¡Habla memoria!

El destino, la pelota y yo - Capítulo XIX

Por José Manuel Moreno. La gran imagen que dejó el Charro por Chile, hizo que Universidad Católica lo contrate para terminar Campeón en 1949. Y de ahí a Boca, el club con el que soñó de niño.

Por Redacción EG ·

26 de febrero de 2019

"CAUPOLICAN"

Yo sabía quién era, mejor dicho, quién había sido Caupolicán: el gran caudillo, jefe de los araucanos de Chile, que murió atormentado por los conquistadores de su patria indígena, la franja de tierra que corría desde el Alto Perú hasta los hielos del Polo Sur. Lo había leído o me lo había enseñado en la infancia alguna maestra de barrio. Lo cierto es que yo sabía quién había sido Caupolicán, nombre sonoro de jefe, que tenía metido en el corazón. Para mí, muchachito argentino, el héroe legendario era... ¡qué sé yo, pero me gustaba de alma! Un campeón de la libertad. Lo cierto es que el Colo-Colo tenía instituido un premio, para el jugador más caballeresco del Campeonato, consistente en una estatuilla en bronce de Caupolicán.

Terminado el encuentro final, algo que sucedía en el túnel inmovilizó en las tribunas al público, que seguía aplaudiendo a los contendientes de esa noche. Era un grupo de niñas y caballeros que avanzaban hacia el centro del campo, donde proseguían, entre jugadores argentinos y chilenos, las demostraciones de afecto recíproco. De pronto se alzó una potente voz por el micrófono:

— ¡Atención..., atención!... ¡Aquí está miss Chile, la reina de la belleza!: ¡Norma Frigerio!

Entre aplausos atronadores, seguida por su corte, la bellísima chilena se dirigió hacia donde estábamos reunidos los participantes del gran encuentro. Los acompañaban los dirigentes del Colo-Colo. Al verla llegar, nos alineamos instintivamente. Le aproximaron el micrófono... y dijo...

Imagen En Universidad Católica, de Chile, una etapa para mí inolvidable en mi paso por las canchas, me encontré con un gran compañero en la amistad y en el juego, Federico Monestés, el rosarino que fuera aquí de Racing y también de Boca. Jugaba muy lindo, y juntos gozamos bastante el placer del fútbol.
En Universidad Católica, de Chile, una etapa para mí inolvidable en mi paso por las canchas, me encontré con un gran compañero en la amistad y en el juego, Federico Monestés, el rosarino que fuera aquí de Racing y también de Boca. Jugaba muy lindo, y juntos gozamos bastante el placer del fútbol.

¡Dios! era conmigo la cosa. Pero será mejor que lo relate con las palabras del enviado especial de "Clarín", puestas al pie de una foto del acto. Y decía: "José M. Moreno, el más caballeresco jugador del Torneo de Campeones que se ha realizado en Chile. Tan honroso título le fue otorgado en virtud de esas condiciones que puso de relieve el destacado insider "millonario" a través de todas las jornadas del campeonato. En la presente nota, Norma Frigerio, la reina de la belleza chilena, le hace entrega del premio a que fue acreedor".

Que el lector me perdone, pero son episodios que no puedo menos que consignar en estas memorias: por la impresión indeleble que me dejaron, y porque rehabilitaron mi nombre y mi fama, tan castigados por algunos detractores sistemáticos, y por asuntos que nada tenían que ver con mi carrera deportiva. ¿Recuerdan la fábula del sapo que aplastó a la luciérnaga? El desdichado insecto alzó su vocecita desde abajo de la panza barrosa.

— ¿Por qué me aplastas?

Y el sapo le replicó, iracundo.

— ¿Por qué brillas?

Pero volvamos al Caupolicán. En ocasión de serme entregado dije, y lo sentía, que "me había sido conferido a mí, pero que cualquier compañero pudo ganarlo". Y era cierto, porque no se trataba de mí solamente, sino de River; de todo el equipo. En ese momento, Yo no era nada más que un símbolo; nada más.

 

OTRA VEZ LA POLICIA

Fue al salir del estadio cuando se me acercó aquel oficial de carabineros con todas sus armas y una cara de pocos amigos que, como luego supe, no era de tal cosa. Extrajo de su chaquetilla la libreta de anotaciones, y me encaró:

—Señor Moreno...

—Así me llamo —repuse; analizando mentalmente y con rapidez mis actos de ese día y los anteriores en Tajas Verdes—. ¿Qué sucede, oficial?

Comprendió él mi entripado y se apresuró a aclarar la situación aventurando una sonrisa:

—No..., nada, señor Moreno... Es solamente que yo... quería pedirle un autógrafo...

