¡Habla memoria!

Máximo Federici

El Gráfico despide a uno de los referentes de la época dorada de Huracán. Máximo Federici surgió de un club humilde y llegó a lo más alto cuando conquistó el Campeonato de 1928 en el club de Parque Patricios.

Por Redacción EG ·

24 de julio de 2019

Los domingos jugaba en Almafuerte; los demás días, de picado en picado. Así era Máximo Federici, el muchacho grandote que acaba de fallecer. El insider Spósito lo recomendó a Huracán y la transferencia se hizo por 300 chapas de cinc usadas, que al pobre Club Almafuerte, con su intermedia de ascenso, le venían muy bien para cerrar su canchita. Pero cuando El Flaco firmó hizo la aclaración: "Me guardan algunas por si me va mal y me pueden servir para hacerme un ranchito".

Iba de centreforward, de lo que era. Guillermo Stábile no andaba muy derecho, pero así que llegó Federici, comenzó a golear. El Flaco quedó sin puesto, hasta que decidieron probarlo como eje medio. De su debut, en un amistoso contra All Boys, nos decía: "En el primer tiempo agarré dos o tres; en el segundo, ni una. Pero insistieron... y aquí me tienen".

Aquello sucedió por 1927. Y al año siguiente El Flaco fue el centrehalf del equipo campeón. Tenía a sus costados a Bartolucci y Settis, a veces a Souza. Adelante, Loizo Spósito. Stábile, Chiesa y Onzari, la línea del recuerdo. Más atrás. Nóbile y Pratto; en el arco, Negro. De esa campaña de 1928 guardó siempre los mejores recuerdos. Siete años más tarde la evocaba diciéndonos: "Era un equipo. Ahora, miren lo que me pasó en la casilla de Lanús: me presentaron a cinco nuevos y me dijeron: "Serán compañeros suyos". Mucho gusto..., mucho gusto..., cinco veces".

Imagen Máximo Federici llegó a Huracán como centre forward. Él creía firmemente que ese era su puesto, hasta que las circunstancias lo ayudaron para revelarse como un excelente centre half. La reacción de Stábile lo favoreció.
Máximo Federici llegó a Huracán como centre forward. Él creía firmemente que ese era su puesto, hasta que las circunstancias lo ayudaron para revelarse como un excelente centre half. La reacción de Stábile lo favoreció.

Con más agallas que un dorado, solía buscar camorra. La barra esquinera le decía: "Flaco, el domingo..., a ése", y le señalaban al guapo. Y allá iba Federici a probarlo. Pero al tiempo lo comprendió todo y se serenó. Una vez, en cancha de Tigre, por defender a un compañero, lo abollaron todo. "Me dieron de todo costado y tamaños. Perdí dos muelas". Porque El Flaco era así: salía en defensa de sus compañeros aunque lo mataran.

Frente a Gimnasia y Esgrima entró cierta vez en la cancha con una rodilla enyesada. Jugó lastimado muchas veces. Y puso siempre el alma en la cancha, esa su alma futbolística. Por ella aceleró su fin. Afectado del corazón, le prohibieron todo ejercicio violento. El Flaco siguió jugando en veteranos, en cualquier baldío en donde repicara una redonda, y así apresuró su marcha. No hace mucho, ya con 48 años, lo sacaron de una cancha medio muerto.

El Flaco era así: un potrero grandote, una pelota, y "vamos a un gol más", como cuando pibe. Y dicharachero. Era un chisporroteo de chistes. Nos contaba cierta vez que fue a un manicomio a visitar a un amigo que estaba dibujando un silbido en el aire, y cuando salía sintió a espaldas suyas un tropel. "Los locos dijeron: "si sale ése, salimos todos". Y se venían".

En la hora ingrata vuelven a la memoria ratos amables vividos en compañía de Máximo Federici y los chistes intentan borrar el rictus de los labios. Es que el cronista evoca a esa figura ya desaparecida con lo que le ha quedado de ella como jugador y como gran muchacho. Bueno en los dos aspectos, hondamente bueno, sentimentalmente bueno. Porque contra los años se opuso el muchacho que nunca dejó de serlo, ni siquiera habiendo llegado a ser un señor comerciante económicamente asegurado. Fue muchacho siempre, y de baldío. Para no negar su alma de potrero.

 

 

El Gráfico (1955).

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