¡Habla memoria!

2004. Gaudio campeón de Roland Garros.

El partido entre Gaudio y Coria fue la final más histórica del tenis argentino, fue la primera y única vez que dos compatriotas se disputaron un Grand Slam, la victoria fue para el Gato.

Por Redacción EG ·

10 de junio de 2019

En mu­chos as­pec­tos, el cir­cui­to pro­fe­sio­nal de te­nis es com­pa­ra­ble con la so­cie­dad. Sal­van­do las dis­tan­cias, en es­ca­las muy dis­tin­tas se en­cuen­tran ri­cos y po­bres, fa­mo­sos y des­co­no­ci­dos, ti­pos que tie­nen que re­bus­cár­se­la co­mo pue­den y que gas­tan más de lo que ga­nan y me­gaes­tre­llas que son tra­ta­dos co­mo re­yes y no pa­ran de in­cre­men­tar sus cuen­tas ban­ca­rias. Si­guien­do con la com­pa­ra­ción, la di­fe­ren­cia de cla­ses en el cir­cui­to ATP es­ta­ría mar­ca­da por el ran­king, que tam­bién tie­ne su lí­nea de mar­gi­na­li­dad. Esa fron­te­ra es el pues­to cien. De un la­do y del otro de ese nú­me­ro, hay dos mun­dos com­ple­ta­men­te dis­tin­tos. 

EL MU­RO DE BER­LIN

“Me­ter­te en­tre los cien pri­me­ros es la me­ta que te po­nés cuan­do em­pe­zás a ju­gar pro­fe­sio­nal­men­te. Por­que sa­bés que si lo­grás eso em­pe­zás a vi­vir del te­nis y a ga­nar pla­ta pa­ra se­guir ju­gan­do.” Gas­tón Gau­dio, que hoy go­za los pri­vi­le­gios de ha­ber to­ca­do la lí­nea de los top ten gra­cias a su his­tó­ri­co triun­fo en Ro­land Ga­rros, no se ol­vi­da de lo im­por­tan­te que fue pa­ra su vi­da y su eco­no­mía pa­sar esa cor­ti­na de hie­rro.

Imagen Postal historica del tenis argentino en París: Guillermo Coria, Guillermo Vilas y Gastón Gaudio, los dueños de la escena.
Postal historica del tenis argentino en París: Guillermo Coria, Guillermo Vilas y Gastón Gaudio, los dueños de la escena.

Los pri­me­ros cien ju­ga­do­res del mun­do tie­nen un lu­gar ase­gu­ra­do en quince tor­neos: los cua­tro Grand Slam y on­ce ATP. Eso les per­mi­te pro­gra­mar el año de otra ma­ne­ra, ya que con só­lo par­ti­ci­par co­bran más que ga­nan­do par­ti­dos en los cha­llen­ger. Sim­ple­men­te con pi­sar el cés­ped de Wim­ble­don, el pol­vo de la­dri­llo de Ro­land Ga­rros, el re­bound ace de Aus­tra­lia o el ce­men­to del US Open ca­da ju­ga­dor se lle­va un che­que de más de 12 mil dó­la­res. Ni ha­blar de un triun­fo, que prác­ti­ca­men­te du­pli­ca la ci­fra. En los ATP los pre­mios son me­no­res, pe­ro pa­ra na­da des­pre­cia­bles. Per­der en pri­me­ra ron­da de un tor­neo co­mo Stutt­gart re­pre­sen­ta 3500 dó­la­res más en la bi­lle­te­ra. 

En los tor­neos que jue­gan los que no in­te­gran el se­lec­to gru­po de los cien, los cha­llen­ger, fu­tu­re y sa­té­li­tes, los pre­mios dis­mi­nu­yen mu­cho. Los que otor­gan más pla­ta y pun­ta­je son los cha­llen­ger, que es­tán di­vi­di­dos en cin­co ca­te­go­rías, se­gún lo que re­par­ten en pre­mios: en­tre 25 y 125 mil dó­la­res. El que pier­de en pri­me­ra ron­da se lle­va el uno por cien­to de la bol­sa.

Juan Ig­na­cio Che­la re­ve­la otros be­ne­fi­cios que se con­si­guen en el club de los cien: “Te em­pe­zás a ha­cer más co­no­ci­do, te pa­gan el ho­tel y la co­mi­da, te po­nen trans­por­te en to­dos los tor­neos y pa­sás a ser im­por­tan­te en los cha­llen­gers”.

 

Imagen Juan Chela.
Juan Chela.
 

Y las di­fe­ren­cias, que son mar­ca­das en el ru­bro ga­nan­cias, due­len más al bol­si­llo cuan­do se po­nen ba­jo la lu­pa las pér­di­das. Los pa­sa­jes de avión son un gas­to co­mún pa­ra los ju­ga­do­res que es­tán de un la­do y del otro de la lí­nea de los cien, pe­ro el ho­tel só­lo lo pa­gan los que es­tán más aba­jo en el ran­king. Por re­gla­men­to, los tor­neos ATP tie­nen que ga­ran­ti­zar­les a los ju­ga­do­res cin­co días de alo­ja­mien­to gra­tui­to y una co­mi­da por jor­na­da.

