¡Habla memoria!

Los secretos del fútbol: el remate

José Sanfilippo, uno de los artilleros más temibles en la historia del fútbol argentino, vuelca todas sus experiencias justamente sobre la especialidad que marcó su paso por las canchas: el remate al gol.

Por Redacción EG ·

14 de abril de 2020

Siempre sostuve que se nace con condiciones para jugar al fútbol. Pero también creo que un joven puede perfeccionar esas aptitudes naturales. Nótese que dije joven, y no hombre. ¿Cómo? Existe un solo camino. A través de las divisiones inferiores, siempre y cuando se trabaje, y bien. Para ello es necesario que los clubes argentinos, en su mayoría, revean su política en la materia. En lugar de gente voluntariosa, pero al mismo tiempo no muy idónea, deben estar al frente de las divisiones inferiores los mejores profesores. Uno que enseñe a atajar, otro a cabecear, un tercero a pegarle a la pelota, y así hasta cubrir los fundamentos esenciales del fútbol. Esta tarea deberá ser dirigida y coordinada por el director técnico de las divisiones inferiores, quien es, lógicamente, el encargado del trabajo de los chicos en equipo. Esto para mí es fundamental. Porque así como nadie llega a la universidad sin haber pasado antes por los cursos primarios y secundarios, no veo motivo para que en el fútbol no ocurra lo mismo.

 

UN SISTEMA: EL "SANFIGOL"

Mi tema en esta serie de EL GRAFICO es el remate. Pero sentí la necesidad de decir antes dos palabras sobre las divisiones inferiores. Porque creo que mi aporte al fútbol, ya retirado de la práctica activa, puede ser valioso a través de un sistema que he creado y que yo llamo "Sanfigol", para darle un nombre. En él he volcado todas mis experiencias justamente sobre la especialidad que marcó mi paso por las canchas: el remate al gol. Es lo que ustedes podrán ver en algunas fotos de esta nota. El "Sanfigol" no es otra cosa que el resumen de mi historia como jugador, o dicho en palabras más futboleras: cómo el pibe Sanfilippo se convirtió en uno de los grandes goleadores del fútbol argentino. Lo digo sin vergüenza porque me respaldan las estadísticas.

Imagen El "Sanfigol" que instalé en los fondos de mi casa consta de tres sectores bien definidos. Aquí vemos dos. El arco anaranjado que vemos a la derecha tiene 50 cm de alto por 80 cm de ancho. Sirve para lograr la mecanización del remate, lo que yo llamo los primeros palotes. Al fondo se ven los barrotes. La pelota rebota ahí y vuelve con mucho efecto. Ejercicio para los reflejos.
El "Sanfigol" que instalé en los fondos de mi casa consta de tres sectores bien definidos. Aquí vemos dos. El arco anaranjado que vemos a la derecha tiene 50 cm de alto por 80 cm de ancho. Sirve para lograr la mecanización del remate, lo que yo llamo los primeros palotes. Al fondo se ven los barrotes. La pelota rebota ahí y vuelve con mucho efecto. Ejercicio para los reflejos.

 

 

MECANIZACIÓN Y REFLEJOS

Yo empecé a jugar a la edad de todos los pibes. Pero tenía un "berretin". Terminaba el picado en el potrero o en la calle y me quedaba pateando horas y horas una pelota de goma de veinte "guitas" contra una pared. Con derecha y con zurda, alternativamente. Ese ejercicio me sirvió toda la vida para la mecanización del remate. A los trece años ya estaba fichado en las divisiones inferiores de San Lorenzo. Y ahí volvió a nacer Sanfilippo para el fútbol. Pero no en la cancha, sino debajo de la tribuna que da espaldas a la calle Inclán. Sobre la pared de un vestuario había unos postes de madera del diámetro de una botella de vino común. Un día empecé a patear contra esos postes, y la pelota siempre volvía con efecto. Al principio me costaba volver a pegarle, porque el efecto provocaba que la pelota saliera para cualquier lado. Pero con el tiempo le fui buscando la vuelta. Eso me dio unos reflejos tremendos como complemento de la mecanización. Además, lograba velocidad y precisión. La pelota de veinte "guitas" y los postes de madera me enseñaron más que ningún director técnico. El "Sanfigol", una idea que pongo a disposición de todos los clubes argentinos, reproduce y mejora las condiciones en que hice mi aprendizaje.