— ¡Pero con mucho gusto, oficial! —repuse, estampando la bancaria, que ya lo era, en la manoseada libreta. Y confieso que pocas veces, en la vida, puse la firma con mayor alegría y recuperada firmeza.

 

DE "CHARRO" A "HUASO"

Finalizado el campeonato del 48, que nos ganó Independiente por cuatro puntos, se me presentó una novedad sensacional: a raíz de lo que llevo narrado del Campeonato de Campeones, el Club Universidad Católica de Chile gestionaba mi pase a sus filas. A tal efecto se encontraba en Buenos Aires su entrenador, don Alberto Buccicardi. River accedió en principio, pero exigía 250.000 pesos. Hubo numerosas conferencias entre Buccicardi y don Antonio Liberti, y al fin se llegó a un acuerdo por 150.000 pesos. Para mí eran 60.000 por año, y 400 por partido ganado. Esto ocurría en febrero del 49. Y ese mes me vi vistiendo la casaca blanca con una banda y una cruz azul. Me sentí cómo-do: al fin y al cabo, los colores eran los nuestros. Y la cruz también.

Muchos periódicos americanos, al comentar mi pase, dijeron que se trataba de mi transformación de "charro" en "huaso". Otros dijeron que en "roto"..., pero no era para tanto.

Imagen Allá en Chile también le tenía que hacer el gusto a "Cabeza Moreno", el grito que se hizo obligación de los hinchas de la Católica.
Allá en Chile también le tenía que hacer el gusto a "Cabeza Moreno", el grito que se hizo obligación de los hinchas de la Católica.

¡CABEZA, MORENO!

Mi debut fue en el estadio "El Trauquen", de Viña del Mar, contra el Everton, el 14 de marzo. Durante el primer tiempo llevábamos la ventaja de 2 a 0. A los hinchas del Universidad Católica les había llegado la fama de aquellos goles que me valieron el apodo de "Siete cabezas" y comenzaron a reclamarme uno para verlo. Fue un clamoreo:

—" ¡Cabeza, Moreno! ¡Cabeza, Moreno!"

Hasta entonces me había concretado a preparar los goles, pero hubo que hacerlo. Me arreglé con el puntero, me mandó el centro a la medida justa... y lo marqué. Los cronistas dijeron que fue un gol maravilloso. El de "La Razón" lo calificó de inverosímil, agregando: "Rivales y partidarios lo pasearon en andas a Moreno".

Por esos días, la revista "Ceatoleí", órgano del club chileno, publicó una carta de Casildo Oses, a la sazón establecido en México, que decía, entre otras cosas: "Amigo Buccicardi. He leído la sensacional noticia: la "Ceatoleí" ha desparramado billetes a granel para adquirir al "gran charro Moreno". Bien; está dado el gran paso... y no se van a arrepentir".

NO SE ARREPINTIERON

En el campeonato del año anterior el Universidad Católica había entrado 8°, y hacía 12 años que no salía de perdedor actuando en el profesionalismo. Entre socios y simpatizantes había cundido la desmoralización, y esa fue la causa que motivó mi compra, con la esperanza de que mi actuación personal les diera el triunfo y les afiatara el equipo con la famosa técnica de la máquina. El amistoso con el Everton y su resultado fue la exaltación de la esperanza para el campeonato. Y el optimismo se confirmó cinco días más tarde al enfrentar al aguerrido Colo-Colo en Santiago, al que derrotamos por 1 a O (aunque a duras penas).

COCINADOS

Esto sucedió en Tejas Verdes y en vísperas del primer encuentro del Campeonato de Campeones. Fue la visita de un periodista indiscreto... Bueno; yo había tenido siempre fama de buen gourmet (creo que así llaman los franceses a los comedores científicos o refinados) y es verdad. Que lo digan, si no, los cocineros de los ristorantes y butiglierías de la Boca. Y es el caso que para aquella noche nos habían prometido nada menos que una raviolada al tuco. Yo, que a más de gourmet era cocinero aficionado, salía en dirección a las marmitas cuando llegó el cronista porteño, dispuesto a interrogarnos. Me quiso parar y le respondí:

—Un momento, que en seguida vuelvo —lo que siguió me lo contaron después. El periodista tuvo que vérselas con Ramos, Rossi, Yácono, Amándola y Ferrari. Y al terminar el reportaje, preguntó: —¿Y Moreno? Me dijo que en seguida venía...

—¿Quién, el charro? —le contestó Ferrari—; ni lo espere. Debe de estar en la cocina cuidando de que el menú salga como se precisa...

— No me diga!

