¡Habla memoria!

1934. Figuras típicas de nuestro fútbol

Por Frascara. Una recopilación de jugadores que, de acuerdo a sus posiciones y características, han hecho vibrar al público en las tribunas y pasaron a ser parte destacada del fútbol argentino.

Por Redacción EG ·

21 de octubre de 2019

Hay jugadores de cartel que, pese a sus condiciones, no han llegado a acusar una personalidad definida. Puede confundírseles, en los detalles de su acción, con cualquier otro. Pero hay, en cambio, los que tienen características propias; han hecho, o hacen, en la cancha, lo que no ha podido realizar ningún otro. Son figuras típicas de nuestros fields. Recordemos, por ejemplo, a

CALOMINO

En él se encarnó el espíritu de su club y de su barrio. Con él salía a la cancha Boca Juniors y la Boca entera. Y para que el símil fuera más acentuado, se le llamaba en xeneise: "Calumín". Figura inconfundible, de físico escaso, enclenque, desencuadernado... Ídolo, sin embargo, tan grande para los suyos, que ninguna de las figuras famosas que más tarde pasaron por el team de la franja alcanzó a eclipsar el recuerdo de Calomino. Había una leyenda en su vida y en su juego. Se llamaba Pedro Bleo Journal, pero ¿quién lo hubiera conocido por ese nombre? El azar, según se dijo, le había dado ese otro apelativo, más hecho al grito de las tribunas. Y el grito era un coro uniforme que llenaba el estadio cuando el flaco puntero tomaba la pelota, se le apareaba el half y, en plena carrera, Calomino hacía la célebre "bicicleta", dejaba parado al hombre y seguía, medio perdida la cabeza entre los hombres, hasta colocar el centro justo, medido. Se recuerda un partido de él en que tuvo que actuar contra un half europeo, el que expresó sus deseos de conocer, antes del match, al winger a quien tendría que marcar. Se lo señalaron, y al verlo así, insignificante en su presencia, el visitante tuvo una sonrisa. Él era alto, grande, fuerte. ¿Qué podía hacerle ese adversario?... Pero empezó el partido, recibió "Calo" el primer pase, se encontró al lado de su oponente, le hizo la "bicicleta"... y aquél quedó parado. Así dos veces, tres, cuatro, ¡todo el partido! Después, en la casilla, alguien le preguntó, recordando su gesto anterior: "¿Y, míster?" Y el míster, que no era inglés, dijo unas palabras cortas que nadie entendió. Así era de desconcertante ese Calomino, típicamente inconfundible en su juego y en su figura, dueño de una popularidad que pocos llegaron a igualarle.

 

Imagen Pedro Calomino
Pedro Calomino
 

MARCOVIO

Racing lo tuvo siempre en sus filas, colocado como un remache en esa maquinaria que dirigía Ohaco, en la que Hospital apiló gente hasta que cayó en una de sus gambetas; maquinaria donde los dos extremos, Zoilo Canaveri y Juan N. Perinetti, encajonaban al adversario con centros que caían sobre la propia garganta del goal. ¡Marcovio! Todavía hoy tiene su personalidad: la que le da el infaltable toscano a medio fumar. Él estaba ahí para hacer los goals. Llegaba la hora del match, salía a la cancha e iba derecho a cumplir su obligación. Colocado entre los dos backs, esperaba que llegara el pase de los insiders. Fue uno de los primeros, si no el primero, de los centre forwards que jugaron "cortados". Y al llegar el pase el goal era una fija, de pie, de cabeza, de pantalonazo o como fuera. Nunca le preocupó la "forma" ni el estilo. Marcovio sacudía las redes. ¡Que lo criticaran después! Pesadilla de los arqueros, que lo tenían siempre adelante de ellos, llegaba a sacarlos de quicio. Olazar me contaba que, en una oportunidad, un goalkeeper adversario llegó a gritarle a Marcovecchio: "¿Te vas a salir de ahí de una vez?" "Esperá; en seguida me voy", le contestó Alberto. Y en efecto, recibió un pase de Ohaco, shoteó a un costado, hizo el goal y se fue para el medio de la cancha.

ISOLA Y BERNABÉ

Dos extremos opuestos que han llegado a tocarse en el círculo de popularidad. Dos tácticas distintas y una misma admiración: la del público Y, además, dos personalidades inconfundibles.