 

Imagen Junto a su hijo, sentados sobre el ¨Sanfigol¨
Junto a su hijo, sentados sobre el ¨Sanfigol¨
 

 

Imagen De esta imagen, que me acompañó mentalmente durante toda mi campaña, surge mi idea del "Sanfigol". No basta rematar y acertarle al arco. Meterla en un rectángulo de 7,32 por 2,44 no es problema. Lo importante es saber dónde le duele realmente el remate al arquero. Para mí, son dos pequeños rectángulos de 1 metro de ancho por 80 centímetros de alto pegados a los postes. Lo que comúnmente llamamos "ratonera". Los tiros que van arriba y en los cinco metros de ancho que quedan entre las dos "ratoneras" son todos del arquero.
De esta imagen, que me acompañó mentalmente durante toda mi campaña, surge mi idea del "Sanfigol". No basta rematar y acertarle al arco. Meterla en un rectángulo de 7,32 por 2,44 no es problema. Lo importante es saber dónde le duele realmente el remate al arquero. Para mí, son dos pequeños rectángulos de 1 metro de ancho por 80 centímetros de alto pegados a los postes. Lo que comúnmente llamamos "ratonera". Los tiros que van arriba y en los cinco metros de ancho que quedan entre las dos "ratoneras" son todos del arquero.
 

LA PERFECCIÓN

Vamos quemando etapas. Llegamos al profesionalismo. Yo entrenaba como cualquiera. Pero cuando todos se iban, como en las épocas de pibe, me quedaba horas y horas frente al arco... de verdad. Los arqueros quedaban muertos, y yo seguía. ¿Qué buscaba? La perfección. Porque de nada vale un remate si no tiene dirección. Yo miro un entrenamiento hoy en día y veo cómo los muchachos tiran al arco. Fenómeno. Nadie falla, el arco tiene 7,32 metros de ancho por 2,44 metros de alto. Esa no es la cuestión. El problema es ponerla donde uno quiere y donde más le duele al que ataja. Cuando me quedaba pateando les avisaba a los arqueros el remate (un compromiso conmigo mismo): "palo izquierdo abajo; palo derecho abajo". Imaginaba una ratonera de un metro de ancho (desde uno de los postes) por ochenta centímetros de alto, y tenía que meterla ahí. Lo mismo cuando ensayaba voleas. Yo avisaba, "ángulo izquierdo arriba; ángulo derecho arriba". Y allá iba la pelota. Repito, la cuestión no es tirar al arco, sino al lugar inatajable. Si el arquero domina los cinco metros centrales del arco, un remate a ese sector es poco menos que un regalo. Por eso se pierden tantos goles, por falta de precisión y del debido entrenamiento. Voy a cerrar estos recuerdos con una anécdota. En mi última temporada en San Lorenzo, un día vinieron de un canal de televisión y nos pidieron una nota medio exótica. Pegarle al travesaño desde afuera del área con pelota en movimiento. Nadie lo hizo. Sanfilippo sí. Mis compañeros me cargaron una semana por la suerte que había tenido. Yo para mis adentros pensaba: "¡Qué suerte! Para conseguir esa puntería trabajé toda mi vida".

Imagen Su primera etapa en San Lorenzo fue desde 1953 hasta 1962, convirtió 238 goles en 258 partidos. Con un promedio de 0,92 goles por partido.
Su primera etapa en San Lorenzo fue desde 1953 hasta 1962, convirtió 238 goles en 258 partidos. Con un promedio de 0,92 goles por partido.

