabeza al técnico Franco Colomba, quien se despidió tras la derrota 4-0 ante Ascoli, y al director deportivo Pietro Marchetti.
El hecho de seguir en segunda fue motivo suficiente para que el interés de los tifosi disminuyera. “Para esta temporada se vendieron 6.500 abonos. ¿En la época de esplendor? Y... 50.000.” ¡Mamma mia! Obviamente, esplendor es igual a Maradona, sin embargo, el abogado Gianluca Vigliotti, directivo del Napoli, tiene otras razones. “Todos los clubes italianos perdieron abonados, fundamentalmente por las transmisiones de partidos por televisión.” Donde no hay dudas que no debe haber influido la tevé es en la cantidad de hinchas que acompaña al equipo. “La squadra está bastante mal. De local empezaron viniendo 30.000 personas y ahora son unas 15.000. Y de visitante viajan entre 500 y 1000”, añade Vigliotti.
No hay dudas, la concurrencia de los tifosi es inversamente proporcional a la calentura de los mismos. Testigo irrefutable de esta ecuación es el capitán del equipo, Francesco Baldini, quien tras el empate 0-0 ante Palermo fue interceptado por un grupo de vándalos que lo golpearon con bates de béisbol, destruyeron su auto y lo dejaron internado en el hospital por una noche. “A mí también me siguieron unos tipos arriba de unos scooters, pero no me agarraron. Lo que pasa es que ya van tres años en Napoli y a los callejones me los conozco todos”, comenta con envidiable sangre fría el Turco Husain.
Desde aquel cobarde ataque, la vida de los jugadores del Napoli cambió radicalmente. “Tenemos custodia. Yo no salgo de mi casa desde hace un tiempo. Y la verdad es que me dan ganas de vivir de otra manera”, afirma el jugador de la Selección.
Justamente, el hecho de haber participado del Mundial de Corea-Japón con el equipo de Marcelo Bielsa provocó que los hinchas y la prensa napolitana depositaran en el Turco buena parte de la esperanza de salvación. “Por ser argentino vivo sometido a una prueba constante. Siempre esperan que haga algo de lo que hacía el monstruo, pero no entienden que monstruo hubo uno solo. Pretenden que meta 10 goles por campeonato o empiece a tirar caños y yo juego igual que lo hacía en la Argentina”, cuenta el ex volante de Vélez.
EL MALO. “Grazie Ferlaino, grazie Napoli.” Sobre esa bandera azul con letras blancas, en agradecimiento al gestor de su llegada a Italia, Diego realizó sus primeros chiches en su presentación en el San Paolo. En 1984, Corrado Ferlaino dio el golpe maestro de su gestión, más allá de que no estuviera muy convencido: “Maradona es un buen jugador, pero yo preferiría que viniera Sócrates”. Aparentemente, la imagen de su mansión apedreada por los tifosi lo hizo cambiar rápido de parecer. Entonces, sí, a cambio de 7.500.000 dólares, Diego dejó Barcelona.
Ferlaino, poderoso empresario de la construcción, había logrado hacerse de los destinos del Napoli en enero de 1969, con sólo 37 años. “Era un dirigente muy hábil”, recuerda Bertoni. A pesar de esto, hasta la llegada de Maradona, los scudettos le dieron la espalda. Todo marchó sobre ruedas hasta mediados de 1989. Allí, la tácita tregua sustentada por los múltiples títulos de la squadra, no soportó la erosión de las tensiones acumuladas entre astro y presidente y la relación nunca volvió a ser la misma. El conflicto final se había iniciado unos días antes de que el Napoli ganara la Copa UEFA. Casi sin querer, Diego faltó al partido frente a Bologna por la Liga. A causa de un crónico dolor lumbar no viajó junto con el plantel y cuando quiso hacerlo se encontró con que Ferlaino había cancelado la reserva del hotel. Las primeras sospechas sobre la profesionalidad de Maradona provocaron su estallido: “El año próximo me voy. Estoy muy cansado”.
La silbatina de una pequeña porción del San Paolo cuando Diego pidió el cambio, a los 17 minutos del partido ante Pisa, a raíz de un estiramiento del bíceps femoral de la pierna derecha, no hizo más que agudizar la situación. Para agregarle más leña al fuego, Ferlaino desechó la oferta del Olympique de Marsella para comprar al Diez, sin siquiera consultarlo. Enfurecido, Maradona partió con la Selección a jugar la Copa América 89, en Brasil. Llegaron las vacaciones y Diego se tomó 48 días para volver a Italia.