—¿Que no? Para hoy anunciaron ravioles, y Joséeme debe estar cuidando de que salgan al dente. —Y agregó con intención picaresca que aludía por igual a los ravioles y a los adversarios:— ¡Claro, pues... Moreno no afloja mientras no los ve bien cocinados!

¡EL "CLASICO"!

Iba en marcha el campeonato de 1949 cuando se presentó la oportunidad de disputar el "clásico" entre los equipos de Universidad de Chile y Universidad Católica. Nuestro club iba primero en el campeonato profesional, pero sólo a un punto de distancia. Si perdíamos, el adversario pasaba a la vanguardia del marcador; si ganábamos, el "Ceatoleí" tenía poco menos que asegurado el campeonato. Todo Chile vibraba con las perspectivas, cálculos y vaticinios del encontronazo. Quien no ha visto nunca un clásico de esos ni siquiera imaginará lo que significa. Año por año, cualquiera que fuese la colocación de los clubs en el marcador, ese encuentro constituye lo más sensacional en Chile. Imagínense ustedes lo que sería ese año. El clásico es una fiesta tremendamente bulliciosa, ingeniosa, en la que participan las "barras" de uno y otro club presentando espectáculos humorísticos que hacen las delicias del público, mientras se mantiene tenso a la espera del cotejo futbolístico. Claro está que muchos de los números —amén de los que se refieren a cosas de la política, la economía, el arte y demás—eran pullas que nos mandaban a nosotros y no había más remedio que aguantarlas.

Antes de eso, la barra de la "Ceatoleí" había, representado en el campo una guerra simulada con centenares de hinchas vestidos de soldados, salvas de fusilería y hasta cañonazos de fogueo, entre un verdadero delirio de vivas y mueras en las tribunas. Como se ve, un ambiente sereno y tranquilo como para disputar a continuación el partido que los enloquecía. Logramos, sin embargo, dominar los nervios y afiatar el equipo, logrando la victoria por 4 a 1. La revista "Estadio", de Santiago, comentó: "En este clima de nerviosismo y anhelo desmedido de vencer tenía que imponerse el equipo que conservara mejor la calma. Fue la "Ceatoleí", porqué contó con dos insiders veteranos de muchas jornadas grandes del fútbol continental. Monestés y Moreno cumplieron esta vez, mejor que en otra alguna, su función de organizadores, sin estar ellos mismos completamente serenos".

LA BANDERA SUECA

Ese año Boca andaba en la mala, mientras Racing corría una carrera espectacular a varios puntos de distancia de River, que lo perseguía. Era tan impresionante la catástrofe de los xeneixes que hasta llegaron al borde del descenso. En tales circunstancias Boca envió dos emisarios a la Católica en procura de mi pase a sus filas: los señores Daniel Gil y Alfredo López. ¡Dios mío! ¡La que se armó en Chile! Discusiones en calles y bares, griterío en las canchas, tremenda algarabía periodística… "Que si se va o no se va"; "que le tira la plata"; "que si un millón...; que si tres millones..." "Que está en combinación con Boca desde antes..." ¡Mentiras, falsedades!

 

Así lo declaré a la prensa, y el prorrector de la Universidad Católica, monseñor Valenzuela, en carta dirigida al presidente deportivo de la institución aclaró todo: "El señor don José Manuel Moreno es intransferible. Así, sencillamente. El comité sabe que el señor Moreno en estos momentos es el jugador máximo del fútbol sud-americano, y está considerado entre nosotros como "el embajador" de ese fútbol maravilloso que le practica en las riberas del Plata". Así decía, y agregaba: "Quiero discutir también, señor presidente, una posibilidad, para terminar rechazándola, y es la de que el señor Moreno y la dirección de Boca Juniors directa o indirectamente estén de acuerdo. Dije que rechazaría esa posibilidad y lo hago por dos razones: 1°) Tenemos la prueba, no solamente nosotros sino toda la afición santiaguina, de la honradez profesional del Sr. José M. Moreno. Me asiste la certeza de que si tuviera el señor Moreno alguna razón para dejarnos ya nos la habría comunicado, con esa hombría que lo caracteriza, y en segundo lugar, los propios personeros de Boca Juniors expresan que tal acuerdo con el señor Moreno no existe".

