¡Habla memoria!

Figuras inolvidables: Juan Carlos Iribarren

Recordado defensor de fines del amateurismo y comienzos del profesionalismo, salió de Agrentinos Juniors, pasó por River donde fue campeón en 1932 y finalizó su carrera deportiva en Chacarita.

Por Redacción EG ·

28 de julio de 2019

De la estirpe de los que no necesitaron del golpe para contener adversarios. De los que extendió la mano cordial para felicitar al rival que en el momento se hubiera mostrado más capaz. Limpio, sereno, gente, cuando en 1932 en River Plate se le "concedió un descanso" aceptó la obra del tiempo y las decisiones del club en el que se consagrara como magnífico back izquierdo. Mucha pena pero ni una queja. Esa dignidad tan suya fue premiada dos años más tarde cuando penetró en la cancha de su antiguo club vistiendo los colores de Chacarita Juniors. Las cuatro tribunas lo aplaudieron frenéticamente, afectuosamente. Al tiempo nos diría Juan Carlos, el jugador que no necesitó de apellido para ser individualizado: "Fue la ovación más grande y más sentida que se me haya brindado en mi vida. Es el mejor recuerdo que tengo de mi vida futbolística".

Un largo recorrido de doce años de actuación con su hermano Jorge, el goalkeeper, le obligaron muchas veces a decir: "¡Tuya, Jorge!" Pero el guardavalla se retiró antes, y, al comienzo de la separación, repetía esas palabras. Al darse vuelta aceptaba que llegaría el momento en que también él se iría. Pero quiso el destino brindarle una emoción más: el ser llamado para actuar en el Campeonato de 1937, cuando ya se le iban sumando treinta y seis almanaques deshojados. Formó con Oscar Terno la zaga internacional y unió ese distingo a aquella ovación perdurable.

Varios compañeros tuvo en tan dilatada actuación, pero nunca olvidó las veces que se encontró junto a Ludovico Bidoglio. Y cuando se le preguntó cómo podían actuar bien dos hombres de similar característica, respondió: "No existían egoísmos. Salía al costado quien tenía que salir".

Todo se unió para hacer de Juan Carlos una figura inolvidable. La calidad que detuvo al tiempo, la caballerosidad que la rodeó de afecto. En el momento de evocarla nos invade un sentimiento de respeto agradecido.

 

Imagen Juan Carlos Iribarren.
Juan Carlos Iribarren.
 

El Gráfico (1949).

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