¡Habla memoria!

Este es mi amigo Harvey

Esajas fue un ignoto defensor holandés que jugó en Ajax, Feyenoord, Real Madrid y Milan, y que lo hizo gracias a una condición irrefutable: ser el mejor amigo de Clarence Seedorf.

Por Redacción EG ·

04 de julio de 2017
Imagen La imagen eterna, en su único partido en el Milan, por la Copa Italia.
La imagen eterna, en su único partido en el Milan, por la Copa Italia.
"Este es mi amigo Harvey". Nadie sabe a ciencia cierta los detalles pero algo así debe haber sido el primer contacto de Esajas con el fútbol. Clarence Seedorf ya jugaba en las inferiores del Ajax y un día llegó al entrenamiento con un chico de su edad, que conocía del barrio, y que tenía en Surinam los mismos orígenes que él y tantos otros que luego serían glorias como Edgar Davis, Jimmy Floyd Hasselbaink, Evander Sno y tantos otros. El entrenador, como en muchos casos, le pidió al amigo de Seedorf que se quedara en el entrenamiento. 

A falta de defensores centrales, Esajas empezó en esa posición en las juveniles y, casi sin quererlo, fue escalando camuflando su poca ductilidad en una generación dorada del Ajax que se consagraría en la Champions League de 1995. Sin embargo, a las puertas del primer equipo fue cortado por Louis Van Gaal, que no le vio condiciones y decidió que no se incorporara al plantel profesional. 

Con la frustración a cuestas, Harvey Esajas cruzó de vereda y llegó al Feyenoord. Su debut en un amistoso, poco auspicioso, se saldó con un puñado de minutos en cancha y un jugador del equipo contrario con la mandíbula rota por un codazo. Mal mirado por su procedencia desde el clásico rival, ese incidente terminó de condenar su suerte. No obstante, llegó a estrenarse en la Eredivisie, aunque con ocho partidos en tres años hizo las maletas y se fue al Groningen. 

Allí fue más de lo mismo, prácticamente ni jugó y al año estaba en la Eerste Divisie, segunda división de los Países Bajos, peleando el descenso con el ignoto Dordrecht'90, en el que, lógicamente, tampoco tuvo demasiada participación. 

Convencido de que el fútbol tal vez no fuese lo suyo, estaba decidido a volver a Surinam cuando un llamado de un viejo amigo lo sorprendió del otro lado de la línea: era Clarence Seedorf. Entre charlas de vida surgió la chance de que se probara en el fútbol español, y así es que Esajas recaló en el humilde Móstoles de la Segunda B. Otra vez poca participación, otra vez otro amago de regresar a Paramaribo hasta que apareció nuevamente Seedorf, le consiguió un sitio en su equipo y se hizo cargo de su ficha, su departamento y sus gastos. El detalle es que el volante jugaba en el Real Madrid campeón de Europa. Así, Esajas pasó de la ignominia en la Segunda B a entrenar con Hierro, Raúl, Roberto Carlos y gran elenco. 

Su participación en el Real Madrid fue testimonial, no llegó a debutar y al poco tiempo terminó entrenando en el equipo filial, no obstante el viento de cola de esa chance le dio la posibilidad de jugar dos años más en la tercera categoría del fútbol español, para el Zamora y con cierta continuidad: 20 partidos entre ambas campañas. 

Imagen A la derecha de Seedorf, el bueno de Esajas ríe mientras disfruta de un partido a beneficio.
A la derecha de Seedorf, el bueno de Esajas ríe mientras disfruta de un partido a beneficio.
Al término de la temporada 2000/2001 su equipo entró en una crisis económica fulminante y él fue el primer cortado. Sin rumbo fijo y luego de que lo rechazaran una decena de equipos en España decidió, finalmente, volver a Surinam. Fue lavacopas y domador de leones en un circo, y llegó a pesar más de cien kilos mientras era suplente en el Transvaal de la Hoofdklasse, segunda división del fútbol surinamés.

Apretado por las deudas y sin esperanza de volver a jugar al fútbol, vio como sonaba nuevamente su teléfono. Otra vez su amigo. Otra vez Seedorf. "Carlo, tengo un defensor por coste cero", le dijo entre risas a Ancelotti. Contra todo pronóstico, Esajas terminó entrenando con el Milan luego de haber sido rechazado en pruebas del Torino y la Fiorentina. Tanto insistió Seedorf que firmó contrato por un año, le dieron un dorsal, el número treinta, y fue al banco en un partido de la Copa Italia de la temporada 2004/2005. Allí, contra el Palermo en el que jugaban Mariano González y Ernesto Farías, entró en los tres minutos finales para reemplazar a Massimo Ambrossini y tocar dos pelotas: una que terminó transmutada en objeto astronómico luego de un remate de larga distancia, y otra que cayó, tras un despeje, en los pies de Jon Dahl Tomasson. El danés definió mal y el rechazo no pudo plasmarse en las estadísticas como habilitación. 

"Es un gran chico e hizo mucho esfuerzo todo el año", cerró Ancelotti la conferencia de prensa, luego del triunfo (2-0) y de haber sido consultado por Esajas. El chico tenía 31 años, y luego de eso jugaría dos temporadas en la Serie C de Italia. Cuatro partidos en dos años entre el Legnano y el Lecco. 

"Si me tuviese que describir -confesó- lo haría diciendo que soy un hombre que hizo posible lo imposible". Y vaya si tiene razón. En dos meses pasó de domar leones a jugar con Crespo, Kaká, Shevchenko y ser subcampeón de la Champions League en Estambul. Es que la amistad mueve montañas. 

Por Matías Rodríguez