Las cosas seguían su curso normal. Al terminar la 8a. fecha del campeonato la Católica era puntero absoluto. En la 9a. deberíamos jugar contra el Santiago Wanderers, al que llevábamos un punto de ventaja. Y el partido finalizó con el triunfo de Universidad por 2 goles a 0. El siguiente rival fue el Everton, equipo aguerrido al que llevábamos 2 puntos. El lunes 8 de agosto un diario madrugador anunció lo que ya conocía todo Chile: "Un tranco más dio la Católica". Habíamos vencido al Everton por 3 goles a 2. Era "El Imparcial". Pocos días más tarde me vi forzado a actuar en radio como "padrino" de una audición titulada "Desde las canchas", en la que actuaba la actriz cinematográfica Lucy Lanny, en CB97 Radio Pral, los martes, jueves y sábados. Me buscaban, me tentaban para el cine, la radio..., el teatro... y pude ganar en ellos mucho dinero al compás de mis éxitos; pero mi corazón estaba en la cancha, frente al arco enemigo, junto a los muchachos (Lamadrid, River, Boca, Universidad..., lo que fuera: algo por que luchar, y caer o triunfar entre el vocerío de la multitud. Si el ideal es puro hay que seguirlo hasta el fin aunque te insulten y difamen ( ¿me entendés, muchacho?) Lo importante es andar en paz con la conciencia; cumplir como bueno).

SIGUE EL CAMPEONATO

Yo estaba firme en el valor de mi palabra empeñada, mientras los delegados y directivos de uno y otro lado de la cordillera me negociaban la voluntad y el derecho. ¡Lo que me hicieron hablar sin que yo dijera nada! Por los diarios me enteraba de cosas que jamás pensé decir. Sí, señores: me tuvieron como muñeco de ventrílocuo. Recién a mediados de febrero del 50 tuvo definición el asunto, en el que yo "no hablé, pero me fijaba", como el Torito del cuento.

El Universidad Católica, por primera vez en su historia, había resultado campeón. "Estando todos contentos —dijo La Razón— en afirmar que eje central de esa conquista había sido el jugador argentino, verdadero conductor de los ataques..." Después de su brillante triunfo el club chileno accedió al reclamo de su colega porteño, concediéndome el pase. Las condiciones fueron: 150.000 pesos en efectivo y la concertación de dos encuentros con ellos en fechas y condiciones a fijarse. Noticias Gráficas comentó acerca de mi actitud: "Caballeresco y respetuoso de sus obligaciones, respondiendo a la confianza de los dirigentes chilenos que lo habían contratado, no para lucrar sino para reforzar su equipo, para armarlo en base a la acción del crack argentino, supo Moreno ganarse el corazón de todos. Y brindar éxitos magistrales al Universidad Católica, siendo base firme de la campaña que culminara con el título de campeón". (Recapacitemos...)

Desde mi salida de River, que ya tengo historiada, y en defensa de mi propio interés y el de los míos, debí trotar los caminos de América y luchar por banderas de variados colores. Lo hice siempre —que el lector me perdone la jactancia— con la honradez que tenía en la substancia de la sangre. Sí, como los voluntarios de las legiones extranjeras... Pero ahora estaba dispuesta mi transferencia... a Boca Juniors. ¡A Boca, el club de los colores de la bandera sueca!... ( ¿Recuerda el lector si me ha seguido a través de mi aventura?) Era el club de mi pasión de niño, de mis alucinadas ambiciones de adolescente... , y que me habla rechazado en la primera prueba por boca de un delegado atrabiliario que decretó inexorablemente: “¡Mandate a mudar; no servís!” Y allí estaba, por fin, con alegría recóndita en el corazón.

Imagen Clima propio de la Boca. La policía debe allí proteger a los que ganamos el cariño del público, porque los boquenses son demasiado efusivos. Rodeado de tanto vigilante me sentía como en familia. También mi padre lo había sido.
Clima propio de la Boca. La policía debe allí proteger a los que ganamos el cariño del público, porque los boquenses son demasiado efusivos. Rodeado de tanto vigilante me sentía como en familia. También mi padre lo había sido.

 

GRACIAS, SEÑOR DE VIVAR

Muchas gracias, Quizá entre bambalinas o ante el micrófono habría resultado yo un player vacilante o mediocre a quien tal vez aplaudieran por complacencia o simpatía. Y tal vez hubiese logrado con eso una montaña de mejicanos de oro. Peto es probable que allí no hubiera dado pie con bola. En la cancha, sí: el pie, la cabeza y todo lo demás. En el palco escénico tal vez me hubiese sido un poco; pero en la cancha tenía como perspectiva la plenitud del lucimiento, la ovación delirante de las multitudes. Bueno..., lo diré aprovechando el calificativo del generoso periodista: entre yo actor y yo futbolista mediaba la diferencia que existe entre el gato de Angora y el león. (Ver capítulo anterior.)

