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¿UN NUEVO ERROR NO FORZADO DE DJOKOVIC?

"A veces me pregunto si sólo debiera disfrutar de mis beneficios”, aclaró, desde la burbuja VIP de Adelaida, tras cuestionar las condiciones en las que están sus colegas en Melbourne. Un repaso por las últimas acciones contraproducentes del serbio.

Por Pablo Amalfitano ·

21 de enero de 2021

PARA NOVAK DJOKOVIC, aunque parezca mentira, todo se trata de una contradicción. Existe una antinomia permanente entre la intención y el resultado de cada uno de sus actos, sobre todo desde el momento en que decidió pelear por el verdadero poder del tenis.

El número uno del mundo parece estar todo el tiempo en el ojo de la tormenta. "A veces me pregunto si sólo debiera sentarme y disfrutar de mis beneficios”, disparó en su último comunicado con el claro deseo de disipar la polémica que había generado horas antes. Preso de esa pulsión indomable de quedar bien con todo el mundo, incluso con acciones que pueden pasar como "forzadas", el serbio había reclamado por las condiciones inexplicables en las que la mayor parte sus colegas atraviesa la cuarentena obligatoria en Melbourne, donde existe una burbuja sanitaria con vistas al Abierto de Australia. Los ejemplos van de los más básicos a algunos insólitos: los argentinos Guido Pella y Juan Ignacio Londero, por caso, no pueden salir de sus habitaciones ni siquiera para entrenarse ya que viajaron en un charter que tuvo casos positivos de coronavirus, mientras que la kazaja Yúliya Putíntseva intenta escaparse de las ratas que aparecen en su cuarto.

El requerimiento de Nole fue a través de una carta dirigida a Tennis Australia, la federación de ese país, y Craig Tiley, titular del organismo; el pedido, en pocas palabras, pretendía que todos los jugadores recibieran el mismo trato. "Djokovic es libre de pedir lo que quiera pero la respuesta es no", respondieron desde el Estado de Victoria quienes diseñaron las medidas sanitarias extremas en Melbourne.

 

Imagen Djokovic, en la burbuja VIP de Adelaida
Djokovic, en la burbuja VIP de Adelaida
 

El pedido de Djokovic llamó la atención porque lo hizo desde la otra burbuja, la VIP, que tiene lugar en Adelaida y protege a los jugadores top que van a disputar una exhibición primera línea del 29 al 30 de enero, antes de la reanudación de la actividad oficial en Australia. Y lo hizo, además, desde su condición de número uno mundial y líder de la flamante PTPA (Professional Tennis Players Association), la nueva asociación íntegra de jugadores que lanzó el año pasado para discutir mejoras en los distintos rubros ante las autoridades. Demagogia o no, casi siempre las intenciones del serbio son malinterpretadas. O no, porque también es viable que, en su afán irrefrenable por obtener la aprobación de sus pares, haya reclamado por algo que ya suponía imposible. Es más: el propio Tiley salió a responderle con una suerte de defensa: "Los que están en la cima del tenis deben tener un trato preferencial".

 

El año pasado ya había protagonizado otros hechos que generaron polémica. En un principio dio a conocer su postura ideológica en pleno crecimiento del coronavirus: "No estoy a favor de las vacunas y no me gustaría que nadie me obligara a vacunarme para viajar". Aquellas declaraciones fueron lanzadas en plenas deliberaciones sobre si el circuito debía volver al ruedo cuando la pandemia seguía en auge. Semanas más tarde quedó metido en el centro del torbellino por organizar el controversial Adria Tour, un puñado de torneos de exhibición en Europa del Este que se realizó como si no existiera una pandemia: la gente colmó los estadios sin distancia social y nadie utilizó tapabocas. Lo que mal empieza mal acaba: el propio Djokovic fue uno de los varios contagiados de covid19.

Después de ganar el Masters de Cincinnati en Nueva York, el torneo que marcó el retorno de la actividad en el primer nivel del circuito, renunció a la presidencia del Consejo de Jugadores de la ATP, anunció la creación de la PTPA y se ganó el rechazo de Roger Federer y Rafael Nadal, los otros "mandamases" del tour. Aquella acumulación de errores no forzados culminó, acaso como si fuera un capricho del destino, en la descalificación en el US Open tras un pelotazo en la garganta a la jueza de línea Laura Clark durante el partido de octavos de final ante Pablo Carreño Busta. Nadie podría aseverarlo, está claro, pero quizá la disputa pacífica con Tennis Australia y su presidente Tiley haya sido otro yerro "sin intención". En ese caso no sería el primero y, probablemente, tampoco el último.