“Los cam­bios en­tre ju­gar un cha­llen­ger y un ATP son mu­chos. Es di­fe­ren­te el ni­vel, el tor­neo, la or­ga­ni­za­ción. Se no­ta la di­fe­ren­cia de rit­mo y de ca­li­dad de los ju­ga­do­res. En un cha­llen­ger te pue­den re­ga­lar has­ta dos o tres ga­mes, y en un ATP no te re­ga­lan ni una pe­lo­ta”, ase­gu­ra Agus­tín Ca­lle­ri.

Pe­ro si bien la pla­ta y los pun­tos son más en un ATP, los ries­gos tam­bién son ma­yo­res cuan­do uno no in­gre­sa di­rec­ta­men­te en el cua­dro prin­ci­pal. “Vas sa­bien­do que po­dés per­der en la qualy y gas­tar­te en una se­ma­na 2000 dó­la­res. Nor­mal­men­te eso lo ha­cen los que tie­nen un spon­sor o que ya se hi­cie­ron un ca­pi­tal pa­ra po­der ju­gar. Ni lo­co lo va a ha­cer uno que re­cién em­pie­za. Si gas­ta 2000 dó­la­res por se­ma­na, se le va a aca­bar la pla­ta pa­ra otros tor­neos. Ade­más si ju­gás qualy no te pa­gan ho­tel, no te pa­gan co­mi­da y a eso le te­nés que su­mar el avión, que siem­pre se lo pa­ga el ju­ga­dor”, ana­li­za Fran­co Squi­lla­ri, uno que pro­bó los lu­jos de los top.

Cuan­do el ran­king no da pa­ra en­trar di­rec­to y hay que de­ci­dir­se en­tre un ATP o un cha­llen­ger, se po­nen en la ba­lan­za mu­chos as­pec­tos: el des­gas­te que sig­ni­fi­ca una qualy, los pun­tos y dó­la­res en jue­go, la su­per­fi­cie so­bre la que se jue­ga, la épo­ca del año, la dis­tan­cia en ki­ló­me­tros y ho­ras con el tor­neo an­te­rior y con el pos­te­rior. La de­ci­sión es di­fí­cil y los ries­gos que se to­man son gran­des. Die­go Ve­ro­ne­lli, que an­da por el pues­to 170 del ran­king, mu­chas ve­ces se ve an­te es­ta dis­yun­ti­va. “Ar­mo las gi­ras de no más de cua­tro o cin­co se­ma­nas. A ve­ces de­ci­do ju­gar al­gu­nos cha­llen­gers, por­que de­fien­do pun­tos y ahí en­tro di­rec­to, pe­ro si no ten­go que de­fen­der pun­tos, por ahí me man­do a ju­gar la qualy de un ATP. Si ga­nás dos par­ti­dos de la qualy y per­dés el úl­ti­mo, no su­más na­da; y en el cha­llen­ger ga­nan­do dos par­ti­dos, es­tás en cuar­tos de fi­nal y su­más. Pe­ro tam­bién es ver­dad que en un ATP, pa­sar la qualy y ga­nar dos par­ti­dos es co­mo un tí­tu­lo de un cha­llen­ger”, ex­pli­ca.

IN­VER­SIÓN A FU­TU­RO

Sin un spon­sor y con un pues­to del ran­king que no per­mi­te en­trar a los tor­neos ATP, mu­chos en­con­tra­ron la for­ma de se­guir ju­gan­do y ga­nar pla­ta: los In­ter­clu­bes. En Fran­cia y Ale­ma­nia, el te­nis no só­lo es muy po­pu­lar, si­no que ade­más se or­ga­ni­zan tor­neos sú­per pro­fe­sio­na­les en­tre clu­bes de di­fe­ren­tes ciu­da­des, con mu­cho di­ne­ro en jue­go, im­por­tan­tes mar­cas que los aus­pi­cian, te­le­vi­sa­ción y gran res­pues­ta del pú­bli­co en las can­chas. “Un ma­na­ger, al que le doy el 20% de las ga­nan­cias, me con­si­gue bue­nos con­tra­tos con clu­bes de la li­ga de se­gun­da de Ale­ma­nia. Co­bro 3000 dó­la­res por par­ti­do y más o me­nos jue­go sie­te u ocho por año. Co­mo no pa­gás na­da es ca­si to­do ga­nan­cia. La con­tra es que no ju­gás tor­neos y esas se­ma­nas no su­más pun­tos. Pe­ro la ver­dad es que ha­go una di­fe­ren­cia bár­ba­ra y con eso me man­ten­go el res­to de la tem­po­ra­da”. La re­ce­ta de Ve­ro­ne­lli es re­pe­ti­da por la ma­yo­ría de los ju­ga­do­res su­da­me­ri­ca­nos que no es­tá en­tre los pri­me­ros cien del ran­king. Y aun­que es­ta ten­den­cia cre­ció a par­tir de la de­va­lua­ción, ya ha­ce unos años que se ha­bía he­cho cos­tum­bre en­tre los ar­gen­ti­nos. Ca­si to­das las ca­ras co­no­ci­das del te­nis na­cio­nal ju­ga­ron in­ter­clu­bes en al­gún mo­men­to de sus ca­rre­ras. “Sal­vo Co­ria y Nal­ban­dian, que es­ta­ban ban­ca­dos por la Aso­cia­ción Ar­gen­ti­na, el res­to los ju­gó. Hay bue­na gui­ta y es co­mo el pi­so pa­ra em­pe­zar a via­jar y a aga­rrar pla­ta pa­ra pa­sar a ju­gar tor­neos im­por­tan­tes. Eso sí, es du­ro es­tar cua­tro me­ses en Eu­ro­pa, por­que no te al­can­za pa­ra via­jar más se­gui­do a la Ar­gen­ti­na”, di­ce Gau­dio des­de la ex­pe­rien­cia de ha­ber ju­ga­do tres años en Ale­ma­nia.  

