¡Habla memoria!

Inolvidables: Raúl Riganti

Maravilloso motociclista y automovilista de personalidad inconfundible. Desde 1914, cuando en moto unió Morón con Rosario en 7hs., el audaz piloto conquistó grandes victorias y proezas motorizadas.

Por Redacción EG ·

27 de octubre de 2019

  

1952. 29 de febrero. La espera no ha sido solamente nuestra ni ha terminado todavía: Raúl Riganti está a volver y con su optimismo característico, el mismo que en días ya muy lejanos se manifestaba en la raya de partida de las carreras motociclísticas, cuando le decía a su amigo Ernesto H. Blanco: "¿Qué querés con esa máquina de coser?". Pero el tiempo no se detiene y Raúl se ha detenido hace largo rato. Es ya, pues, figura del recuerdo, inolvidable como pocas. Maravilloso motociclista y automovilista de personalidad inconfundible; estupendo narrador, hoy que el viejo cronista intenta trazar unas líneas siente el deber de agradecerle la pizca de sal y de emoción que gracias a Riganti le permitieron salpicar viejas crónicas ya patinadas de años.

A Raúl le estuvieron reserva das todas las proezas, desde aquella imposible de 1914 cuando en moto unió Morón con Rosario en 7h. 48' por los huellones, hasta el cruce de Los Andes en 1935 en que aplastó las montañas; desde los días de La Matadueños, la máquina con la que varios propietarios habían perdido la vida, hasta el Gran Premio de 1929, en que en la histórica ruta de tierra a Córdoba dejara un record clavado. Raúl fue la emoción en las carreras: fué la presencia máxima, la atracción más poderosa. El cronista hizo una experiencia en su casa hace muchos almanaques al preguntar: "En une carrera en la que compiten Fulano, Zultano, Mengano, Riganti..., ¿quién puede ganar?". "Riganti", fue la contestación.

 

Imagen Raúl Riganti
Raúl Riganti
 

Barullo, Polenta, Nasum, cualquier apodo aceptaba, hasta el que tenía referencia a su prominente nariz, famosa como ninguna otra. Si la legión enorme de admiradores resultó generosa con él y le acompañó fielmente en los períodos de fracasos. Raúl fue el gestor de la misma con su propia generosidad al jugarse en pistas y rutas, al arriesgar clasificaciones en procura del record. Entre las dos y las cuatro ruedas motorizadas desfilaron treinta años, toda una vida deportiva que no ha finalizado porque Raúl siempre está a volver. Acaso ya sea tarde, quizás no haya qué agregar, pero, ¿hace falta más?