El deporte gay
En la Argentina todavía ningún deportista profesional confesó su homosexualidad. En este artículo del 2005 , el testimonio de los que se animaron a saltar la, todavía, elevada valla del prejuicio sexual.
– ¿Convocaria a un futbolista homosexual?
–No.
Daniel Passarella contestaba la pregunta número 74 del 100x100 de El Gráfico, en julio del 95, y se armaba el baile. Todas las agrupaciones de gays –con la Comunidad Homosexual Argentina a la cabeza– se le iban al humo al entonces técnico de la Selección. No sólo por su amor a la tijera y al pelo corto se hacía famoso el Kaiser, sino también por su poca simpatía por imaginarse a un gay poniéndose la celeste y blanca.
La discriminación ligada al deporte viene, obviamente, de muchos años atrás. Podría decirse que siempre existió. A comienzos del siglo XX, muchos creían que el fútbol, el rugby y otras disciplinas podían ayudar a prevenir que los hombres norteamericanos se ablandaran, ya que pensaban que la sociedad se estaba feminizando a causa de la Revolución Industrial. Ir al choque, ganar a cualquier precio, jugar con violencia eran algunas de las obligaciones que tenían los muchachotes de antaño para demostrar que eran bien hombres. En esa época no existían reglas para alejar a los gays de la pelota, a diferencia de lo que sí sucedía con los deportistas negros. Sólo bastaba con la habitual condena de la sociedad para mantenerlos lejos, cualquiera fuera su forma.
Hoy, en pleno siglo XXI, el armario se abrió y la cantidad de deportistas gays que permanecían ocultos salieron a hacer ruido en todo el planeta: mundiales de fútbol exclusivos, tenistas confesando su homosexualidad, jugadores homofóbicos, beisbolistas arrepentidos después de haber actuado en películas porno gays…
Historias que merecen ser conocidas.
MEJOR HABLAR DE CIERTAS COSAS.
Cuando Martina Navratilova confesó ante el mundo su homosexualidad, su vida dio un giro de 180 grados. “Todo lo que sé, es que he sido más feliz desde que declaré que soy lesbiana. Ahora no tengo nada que esconder. Eso sí: la discriminación es terrible. Si yo tuviera sida, ¿la gente sería comprensiva? No, porque dirían que me lo busqué, porque soy gay”. La confesión de Navratilova llevó a varios deportistas a sacarse un elefante de encima cual Gato Sessa y mostrarse libres ante la sociedad.
Curiosamente, la tenista francesa Amélie Mauresmo –tercera del mundo, US$ 7.671.000 en ganancias– le contó al planeta que era lesbiana para defenderse de las palabras de Lindsay Davenport, durante el Abierto de Australia. “Perdí con Mauresmo porque es fuerte. Tiene hombros y brazos de varón”, se burló la estadounidense. “Claro, si soy lesbiana”, contestó Amélie, ante la sorpresa de todos.
Siguiendo la línea de la confesión, el nadador Greg Louganis –el primer saltador olímpico en ganar la doble medalla dorada en dos pruebas en Juegos Olímpicos consecutivos– recién reveló en 1994, y después de retirarse, que era homosexual, cuando decidió participar de los Gay Games de Nueva York. Un año después, Louganis comentó que tenía sida y que ya era seropositivo en 1988, cuando, en los Juegos de Seúl, golpeó su cabeza contra el borde del trampolín y tiñó de rojo sangre el agua de la pileta. Por su parte, Ian Thorpe, también nadador, múltiple campeón y autor de 17 récords mundiales, nunca confirmó los innumerables rumores sobre su sexualidad, aunque aclaró varias veces que cada vez que los escucha se siente halagado. “Me gusta que el público y la prensa tengan la libertad de opinar sobre mi persona. Si alguien quiere catalogarme como parte de un grupo minoritario, significa que poseo un carácter firme y que creo en lo que soy o en lo que hago”, dijo con indudable estilo.
En el mundo del fútbol, pocos fueron los que confesaron su homosexualidad . Cómo no iba a ser así, con el ejemplo del arquero brasileño Roger. El futbolista del São Paulo –hoy suplente de Rogerio Ceni– posó desnudo para la revista brasileña G Magazine, a pesar de la amenaza de su director técnico, Paulo César Carpegiani: “Si sale en una revista gay, lo suspendo”. Roger no sólo participó de la producción, sino que fue tapa.
LA ARGENTINA GAY
La realidad marca que, en el ámbito profesional, en la Argentina todavía no salió a la luz el caso de un deportista que confesara su homosexualidad. Sí lo hicieron actores y personajes de la farándula. Pero de esos que transpiran la camiseta los fines de semana, nada. Por eso, para conocer la opinión de la gente que se animó a olvidarse de los prejuicios, hay que prestar atención a las palabras de esos deportistas desconocidos y amateurs.
