Opinión

Apuntes superclásicos del día después

Algunas reflexiones dispersas sobre el triunfo conseguido ayer por Boca en el Monumental que lo devolvió a la cima de la tabla en soledad.

Por Diego Borinsky ·

14 de septiembre de 2015
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Ni Arruabarrena era el inútil que no sabía meter un cambio, el looser total que era pisoteado por Gallardo ni hoy es el invencible que saca su chapa de haber ganado 4 de los 6 superclásicos del año. El exitismo viene avanzando a pasos de elefante desde hace unos años en la sociedad en general y en el periodismo deportivo en particular, y lamentablemente este último ejerce una gran influencia en la opinión pública. Un entrenador es mejor o peor según cómo trabaja en la semana, cómo prepara los partidos, en qué detalles saca ventaja, qué les aporta a sus futbolistas y, claro, cómo se manifiesta su equipo en la cancha. No es justo sólo evaluar una tarea por un resultado.

Curioso, pero River y Boca disputaron 6 clásicos este año (5 y medio en realidad), contando los dos del verano (1-0 y 5-0, ambos para Boca). Y en esos 6 clásicos, River apenas pudo meter un gol (y de penal), en la ida de la Copa Libertadores, y le alcanzó para sacudir los cimientos de la Bombonera y, luego, para ser el gran vencedor del año por su conquista continental. Es lo que se dice: tener una bala y saber utilizarla.

Que ahora La Doce no ve venga a adjudicar la victoria por los efectos de su apretada. “Je, teníamos que ir nosotros a tocarles un poquito la cola”, seguro estarán pensando Rafa y sus secuaces. