1995. Una historia conmovedora

Él sabe que "el antes y el después" de su historia tiene una estrecha vinculación con este cercano e inolvidable viernes 28 de julio de 1995, cuando en Forlí, Italia, se puso de pie para escuchar los acordes del Himno Nacional Argentino. El velódromo "Guglielmo Servadei" y el público asistían sorprendidos a la consagración de un pibe llamado Cristian Rodolfo León. Cuenta que luego subió a lo más alto del podio y que allí recibió un ramo de flores que guardó con emoción para, una vez llegado al aeropuerto de Ezeiza, llevar esa ofrenda directamente a la Basílica de Luján y depositarla a los pies de la Virgen Criolla.

Con esa fe inquebrantable, este chico de 17 años se había convertido en el tercer campeón mundial juvenil de ciclismo que tiene nuestro país. Esta vez, la especialidad eran las vueltas puntables.

El vínculo con su amiga la bicicleta surgió después de un suceso dramático ocurrido hace 12 años. Cristian nació el 3 de diciembre de 1977 en Isidro Casanova, en la provincia de Buenos Aires, y en esa ciudad sigue viviendo. Pero lo que pasó aquella mañana de 1983 marcaría una bisagra en su vida... Estaba con su papá Rodolfo -que es comerciante- cuando, en su casa del barrio Atalaya, ambos sufrieron un asalto y fueron secuestrados. Aquel shock debió ser terrible, porque pese a que ambos salvaron sus vidas, él tuvo una secuela traumática: la crisis nerviosa le iba a provocar la caída de todo el pelo... Para calmar su estado de angustia, el médico que lo trataba en el Hospital de Niños de San Justo le recomendó practicar algún deporte. Así surgió el primer contacto con la bici. Un vecino que todavía corría en veteranos, Carlos Breppe -hermano de los famosos ciclistas entrerrianos Roberto y Luis-, tiró la propuesta... Y a él le encantó desde el primer momento: a los 7 años comenzó a pedalear el hoy campeón mundial y en 1985 debutó en el circuito de Lomas de Zamora.

 

 

Ya no iba a parar más...

Cristian pasó por todas las categorías infantiles y era común verlo entrenar solito en la Ricchieri, detrás de la rural Dodge de su padre... Es tímido, muy ubicado, obediente y con un concepto de familia bien arraigado en los afectos de su padre, mamá Mabel y su hermano Rodrigo Abel, de 15 años, quien había tenido un paso fugaz por el ciclismo antes que él.

Forlí, un pueblo muy pequeño situado al Noreste de Italia, fue el lugar de la hazaña. Allí, sobre el óvalo de ,400 metros, Cristian sumó 24 puntos y le sacó 3 de ventaja al norteamericano René Sáenz y 13 al alemán Torsten Nistche. Dio 60 giros en 30 minutos y 31 segundos para ser el mejor del mundo. Así lo recuerda... "No hubo necesidad de correr una prueba clasificatoria, porque era un velódromo muy grande. Entonces largamos directamente los 31 ciclistas inscriptos. La pista, eso sí, era áspera, parecía una lija y gastaba mucho los tubos. Como la estuvieron arreglando y pintando hasta último momento, recién pudimos comenzar a entrenar tres días antes... Yo conocía sólo a algunos rivales, por ejemplo al colombiano que ganó el último Campeonato Panamericano en Quito, Giovanni Torres, pero que en el Mundial no consiguió sacar ni siquiera un solo punto. También al australiano Luque Roberts, doble campeón mundial de persecución individual y por equipos, quien terminó sexto... La competencia resultó velocísima, porque allá no se para y arranca tanto como es nuestra costumbre. Por eso salen promedios tan altos y nosotros fijamos 47 kilómetros por hora..."

 

 

¿Cómo es Cristian en la pista? Una mezcla de todos los mediofondistas conocidos: como antes Eduardo Trillini, como después Juan Curuchet, como hoy Wálter Pérez... No cuenta con un sprint explosivo, pero embala y, lo que es fundamental, bien de persecucionista, se prende en todas las escapadas.

Ya el año pasado nos había llamado la atención en Mendoza, al correrse el Campeonato Argentino de Pista que ganara Gabriel Curuchet. Aquella vez, la fuga definitiva, esa que luego otorgaría la vuelta de ventaja a sus seis integrantes, fue iniciada por un juvenil de 16 años llamado Cristian León... "Por ahora sólo pienso en poder terminar el colegio secundario -confiesa-, ya que estoy en quinto año comercial en la Escuela 'Pablo Pizzumo', de Isidro Casanova, y ando bastante bien. Por eso no se me pasa por la cabeza pensar en el Campeonato del Mundo de mayores que se realizará en octubre próximo... No tengo ningún apuro, mi entrenador Eduardo

Wálter Trillini es el que se ocupa de todo desde hace tres años: “cuando me inscribí en su Escuela de Ciclismo de Bella Vista. Él viajó conmigo a Italia, pero debió ver la carrera desde la tribuna porque el técnico designado por la Federación fue Marcelo Oscar Alexandre..."

 

 

El ciclismo argentino volvió a tocar el cielo. Fue posible gracias al esfuerzo de Cristian León, el pibe dueño del mundo y de esta historia que emociona. El Deporte demostró, una vez más, que es escuela de vida.  

EDUARDO DONADIO

Fotos: NORBERTO MOSTEIRIN y ARCHIVO "EL GRAFICO"