¡Habla memoria!

Figurita difícil: Manuel De Saa

En los años ‘30 en Vélez brillaba un zaguero macizo con clase, intuición y espíritu de lucha. No se entregó jamás, no aflojó ni abajo del agua. Nacido en España, en Argentina le decían con acierto “Gallego”.

Por Redacción EG ·

17 de abril de 2019

Recio, macizo, duro. Como buen herrero, parecía forjado a marronazos sobre un yunque. Nacido en España de padre español y madre argentina, apenas abrió los ojos lo trajeron a le tierra de su progenitora. Ya pibe de baldíos, le pusieron el apodo que lo distingue: Gallego. Y la acertaron. Había nacido en Vigo.

Con Forrester llegó a formar una pareja que mereció el honor de ser internacional. Lo hubieran sido más veces a no ser dos razones importantísimas: por esos días abundaban los buenos backs y Vélez Sársfield era un club pobre...

Imagen Manuel De Saa jugó en Vélez de 1931 a 1933 y de 1935 a 1940.
Manuel De Saa jugó en Vélez de 1931 a 1933 y de 1935 a 1940.

El binomio tuvo al petiso Caucia entre los palos. Un arquero que no fué espectacular pero rendidor y que le enseñara a jugar a Manolo. "No salgas... Salí ahora"—, y De Saa obedecía, De Saa aprendía. Siempre lo declaró con sinceridad.

Pasó por los tres puestos de la línea media. Le gustaba el centro. Tenía una movilidad acorde con su temperamento. Exigía correr... y más veces se entraba en contacto con la pelota. Y el fútbol se juega con pelota.

No obstante sus preferencias brilló como zaguero izquierdo. Pero le era igual un costado u otro Manejaba las dos piernas y la cabeza, una cabeza de hierro, cabeza de marrón que despejaba lejos.

Imagen En su paso por el club de Liniers jugó 258 partidos y marcó 3 goles.
En su paso por el club de Liniers jugó 258 partidos y marcó 3 goles.

A los 15 años sufrió la fractura de una pierna. Sin embargo, a los 16 apareció en primera división. En las canchas jamás recordó el accidente. Plantó esa pierna o la otra con firmeza, tanto que solía "desplantar" a los rivales que chocaban contra esa masa de hierro.

Careció de sutilezas, pero sabía estar dentro de un campo de juego, salir al puntero o quedarse en el medio.Tuvo clase, intuición, espíritu de lucha, No se entregó jamás, no aflojó ni abajo del agua. El fútbol es cosa de varones. Así lo entendió siempre. Y se dió entero, con toda su alma y con esa cosa maciza de una figura forjada en yunque.

 

EL GRÁFICO (1950).