Copa Argentina

A puro coraje, River venció 4-3 a Rosario Central y gritó campeón de la Copa Argentina

Es la primera vez que River gana la Copa Argentina... ¡y de qué forma! Se encontró abajo en el marcador en dos oportunidades, y en ambas lo dio vuelta. Alario metió tres goles, dos de penal, y fue la figura. Alonso, el héroe impensado, metió el 4-3. Fue la octava final de Marcelo Gallardo en dos años como DT. Dedicatorias para Boca y celebración por la clasificación a la Libertadores 2017. Ruben fue expulsado y Central volvió a perder la cabeza con el árbitro.

Por Martín Mazur ·

15 de diciembre de 2016
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¿Táctica? ¿Estrategia? 

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Si hubo algo que se tornó irrelevante en esta final impresionante e inolvidable son todos esos detalles que normalmente definen los partidos aburridos. Fue una final que se jugó más desde las tripas que desde la cabeza, y por eso salió que salió: un palo y palo hermoso y fenomenal, que jamás dio respiro, y que River terminó ganando 4-3.

No importó tanto el pizarrón, sino el corazón. Y en el corazón River le sacó la ventaja necesaria para ser campeón de la Copa Argentina por primera vez en su historia. Porque Rosario Central lo tuvo dos veces y lo dejó escapar dos veces. Porque River se encontró con que el ciclo más exitoso de su historia se ponía insólitamente en duda por un mal resultado contra Boca a días de la octava final de Gallardo como DT. 

Hubo muchas cosas difíciles de entender, pero que sin dudas cargaron esta finalísima que se recordará por sus emociones, más que por su fútbol. No había posibilidades de fútbol en el sentido estricto de la palabra, con un campo de juego como el que presentó el estadio Kempes. El país ya se acostumbró a los papelones del terreno cordobés, tanto, que su nombre ya parece un insulto, más que un homenaje, al gran Matador. Pero en esa cancha que producía manchones marrones donde jugar era imposible (y que dejaba la imagen de uno de esos cuadro de beneficencia, los que se pintan a pelotazo puro), pensar también era imposible, había que sentir. Y el equipo de Gallardo sintió el partido. Lo jugó con el corazón y el estómago, mientras el de Coudet se dejó acechar por los fantasmas del 2015. Es cierto, hubo polémicas para hacer un tenedor libre, pero en ese contexto, River supo sobrellevarlas con mayor templanza. Mientras Alario se dedicó a ser figura, Ruben terminó consumido por su impotencia, después de haber hecho un partidazo.

Un partido que empezó con un penal no cobrado a Teo Gutiérrez y que al minuto tenía un penal cobrado a favor de River. Un partido que tuvo un cabezazo de Alario (figura impresionante) en el travesaño a dos minutos del final, pero un tiro con destino de empate tapado por un defensor de River cuando faltaba uno. En ninguno de los noventa y pico de minutos que se jugaron el ecualizador llegó a un nivel de normalidad. Ni siquiera en el entretiempo, que se consumió entre las discusiones en el campo y en el túnel.

Nadie puede haber hablado de táctica en un contexto así. Por eso Gallardo tenía la emoción que tenía. Por eso D'Alessandro salió a jugar con el cuchillo entre los dientes, y cuando fue reemplazado, siguió viviendo el partido como si fuera un segundo DT. Por eso Francescoli y D'Onofrio se abrazaron llorando en el campo de juego. Por eso Andrés festejó como un hincha más.

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River ganó un partido impensado. Impensado porque no se podía pensar. River ganó un partido peleado. Peleado porque tenía que pelearse. River se metió de cabeza en la Copa Libertadores 2017. Se metió literalmente, gracias a los centros y a la artillería que mandó Gallardo al campo. En esos últimos 20 minutos, Mora las metía en el área, donde Alario y Alonso se cansaron de ganar. Así llegó el empate y así llegó la victoria, en el anticipo del uruguayo tras la asistencia de Alario. El que no se cansa de ganar es el River de Gallardo, otra vez campeón a puro coraje. 

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