Onside
Messi y los 400 con vallas
El argentino sigue destrozando récords en el Barcelona.
Leo está por convertir un gol único y por iniciar un festejo que no se concretó, porque se resbaló y se cayó durante su corrida.
Aquellos instantes durante la tarde catalana del sábado 18 de abril en el Camp Nou, cuando se moría el duelo frente al Valencia por la fecha 32 de la Liga, permanecerán en la mente de todos. El visitante busca el empate desesperadamente, se vuelca por completo en ataque y pierde la pelota en tres cuartos de cancha; el juego sigue en los pies de Neymar, que la cambia a un toque para la subida del capitán argentino. Leo mete un pique fantástico, que arrancó detrás de la mitad de la cancha, para agigantar la historia, para dejar aún más atrás al bueno de César Rodríguez, el segundo máximo artillero del Barça con 232 goles. Pese a que la empala mal, el brasileño Diego Alves (el segundo arquero que más lo sufrió al recibir 16 goles), no rechaza ni contiene la pelota y la deja viva para que el 10 la empuje y disfrute de una nueva marca redonda, tal vez ni siquiera soñada hace una década por el propio Lío, un maestro en el arte de simplificar lo complejo, de naturalizar lo que asombra. ¿Cómo lo festejó? Bueno, no lo celebró porque se resbaló y se cayó luego de haber comenzado su corrida, y terminó, entonces, boca arriba, con los brazos abiertos, desparramado por el piso, detrás del arco.
Pudo extender su cuenta ante PSG, en el partido de vuelta por los cuartos de la Champions. Sin embargo, el destino quiso que su disparo sobre el final se perdiera afuera, a centímetros del palo. La Pulga se privó de sumar un gol más en competencias europeas, lo que lo transformaría en el único máximo goleador en dichos torneos. Por ahora, y con 76 gritos, comparte el primer puesto con el español Raúl. Pero cuidado: sólo por ahora.
Por Darío Gurevich
Nota publicada en la edición de mayo de 2015 de El Gráfico