¡Habla memoria!

1934. Callado, silencioso, tristón…

Borocotó indaga en la vida de Arturo Arrieta, emblema de San Lorenzo de la década del 30, al cual la vida no le fue nada fácil, pero que aún con tanto dolor siempre dejó todo dentro de la cancha.

Por Redacción EG ·

15 de julio de 2019

Arturo Arrieta carece de la alegría propia de su juventud. Se la han quitado muchos golpes recibidos fuera del field. Los de la cancha no tienen ninguna importancia; casi no los ha padecido o de ellos se olvidó. En cambio, quedaron siempre en sus recuerdos otros que lo hirieron hondamente.

Un hermano murió como consecuencia de un vuelco de la lancha en la cual iba; otro halló la muerte al caerse desde una altura; otro falleció hace escasamente dos años. Era su compañero, su gran amigo. Menor que Arturo, eran los solteros que quedaban de los once hermanos que el destino redujo a cuatro. Se apretaban entre sí para hallar, en el calorcito amable de un intenso cariño, defensa contra la fatalidad.

Un día el menor se disponía a ir a su empleo. Llegó a la puerta de calle y advirtió que le faltaba el pañuelo.

—Mamá, ¿me das un pañuelo?

La madre fue en busca de lo pedido. Lo entregó a su hijo. Este advirtió que se le escapaba el ómnibus y corrió.

Cayó bajo las ruedas de un camión del que nunca se supo nada. Así Arturo quedó sin el compañero de siempre, sin el amigo más íntimo. Sumó un dolor a otros muchos, y desde aquél día se acentuó su mutismo, se encerró en sí mismo.

 

LOS ESPECTADORES

El público aplaude, silba, juzga. Le interesa el resultado del cotejo en el cual interviene su favorito. Censura un yerro, ovaciona una acción brillante, pero no se entera de esos pequeños ocultos motivos que explican defecciones.

—Salgo de la oficina a las seis; vengo al negocio que tengo con Lema y García; luego ceno y me acuesto.

—Te cuidás bien. Creí que esa vida metódica obedecía exclusivamente a un plan de entrenamiento severo.

—Antes solía ir al teatro alguna noche, pero a la muerte de mi hermanito...

 

Imagen Arrieta defendiendo los colores de San Lorenzo.
Arrieta defendiendo los colores de San Lorenzo.
 

Recién supe la verdad. Entonces pensé en las veces que le habrán silbado uniendo un dolor a otros muchos.

—El público no tiene por qué saber si entré a la cancha llorando para adentro. Y yo mismo procuré de que nunca lo supiera. Corrí, jugué, puse todo mi interés en hacer las cosas bien, en satisfacer a los admiradores, porque también sufro mucho las derrotas; pero sólo yo sé las que he pasado y estoy pasando. Mis padres son ancianos, mi madre está enferma. Hay quienes creen que el ser joven y soltero basta para ser feliz. Yo tengo más obligaciones que muchos casados y no poseo la alegría de mis años. Me la arrancaron a golpes. El último fue el peor.

 

SUS PRIMEROS PASOS

Nació en Lanús el 12 de julio de 1910. Su padre es español y su madre uruguaya. Venido a la capital aún niño, sus primeros matches fueron en el team de Los Colombófilos, un club que se la pasaba mirando al cielo para ver cómo volaban las palomas; una entidad de esas cuyos dirigentes marchan hasta Tucumán con un canasto de palomas y después regresan para saber cuántas llegan. Ellos se cansan en el tren y las palomas en el vuelo. Después dicen: "Cuando corrimos aquella carrera..." No; las que corrían eran las palomas.

En su team jugaba Galeano; Foresto le hacía en la cuarta, y actuaron también algunos otros que llegaron a primera. Arturo era winger izquierdo. Lo fue desde su iniciación. El puesto a la izquierda se debió a su condición de zurdo, aunque más tarde aprendió a patear con la derecha y ahora lo hace con igual eficacia.

A los 15 años ingresó en la quinta de San Lorenzo. A los 17 ascendió a primera, y luego de haber pasado por la segunda en la cual se encontró con García. Se recordará que esta ala izquierda actuó en aquellos matches decisivos del campeonato de 1927, cuando San Lorenzo debió jugar con sólo un punto de ventaja. Y fue en el Campeonato Rioplatense perteneciente a ese año cuando San Lorenzo produjo una performance que ha quedado en el recuerdo de todos los integrantes del team. Además, significó el debut de Arrieta en internacionales.

