Opinión

Carlitos Tevez, de falso 9 a falso 10

Desde que volvió de Italia, hubo preguntas y teorías sobre la posición que más le convenía. Pero a veces, lo importante no es dónde juegue, sino qué rol se le dice que tiene que cumplir. La anécdota de Pirlo, un caso testigo de cómo cambiar el chip de un jugador.

Por Martín Mazur ·

29 de abril de 2016
"Disculpeme, pero ya me olvidé: ¿usted me dijo que era periodista o es técnico?" 

Del otro lado de la línea, Carlo Mazzone, con su voz inconfundible, se mostraba entusiasmado con el tópico de conversación. Hacía una media hora que hablábamos de táctica. El tema era la desaparición del líbero y el stopper en Italia. Una cosa había llevado a la otra y ahí estábamos, hablando de cómo había hecho para armar ese humilde Brescia que llegó a tener a Guardiola, Pirlo y Roberto Baggio. 

Imagen Baggio, con la 10, Pirlo, "engañado" con la 5. La rompieron en el Brescia
Baggio, con la 10, Pirlo, "engañado" con la 5. La rompieron en el Brescia
-El tema con Pirlo es que él quería ser fantasista. Pero en Inter no le había ido bien. Cuando volvió al Brescia, ya tenía a Roberto Baggio. Y al jugador a veces hay que convencerlo. Yo estaba seguro de que él podía rendirme como regista, organizando el juego desde más atrás, pero el problema era cómo decírselo. Baggio ya era el 10, tenía el 10 en la camiseta. Y lo que hice fue decirle a Pirlo que quería que jugara de fantasista, pero 25 metros más atrás. Que hiciera lo mismo. Y de repente, se encontró con que ahí tenía muchos espacios, más tiempo para pensar y ejecutar, ya no tenía que vivir de espaldas. Nunca le dije que quería ponerlo como volante central, porque si no, me habría dicho que no. Con el líbero había pasado algo parecido: muchos mediocampistas terminaron jugando de último hombre, porque el líbero integral no sólo tenía que barrer, sino armar el juego. En un esquema de hombre contra hombre, era el único que no tenía una marca asignada. Una vez que el jugador empieza a disfrutar, ya no importa lo que esté haciendo.

El Pirlo moderno, justo como el nombre del trago que nació en Brescia (un pirlo lleva Campari, prosecco y seltzer), también surgió en Brescia y se popularizó en Italia primero y en el mundo después. Al año siguiente pasó al Milan y formó el tándem perfecto con Gattuso. Pirlo era el fantasista desde atrás; Gattuso corría por los dos. El equipo funcionaba a la perfección. El Milan de Ancelotti se cansó de ganar. La selección italiana terminaría levantando una Copa del Mundo con ambos en la cancha. Pirlo se habrá dado cuenta muy tarde de que en realidad le habían pedido que jugara de volante central. Un volante central que impuso su sello y sus características, pero que no podía desentenderse de lo que menos le gustaba hacer: retrocesos, estar atento a la línea de la pelota, coberturas, aunque más no fuera haciendo sombra, esperando que su equipo recuperara la pelota para aparecer libre y manejar los tiempos: cuándo acelerar con un pase puñalada, cuándo frenar y permitir reacomodarse y salir bien armados desde atrás.

Con Tevez pasa algo parecido. Desde que volvió de Italia (donde no le preguntaban de qué jugaba; nunca hizo falta entrar en tanto detalle) que repite que no es 9, que puede ayudar pero que no es la posición donde se siente más cómodo. Pasó en Boca versión Arruabarrena y en la Selección de Martino, donde se lo vio tan incómodo que parecía que le hubieran pedido que jugara de lateral derecho.

Pero desde que llegó Guillermo Barros Schelotto, y ante el espartano panorama en el ataque (Calleri vendido, Osvaldo lesionado), Tevez volvió a ser el 9. Un 9 distinto, ayudado por un esquema de extremos que se cierran y le impiden dejarlo en soledad en ataque. Un esquema que permite que el extremo derecho pueda tirar un centro para que el gol lo meta el extremo izquierdo, como pasó entre Pavón y Carrizo, o más tarde, con Lodeiro. Y Tevez, entonces, tiene libertad y posibilidad de salir y entrar del área, sin quedarse fijo como una estaca. Sin ser la famosa referencia de área. Sin ser "el 9" y llevar la mochila táctica que eso implica.

Como pasó con Mazzone y Pirlo, a Carlitos tranquilamente le pueden haber dicho que no juegue de 9, sino de 10, pero 20 metros más adelante. No es falso 9, sino falso 10. Pero así llega a meter goles de goleador, como el que le hizo a Cerro Porteño. Y con compañeros que se mueven y le pasan por atrás, también da asistencias como enganche, como la que le dio a Lodeiro. Y entonces, ¿de qué juega Carlitos? Mientras sus compañeros se muevan y le generen variantes, Carlitos juega de Carlitos y Boca (y él mismo) disfruta. Tanto como disfrutó al lado de Pirlo en la Juve.

Tevez


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