Hay to­do ti­po de arre­glos en­tre los clu­bes y los ju­ga­do­res, pe­ro los ale­ma­nes siem­pre de­jan to­do asen­ta­do en los con­tra­tos. La ma­yo­ría in­clu­ye pa­sa­jes aé­reos y es­ta­día pa­ga. Las ci­fras que se ma­ne­jan son muy va­ria­das y de­pen­den del ran­king de los ju­ga­do­res. Los que es­tán más cer­ca del pues­to 200, pue­den re­ci­bir en­tre 1500 y 3000 eu­ros. Cuan­to más arri­ba en la cla­si­fi­ca­ción mun­dial –no se per­mi­te la par­ti­ci­pa­ción de los top 50–, ma­yor es la re­mu­ne­ra­ción, que en el ca­so de un 60 del mun­do pue­de lle­gar a los 10 mil eu­ros por par­ti­do. Ca­lle­ri, otro ex­pe­ri­men­ta­do, agre­ga: “Ju­gué dos ve­ces en Bun­des­li­ga; la úl­ti­ma fue en el 2000. Es­ta­ba 75 del ran­king y era muy bue­no, por­que te pa­ga­ban ade­más por ga­nar y por los do­bles. Ga­né gui­ta que has­ta ese mo­men­to no ha­bía ga­na­do. Y el ni­vel es bue­no. Te­nés ju­ga­do­res 60 o 70 del ran­king. En Ale­ma­nia les dan mu­cha bo­la y en al­gu­nos clu­bes ha­bía 4 mil per­so­nas mi­ran­do los par­ti­dos”.

 

Imagen Agustín Calleri.
Agustín Calleri.
 

Ade­más hay bo­nus por ga­nar y no siem­pre se re­quie­re ex­clu­si­vi­dad, ya que al­gu­nos te­nis­tas, si pac­tan de an­te­ma­no, pue­den ser au­to­ri­za­dos a via­jar a ju­gar un ATP y vol­ver. “Nor­mal­men­te te pi­den que es­tés a full y no quie­ren que par­ti­ci­pes pa­ra­le­la­men­te en un tor­neo, pe­ro por ahí te de­jan ju­gar la pri­me­ra ron­da. En ese ca­so te­nés que ti­rar el par­ti­do y vol­ver­te a ju­gar el in­ter­clu­bes. Es feo, pe­ro cuan­do ne­ce­si­tás la pla­ta lo ha­cés. Por ahí te vas a ju­gar una pri­me­ra ron­da, al otro día via­jás a ju­gar in­ter­clu­bes y des­pués te vas a otro tor­neo”, re­ve­la Squi­lla­ri. Pa­ra ter­mi­nar con es­ta ma­nio­bra, y por­que eran mu­chos los par­ti­dos que se re­ga­la­ban, la ATP de­ci­dió crear una nue­va re­gla pa­ra mul­tar a quie­nes par­ti­ci­pen de in­ter­clu­bes y de tor­neos del cir­cui­to al mis­mo tiem­po.

Las ju­ga­do­ras ar­gen­ti­nas tam­bién apro­ve­chan los be­ne­fi­cios de los in­ter­clu­bes, aun­que pa­ra las mu­je­res no sean tan re­di­tua­bles co­mo pa­ra los hom­bres. Na­ta­lia Gus­so­ni, que ron­da el pues­to 130 del ran­king de la WTA, con­si­guió un con­tra­to por el que le pa­gan 1000 eu­ros por par­ti­do. Y si bien las ci­fras en eu­ros se tri­pli­can en la Ar­gen­ti­na, hay que im­ple­men­tar eco­no­mía de gue­rra y aho­rrar en to­do lo que se pue­da del otro la­do del Atlán­ti­co. “Cuan­do no me que­da otra viajo en avión en­tre ciu­dad y ciu­dad. Pe­ro siem­pre de­pen­de de la dis­tan­cia y de los cos­tos. Las ju­ga­do­ras de mi ran­king te­ne­mos que es­tar cui­dan­do nues­tros gas­tos y por eso den­tro de Eu­ro­pa la ma­yor par­te de las ve­ces nos movemos en tren”, ex­pli­ca Gus­so­ni.

 

Imagen Natalia Gussoni.
Natalia Gussoni.
 