Claudia Castro forma parte, hace seis años, de La Fulana, un centro comunitario para mujeres lesbianas. Ella y varias amigas siempre se juntan a jugar al fútbol 5, debajo de la autopista, en la calle Cochabamba. Un día decidieron cambiar la baldosa de Buenos Aires por el césped perfecto del Mundial de Fútbol Gay, en Alemania.
“Fue en el 2000, un campeonato Gay-Lésbico. Como no teníamos un mango, le pedimos financiamiento a IGLFA (International Gay and Lesbian Football Association) para poder viajar y participar del Mundial. Nos consiguieron la plata y fuimos seis chicas, en Colonia se re-portaron, la gente tenía muy buena onda. Cuando llegamos, nos unimos a un equipo alemán y le pusimos simplemente Las Fulanas. Terminamos cuartas entre catorce equipos y nos dimos el gustazo de ganarle a Inglaterra 4 a 1. Ese día salimos en el diario Clarín, no lo podíamos creer”, recuerda.
Claudia y todas sus compañeras lesbianas coinciden en lo atrasada que está la sociedad argentina para aceptarlas: “En Alemania había una libertad total. Imaginate, el intendente de Colonia era gay y vivía con su pareja en la intendencia. Acá es casi imposible encontrar un político gay. Bah, lo imposible es que lo confiesen. Porque haber, seguro que hay…”
Los chicos tampoco se quedaron atrás. El equipo de fútbol de la DAG (Deportistas Argentinos Gays) se formó en 1997 con la idea de buscar un lugar donde poder juntarse y entrenarse, para participar de algún torneo o, simplemente, divertirse. Miguel Bello, que llegó a jugar en las inferiores de Mandiyú, de Ferro y hasta en la Primera de Quilmes, es el goleador del equipo desde el primer día y, además, es organizador, ayudante de campo y RR. PP. “Teníamos amigos que trabajaban en una revista gay –recuerda Miguel– y pusimos un aviso. Cuando nos quisimos acordar, éramos 30 los que nos juntábamos dos veces por semana. Al principio jugábamos en canchas de 5 y después, al ser más, en plazas. Más o menos al año conocimos a un chico español, y nos contó que existían los Gay Games. Nos propusimos participar de los siguientes. Y empezamos a entrenarnos más fuerte”.
Miguel recuerda, como pocos, el día que pisó la AFA en busca de ayuda y las puertas se le cerraron en la cara: “Nos movimos por todos lados. Hicimos fiestas en los boliches, vendimos rifas y hasta posamos desnudos para un almanaque. Un día fuimos a la AFA, pero la idea no era pedir plata. Lo único que necesitábamos era un lugar para el entrenamiento, porque íbamos a representar a nuestro país en un torneo mundial. Después de varias idas y vueltas, pudimos hablar con un dirigente. Le planteamos nuestra necesidad de algún predio y, hasta ahí, todo bien. Pero cuando les contamos que éramos un equipo gay, nos sacaron a patadas. No sólo eso, sino que nos quisieron prohibir usar la camiseta de Argentina y el logo de la AFA. Al final pudimos usar la tradicional, pero tuvimos que tapar el escudito. Nos trataron muy mal, nos humillaron. Fue una vergüenza. Parece que para ellos ser gay es una mala palabra”.
Igualmente, el equipo argentino no bajó los brazos y viajó a Holanda. Fueron quintos y los 60 mil hinchas que coparon el Amsterdam Arena los aplaudieron de pie. La excelente actuación se repitió al año siguiente, en el Mundial de Fort Lauderdale. El equipo de Miguel, al igual que Las Fulanas en Colonia, venció a Inglaterra, por 6-0 en este caso. “No lo podíamos creer. La rivalidad era tremenda, teníamos lo de Malvinas en la cabeza. Aunque, ojo, ellos lo vivían más fuerte”. El equipo de la DAG finalizó tercero y en 2000, por problemas económicos, no pudo prepararse bien y terminó en el octavo puesto, en Alemania.
“Es una lástima que en nuestro país el rechazo hacia los gays sea tan grande. Tenemos un país hermoso, machista y futbolero, pero hermoso. Acá se podría organizar un Juego Gay impresionante, con muchísimos turistas aprovechando el cambio del dólar. Pero, la verdad, ¿quién se imagina a trescientos tipos de Ciudadela viendo putos jugar al fútbol?”, bromea Miguel.
“SOY HOMOFOBICO”
En la Argentina, la sociedad recién se está desayunando con la nueva cultura del deporte gay, pero en el mundo ya existen dos polos bien opuestos con relación a la aceptación de la homosexualidad en el deporte: Europa y Estados Unidos. Mientras que en el Viejo Continente se celebra la mayoría de las competiciones internacionales, en los Estados Unidos gran parte de los atletas condena y le escapa a la idea de tener un compañero homosexual. Estas son algunas de las ideas de los deportistas de elite –jugadores de fútbol americano, beisbolistas, estrellas del básquetbol– sobre la homosexualidad:
■ El receptor de los Cincinnati Reds, Todd Jones, quien escribe columnas en revistas y diarios, publicó hace poco: “No sé nada sobre los gays, por eso me dan miedo. Es algo normal temerle a lo desconocido”. Y concluyó: “No podría tener un compañero gay. Soy homofóbico”.