Carlos Isola  no ha tenido igual. Artista del arco, entre los tres palo, brindó las más estupendas demostraciones de elegancia acrobática, de maravillosa elasticidad. Había en sus movimientos una plasticidad admirable. Él solo constituía todo un espectáculo. Caso excepcional de vista y de agilidad, sentido aguzado de lo vistoso unido lo eficaz. Carlos Isola fue para los ojos una distracción constante y para hinchas de su tiempo un candado de seguridad. En el partido que hace poco jugaron argentinos y uruguayos en la cancha de Independiente, un cronista montevideano que estaba a mi lado lo del cubrió a Isola dentro del field y recordó:

—Ese es el fenómeno que le atajó el tiro penal a Carlos Scarone. ¡Qué brujo, amigo!

La acción del gran arquero riverplatense contagiaba su dinamismo, su soltura estupenda. Ya desde que entraba al field era un espectáculo. Aparecía en la cancha haciendo picar la pelota y dando saltos para alcanzarla en el aire, a la carrera, con perfecta armonía de movimientos, con derroche de agilidad y precisión. Otras veces avanzaba en combinaciones rápidas con un compañero: Isola le tiraba la pelota y el otro se la devolvía, sin detenerse, y el salto del goalkeeper era armonioso y viril. Predisponía en su favor; inspiraba confianza. Por eso, precisamente, lo hacía, como él mismo lo declaró: "Mis compañeros me ven salir siempre con el mismo entusiasmo, con la misma seguridad, y se animan”.

La silueta de Isola es, en el fútbol, una luz brillante que ilumina el recuerdo.

 

Imagen Carlos Isola
Carlos Isola
 

Y Bernabé Ferreyra será, dentro de unos años, el eco de un estampido que sacuda las redes de la evocación.

El Mortero, La Fiera, Balazo... distintos nombres para una sola emoción: la del goal. Bernabé Ferreyra, que todos sus defectos habrá de quedar oro la figura del momento, tiene una poderosa personalidad.

Bernabé es el rojo vivo, el color detonante en el cuadro del fútbol actual. Nervio, voluntad, pujanza, peligro. Derroche de codicia, espectáculo indispensable para las tribunas, fuerza de metralla, estallido de voces encontradas.

Caudillo de las sensaciones, apareció él y todos corrieron a buscar ejemplares del mismo tenor. Búsqueda inútil. Con su gran virtud, con su imperfección, Bernabé Ferreyra es único. Ídolo insuperable para unos; valor negativo para otros. Nada de términos medios. Rudos los conceptos hacia como es rudo su juego.

Pasarán los años y veremos la figura de Bernabé desarticulándose sobre el césped, imprimiendo a sus ataques una impresionate velocidad arrolladora, tropezando, deshaciéndose, pero llevando siempre en la cara el gesto de afán y en los pies el peligro constante del shot definitivo, furibundo, inatajable.

RECANATINI Y NAÓN

Los dos están ahora en Gimnasia y Esgrima, pero Reca no es de ahí; acaso pueda decirse, con algún derecho, que es de y no es de nadie. Padre de todos los cracks de hoy, los vio formándose y los trató siempre con reciedumbre, como para enseñarles a ser fuertes.

Es un elogio grande el que merece este hombre que, con su presencia, llena la cancha. Aunque falle, siempre es un espectáculo. Ha encontrado el secreto de la longevidad en el fútbol.

Sin embargo, basta verlo en cualquiera de sus intervenciones, basta ver cómo llegan a todas partes las piernas guiadas por el gorrito blanco para dejar años a un lado y reconocer que ese que está ahí es un muchacho, el más vigoroso y el más entusiasta de todos los muchachos.

Hace casi veinte años que ese cuerpo fibroso, inquieto, movedizo, derrocha energías en las canchas de Buenos Aires. Y como era entonces en San Isidro, así es ahora en Gimnasia y Esgrima: el back de las posturas inconfundibles. Humberto Recanatini ha sido siempre el zaguero de los grandes aciertos y el de los grandes errores. Ha salvado goals sobre la línea, destruyendo la tesis de que el goalkeeper es el último obstáculo para el forward, y ha entregado goals dentro del área penal, teniendo para sí mismo la amargura de tan pobre compensación a sus esfuerzos.