PRI­MER MUN­DO

Una vez aco­mo­da­dos en­tre los cien pri­me­ros del mun­do, el ob­je­ti­vo pa­sa a ser me­ter­se en el top 50. In­gre­sar en ese gru­po de eli­te sig­ni­fi­ca ase­gu­rar­se un lu­gar en los Mas­ters Se­ries, los nue­ve tor­neos más im­por­tan­tes des­pués de los Grand Slam.

Los ros­tros y los nom­bres de quie­nes lo in­te­gran son co­no­ci­dos por to­dos aque­llos que ha­yan vis­to, aun­que sea de reo­jo, un par de par­ti­dos por la te­le. Y pre­ci­sa­men­te eso es lo que atrae a las mar­cas. Cre­cen las ofer­tas de con­tra­tos con em­pre­sas de in­du­men­ta­ria, ra­que­tas y tam­bién de otros ru­bros com­ple­ta­men­te aje­nos al mun­do del te­nis.

Pa­ra los or­ga­ni­za­do­res, en los tor­neos los ju­ga­do­res no son to­dos igua­les. “Cam­bia mu­cho el tra­to a me­di­da que vas su­bien­do en el ran­king –cuen­ta Ca­lle­ri–. Te atien­den ca­da vez me­jor. Por ahí a los que es­tán más arri­ba les dan dos ha­bi­ta­cio­nes, un au­to pa­ra ma­ne­jar­se so­lo y otras co­mo­di­da­des. A mí me pa­re­ce bien, por­que es co­mo una ma­ne­ra de re­com­pen­sar el sa­cri­fi­cio que uno hi­zo pa­ra lle­gar has­ta ahí y tam­bién te sir­ve co­mo mo­ti­va­ción”.

Imagen Gaudio ganó Roland Garros, saltó del puesto 44 al 10 del ranking y empezaba a sentir los beneficios de ser un jugador top.
Gaudio ganó Roland Garros, saltó del puesto 44 al 10 del ranking y empezaba a sentir los beneficios de ser un jugador top.

Aun­que mu­chos pien­sen lo con­tra­rio, lle­gar a los 50 es más di­fí­cil que man­te­ner­se. Es­to es de­bi­do a que el cir­cui­to es­tá di­se­ña­do pa­ra ha­cer­le to­do más sen­ci­llo a quie­nes es­ca­lan has­ta esos pues­tos de pri­vi­le­gio. En es­te sis­te­ma, los pri­me­ros en­tran di­rec­to a los tor­neos más im­por­tan­tes y eso per­mi­te pre­pa­rar el año de otra ma­ne­ra. In­clu­so es­to hi­zo que el cir­cui­to cam­bia­ra en los úl­ti­mos años, ya que los ju­ga­do­res de ma­yor ran­king se pre­pa­ran pa­ra los tor­neos más im­por­tan­tes y de­jan de la­do los de me­nor es­ca­la. Se ase­gu­ran par­ti­ci­par de los Grand Slam, de los Mas­ter Se­ries y de al­gún que otro tor­neo ATP. Sal­vo por una le­sión o una lar­ga su­ce­sión de ma­los re­sul­ta­dos, es di­fí­cil que un ju­ga­dor que se me­tió en­tre los 50 o 60 me­jo­res aban­do­ne rá­pi­da­men­te los pri­me­ros lu­ga­res. Los be­ne­fi­cios y los im­por­tan­tes in­gre­sos eco­nó­mi­cos, en ge­ne­ral, op­ti­mi­zan el ren­di­mien­to y ha­cen to­do más fá­cil. Va el ca­so de Che­la co­mo ejem­plo: “Cuan­do es­ta­ba cer­ca del 50 con­tra­té a un ma­na­ger ale­mán, que tra­ba­ja jun­to a un ar­gen­ti­no. Ellos me con­si­guen to­do. Se en­car­gan de ha­cer las re­ser­vas de los vue­los y los ho­te­les, ma­ne­jan mis con­tra­tos y re­ci­ben las ofer­tas. Ade­más es­tar arri­ba en el ran­king per­mi­te que te des al­gu­nos lu­jos. Co­mo sa­bés que siem­pre un mí­ni­mo co­brás, po­dés lle­var con vos a al­gún fa­mi­liar o ami­go y via­jar con un equi­po de tra­ba­jo com­ple­to, con en­tre­na­dor y pre­pa­ra­dor fí­si­co”.

Otra fuen­te de in­gre­sos pa­ra la ma­yo­ría de los top 50 son las “ga­ran­tías”, que son con­tra­tos que se ha­cen con los ju­ga­do­res pa­ra ase­gu­rar su pre­sen­cia en tor­neos de­ter­mi­na­dos. “Cuan­do te­nía buen ran­king –re­cuer­da Squi­lla­ri– me lla­ma­ban al ce­lu­lar y me in­vi­ta­ban. Te ha­cían un ofre­ci­mien­to y vos arre­gla­bas las con­di­cio­nes. Pe­ro cuan­do es­tás arri­ba hay que ser in­te­li­gen­te pa­ra dia­gra­mar el ca­len­da­rio y no de­cir­le a to­do que sí. Hu­bo ju­ga­do­res que por que­rer apro­ve­char el mo­men­to fue­ron a ju­gar a to­dos la­dos y en uno o dos años se fun­die­ron fí­si­ca­men­te.”