■ Eddie Perez, jugador de Atlanta Braves, confesó su estrategia para aceptar a los gays: “No es que tenga muchos problemas con ellos, pero preferiría saber si un compañero es homosexual. No sería difícil convivir con él. Sólo tendría que esconderme cuando nos cambiamos en el vestuario y listo”, dijo seriamente, aunque parezca una broma.
■ John Rocker, quizás el más racista de los deportistas actuales, es constantemente escrachado por la comunidad gay. Hace unos años, un hincha entró en el campo de juego y, ante 80 mil personas, se hizo famoso justo cuando se bajó los pantalones y le mostró su “parte de atrás” en la cara.
■ John Smoltz, compañero de Perez, criticó en un canal de televisión a los que quieren legalizar, en los Estados Unidos, el casamiento entre homosexuales: “¿Qué sigue? ¿Casamiento entre animales?”
Pero si hay que citar ejemplos extraños en el país del norte, hay uno que llama la atención. En enero, el pitcher de Cleveland Indians, Kazuhito Tadano, confesó que, en su época juvenil, fue parte de un video porno gay en el que, obviamente, tenía relaciones sexuales con hombres.
Al conocerse la noticia, el japonés se disculpó ante toda persona que tuvo enfrente y juró que no volvería a cometer ese mismo error. “Quiero dejar bien claro que no soy gay. Sólo tuve relaciones sexuales con otros hombres en una película”, quiso aclarar, y oscureció. Lo que le digan sus compañeros homofóbicos en el vestuario, al pasar, no le mueve ni un pelo. “No me importa. No entiendo ni una palabra de lo que dicen”, aclara el “actor” Kazuhito en perfecto japonés.
Machista y Retrograda. Testimonio, Wilson Oliver, confesión y algo más.
El ex jugador de Nacional, de Montevideo, que reveló su homosexualidad en la revista Gay Barcelona, acusa.
Existe gran cantidad de gente vinculada con el mundo del fútbol que es gay, como los dirigentes, auxiliares, médicos y periodistas… Entonces claro, si van a una discoteca y encuentran a un jugador, todo el mundo lo va a comentar. Eso me pasó a mí. Después de ocultarlo durante mucho tiempo, empecé a hacer mi vida gay: acudía a discotecas de ambiente y salía con amigos que eran como yo. Así empezó a correr el rumor. La reacción de Nacional no fue directa, no es que me dijeron: “Vos sos gay y no vas a seguir en el club”, pero… era como “¡tenemos un problema, hay un gay en el plantel!”. Para librarse de mí, me cedieron a otro equipo, el Tanque Sisley, que era como una sucursal de reservas del Nacional y donde no llamaría tanto la atención. Lo importante para el equipo a esa altura era venderme lo más rápidamente posible y obtener una buena cantidad de dinero, pero claro, todo el mundo sabía ya que era gay. Mi condición de homosexual les pesaba mucho. En ese momento opté por irme al exterior y jugar en un equipo de Segunda División donde salí siete veces elegido como mejor jugador. Pero entonces mi vida privada se resumió a nada. Sólo podía dedicarme al fútbol. Regresé a mi país, luego pasé de temporada en temporada a Guatemala y El Salvador. A pesar de mi buen rendimiento, regresé a mi país algo cansado y agotado. Jugué otro año, el último, pero por aquel entonces ya era vox pópuli que era gay y todo el mundo me gritaba en la cancha, era horrible. Decidí que en poco tiempo dejaría el fútbol, porque era tanta la hostilidad por parte de la gente, sobre todo de los contrarios o de gente que me encontraba en la calle. Como último recurso, me fui a jugar a un equipo del interior, donde mi vida no fuera conocida. Salí elegido mejor jugador del torneo y Botín de Oro de la temporada 2002. Pero la realidad es que a mí los directivos nunca me tomaron como un talento, sino como un problema. No me pueden ubicar en una concentración de hombres si soy gay, aunque ésa sea una mentalidad totalmente machista y retrógrada.
Orgullo gay, lo que se dice orgullo gay
La homosexualidad es un tema tabú en el boxeo. Sin embargo, hubo un caso que terminó en tragedia. El cubano Benny “Kid” Paret exponía el título mundial de los welters ante Emile Griffith, boxeador gay que llegó a enfrentar dos veces a Carlos Monzón. La pelea se realizó el 24 de marzo de 1962 y, en el pesaje, Paret le dijo “maricón” a su rival, lo que casi produce una pelea anticipada. A la noche, Griffith no pudo contenerse: en el 12° asalto, el todavía campeón quedó colgado de las sogas, mientras Griffith le seguía pegando. El referí lo frenó muy tarde: Paret, que tenía 25 años, quedó en estado de coma durante diez días y finalmente murió.
Por Tomas Ohanian