En ese período, las discusiones y amenazas estuvieron a la orden del día, pero el profeta retornó dispuesto a seguir predicando. La obtención del segundo scudetto y de la Supercopa no lograron cicatrizar las heridas provocadas por la tensa relación con Ferlaino y la convivencia se hizo insostenible, mucho más luego de la eliminación de la Copa de Campeones. El final llegó rápido. Se hizo realidad el día que saltó el control antidoping del partido jugado el 17 de marzo de 1991 ante Bari. Diego denunció que le habían hecho la cama, pero la cuestión es que ya no había retorno: el 1° de abril de 1991 Maradona abandonó su tierra prometida apuntando toda su munición hacia la cabeza de Ferlaino, quien quedó en el ojo de la tormenta.
No fueron fáciles los años siguientes para el mandamás y no sólo por el profundo desprecio de los tifosi. “Los problemas económicos de Napoli comenzaron en 1993, junto con los de su presidente –cuenta Angelo Carotenuto, periodista de La Gazzetta dello Sport-. En Italia estalló un escándalo de coimas en la política y en el empresariado, y Ferlaino estaba embrollado en una pequeña parte. Esto le trajo problemas como ingeniero y empresario. Y como el Napoli no tenía a sus espaldas una gran empresa industrial, como puede ser Fiat para la Juventus o Pirelli para el Inter, Ferlaino debió comenzar a vender a sus mejores jugadores.”
Con el equipo en liquidación, el rendimiento deportivo mermó ostensiblemente. “En el 95, Napoli tuvo problemas para inscribirse en el campeonato. Así que debió pedir a los clubes grandes que le cedieran por un año a los jugadores que no utilizarían. Por supuesto, esto generó grandes problemas”, relata Carotenuto. El desenlace de esta historia fue el descenso a Serie B, en 1998, lo que agravó mucho más el panorama.
A pesar de que el equipo volvió a la A luego de dos años, la crisis se tornó insostenible para el presidente, quien debió buscar socios para poder evitar la quiebra de sus empresas. “En julio de 2000, Ferlaino, quien por 30 años fue el propietario único del Napoli, le vendió el 50 por ciento de sus acciones a un empresario llamado Giorgio Corbelli”, cuenta el periodista. Sin embargo, la llegada del nuevo mandamás fue sólo una solución momentánea. Los graves problemas monetarios, que empeoraron con el nuevo descenso, siguieron acosando al club partenopeo y la necesidad de sumar un nuevo socio se hizo inmediata. Las múltiples maniobras para mantener vivo al Napoli dejaron como saldo el alejamiento definitivo de Ferlaino en febrero de 2002 y le dieron paso a Salvatore Naldi, el actual presidente, quien en mayo pasado se comprometió a comprar el 100 por ciento del Napoli.
EL FEO. A pesar del peligro de descenso a la C1, los problemas deportivos comparten cartel de gravedad con los económicos. “El total de lo que debe la sociedad se calcula en 76.000.000 de euros”, afirma Carotenuto. “De ese monto, 20.000.000 adeuda Napoli y el resto el presidente Naldi”, aclara Francesco Marolda, periodista de Il Mattino. Ojo, la suma amenaza con seguir aumentando porque al plantel le deben 4 meses de sueldos. Es decir, en esta temporada, el club sólo le abonó un mes y medio de salario a sus jugadores. Por supuesto, a eso hay que sumarles los impuestos y el pago del alquiler del San Paolo al municipio, al que en octubre pasado la sociedad pidió llamar Diego Maradona. “Además, Napoli debe abonarle al Sporting Lisboa 2.500.000 euros, que todavía no se han pagado, por Saber y Vidigal, quienes llegaron en el año 2000”, comenta el periodista.
Más allá de esta realidad, Naldi se muestra confiado en hallar un socio para salir del mal paso. Sin embargo, la ecuación no resulta tan sencilla. “Como los resultados deportivos son malos, para un industrial o un empresario es más fácil esperar a que la sociedad tenga más dificultades, como sucedió con la Fiorentina. Porque cuando el presidente Cecchi Gori buscaba socios para salvarla, todos los que querían comprar el club esperaron la quiebra para hacerlo por menos dinero, en la serie C.”
