¡Habla memoria!

Collazo: basquetbolista y tanguero

En 1945, a raíz del fallecimiento del uruguayo Juan Antonio Collazo, El Gráfico recordaba a un pionero y malabarista del básquet, comediante y autor de la música de tangos eternos como Niño bien y Garufa.

Por Redacción EG ·

11 de enero de 2019
EL CREADOR DE "LA BANDEJA"

JUAN ANTONIO COLLAZO: MALABARISTA DEL BASKET, CHANSONNIER Y AUTOR DE TANGOS, HA MUERTO EN SU CIUDAD NATAL: MONTEVIDEO.

Imagen Juan Antonio Collazo nació en Montevideo el 6 de agosto de 1896 y  falleció el 15 de diciembre de 1945
Juan Antonio Collazo nació en Montevideo el 6 de agosto de 1896 y falleció el 15 de diciembre de 1945


Virtuoso del basket, atleta, chansonnier de la Troupe Ateniense, autor de tangos, tales fueron los matices más salientes de Juan Antonio Collazo, el deportista uruguayo que acaba de fallecer en Montevideo. Cuando todavía venía a Buenos Aires integrando equipos de basket, Tita Merello lograba uno de sus inolvidables éxitos de cancionista interpretando Niño Bien, el tango de Collazo que más se popularizó.

Hábil, elegante y de físico atrayente, en aquellos lejanos tiempos en que las revistas teatrales obtenían grandes entradas, se le ofreció aquí un magnífico contrato para que actuara como chansonnier, pero Juan Antonio prefirió seguir en su medio, actuando en su Troupe y charlando en el café  con sus amigos.

Lo recordamos en un match internacional disputado en la cancha de Hindú, en ese polvo de ladrillo que afirmaron los cimientos de nuestro basket.  De pronto, sufrió un encontrón con Romero y cayó. Al incorporarse, tomó por un brazo a su adversario. El público pensó en que iba a repeler lo que consideraba agresión, pero quedó defraudado. Collazo le preguntaba a Romero:

— ¿Tengo el ojo hinchado?

—No..., está bien... No tenés nada... —expresaba Romero un tanto sorprendido.

—Fijate bien, porque estoy invitado a un baile en Flores...

Temía concurrir a la fiesta con un ojo amoratado. Constituía su preocupación. Sin embargo, cuando llegó a la fiesta, el ojo le pesaba un quintal.

Enrolado al basket de su ciudad en la primera hora, fué de los que, con otros pioneers, salió a realizar exhibiciones y a recibir palabras agresivas. El suburbio se resistía. Aferrado a su fútbol, defendía eso que consideraba como una religión. Con el andar del tiempo, Juan Antonio Collazo recibiría la satisfacción de ver que, aquel deporte "de señoritas", era abrazado por los mismos que en su comienzo lo resistieran profiriendo gritos hostiles desde el alambrado.

A lo largo de veinte años jugó demostrando su elasticidad, su inteligencia, su manipuleo de pelota en el que era tan artista como en la escena, y, si mal no recordamos, fué el primero a quien le vimos realizar ese tiro bajo el cesto denominado "de bandeja". Si alguien sería el creador de ese remate, estamos por asegurar que tal mérito le corresponde a Juan Antonio Collazo y hasta la denominación de la jugada le pertenece. Surgió ella de la actitud al realizarla que semeja la de un mozo de café llevando la bandeja en la mano.

En el año 1928 nos recordaba sus comienzos con estas palabras que transcribimos: "Hace dieciséis años que practico basket. William Carsson, de la Asociación Cristiana de Jóvenes, nos enseñó y, junto con otros amigos, decidimos realizar exhibiciones. Nos pareció que el deporte del cesto se abriría paso, que no tardaría mucho sin que los barrios se poblaran de canchas.

Imagen 1922. Juan Carlos Quiroga (CUBA-Arg) y Collazo (Atenas-Uruguay)
1922. Juan Carlos Quiroga (CUBA-Arg) y Collazo (Atenas-Uruguay)


La idea no era mala..., pero nos olvidamos de la resistencia que encontraríamos. Se nos trató de señoritas. Después, se supo, que era un juego para hombres y guapos. La primera exhibición la realizamos en la plaza de deportes N° 3, Al comienzo fueron palabras, después silbidos, al final cayeron piedras. No obstante, insistimos en esa Plaza  y también en la N° 1. El tiempo aportó sus frutos: en una, se creó Sporting; en la otra, Olimpia; los dos más tradicionales adversarios que tendría mi club, Atenas. Como atenienses, llegamos a ser cinco años consecutivos campeones, y recuerdo que jugando la final de la quinta temporada contra Sporting se nos otorgó un foul a favor cuando faltaban escasos segundos para finalizar el match. Tomé la pelota, consulté el marcador y comprobé que estábamos empatados. De aquel tiro acaso dependiera la conservación de un título de invicto que se mantenía a lo largo de cinco campeonatos. No me sentí con coraje para ejecutarlo y busqué en Berrutti, nuestro "atleta de hierro", al realizador. Tranquilo, sereno, sin pestañeos, Berrutti midió el tiro y lanzó la pelota. Jamás me pareció que demoraba tanto una pelota en llegar al aro. Pero entró y ganamos.

Se ha de recordar que en los tiempos de que nos hablaba Collazo el foul lo ejecutaba cualquier jugador del team beneficiado con la sanción.

En 1936 Juan Antonio Collazo fué director técnico del equipo uruguayo que concurrió a los Juegos Olímpicos verificados en Berlín. Allí observó la nueva modalidad del basket y, aun formado en la escuela del malabarismo, comprendió que las tácticas y planes eran mucho más efectivos. Los resultados le confirmaron sus primeras impresiones y, de regreso a su país, se convirtió en el más acendrado y entusiasta difusor del basket moderno.

Nuestra revista, en esos tiempos, recogió muchas opiniones del autorizado coach, publicando comentarios y notas que Collazo nos remitió gentilmente. Un hombre que después de haber lucido habilidades a lo largo de 20 años es capaz de aceptar una técnica opuesta a la suya, más fría, más calculada y de menor inspiración, es porque tiene amplitud de criterio, porque no se obstina ni niega el progreso y porque posee clara inteligencia.

Así, dicho a brochazos, fué la figura de Juan Antonio Collazo, el deportista uruguayo que acaba de fallecer en su ciudad natal. Hace escasos meses supimos de su paso para nuestras sierras cordobesas. Iba en busca de un rayo de luz, de un poco de salud, quien había derrochado energías, quien una vez nos expresó que jamás tenía experimentada una pena y le estaba agradecido a la vida por todo lo que ella generosamente le daba. ¡Pobre Collazo! En sus últimos años los golpes llegaron todos juntos hasta doblegarlo definitivamente.

El Gráfico 1945