LA MALA PATA

Porque sabían que lo tenía muy adentro desde purrete, hinchas y periodistas cantaron albricias. Antes del "vamos" unos y otros daban ya como campeón del 50 a Boca solamente porque yo pasaba a sus filas. La revista "Goles" opinó: "Con Moreno en casa el título está asegurado. La historia no falla... La historia dice, en efecto, que allí donde juega Moreno el título es premio al final del año. Campeón en todas las divisiones de River, lo es en las selecciones argentinas que integra. Se va a México y con él el España gana por primera vez el campeonato. Vuelve a River y es campeón otra vez. Se va a Chile, y Universidad Católica por primera vez gana el campeonato. ¿Cómo va a fallar en Boca?" Y falló, es decir, me falló la suerte, la Providencia..., ¡qué sé yo! El campeón resultó Racing, con todos los honores.

Imagen Una foto que se me había extraviado en el momento del respectivo capítulo. Además de gentiles damas que vienen a saludarnos al partir para Colonia para jugar con los uruguayos a beneficio de nuestra gremial, allí veo caras muy recordadas en mis andanzas por el fútbol: Pipo Rossi, Di Stéfano y Basso.
Una foto que se me había extraviado en el momento del respectivo capítulo. Además de gentiles damas que vienen a saludarnos al partir para Colonia para jugar con los uruguayos a beneficio de nuestra gremial, allí veo caras muy recordadas en mis andanzas por el fútbol: Pipo Rossi, Di Stéfano y Basso.

El segundo puesto lo alcanzó Boca en pareja con Independiente. ¿Qué me pasó, si yo, en la plena madurez de mi estado físico y mis recursos técnicos estaba dispuesto a librar la más entusiasta batalla de mí vida deportiva? Llegó el domingo 2 de abril, día de grandes trepidaciones en la Boca y Avellaneda, donde deberían librar el "clásico" famoso los cuadros de Racing y Boca Juniors. Bueno..., se armó la de Dios es Cristo. Jugamos "a ganar" por ambos lados, y pasó... lo que tuvo que pasar. Lo malo es que me pasó a mí: rotura parcial de ligamentos de una rodilla... y soné. ¡Adiós mi propósito de campeonar al club de mis recónditos amores juveniles. Me sacaron de la cancha en camilla y fui a parar a un sanatorio. El que me rompió fue Rastelli, gran muchacho y gran amigo. Sin intención lo hizo; de puro guapo, en busca de la victoria. "Caguegas son caguegas", como decía aquel telegrafista de la policía, ¿se acuerdan? El maestro Stábile, entrenador de Racing, dijo a los periodistas: "Lamento profundamente lo sucedido a Moreno, jugador correcto y verdadero caballero del deporte, y hago sinceros votos para que pronto vuelva a lucir sus brillantes condiciones..." Yo tenía un entripado: me había visitado en el sanatorio mucha gente llevándome flores, revistas..., hasta caramelos, pero faltaba uno, y lo anunció de pronto la enfermera:

—Señor Moreno, aquí está el señor Rastelli. ¿Puede pasar?

—¡Pero Dios, si, que pase! Y pasó. Bueno..., prefiero dejarle la palabra a la revista Campeón, cuyo cronista me acompañaba en ese instante. Y dijo: "Ya hemos destacado la angustia de Rastelli. Sufría, aunque tenía la conciencia tranquila. Su intervención en la jugada que determinó la lesión de Moreno fue como una de tantas: enérgica, pero nunca mal intencionada. Al respecto mucho se dijo, pero lo único cabalmente importante lo dijeron los propios protagonistas al volverse a encontrar en el sanatorio donde está internado el "charro" y adonde concurrió a saludarlo el "colorado". Rastelli tuvo la intención lógica de esbozar lo que sentía. Aquí fue Moreno quien le salió al paso: "¡Dejá de bromear, colorado!; fue la fatalidad. Lo mismo te pudo pasar a vos". Se abrazaron, y sellaron simbólicamente la amistad que siempre los unió al compás de la admiración recíproca.

 

¡LASTIMA! ¿NO?

Hasta ese momento yo había hecho todo cuanto pude en procura de la victoria del club de mis amores infantiles ¡y tan vivo en mi alma! La mala pata me impidió seguir luchando... Boca resultó subcampeón... Y perdóneme el lector la inmodestia, porque al fin y al cabo yo no era más que uno entre los once, pero tenía tanto ardor en el corazón y tanta experiencia a cumulada que quizá pudo ser otro el resultado sin aquel doloroso episodio que me tumbó en la cama.

 

(Continuará)

En el próximo número: "ALMA DE VALIJA"

DERECHOS EXCLUSIVOS DE EL GRÁFICO