Los plazos indican que a Napoli no le queda mucho tiempo para hacer frente a los 20.000.000 de euros, aunque algunos confían en la venta salvadora de algún jugador. “En junio, la Federación y la Liga de Calcio le impondrán que sanee sus cuentas. Si aún no les pagó el sueldo a sus jugadores y no tiene su balance en línea con las reglas de la Liga y Federcalcio, no podrá inscribirse en el campeonato. Así esté en la Serie A, se haya quedado en la B o haya descendido a la C1, será excluido del fútbol profesional y deberá comenzar a jugar por las categorías amateurs”, confirma el periodista.
En caso de tocar fondo, lo más probable es que, como pasó con la Fiore, en reconocimiento a sus méritos deportivos y como premio a su glorioso pasado, el Napoli pueda empezar desde la Serie C2, la última categoría profesional, aunque con otro nombre y, sin dudas, con otra identidad. ¿Ver a Diego y después morir? Por lo pronto, esa estructura que supo ser enorme, ganadora y bellísima, se mantiene en pie a duras penas, hecha una ruina y al borde del derrumbe. Sin poder comprender su destino, sus feligreses, con el alma en pena, le rezan a san Gennaro para que su santo en tierra regrese a intentar reconstruirla y así evitar un final que parecería estar escrito y ya lleva doce largas temporadas de una triste y cruel agonía.
las tres estaciones del Napoli
EL PURGATORIO (1926-1984)
● Si a los clubes los hace grandes su gente, Napoli fue grosso desde siempre. Igual, previo a la llegada del Diez, sus vitrinas penaron por su amplio espacio libre. El club partenopeo sólo ganó la Copa Italia en 1961/62, tras vencer 2-1 a Spal en la final, con la participación del argentino Juan Carlos Tacchi, y en 1975/76, tras golear 4-0 a Verona, con el aporte del rústico lateral Orlandini.
● En la Liga terminó segundo en las temporadas 1967/68 y 74/75. Y descendió a la Serie B en 1941/42, 47/48, 60/61 y 1962/63.
● Las principales figuras de esos tiempos fueron Enrique Omar Sívori, el holandés Krol y los brasileños Dirceu y Vinicio.
EL PARAISO (1984-1991)
● Más de 85.000 tifosi reventaban el San Paolo y de visitante había excursiones multitudinarias. Por el fervor popular, Diego no podía salir de su casa.
● El primer scudetto y la Copa Italia llegaron 1986/87. Hasta ahí, sólo Torino (42/43) y Juventus (60/61) habían ganado los dos torneos en una temporada. En 1988/89 se ganó la Copa UEFA. Luego de dos segundos puestos en la Liga, en la 89/90 llegó otro scudetto y la Supercopa de Italia, el último trofeo del club y de Diego. Ah, en 1987/88 fue goleador del torneo con 15.
● Maradona brilló con 115 goles en 259 partidos, pero Giordano, Careca ( la Fórmula Ma-Gi-Ca), De Napoli, Ferrara y Carnevale, entre otros, se destacaron.
EL INFIERNO (1991-2003)
● En la actual temporada, como mucho, 15.000 personas alientan al Napoli en el San Paolo. Y de visitante, entre 500 y 1.000, dependiendo de la distancia. Se les escapó la tortuga.
● Mejor que los jugadores no salgan mucho de sus casas porque los tifosi están que trinan. Ya la ligó Francesco Baldini.
● Tras el adiós de Diego, el momento más feliz fue el ascenso a la Serie A en 1999/2000. Lo mejor en Primera fue el cuarto puesto en 1991/92. Por otro lado, en 1996/97 llegó a la final de la Copa Italia, pero perdió ante Vicenza.
● Los top de esta etapa oscura fueron Daniel Fonseca, Gianfranco Zola y Fabio Cannavaro, en los comienzos, y Di Canio.
La difícil herencia
Cuentan que Gianfranco Zola fue elegido por Maradona como su sucesor y que, en un partido ante Pisa, Diego le cedió la 10. Tras el adiós del astro, “Marazola” jugó 67 partidos y marcó 24 goles.
Fausto Pizzi se incorporó al Napoli en la temporada 1995/96, luego de marcar 11 goles en 36 partidos y ser importante en el ascenso de Udinese. En la Serie A hizo 3 en 32. ¡¡¡Mamma mia!!! Huyó al Perugi.