 

 

TAMBIÉN SE APRENDE MIRANDO

Acabó de decir que perfeccioné mi remate en la soledad de los entrenamientos. Pero también aprendí mirando, como tantos otros jóvenes a lo largo de la historia del fútbol. En mi caso, ya fue como profesional. El que me abrió los ojos fue el húngaro Ferenc Puskas, cuando jugaba  para el Real Madrid. Pancho tenía un remate muy particular, que no estaba en mi repertorio, y se lo copié. Puskas sabía resolver el remate a media altura inclinando el cuerpo en dirección contraria a la pelota. Por ejemplo: en una definición con la izquierda, que era su pierna hábil, volcaba el cuerpo hacia la derecha, y de esa manera la zurda le quedaba a la altura de la pelota, lo que le daba una fuerza parecida a la del tiro frontal, o sea con el empeine. También me gustaba de Puskas el remate de cachetada con cara externa. Le salía con una potencia inusitada. Y hablando de gente que admiré, El Negro Pelé, más allá de lo crack que era, a mí me volvía loco cuando chanfleaba; le entraba a la pelota con la precisión de un billarista.

Imagen Fue goleador del Campeonato de Primera División en cuatro oportunidades.
Fue goleador del Campeonato de Primera División en cuatro oportunidades.

 

 

EL ÁNGULO LO BUSCO YO

Estoy cansado de ver cómo en las canchas argentinas se regalan grandes oportunidades de gol. Y lo más grave, las pierden delanteros que llegan con pelota dominada. ¿Por qué? Porque los atacantes van hacia la definición aceptando erróneamente el ángulo de remate que les ofrece el arquero. Y el asunto es al revés. El ángulo lo tienen que buscar ellos. ¿Cómo? No yendo al encuentro frontal. El que entra con la pelota en sus pies tiene un arma formidable. Con sólo abrirse unos metros, va a ver el arco casi libre. Y si el arquero ya está sobre su posición, todavía le queda el amague, volcar el cuerpo hacia un lado, para engañarlo, y tocar con el pie opuesto, cara externa, sin denunciar la intención. Es gol o gol.

 

Imagen En el fútbol argentino jugó también en Banfield y Boca.
En el fútbol argentino jugó también en Banfield y Boca.
 

 

 

CON FE Y DECISIÓN

El remate al gol es cuestión de fracción de segundos. El que duda, pierde. Hace poco, el chico Ramón Díaz desperdició una gran oportunidad en Wembley por hacer una de más. Había eludido al arquero, tenía el arco a su disposición y sin embargo tocó la pelota otra vez para asegurar el disparo. Eso fue fatal: cuando remató, un inglés rechazó sobre la línea de gol. No sirve. Y esto no desmerece a Díaz, un joven con grandes condiciones; yo también tuve que ganar experiencia. El desenlace de una jugada no puede esperar. Cuando el delantero ve la oportunidad del remate tiene que hacerlo con fe y decisión, que a la hora de definir son virtudes tan importantes como saber darle a la pelota. Con esa fe le hice un gol a Roma que todavía recuerda mucha gente. Fue en la cancha de Boca, antes del minuto de juego. La salida era nuestra. Yo le pedí a Coco Rossi que me la tirara larga por arriba de la cabeza de Orlando, que era el seis de Boca. Rossi me dijo que estaba loco. Yo le contesté: "Me tengo una fe bárbara para sorprenderlos de entrada". Y como Rossi seguía en su negativa, le pedí a Capdevila que hiciera lo mismo (estábamos los tres en el centro del campo). Moví la pelota como nueve, con toque a Capdevila, y salí corriendo. Capdevila me mandó el pase largo, al lugar que yo quería. Pero la pelota me quedó unos centímetros atrás, y ya venía saliendo el Tano para reventarme. La única que me quedaba era el taquito. Y lo tiré. La pelota pasó por arriba de la cabeza de Roma y entró cerca del travesaño.

Imagen Tuvo un segundo paso por San Lorenzo en 1972, jugó 8 partidos y marcó la misma cantidad de goles.
Tuvo un segundo paso por San Lorenzo en 1972, jugó 8 partidos y marcó la misma cantidad de goles.

 

 

NO MIRAR LA PELOTA

Estamos hablando del remate, claro. Delantero que entra, sabe dónde está la pelota, él la lleva, la siente aun sin tocarla. Si en el momento de definir mira la pelota, lo propio hará el arquero, y le estamos dando una ventaja. Lo que debe hacer es mirarlo al guardavalla, para que éste también saque la vista de la pelota. Ahí saldrá el remate. Con todo el factor sorpresa en favor del delantero.