RI­COS Y FA­MO­SOS

Son los re­yes del cir­cui­to y así son tra­ta­dos en to­do mo­men­to y en to­do lu­gar. Sal­vo en los Grand Slam y en los Su­per Nue­ve, don­de tie­nen la obli­ga­ción de ju­gar, en el res­to de los tor­neos co­bran ga­ran­tías. Los ATP mue­ren por con­tar con la pre­sen­cia de los top ten y por eso los or­ga­ni­za­do­res ha­cen to­do lo po­si­ble pa­ra que se sien­tan mu­cho me­jor que en su ca­sa. De la pre­sen­cia o no de ju­ga­do­res co­mo Fe­de­rer, Rod­dick, He­witt, Co­ria y el res­to de la trou­pe que ocu­pa los pri­me­ros diez es­ca­lo­nes, de­pen­de el éxi­to de un tor­neo. “Te tra­tan es­pec­ta­cu­lar. En los tor­neos me atien­den bár­ba­ro y en los ho­te­les siem­pre me dan ha­bi­ta­cio­nes muy bue­nas. Se dis­fru­ta mu­cho, pe­ro tam­bién es una res­pon­sa­bi­li­dad, y por eso es que creo que hay que en­tre­narse más du­ro, pa­ra po­der man­te­ner­me”, re­mar­ca el Ma­go.

La au­sen­cia de te­nis­tas con­vo­can­tes es lo peor que le pue­de pa­sar a un di­rec­tor de tor­neo y por eso mis­mo se bus­ca ase­gu­rar has­ta con un año de an­ti­ci­pa­ción la pre­sen­cia de los ju­ga­do­res top. Así es que mien­tras se dis­pu­ta un tor­neo ya se ha­cen irre­sis­ti­bles ofre­ci­mien­tos de ga­ran­tías pa­ra la edi­ción del año si­guien­te. En esas ofer­tas, que va­rían mu­cho, de­pen­de el per­so­na­je –pe­ro que en el ca­so de los top fi­ve pue­de lle­gar a los 50 mil dó­la­res–, ge­ne­ral­men­te se in­clu­ye:

Pa­sa­jes pa­ra el ju­ga­dor, su gru­po de tra­ba­jo y su con­tin­gen­te de ami­gos y fa­mi­lia­res.

Es­ta­día pa­ra el ju­ga­dor y sus acom­pa­ñan­tes con to­dos los gas­tos pa­gos.

Au­to pa­ra ma­ne­jar­se con li­ber­tad du­ran­te los días que du­ra el tor­neo o un cho­fer dis­po­ni­ble las 24 ho­ras.

Y to­do aque­llo que se le an­to­je al ju­ga­dor y a su en­tor­no.

En los ATP im­por­tan­tes, no es ne­ce­sa­rio de­sem­bol­sar tan­to di­ne­ro por un top ten, por­que, en ge­ne­ral, son tor­neos que se quie­ren ju­gar. En cam­bio, los cer­tá­me­nes de me­nor pres­ti­gio son los que más tie­nen que in­ver­tir. So­bre to­do por­que hay va­rios en los que un top ten por más que lle­gue a la fi­nal y la ga­ne, no mo­di­fi­ca en ab­so­lu­to su po­si­ción en el ran­king. En esos ca­sos, sí o sí, tie­ne que ha­ber una mo­ti­va­ción ex­tra. An­dré Agas­si, por ejem­plo, lle­gó a co­brar 200 mil dó­la­res por ju­gar un ATP. Y en ca­sos co­mo ése, de ju­ga­do­res tan gro­ssos, no siem­pre lo úni­co que cuen­ta es la ga­ran­tía, si­no que tam­bién hay otras cues­tio­nes que in­cli­nan la ba­lan­za, co­mo si al ju­ga­dor le gus­ta el país, si la par­ti­ci­pa­ción no afec­ta al­gu­na gi­ra pos­te­rior o si el pú­bli­co lo va a tra­tar bien. Un ejem­plo de eso pue­de ser Gu­ga con el ATP de Bue­nos Ai­res. Más allá de que co­bre ga­ran­tía, el bra­si­le­ño vie­ne a ju­gar­lo por­que se sien­te có­mo­do y sa­be que en el Lawn Ten­nis es lo­cal, in­clu­so si del otro la­do de la red hay un ar­gen­ti­no.

Imagen Una de las obligaciones de los tenistas top es atender a la prensa en los torneos, aunque no tengan ganas, como le pasó a Coria en París.
Una de las obligaciones de los tenistas top es atender a la prensa en los torneos, aunque no tengan ganas, como le pasó a Coria en París.

El que re­pen­ti­na­men­te em­pe­zó a sen­tir lo gra­ti­fi­can­te y di­fí­cil que es ser una me­gaes­tre­lla fue Gas­tón Gau­dio . Con el triun­fo en Pa­rís, el Ga­to se afir­mó en el ran­king de un cir­cui­to en el que cuan­to más arri­ba es­tás, me­nos gas­tás y más ga­nás.