Pero nadie puede parangonarse, en su estilo de juego, al viejo Reca. Si mañana se prohibiera jugar de cabeza, él sería un favorecido. Pocas, muy pocas veces ensucia su gorrito blanco. Llega sus piernas, descoyuntándose en actitudes espectaculares, hasta donde está la pelota: si es de alto, sacándola de la misma cabeza rival, como lo vi una tarde hacerlo con Zozaya, en La Plata; si es de abajo, abriéndolas como un compás.

Aquí, a El Gráfico, vino una vez el Marqués, Paternoster, para sacarse una serie de fotografías en movimiento. No pudo obtenerse una en la que estuviera con la pierna en alto. El gran back de  Racing — lo habrán observado todos — jamás descompuso su figura. Pues bien: poco después nos visitó Recanatini y se le tomaron fotos en las que había una notable sensación de movimiento, de elasticidad.

Reca, figura típica de nuestras canchas, sobreviviente de una época que pasó, tiene para brindarnos el doble mérito de ese estilo suyo inconfundible y el de su energía, contagiosa, estimulante, tal como un secreto que guardara bajo su gorro blanco.

 

Imagen 1931. 5 de septiembre. Humberto Recanatini
1931. 5 de septiembre. Humberto Recanatini
 

Y Arturo Naón es algo así como el mismo Reca con ralentisseur. Igual habilidad para manejar las piernas, pero con pausa señorial. Es típico en sus goals, obtenidos siempre con maniobras raras, pero sin el "estampido", sin la fogosidad que caracteriza a Recanatini. Arturo Naón es un malabarista de alta clase que, acostumbrado a convertir goals difíciles, desprecia los normales. Sus shots a la red tienen que ser un taquito, una peinada, una cucharita; tiene que estar de espaldas al arco, o de costado, o pasar la pelota por encima de la cabeza del back. Es el centre forward que aparece en la puerta del arco. Allá, por el medio de la cancha, en la iniciación de los avances, se le ve poco. No es amigo de trabajar, de batallar con el adversario. Hace el pase y se va. Y ya en el área, la parsimonia de siempre, realiza sus malabares, busca la más difícil de las pruebas y, al terminarla, como una redeja colocada la pelota en la red.

 

Imagen Arturo Naon
Arturo Naon
 

 

LA PALOMITA Y LA MARIANELA

Trajeron al fútbol criollo dos invenciones que los convirtieron, de inmediato, en figuras típicas de nuestros fields. Pablo Bartolucci y Juan Evaristo quedan para la historia entre los "Edison de la número cinco”, a los que hace un tiempo pasó revista Borocotó.

El half de Huracán, el hombre de la vincha tuvo un brillante cuarto de hora. 1° los mejores fueron a Ámsterdam, él en los internacionales el puesto de derecho. Así se le vio frente a los escoceses los españoles y a los ingleses. En un Partido que jugó contra el Celta de Vigo el winger izquierdo de ese team no pudo tocar pelota. Después del match, los compañeros del puntero le reprocharon su mala actuación.

— ¡Te quedabas parado! — le decían.

— ¿Y cómo no lo iba a hacer? —contestaba el galleguito. — Cuando me daban juego lo tenía al del pañuelito cinco metros más allá; yo esperaba que la pelota me llegara solita, y de pronto saltaba el hombre como una paloma y se la llevaba con la cabeza.

La "palomita", de Pablo Bartolucci fue aplaudida siempre, hasta cuando la redonda seguía de largo. Era un homenaje a su invención. Pero, justo es decirlo, la casi totalidad de las veces el winger adversario se quedó esperando que llegara solita...

Otro tanto sucedió con Juan Evaristo, el más desordenado de los halves, el hombre que andaba por todas partes y que, por lógica consecuencia, muchas veces no estaba donde hacía falta. Entonces, cuando veía que llegaba tarde, Juan Evaristo alargaba una pierna, alcanzaba la pelota, giraba sobre sí mismo y de la extraña maniobra salía un pase justo o un rechazo tranquilizador. Además de ser el creador de la "marianela", el ex half de Sportivo Palermo ostentaba el record en la caída de la boina. Su clásica boina blanca anduvo mucho más tiempo en el suelo que en su cabeza. Pero, pese a eso, en Amsterdam se paseó triunfal, haciendo valer su otro don: la ubicuidad.