 

CON UN HOMBRE DELANTE

Suele decirse que no hay que rematar cuando uno está tapado por uno o dos defensores. Estoy de acuerdo si el disparo rebota invariablemente en las piernas o el cuerpo de los marcadores. En cambio, soy partidario de ese remate si se lo sabe ejecutar. Por lo general, se trata de un recurso efectivo desde afuera del área. Se debe efectuar sin mirar el arco ni la pelota. El envío pasará muy cerca de las piernas del hombre que teníamos adelante, y será difícil para el arquero, porque otra vez jugamos con el factor sorpresa de nuestra parte. El que patea está tapado. Y el arquero, también...

 

ACORTAR LOS CAMINOS AL GOL

Por mis características, siempre fui partidario del juego simple. Esto lo digo al margen del tema central, para refrescar la memoria de quienes me vieron, y como guía para los jóvenes que siguen esta serie de EL GRAFICO. Mi zona de arranque la elegía en los tres cuartos de cancha. Y en mi equipo todos sabían que un toque en pared de Sanfilippo era jugada previa al remate. Yo iba a buscar la descarga de la pared para definir. Tuve la suerte de contar con algunos compañeros que supieron entender muy bien mi juego. Higinio García en San Lorenzo; Beto Menéndez en Boca; Walter Jiménez en la Selección Nacional. Pero mi sociedad con ellos, por distintas causas, no fue muy extensa. Yo no tuve, por ejemplo, el respaldo de Pelé. El Negro, en el Santos, o en la Selección de su país, vivió permanentemente rodeado de muchos compañeros de primer nivel futbolístico. Debo recordar también (además de los ya nombrados) a René Pontoni, con quien jugué mucho en la reserva de San Lorenzo. Pontoni me dejó sabias lecciones de cómo moverse en la cancha, y a su lado me cansé de hacer goles. Si Pontoni hubiera sido mi socio durante toda mi campaña en primera división, tranquilamente habría triplicado los goles de mi estadística personal. Para René, Higinio, el Beto y Walter, mi recuerdo con gratitud, porque ellos hicieron más corto mi camino al gol.

Imagen Disputó los Mundiales de Suecia 58 y Chile 62 representando a la Selección Argentina.
Disputó los Mundiales de Suecia 58 y Chile 62 representando a la Selección Argentina.

 

 

LOS FUNDAMENTOS DEL REMATE

A la pelota hay que pegarle, no empujarla. Creo que ésta es la mejor definición del remate. El segundo concepto fundamental es saber pegarle. Las formas de hacerlo son tres: cara externa, cara interna, empeine. Y un denominador común: el pie de apoyo siempre cerca de la pelota. No quiero olvidarme del remate saltando, que es un buen recurso (pegándole de arriba hacia abajo) cuando la pelota viene cayendo y uno está rodeado de varios rivales. Ni tampoco de que el fútbol es engaño. Hay que amagar para hacer precisamente lo contrario (por ejemplo: la gambeta para rematar; el remate para gambetear). Pero, por sobre todas las cosas, quiero volver al principio. Para el fútbol se nace. Pero uno debe vivir perfeccionando las aptitudes que nos regaló mamá cuando nos trajo al mundo. Y si hay algo en el fútbol que se puede perfeccionar hasta lograr resultados asombrosos es, justamente, el remate. Lo digo como el mejor de los consejos que puede dar un hombre que ama el fútbol, que todavía se sigue emocionando con una gambeta, un chanfle, una gran jugada, o un estupendo remate que entra allá abajo, a centímetros del palo.

Imagen Dos elementos fundamentales del remate: el pie de apoyo y el ángulo en que el pie impulsor le entra a la pelota. Cuanto más cerca de la pelota esté el pie de apoyo, más perfecto saldrá el tiro.
Dos elementos fundamentales del remate: el pie de apoyo y el ángulo en que el pie impulsor le entra a la pelota. Cuanto más cerca de la pelota esté el pie de apoyo, más perfecto saldrá el tiro.
  
Imagen Detalle del momento del impacto.
Detalle del momento del impacto.
 

 

JOSÉ SANFILIPPO (1980). Ilustraciones: CLAUDIO PASQUATO . Fotos: RICARDO LOPEZ