DOBLES O NADA

Los cua­dros de do­bles, de tan po­ca di­fu­sión, son una bue­na fuen­te de in­gre­sos pa­ra al­gu­nos ju­ga­do­res. En pre­mios re­par­ten la mi­tad o me­nos que los sin­gles, pe­ro según el tor­neo, eso pue­de ser mu­cho. Per­der en la pri­me­ra ron­da de do­bles de un Grand Slam re­pre­sen­ta 5000 dó­la­res pa­ra la car­te­ra de la da­ma o el bol­si­llo del ca­ba­lle­ro. El in­gre­so a los cua­dros de­pen­de del ran­king, sumando los pues­tos de los dos ju­ga­do­res. “A ve­ces es un su­fri­mien­to –cuen­ta Ve­ro­ne­lli–, cuando se abre la inscripción es­tán to­dos ha­cien­do cuen­tas pa­ra ver si entran. Al­gu­nos, por si no en­tran con uno, ya que­da­ron pa­ra en­trar con el otro. Es una lu­cha y a ve­ces ter­mi­nan to­dos pe­lea­dos”.

 

Imagen Veronelli.
Veronelli.
 

ASOMBRO PERMANENTE

Desde el momento en que despachó el revés que definió la final de Roland Garros, Gastón Gaudio no paró de sorprenderse con la repercusión de su triunfo: homenajes, pedidos oficiales y el apoyo de la gente en la calle.

Despues de ganar Ro­land Ga­rros, Gastón Gaudio des­cu­brió lo que sien­ten los top. In­clu­so an­tes de lo­grar el tí­tu­lo en Pa­rís ya empezaba a dar­se cuen­ta del cam­bio: “Cuan­do vas lle­gan­do a las ins­tan­cias fi­na­le­s que­dan po­cos ju­ga­do­res, y en­ton­ces la aten­ción es­ para tres o cua­tro. Tam­po­co sé có­mo va a ser el tra­to a par­tir de aho­ra, por­que to­da­vía no ju­gué nin­gún tor­neo, pe­ro ten­go que ju­gar en Sue­cia, y ya me lla­ma­ron pa­ra de­cir­me que me ha­cen una ce­re­mo­nia. Nun­ca me hu­bie­se ima­gi­na­do que iba a ju­gar un tor­neo y me iban a ha­cer un ho­me­na­je. Esas son las co­sas que te­nés que em­pe­zás a asu­mir y acep­tar y que an­tes ni te ima­gi­na­bas que exis­tían”.

–¿Qué otras co­sas cam­bia­ron en tu vi­da des­de que ga­nas­te Ro­land Ga­rros?

–En la parte fa­mi­liar si­gue to­do igual. Lo que cam­bia es el te­ma de las no­tas, de adquirir com­pro­mi­sos que ni que­rés ha­cer, pe­ro que te­nés que ha­cer. Por ejem­plo, la Se­cre­ta­ría de De­por­tes que te lla­ma pa­ra una co­sa; la Pre­si­den­cia que te lla­ma pa­ra otra; la con­fe­ren­cia de pren­sa que te­nés que dar cuan­do lle­gás; hay que con­tra­tar a un agen­te de pren­sa, por­que si no te vuel­ven lo­co a tu te­lé­fo­no; cam­biar el nú­me­ro del ce­lu­lar... Te­nés que ser más sim­pá­ti­co to­do el día, por­que ca­da vez que te sa­lu­da un ne­ni­to no lo vas a man­dar a la mier­da por­que ya es­tás can­sa­do. Ya no po­dés ir­te y po­ner­te en pe­do en cual­quier la­do ni a cual­quier ho­ra con tus ami­gos, por­que la gen­te te co­no­ce, te es­tá mi­ran­do y que­da pa­ra el cu­lo. Que ha­blen de vos los que no sa­ben de te­nis y te em­pie­cen a in­ven­tar co­sas. Cam­bian un mon­tón de co­sas que te hu­bie­se gus­ta­do no cam­biar.

–¿Y tam­bién te llue­ven ofertas?

–Sí, aho­ra te ofre­cen más gui­ta por ejem­plo pa­ra ir a ju­gar a un tor­neo, una ex­hi­bi­ción. Me lla­ma­ron mu­cho es­tos días pa­ra ju­gar en va­rios tor­neos. Los con­tra­tos que ya te­nía que­dan igual, aunque  se­gu­ra­men­te van a cam­biar las con­di­cio­nes cuan­do ter­mi­nen, pe­ro de eso se en­car­ga mi ma­na­ger. Pero eso no es lo que más me im­pre­sio­nó. Te ju­ro que to­do eso lo cam­biás por la fe­li­ci­dad que te pue­de dar ga­nar Ro­land Ga­rros.

–¿Hu­bo al­go que te su­pe­ró, que ni ima­gi­na­bas que fue­ra así?

–Lo que más me im­pac­tó fue có­mo se dio el par­ti­do contra Co­ria, una fi­nal de Ro­land Ga­rros en­tre dos ar­gen­ti­nos. Me im­pac­tó el en­tu­sias­mo que ha­bía en la gen­te, pa­re­cía un Ri­ver-Bo­ca. To­do el mun­do es­ta­ba pen­dien­te del par­ti­do, y lle­gar acá y que la gen­te te di­ga: “No sa­bés lo que llo­ré”. Que te lo di­ga tu ma­má es­tá bien, pe­ro que te lo di­ga gen­te que ni co­no­cés es muy gro­sso. Me pa­ran y me di­cen que tuvieron cábalas por mí. Uno me di­jo que ter­mi­nó de ver el par­ti­do aga­rra­do a una ven­ta­na, por­que cuan­do la aga­rró em­pe­cé a ga­nar y en­ton­ces no la sol­tó más.