Casi un abuso, el brasileño Beto se calzó la 10 en la temporada 1996/97. Jugó 22 partidos y anotó 4 goles, pero la nostalgia por su tierra y el carnaval (qué raro, ¿no?) lo alejó del calcio y de las tierras napolitanas.
En 1995/96, Igor Protti hizo 24 goles en 33 partidos para Bari. Ahí pasó a la Lazio donde marcó 7 en 27. Con esos antecedentes, en la 97/98 se puso la maglietta di Diecó y decepcionó: 4 en 27. ¡Figlio di...!
Claudio Bellucci tuvo el honor de ser el último en usar de manera oficial la 10. Fue en el ascenso de Napoli a Primera, en 1999/2000. Esa temporada jugó 20 partidos y anotó sólo 6 goles. Y bue, por lo menos ascendio.
DISPUESTO A PONER EL HOMBRO
El manager de Diego dijo que El Diez está triste por Napoli, que quiere ayudar y espera un llamado.
Toda esta situación que está atravesando Napoli, Diego la está sintiendo muchísimo. Hace unos días vio la derrota 4-0 con el Ascoli, después de mucho tiempo sin mirar un partido, y se quería matar. Yo me enteré por él que el equipo está muy cerca de la Serie C y no lo podía creer. Su sensación es que dejaron caer al club. En su época, Napoli era uno de los equipos más importantes de Italia y ahora tocó fondo. Por supuesto, Diego está dispuesto a ponerle el hombro a esta complicadísima situación. Lo que no se puede creer es que Napoli todavía no haya reaccionado para convocarlo de algún modo, de asesor, de manager, de técnico, de lo que sea.
Hay que darle importancia a Diego. El era un equipo solo. Pasaron tres presidentes distintos y a pesar de que la gente ama a Diego no lo llamaron. Algo hay. Con Ferlaino no había vuelta que darle porque le inventó un doping para sacárselo de encima después de que había ganado todo. Pero con los demás habría que ver. Tanto Corbelli en su momento, como ahora Naldi, llegaron con la bandera de convocarlo, pero ¿quién hizo la oferta?, ninguno.
En Boca pasó lo mismo. Cuando se fue Bianchi, el teléfono no paraba de sonar. Que el vocal, que un dirigente, que otro. Es una constante de poner su nombre para ganar adeptos. La cuestión es que en septiembre, Diego era el candidato obligado. Después, en la nómina de diciembre no figuraba. Cómo se puede explicar. Acá somos así. A los ídolos los escupimos, los insultamos, somos críticos, decimos que está gordo y no pensamos que Diego fue el más grande de todos los tiempos. Hubo gente que con la foto de Diego pasó fronteras y que hasta salvó su vida. Hay que tener esas cosas en cuenta.
Volviendo a la situación de Napoli, Diego le mandó decir a los napolitanos que “este es un escollo más que hay que superar”
Por Guillermo Coppola.
Los sueños del otro Maradona
Es invierno en Nápoles, pero la voz de Cristiana Sinagra se siente cálida. Ante el llamado de El Gráfico desde la Argentina, accede gustosa al diálogo telefónico: “Diego está muy contento porque acaba de pasar al equipo Primavera, la categoría previa a la squadra”. Diego es Diego Maradona Junior, de 16 años, hijo del astro y la napolitana, quien se transforma en el centro de la charla. “El vive la situación actual como todos los napolitanos enamorados de su club: muy triste. Siempre va a la cancha y por ser humilde es adorado por la gente, que espera verlo jugar pronto en la mayor.”
A la hora de hablar de sus sueños, el joven volante “con vocación ofensiva” describe sus anhelos: “Quiero llegar a la Selección Argentina, pero es difícil, porque sólo me conocen en Italia”, admite el juvenil que, vaya capricho del destino, es diestro. Ojo, no hay que olvidar que tuvo un paso por la Sub-17 azzurra. “Mi anhelo es jugar en Napoli, en Italia no iría a otro equipo –confiesa–. Además me gustaría ayudar a los chicos argentinos que pasan hambre porque me siento medio argentino y medio italiano. Amo mucho su tierra.” Con respecto a la relación con su padre, su mamá sostiene: “Diego quiere mucho a su papá. Lo entiende y tiene compasión y comprensión por él. Es grande y ya superó el hecho de que su papá no esté.
