¡Habla memoria!

No lo hago más, mamá

Boroctó y una de sus clásicas ¨Apildas¨, en esta cuenta la promesa de un chico a su madre, que no estaba muy de acuerdo con que juegue al ¨fóbal¨, pero la pasión siempre puede más.

Por Redacción EG ·

07 de octubre de 2019

—No lo hago más, mamá...

—Prometémelo...

—Te lo prometo.

Se miraron hondamente; parecía que se miraban los corazones. Y hubo en ese instante un gesto escéptico. La madre sabía que el chico no cumpliría su promesa; el hijo comprendía que la madre no habría de tomarla en cuenta. Los dos se engañaban, o no se engañaban, puesto que adivinaban la verdad.

—Es un juego de locos, el fóbal... —dijo la madre. Y el chico recibió en su mente la postal iluminada de su querido potrero. Los muchachos jugaban en un atardecer, corrían la pelota, choteaban fuerte, la pelota iba lejos, muy lejos, pero no alcanzaba a salirse de esa imaginativa postal que le había llegado de improviso por el correo de aquellas ingenuas palabras de la madre.

"Juego de locos, el fóbal..." ¡Pobre, la madre! Nunca había jugado. Si lo viera a Periquito cuando cabecea... ; si fuera capaz de realizar una de las apiladas de Papona... ; si conociera los centros del Tarta... ; si asistiera a los goles de cachetada conquistados por él, por su hijo... ¡Pobre, la vieja! No sabe nada...

La miró con suma indulgencia. Las pupilas húmedas le aportaron de la madre una fotografía suavizada, con el retoque de aquel recuerdo de lágrimas que le había quedado entre los párpados. Ella se inclinó a lustrarle los zapatos. Repentinamente el hijo la levantó.

—Yo me los lustro, mamá.

—Es que te van a poner cero en aseo. ¡Qué buena, la madre! Luego de protestar contra el fútbol quería quitarle de los zapatos los vestigios del potrero. Esa tarde salió de la escuela con los útiles bajo el brazo, el guardapolvo inmaculado, los zapatos con brillo. Pasó por el potrero...

—No lo hago más, mama... — musitó nuevamente.

Y la madre, con la misma bondad de siempre, tornó a pedir sin convicción:

—Prometémelo...

 

Por Borocotó (1934).

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