PA­LA­BRA AU­TO­RI­ZA­DA

Eduar­do Pup­po, el ti­po al que se le in­cen­dia el te­lé­fo­no de tan­tos lla­ma­dos que re­ci­be de me­dios de to­do el mun­do pa­ra ha­cer­le no­tas al cam­peón de Pa­rís, es un buen re­fe­ren­te a la ho­ra de ha­cer un aná­li­sis so­bre es­te mo­men­to que vi­ve Gau­dio: “Des­pués de ga­nar en Ro­land Ga­rros, Gas­tón su­frió un cam­bio muy pro­fun­do en su re­la­ción con la gen­te en ge­ne­ral. Qui­zá fa­mi­liar­men­te tu­vo un vuel­co que só­lo per­ci­ben sus pa­dres, her­ma­nos y más cer­ca­nos, al dar­se cuen­ta de que el triun­fo en Pa­rís fue mu­cho más que ga­nar un Grand Slam. Fue ga­nar­le la pul­sea­da a su pro­pia vi­da y sa­car­les el cu­chi­llo de la he­ri­da a to­dos los que lo quie­ren de ver­dad”.

Un cambio grande, según Puppo, se dio en la calle: “Ahora le gri­tan ‘gran­de, Gau­dio’, cuan­do quince días an­tes to­da­vía per­du­ra­ban los ‘pe­chi­to frío’ des­de la otra ve­re­da. Y no se can­sa de de­cir que la vi­da le dio es­ta her­mo­sa opor­tu­ni­dad y la su­po to­mar. Lo que es innegable es que Gau­dio to­mó su con­sa­gra­ción con un gran pro­fe­sio­na­lis­mo.”.

PASO EL TREN Y SE SUBIO

Por Guillermo Salatino

El periodista que cubrió Roland Garros para América y La Red se emocionó con el triunfo de Gaudio, porque considera que fue capaz de aprovechar de la mejor manera una nueva oportunidad que le brindó el tenis.

El tren pa­sa una o dos ve­ces en la vi­da. El te­ma pa­sa por sa­ber apro­ve­char la opor­tu­ni­dad. La ma­yo­ría lo de­ja pa­sar y se da cuen­ta cuan­do ya no lo pue­de al­can­zar. Gas­tón Gau­dio de­jó ir va­rias ve­ces el tren. Pue­de con­si­de­rar­se un afor­tu­na­do por­que vol­vió. Era una de las úl­ti­mas es­ta­cio­nes, ya no le que­da­ba es­pa­cio pa­ra fa­llar; era aho­ra o nun­ca, y fue.

A Gas­tón se le vi­no la no­che en sep­tiem­bre de 2003 cuan­do fue a Má­la­ga a de­fen­der los co­lo­res patrios en la se­mi­fi­nal de Co­pa Da­vis. Fue con cha­pa de co­pe­ro. Ha­bía ga­na­do 14 de los 15 co­te­jos dis­pu­ta­dos. Na­da ha­cía pre­ver que los ner­vios le ju­ga­rían una ma­la pa­sa­da, sin em­bar­go fren­te a Juan Car­los Fe­rre­ro y Car­los Mo­yà to­do se de­rrum­bó.

A par­tir de allí, sur­gió la pren­sa; no la de te­nis, si­no aque­lla que apa­re­ce en los gran­des acon­te­ci­mien­tos opi­nan­do co­mo si su­pie­ra cuan­do, en rea­li­dad, no en­tien­de un so­to. Es co­mo si uno se pu­sie­ra a opi­nar so­bre eco­no­mía o me­di­ci­na...

Los re­sul­ta­dos les da­ban la ra­zón a los im­pru­den­tes; sin em­bar­go, nun­ca con­si­de­ra­ron que de­ba­jo de la “pil­cha” de te­nis­ta ha­bía un ser hu­ma­no. Se fue des­pia­da­do con él.

To­do trans­cu­rrió en me­dio de nu­ba­rro­nes has­ta que es­te año en la Co­pa del Mun­do, fren­te a Lley­ton He­witt, se le plan­teó una de las tan­tas opor­tu­ni­da­des des­per­di­cia­das, só­lo que en es­ta oca­sión no la de­jó es­ca­par. Fue el par­ti­do bi­sa­gra. Una se­ma­na an­tes de Ro­land Ga­rros.

De­spués, en París, debió dar va­rias ma­te­rias di­fí­ci­les: quí­mi­ca (Ca­ñas), fí­si­ca (No­vak), ta­qui­gra­fía (He­witt), la­tín (Nal­ban­dian) y ma­te­má­ti­cas (Co­ria). Y Gas­tón apro­bó to­das, al­gu­nas zafando, otras con 10. Por ejem­plo, con Ca­ñas, No­vak, En­quist y Co­ria, con 7; He­witt y Nal­ban­dian, con 10. La cues­tión es que el ti­po se re­ci­bió de hé­roe. Fue co­mo pun­to, su ran­king era el 44, na­die lo con­si­de­ra­ba y to­dos es­pe­ra­ban que fla­quea­ra. Ca­si se pro­du­ce en la fi­nal, pe­ro reac­cio­nó.