 

Imagen Juan Evaristo
Juan Evaristo
 

SEOANE Y SANCIOVANNI

De los grandes forwards nuestros, ninguno fue tan típico como Manuel Seoane dentro del área. Su juego excepcional y sus características singulares lo han hecho el futboler de más personalidad que haya actuado en Independiente. Sus "desparramos" fueron clásicos e inevitables. Se sabía que, estando el "negro", cada centro originaba un terremoto.

Supo ser maestro hasta para hacer fouls y goals prohibidos. De una picardía única, explotó esa virtud con beneficios que figuran en la historia de los rojos y en las cifras de sus goals.

Pero como a Seoane lo conocen todos "de memoria", lo dejo en paz para enderezar hacia la otra figura típica que militó en Independiente: el goalkeeper Néstor Sangiovanni, "el hombre sin nervios".

Inconfundible en todo, "Sangio" se destacaba en primer lugar por su vestimenta, por la que siempre estuvo excluido de todo concurso de coquetería. Y luego, en la lucha, fue un arquero de relieves propios. A él mismo le causaba gracia que le dijeran "el hombre sin nervios", porque muy pocos han sido tan nerviosos como él. A Muschietti, el guardavalla de Estudiantes, le caía el apodo perfectamente, pero Sangiovanni lo que tenía era una lucha constante con su sistema nervioso: le preocupaban los avances del adversario desde media cancha y lo petrificaban cuando llegaban al área. Entonces aparecía la serenidad, pero muchas veces con tal mala suerte que se convertía en inmovilidad, y resultaban de ahí los goals más "quinieleros" del mundo. Eso sí: cuando el primer "trabajo de serenidad" le salía bien, ¡había que despedirse por esa tarde!

NOLO Y CAPUANO

Lo ubico a Nolo Ferreira en Estudiantes de La Plata, cuando era el piloto de nuestros cuadros representativos, cuando dictaba clase de fútbol aquel quinteto maravilloso de los pincharratas. Nolo Ferreira ha sido —perdón, que lo cito en pasado — un forward único en su estilo. Los habrá habido iguales en valores y superiores aún, pero su personalidad, su "escuela", no la tuvo ningún otro. Transformó la cancha de fútbol en un tablero de ajedrez, puso la mayor delicadeza al servicio de una inteligencia brillante; tuvo siempre ese don especial de "ver" más allá y fue ubicando a sus compañeros y a sus adversarios donde él mismo se propuso, con piques rápidos y aislados, deteniéndose para observar, levantando la cabeza y reanudando la jugada en una fracción de segundo. Y nadie manejó la pelota con tan suprema elegancia; se llegó a pensar que si, de pronto, milagrosamente la número cinco se animara, le hubiera agradecido el trato que le daba Nolo Ferreira. Su famoso goal contra los paraguayos en el 29, monumento de habilidad, y el otro contra los uruguayos ese mismo año, han sido muchas veces recordados. Para él tomó el fútbol perfiles de arte y dio al público espectáculos de belleza insuperable.

Ahora, en el nuevo Estudiantes, Ángel Capuano, el guardavalla, es una figura típica. Lo conozco a Capuano desde que empezó a jugar en las divisiones inferiores de Sportivo Barracas. En un partido de esos, creo que en la cuarta, vio venir al forward contrario solo, cortado, y cuando el otro iba a shotear, el "pibe" se le tiró a los pies, agarró la pelota y quedó desvanecido. Cuando volvió en sí el delegado le dijo que tuviera mucho cuidado porque "en una de esas lo iban a matar". Se lo habrán repetido, desde entonces, mil veces, pero Capuano sigue siendo el más arrojado de nuestros goalkeepers.

Y es, también, uno de los más caballerescos. En ese aspecto es ejemplar la conducta de Ángel Capuano. Si un jugador se lastima, así sea compañero como adversario, allá corre el arquero estudiantil para atenderlo. Jamás interviene en las incidencias y, al finalizar cada match, corre hacia su colega del bando contrario y felicita. De él puede decirse que nació sportman.

—Hacer las cosas bien y hacerlas mal cuesta el mismo trabajo. ¡Es preferible hacerlas bien!

Esa es su profesión de fe.

Dos futbolers de tácticas diametralmente opuestas, casi recién llegados a San Lorenzo y que, no obstante eso, han acusado fuerte personalidad en sus respectivos aspectos.

