¡Habla memoria!

Anecdotario: El problema es el “pedal”

Borocotó repasa divertidas historias de sus tiempos de cronista de ciclismo, cuando los ases de las dos ruedas llevaban las caramañolas llenas con agua, tinto, blanco o moscato.

Por Redacción EG ·

23 de abril de 2019

Imagen En la carrera Rosario-Buenos Aires de 1927 en una etapa, solo un participante llegó a la meta Adolfo Pompei. Tardó poco más de un día y descansó 17 minutos.
En la carrera Rosario-Buenos Aires de 1927 en una etapa, solo un participante llegó a la meta Adolfo Pompei. Tardó poco más de un día y descansó 17 minutos.
 

En una carrera en la que Francisco Rodríguez todavía actuaba en segunda y su categoría largaba diez minutos detrás de la primera, consiguió Paco despegar y darle alcance al rezagado Pompei.

— ¿Dónde vas, pibe? — le gritó El Pescador. — Vení, vamos a tomar un vaso de vino...

Parecerá raro, pero Pompei, por aquellos ya sus años de veterano, llevaba vino  en las caramañolas.

Pare le segunda etapa de la Rosario-Buenos Aires de 1929, corrida la jornada inicial el 23 de diciembre, en Pergamino me dijo:

— ¿Me llevas la ropa?

—Pompei, que después te tengo que esperar en la raya y vos llegas... el martes.

—Me la dejás en el almacén de Cagnone.

—¡Ah!..., bueno: así, sí...

Y se vino tomando blanco y tinto. Cuando se le acababa el de las caramañolas encontraba repuestos en boliches de la ruta. Y al sentirse medio mareado aprovechaba cualquier arroyo para proporcionarse una zambullida y decir:

 —En todos los incendios vienen los bomberos.

Era una especie de boliche con ruedas...

 

Imagen Pompei solía estimularse con vino para largas distancias y en esta foto, se “estimuló” tanto en el puestito que se ve al fondo que tuvo que ir a un arroyo para refrescarse.
Pompei solía estimularse con vino para largas distancias y en esta foto, se “estimuló” tanto en el puestito que se ve al fondo que tuvo que ir a un arroyo para refrescarse.
También Mario Argenta, figura singular de aviador que vino a nuestras tierras formando parte de una escuadrilla italiana y quedó aquí para siempre, solía apelar al estimulante del moscato, aunque con medida.  En la Rosario-Santa Fe que ganó en 1926 en el barro le preguntaban:

— ¿Querés algo, Mario?

—Un po di moscato... — y Argenta llegó triunfador a Santa Fe sin poder mantener la línea de marcha, porque la bicicleta se movía...

— ¿Qué si muove? ¿El camino o la bichicleta? — preguntaba.

A Cosme Saavedra le aconteció otra cosa. Jamás bebía alcohol, pero le dieron cierta receta a base de quina y la ensayó en una de las tantas carreras en las que los automóviles de reaprovisionamiento solían retrasarse en los pantanos. Y comenzó a beber traguitos de aquello. ¡Qué rico! Realmente era una bebida agradable. ¡Caramba! Un traguito llamaba a otro..., y cuando se quiso acordar estaba borracho de quina.

Imagen El mendocino Cosme Saavedra, uno de los mas grandes ciclistas de nuestra historia
El mendocino Cosme Saavedra, uno de los mas grandes ciclistas de nuestra historia
Rafael Di Paco, el italiano que nos dejó un recuerdo tan pintoresco, bebía vino antes o después de las competencias, pero nunca durante su transcurso. En una prueba en la que Mathieu le ofreció agua mineral preguntó:

—¿No me hará mal? — y cuando al fin de la jornada vió a Mathieu tomando leche me preguntó: —Mario..., ¿es enfermo?

—No..., es un muchacho muy sano... Toma nada más que leche...

— ¿Sin que se la recete el médico?

BOROCOTO (1951)