El te­ma aho­ra con Gas­tón es el día des­pués.

¿Qué se­rá de su fu­tu­ro?

¿Es­ta vic­to­ria le cam­bia­rá la vi­da?

Mu­chos di­cen: “Je, si ga­nó un pa­lo ver­de”.

Es cier­to, a es­to ha­brá que des­con­tar­le el 30% de im­pues­tos, no me­nos de 10% de su cuer­po téc­ni­co, un por­cen­ta­je de su agen­te (Pa­tri­cio Apey h). Gas­tos va­rios. Le que­da la mi­tad, que no es po­co. La ver­dad, el pre­mio es lo de me­nos. Gau­dio ya hi­zo su tra­ba­jo, aho­ra su agen­te tie­ne la pa­la­bra. Apa­re­ce­rán nue­vos con­tra­tos, se lo tra­ta­rá de ma­ne­ra di­fe­ren­te, co­mo a un cam­peón. Sí, por­que mal que les pe­se a los que lo lla­ma­ron “pe­cho frío”, Gau­dio es el úni­co des­pués de Vi­las y Sa­ba­ti­ni que ga­nó un Grand Slam, y es­te pri­vi­le­gio le per­te­ne­ce, ya no se lo po­drá qui­tar na­da ni na­die.

Imagen Gastón Gaudio llora de felicidad tras coronarse en la capital francesa. Fue su primer y único título de Grand Slam.
Gastón Gaudio llora de felicidad tras coronarse en la capital francesa. Fue su primer y único título de Grand Slam.

Co­bra­rá ga­ran­tías en los tor­neos, lo in­vi­ta­rán a ex­hi­bi­cio­nes, lo aco­sa­rán los “ami­gos del cam­peón”, que ca­sual­men­te son los mis­mos que an­tes lo cri­ti­ca­ban. Lo in­vi­ta­ron a los mis­mos pro­gra­mas de te­le­vi­sión que an­tes lo des­pe­da­za­ban sin pie­dad.

Eli­gió dos: CQC, es ami­go de Per­go­li­ni, y se jus­ti­fi­ca, y a Su­sa­na Gi­mé­nez, que lo ten­tó con un au­to. Lo fe­li­ci­to, por­que no deam­bu­ló por cuan­to pro­gra­ma cho­lu­lo an­da por ahí. Le cri­ti­co que no ha­ya ido a pro­gra­mas de­por­ti­vos.

Es­pe­ro que no se con­for­me con el tí­tu­lo, que lo apro­ve­che y que de­mues­tre que no fue ca­sua­li­dad. Co­ria fue a ga­nar y se que­dó con las ga­nas. Gau­dio fue a ju­gar y se en­con­tró, me­re­ci­da­men­te, con el tro­feo. Ha­brá que apro­ve­char­lo.

Por úl­ti­mo, es­pe­ro que no le pa­se co­mo a los de­más, que co­pie a su ído­lo, Ga­brie­la Sa­ba­ti­ni, y que no cam­bie. Que si­ga sien­do el mis­mo ti­po hu­mil­de que fue, pe­ro con la au­toes­ti­ma al­ta.

Que la au­toes­ti­ma no lo cam­bie, por­que cuan­do están en el puesto 30 son to­dos bue­nos; cuan­do cre­cen y su­ben en el ran­king, cam­bian. Si ga­na­ba Co­ria, ga­na­ba una es­tre­lla; ga­nó Gau­dio y ga­nó un ti­po co­mún, co­mo vos y co­mo yo. Es bue­no, porque quie­re de­cir que vos tam­bién po­dés ga­nar.

MOTIVACION ASEGURADA

Los arre­glos en­tre ju­ga­do­res y en­tre­na­do­res no siem­pre son igua­les. Hay con­tra­tos por un mon­to fi­jo de di­ne­ro, por por­cen­ta­jes de ga­nan­cias de pre­mios –en ge­ne­ral en­tre el 10 y el 20%– o el sis­te­ma mix­to: ba­se más por­cen­ta­je. Es­ta úl­ti­ma op­ción es las que más se eli­ge en el cir­cui­to. Fran­co Squi­lla­ri lo justifica: “Si sos en­tre­na­dor y te­nés un por­cen­ta­je al­to, vas a es­tar diez ve­ces más pren­di­do pa­ra que tu ju­ga­dor ga­ne que si só­lo te­nés un fi­jo. Esa es una fi­lo­so­fía en la que los dos es­tán mo­ti­va­dos. Co­mo ju­ga­dor, uno quie­re que si te va bien el en­tre­na­dor tam­bién sea re­com­pen­sa­do y, si te va mal, que tam­bién pa­gue él. Es uno de los me­jo­res arre­glos”.

 

Imagen Franco Squillari.
Franco Squillari.
 

 

 

Por Maxi Goldschmidt.