 

Imagen Frascara junto a Arrieta.
Frascara junto a Arrieta.
 

Antes de ese partido contra Rampla Juniors en Montevideo, se produjo un entredicho entre la comisión del club y algunos buenos titulares, razón por la cual los santos fueron a la vecina orilla debilitados y a un compromiso en el cual llevaban todas las, de perder. El cotejo fue muy difícil y en él Maglio conquistó el goal de la victoria, pero los adversarios sufrieron el retiro del jugador Gaitán, que se fracturó una pierna al chocar contra la cabeza del arquero Lema. Aunque el citado goalkeeper no ha tenido ninguna culpa en el doloroso accidente, siempre lamentó lo ocurrido, especialmente porque Gaitán significaba en esos momentos una de las más positivas esperanzas del fútbol uruguayo.

 

UN METEJÓN

Por el año 28 se produjo una baja en el  juego de Arrieta. Ese enamoramiento de la adolescencia, ese sarampión obligado, le restó fuerzas y el puntero iba a la cancha sin la velocidad y las energías necesarias para responder al puesto.

—Un dirigente, el señor Juan Carlos Scala, fue quien me animó en esos momentos — declara Arrieta. — Me explicó que a esa edad no podían perderse las condiciones de jugador que yo poseía, y que mi caída se debía a otras causas de las cuales yo debería estar enterado y tendría que ser el encargado de subsanarlas. Sus prédicas, el aliento que me prestaba en las sesiones de entrenamiento y en todas las oportunidades que se le ofrecían, me hicieron mucho bien. Así llegó el día en que, actuando yo por la segunda, nos medimos contra San Isidro en la cancha de Ferro Carril Oeste. Después de verificado mi partido me dijeron que tendría que actuar en la primera por ausencia del puntero titular. Volví a encontrarme con García, y mi actuación en la división superior mejoró a la que había cumplido momentos antes en la segunda. Desde ese día quedé fijo en la primera, hasta la actualidad.

En 1929 se produjo el auge de la famosa ala izquierda. Realizó una campaña admirable y hubiera merecido la designación de internacional a no haber tropezado con el escollo que le significó la integrada por Cherro y Evaristo. García y Arrieta quedaron en segundo plano para los seleccionadores, pero los hinchas de San Lorenzo tiraron su buena bronca. Sin embargo, los jugadores no creyeron en que superaban a la pareja boquense. Admitían que estaban en un mismo plano y se satisfacían con haber llegado a merecer esa consideración. Luego, las actuaciones se fueron sucediendo. Pasaron otros punteros izquierdos, tales como Guaita, fue elegido Spadaro en algunas ocasiones, aun siendo menos jugador que Arrieta, y así se llegó al momento actual en que se citan nombres, pero no puede decirse que exista quien sea mejor que el de San Lorenzo. Admitiría, a lo sumo, una equivalencia de valores, pero no una superación por parte de aquellos que suenan como candidatos.

Imagen Arrieta jugó en Sportivo Barracas y en San Lorenzo, donde actuó desde 1927 hasta 1939.
Arrieta jugó en Sportivo Barracas y en San Lorenzo, donde actuó desde 1927 hasta 1939.

Lo curioso es que esta elección se produce en momentos en que Arrieta no juega más que en el 29. Se ha mantenido en un buen nivel, y si no puede decirse que actúa mejor que en aquel entonces, tampoco corresponde decir que su standard ha bajado. Creo que ganó en experiencia, y en las veces en que fue necesario confiarle el puesto de titular en el equipo seleccionado porteño, ha respondido ampliamente a nuestras aspiraciones.

 

LA VINERÍA

La mayoría de los jugadores que se han puesto a comerciantes, optaron por las pizzerías. Fainá, fugazza y pizza andan por todos los barrios enlazadas con nombres de cracks. Unos en actividad, otros venidos a menos, pero la verdad es que esos negocios están casi acaparados por los futbolers. Entonces, García, Lema y Arrieta, que son los Tres Mosqueteros de San Lorenzo, resolvieron poner una vinería.

—Este es el negocio — me decía Lema.

— Nosotros vendemos el vino para que en él mojen la fainá y la pizza que venden los demás.

A las siete de la mañana Arrieta abre el negocia. De inmediato cae el petiso mulero de García. Como más serio y reposado, Lema prolonga un poco el reposo y llega tarde. Con un camioncito García y Arrieta van a hacer el reparto.

—Cuiden los cilindros, muchachos... A no acelerar a fondo... — grita el pelado. Y tiene derecho a gritar porque es el que lleva los libros; los otros llevan el vino.