Casi un lustro atrás, hubo un aviso de la crisis por venir
El principio del fin
Quien vivió al lado de Diego Armando Maradona en la época dorada, con su agudez periodística escribió un artículo que, lejos de estar desactualizado, podría haber sido escrito hoy y reflejaría cabalmente lo que ocurre en el club partenopeo y lo que sufre una hinchada que supo llenar estadios y ahora se deprime por el futuro.
Por Guillermo Blanco.
Una troupe de la televisión francesa realizó un video excepcional sobre Diego Maradona y el primer scudetto logrado para el Napoli durante la temporada 1986/87. Calidad superlativa, descripción justa de la cotidianidad del pueblo partenopeo, imágenes acertadas para mostrar el esfuerzo físico de Diego –por entonces peleando en secreto contra la cocaína–, y la dimensión extraterrestre de su fútbol aún vivo.
Como el chan chan de un tango de Gardel y Le Pera, la película terminaba con un napolitano treintañero tocando el trombón, cuando el desmesurado festejo había concluido. El muchacho hacía sonar una música lánguida en medio de la oscuridad de una imponente y vacía galería, cuando de pronto bajó el instrumento y cerró la obra con un simple “chi siamo” (somos así), elevando los hombros sobre el cuello.
Acaso hombre y trombón hayan vuelto a la misma escena este sábado a medianoche –sin TV francesa de por medio, porque ya no está Maradona–, luego de que sus coterráneos hayan regado las ondulantes calles del Vómero, de Forcella, de la Sanitá y de la fina Poillipo, con las lágrimas del adiós a la Serie A del fútbol italiano. Habrán estado Gennaro Montuori –capo vitalicio de gran parte de la hinchada–, tal vez el argentino José Alberti –quien acaba de volver de Buenos Aires, donde gestionó la fantasiosa “repatriación” de Diego al Napoli como jugador, manager, presidente, aguatero o lo que fuese–. Y seguramente sentirá un dolor en el pecho, de esos que sólo puede llegar a sufrir la gente sensible, ese ex símbolo del equipo llamado Antonio Jiuliano, ni más ni menos quien dirigió la ciclópea tarea de comprarle al Barcelona a Maradona, junto al manager de Maradona, Jorge Cyterszpiler.
El Napoli se fue al descenso es la noticia que duele a aquellos que hemos compartido tanto partido, tanto entrenamiento, tanta vida en común con ese punto del mundo singular, donde todo es elevado a la enésima potencia. La alegría, la tristeza, el orgullo, la improvisación, la tragedia que plasmó el actor Pepino De Filippo.
Acaso como ocurriera con el mismísimo Diego en los tiempos en que el periodismo del mundo no le quitaba los ojos de encima. A vivir todo de modo superlativo y exteriorizarlo como una erupción vesubiana. El ego, la bondad, la maldad, la obsesión, la ilusión, y esa agonía que la desfalleciente novia napolitana reflejó cántandole al soldado amado que se aleja lentamente por el Mar Tirreno rumbo a la guerra.
No ocurría esto de irse a la Serie B desde la temporada 1962/65, pero aquello perteneció a otra etapa en la historia. Simplemente porque no había pasado por allí nadie llamado Maradona, y Sívori todavía no asombraba en la Juve, antes de garabatear en el San Paolo los últimos dibujos de su talento con las medias bajas y su fútbol alto.
Ahora hay una referencia distinta para medir la caída. Y es el paso de Diego Maradona, quien más allá de tanto título ofrendado a Nápoles y por extensión al Sur de Italia (dos Ligas, una Copa UEFA , otra de Italia), se coló en la red del corazón de la gente; del vendedor de cigarrillos de contrabando, de las viejitas mirando desde las ventanas, de los “scugnizzos” o “guauaiones” (pibes, si fuesen argentinos), de aquellos de cualquier sexo o edad que ven el fútbol como una expresión estética, elevada también a la enésima potencia.
“Chi siamo”, habrá dicho el músico con su trombón, como a mediados de 1987. Tanto él como los demás habrán usado el domingo para prolongar el duelo, y esta mañana de lunes ya estarán de nuevo a los gritos en la calle, cada cual en lo suyo, con sus ademanes inentendibles, su color, su locura callejera manejando autos y motos, su singular manera de vivir. Y cantando, porque, aunque ya no tengan a Maradona para jugarles a los del Norte, saben que se los puede sentar de culo, como ya ocurriera una no tan lejana década atrás.
Por Marcelo Orlandini (2003).
Fotos: Archivo El Gráfico.