Petronilho, la figura típica del artífice amigo de las cosas menudas, de las jugadas que podríamos llamar decorativas. Faltando él se siente la ausencia del adorno que significa su silueta algo ovillada, avanzando en saltos e imprimiendo a la pelota las más curiosas evoluciones. No es un artífice a la manera de Manuel Ferreira, porque entonces habría una comparación y Petronilho no la tiene. Aquél, el platense, es el estratega, el piloto mesurado, de andar lento y preciso. Petronilho lleva en sí la movilidad constante, el don de improvisación apoyado en la inteligencia y la intuición. La naturaleza lo ha hecho así, frágil, liviano y habilidoso al extremo. Es el de los goals imposibles, de taquito, de espaldas al arco, pero no a la manera de Naón, que se prepara la pelota, que la trabaja y la maneja. Petronilho hace lo mismo sin pérdida de tiempo, tal como recibe el pase. Lleva en sus piernas el milagro de una caja de sorpresas. Y en su cerebro una máquina que acciona al mismo ritmo de sus movimientos.

 

Imagen Petronilho
Petronilho
 

Magán tiene una característica inconfundible: es especialista en marcar goals en offside. Obtuvo muchos en posición lícita, es verdad, pero más se destaca por su tendencia a estar solo frente al arquero esperando el pase. Fuera de su shot al arco, no posee otras virtudes. Convencido de ello, quita de su paso a los que pudieran estorbarle. Y nada mejor que irse allá, junto al comer, para quedar libre. Mereció el honor de ser el forward a quien se le cobraron más offsides en una temporada. Tiene a todos los referees a mal traer. Recuerdo que a un árbitro se le censuró su actuación en determinado match de San Lorenzo, y el hombre se defendió alegando esto:

— ¡Pero si tuve que estar toda la tarde observando a Magán! Hay que descuidar a veintiún hombres para vigilarlo a él. Mientras tanto, los demás aprovechan...

 

Imagen Gabriel Magan
Gabriel Magan
 

LOS TRES ÚLTIMOS

Acaso queden varios más en el tintero... o en las teclas de la máquina. Sin embargo, he tenido buen cuidado de elegir solamente a aquellos verdaderamente típicos.

No podría finalizar sin una cita a Alterio, por ejemplo, el popularísimo Pibona, el goalkeeper que conversa con todos los forwards adversarios, el hombre del constante buen humor, el de las notables atajadas y el de los goals más absurdos. Pibona es algo más que un futboler típico: es una institución en nuestras canchas. El día que se aleje habrán perdido nuestros domingos uno de sus mejores espectáculos. Y ya que hablo de arqueros, ¿cómo olvidar a Curtis, el ex de Vélez Sársfield? El Pájaro ha preocupado a muchos espectadores durante su campaña: "¿Pero cómo puede atajar un tipo con esa figura?" La señora Elegancia no quiso contarlo entre los suyos. Hasta una calvicie prematura se complicó para estilizar su silueta. Ahí, entre los palos del fortín, era todo un cuadro el Pájaro Curtis con esa franja colorada, verde y blanca que le atravesaba el pecho. Ahora, a buscar uno bien típico, inconfundible, único, para cerrar la lista. Ya lo habrán encontrado ustedes. No puede dudarse ni un quinto de segundo: ¡Beristain, Tomás Beristain, el hombre-misterio, el desconcertante y espectacular winger izquierdo de Platense!

 

Imagen Tomas Beristain
Tomas Beristain
 

Muchacho serio, correctísimo, modesto, simpático. Da gusto tratarlo. Y, sin embargo, en la cancha es sencillamente intratable: ¿quién lo comprende a Beristain? ¿Dónde está el brujo que sabe lo que hará con la pelota el excelente delantero? Porque es bueno sin vueltas, rápido, entrador, dueño de un tiro formidable, hábil, inteligente. Pero le gusta hacer cosas raras: jugar la pelota de la manera más difícil posible. Llevársela con la espalda, con el taco, con la nariz, y allá, cuando parece que va a colocar el centro, tirar al arco, y cuando todos esperan el remate, enviar el centro. En eso no le gana Naón, ni Petronilho, ni nadie entre todos los malabaristas del fútbol. Si también en este caso la pelota, milagrosamente, tomara vida, le diría: "¡Tomasito, me tenés mareada!"