Allí charlábamos y Arrieta me contaba: —Hay jugadores que tienen una prevención. Entran a la cancha con la certeza de que van a fracasar o de que un determinado hombre los va a anular porque ese es lo que se llama la sombra negra. A mí nunca me ocurrió tal cosa; sin embargo, Juan Evaristo me anulaba con cierta frecuencia. Recién en el último año del amateurismo, en un partido contra Sportivo Palermo, pude jugar a mi gusto y dar en parte la cuenta que tenía con half. Pero te aseguro que nunca he preguntado la calidad del adversario.

—¡Cómo que no!; ¡cómo que no!... — interrumpió Lema. — Antes de salir preguntabas: "¿Da patadas ese half?".

 

JUGADOR DE TENNIS

Otro match de buenos recuerdos?

—Jugando en la segunda contra Racing, en el primer tiempo íbamos perdiendo tres a cero. Salimos a jugar la siguiente etapa con diez hombres. De salida se hicieron unas jugadas y desde unos treinta metros enfilé un tiro al arco. Salió con tanta violencia que dejé al arquero sin chance. Creo que nunca en mi vida pateé tan fuerte y eso que fue de derecha. A los diez minutos estábamos ya empatados y a los quince ganábamos cuatro a tres. Casi al final nos hicieron un goal... Esperá un momento... (Arrieta fue hasta la vinería y desde la puerta le pegó el grito a Lema). Che, ese gol que yo le estoy contando a éste, vos lo pudiste haber atajado...

Y seguimos andando ante la perplejidad del arquero, que salió a la puerta con 18 pelos parados de los 22 que le quedan.

Imagen A pesar de las desgracias familiares que tuvo que atravesar, pudo salir adelante.
A pesar de las desgracias familiares que tuvo que atravesar, pudo salir adelante.

—¿Practicaste algún otro deporte?

—El tennis. En un campeonato interno que se hizo en San Lorenzo llegué a la final. El partido decisivo debió hacerse una mañana de domingo, pero como yo tenía que actuar a la tarde se resolvió proceder a un sorteo. En el revoleo de la moneda me ganó el otro. Pero, en confianza; en la cancha también me ganaba.

—¿Y cuál fue tu rival más difícil en ese torneo?

—Foresto.

Después hablamos de finanzas.

—Desde que estoy en San Lorenzo he cobrado unos tres mil quinientos pesos en concepto de primas. Y hace nueve años. Otros han venido de lejos, cobraron más, jugaron menos y se llevaron la plata. Esto es lo que fastidia. Si uno quiere protestar le argumentan que es del club, formado en él, estimado, etc. Muy bien; yo quiero a San Lorenzo y jugaría sin ningún sueldo si es que nadie cobrara, pero me molesta que los de casa seamos siempre los sacrificados, mucho más en mi caso en que por ser joven y soltero suponen que no tengo obligaciones.

 

UNA ANÉCDOTA

Picabea, aquel jugador que anduvo rodando por San Lorenzo, Estudiantil Porteño, etc., arregló un match en Chivilcoy. Entre los jugadores iban Lema, García y Arrieta. El resultado del partido no hace al caso. Lo interesante se produjo después, al otro día y a la hora del almuerzo. Según los cálculos de Picabea la comida esa corría por cuenta de los muchachos. Así que cuando luego de un paseo matinal Los Tres Mosqueteros se encontraron con los compañeros en la plaza, les preguntaron:

—¿Van a comer?...

—No; no tenemos ganas... Además, el tren sale a las dos de la tarde... No hay mucho tiempo...

Lo que no había era dinero. La barra prefería irse sin lastre antes de invertir dos pesos o más en el almuerzo. Lema, García y Arrieta eran de otro pensamiento. Optaron por comer.

Al llegar al hotel vieron una hermosa y larga mesa tendida. Pensaron: "Aquellos no vienen. El hotelero se va a clavar con la comida". Almorzaron bien. A la una y media pidieron la cuenta.

—No, señores; esto lo paga el club local. Ante esa buena nueva salieron corriendo hacia la plaza.

—¡Muchachos!...; ¡muchachos!...; ¡está pago el almuerzo!... ¡Está pago!...

Cayeron como langostas...; pero sin tiempo. Agarraron pan, pidieron comidas ligeras y hubo quien llegó a la estación trayéndose el sartencito con los dos huevos fritos y sin poder gritar que pararan al tren porque el bocado se lo impedía.

 

 

Por BOROCOTÓ.