Un voto a favor de La Fecha de los Clásicos

Que disculpen los catedráticos del fútbol, que ahora se codean por ver quien echa tierra primero sobre una jornada con demasiados cero a cero, pero a La Fecha de los Clásicos no hay con qué darle y es el único rasgo positivo del horrible formato de torneo que se está disputando en el fútbol argentino.

En vez de despotricar contra La Fecha de los Clásicos, que en definitiva no es otra cosa que una excitante programación de partidos con tradición histórica, los catedráticos deberían machacar con igual o más insistencia sobre los indeseables efectos colaterales, cuya responsabilidad ni siquiera roza al organigrama de partidos.

La Fecha de los Clásicos no tiene la culpa de la apretada a los jugadores de Colón, ni de las amenazas a los jugadores de Newell’s, ni de los escupitajos que los futbolistas visitantes debieron padecer cada vez que se acercaron al alambrado para ejecutar un tiro de esquina. El germen está en el salvajismo de una sociedad enferma que los argentinos construimos y apañamos cada día. Una sociedad muy diferente a la de los años 70 y 80, cuando varios clásicos coincidieron en las jornadas de Interzonales del entrañable torneo Nacional y generaron memorables fiestas en las tribunas y también dentro del campo. Porque La Fecha de los Clásicos –cabe aclararlo- tampoco es culpable de los fiascos que se generaron a partir del temor de los entrenadores y de la escasa jerarquía de futbolistas más preocupados en no perder que en ganar.

En vez de aniquilar a La Fecha de los Clásicos, sería más saludable que los catedráticos les ajustaran las clavijas al Estado y a la AFA, que todavía no pueden garantizar un fútbol con hinchas visitantes; al Gobierno y a los dirigentes de la mayoría de los clubes, que no han movido un dedo para desarticular a los violentos que mandan en las tribunas y también, según se vio en Santa Fe, en las concentraciones y en los predios de entrenamiento.

Que disculpen los catedráticos, pero este voto va a favor de La Fecha de los Clásicos. La raíz de los problemas del fútbol argentino pasa por otro lado y rompe los ojos tanto o más que un cero a cero.

Fotos: Alejandro Del Bosco