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Las lecciones del filósofo Valdano

El gran exjugador de la Selección Argentina y el rendimiento de Neymar y Luis Suárez cuando no jugó Messi.

Por Redacción EG ·

15 de enero de 2016
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Siempre es un placer leer a Jorge Valdano. Las líneas que siguen las escribió “El filósofo del fútbol” para el diario mexicano Récord para analizar el rendimiento de Neymar y Luis Suárez en el Barcelona durante la ausencia de Leo Messi...

“Cada uno en lo suyo ha contribuido a atenuar la nostalgia del ausente dando un espectacular paso al frente. Neymar vio la oportunidad, con 23 años, de contarle al mundo que está a la cola de Messi y Ronaldo para discutir el Balón de Oro cuando le dejen una rendija. Es un jugador divertido, pero que nadie se confunda: todo lo que intenta es sustancial. Sus pies son capaces de obedecer todo lo que le ordena su imaginación; su cambio de ritmo funciona en los dos sentidos (pasa de cero a cien o de cien a cero en dos pasos); sus pases son venenosos y a sus tiros solo le interesan los rincones de la portería. Como sus regates son originales, los marcadores se sienten humillados y suelen amenazarlo o vengarse con una buena patada. Eso es nuevo: ¿desde cuándo un caño o un amague es una falta de respeto? Son las armas con las que el talento dota al crack. Pero no importa, porque ese tipo de situaciones nos ayudan a medir la valentía y la personalidad de Neymar (…). Además, entre regate y regate lo mismo te vende un teléfono móvil que un fijador de pelo. A eso se le llama ser un jugador moderno.

El talento de Luis Suárez es más voraz y salvaje. Ni sutilezas ni adornos ni impactos publicitarios. Si Neymar se venga de una patada tirando un caño; Suárez es probable que les devuelva la patada con intereses. Para cualquier central del mundo enfrentarlo es una experiencia desquiciante porque te somete a un estrés competitivo tremendo. Tiene la obsesión del goleador, el orgullo del jugador, el espíritu del uruguayo, la picardía de la calle, la frialdad de un asesino y la puntería (la obsesión siempre insiste) de un goleador (...). Ataca los espacios con desesperación y es intenso como un dolor de muelas. Sabe de sobra que un partido de cualquier equipo grande necesita de un arquitecto y de un artista, y él tendrá la humildad de aplaudirlos. Pero no se confundirá. A él que no le quiten el hacha de guerra para abrirse paso hasta la red”.

Nota publicada en la edición de diciembre de 2015 de El Gráfico