Fútbol Internacional

El resiliente señor Wenger

Lleva más de 19 años en el Arsenal. Cuando lo dan por terminado, vuelve a resurgir. La victoria contra el Bayern Munich de Guardiola no sólo es estratégica, sino que demuestra su capacidad de supervivencia y adaptabilidad: del fútbol champagne a la lucha en el barro.

Por Martín Mazur ·

20 de octubre de 2015
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Fueron 38 partidos jugados: 26 ganados, 12 empatados, 73 goles a favor (30 de Thierry Henry), 26 en contra. 90 puntos, campeón con 11 puntos de diferencia.

En la temporada 2003/2004, el equipo más excepcional del Arsenal dejó su sello en las estadísticas pero sobre todo, en la brillantez del juego. “Ningún equipo terminará por encima nuestro. No me sorprendería que pasáramos toda la temporada sin perder”, había vaticinado Arsène Wenger antes de que empezara la temporada.

No se equivocó. Ese Arsenal fue el primer y único campeón invicto en la historia de la Premier League, y el segundo en la historia del fútbol inglés, 115 años después del Preston North End, en la temporada debut de la Liga de Inglaterra: 1888/1889.

Imagen Arsene Wenger, 19 temporadas en el Arsenal
Arsene Wenger, 19 temporadas en el Arsenal
En ocho años al frente del club, desde su llegada en 1996, un ignoto francés de traje dos talles más grande que él había logrado revolucionar a la Premier League, que hasta antes de su llegada se dedicaba al long-ball, 4-4-2, poca importancia por la dieta y mirada esquiva para los jugadores extranjeros.

Poco más, poco menos, todos conocemos la historia de Arsène Wenger en el Arsenal.

El problema es que Wenger no fue el último revolucionario de la Premier League. Después de Wenger, llegaron los millones. El Arsenal nunca pudo volver a competir mano a mano contra el Chelsea de Abramovich, el Manchester United o el Manchester City.

Cuando faltó el brillo, Wenger supo hacer que algunos de sus equipos sacaran un plus defensivo impensado, como el que llegó a la final de la Champions League en 2006: 10 partidos consecutivos sin recibir goles, 995 minutos con la valla invicta, 70 minutos con un hombre menos en la final contra el Barcelona de Rijkaard, que recién le empató faltando 14 minutos y le puso el 2-1 a 10 del final.

La tarea principal de Arsène Wenger, temporada tras temporada, fue la de la reconstrucción. Sin alejarse de ciertos principios financieros, debió acostumbrarse a dejar partir a sus máximas figuras y se vio obligado a reformular esquemas y buscar nuevas vértebras para su columna de juego, que sin importar las piezas faltantes, se mantuvo con los años. Ya no es el mago de mercado de hace una década, que compraba por monedas y vendía por millones, es cierto, pero no por eso tira la toalla.

Hace un tiempo, apareció un video que mostraba a un perrito desesperado por llegar a una mesa en la que había un poco de comida. Durante un buen rato, el perrito estiraba el hocico, intentaba llegar con las patas, pero no hacía más que morder el aire; finalmente pasaba un labrador chocolate por al lado de la mesa y, sin esfuerzo alguno, se llevaba la comida que el otro buscaba sin parar. Fue un video que se hizo viral, y que mostraba lo poco con lo que al Arsenal le alcanzaba para llegar al cuarto lugar necesario para entrar en la Champions League, en comparación a los esfuerzos de su archirrival, el Tottenham.

También reflejaba la complacencia por un equipo que ya no estaba para sostenerse en los momentos críticos de la temporada, como pasó a principios de 2014, cuando dinamitó la punta que había logrado conseguir después de un muy buen semestre, aunque al menos logró la FA Cup, primer título en 9 años, revalidado en la 2014/2015.

Esta temporada, por primera vez, hubo rumores, y hasta pedidos, de una renuncia/despido de Wenger. Las dos primeras presentaciones en la zona de grupos de la Champions habían terminado en derrota: de visitante contra el Dínamo Zagreb (2-1), y de local contra el Olympiakos (3-2). Un papelón al que muchos esperaban que se sumara una goleada del Bayern Munich, el equipo más en forma de la actualidad, 9 jugados y 9 ganados en la Bundesliga, última derrota en mayo. El Arsenal no queda eliminado en primera ronda de una Champions desde la temporada 1999/2000.

Los hombres de Pep se presentaron en el Emirates, con poco recambio por culpa de las lesiones, pero con los generales Neuer, Lahm, Xabi Alonso, Müller y Lewandowski. Del otro lado, nombres como Coquelin, Bellerin, Monreal, Ramsey y Oxlade-Chamberlain.

Ganó el Arsenal, 2-0, pero el resultado no es lo único que sorprende. El Arsenal tuvo apenas el 27 por ciento de posesión de pelota. Su arquero, Cech (mérito de Wenger, estaca a Mourinho) fue importante, como también lo había sido Neuer con su atajada imposible estilo Gordon Banks. Cuando la noche ingresaba en la zona en la que el Arsenal se suele disparar en el pie, 0-0 a 25 del final, Wenger metió un cambio que le dio un giro al partido: entró el grandote Giroud, salió el ligerito Walcott. En los últimos minutos, el Arsenal cambió el libreto y se lo ganó por arriba. “Cuando sos defensor, y venís luchando todo el partido contra un jugador ágil como Walcott, es difícil que de repente te pongan uno que viene a llevarte por delante como Giroud, cuesta acostumbrarse, hay que estar demasiado concentrado para hacer el cambio mental. Es una clara muestra de lo inteligente que fue Wenger”, declaró Rio Ferdinand, ahora analista televisivo.

Imagen La presentación de Wenger, antes de su revolución. Era 1996.
La presentación de Wenger, antes de su revolución. Era 1996.
Mientras que Francis Coquelin admitió que fue una treta darle la posesión de la pelota al Bayern de Pep. “Ultimamente no estamos teniendo tanta posesión pero estamos contraatacando bien, y eso nos está dando resultado. Sabíamos que ellos iban a querer la pelota y nos concentramos en nuestro juego”, declaró.

Las burbujas del fútbol champagne podrán haberse evaporado, pero Wenger, el resiliente, sigue ahí. Para muchos memoriosos de Los Invencibles, el fútbol del DT francés es primaveral y virtuoso como el vuelo de una mariposa. Pero hace tiempo que Wenger aprendió que cuando no se podía volar, bien vale mantenerse en tierra. Y mientras el mundo miraba a los Guardiola, Mourinho, Simeone o Ancelotti, el resiliente Arsène Wenger se dedicó a perfeccionarse en un ámbito poco conocido: ahora también gana arrastrándose por el fango.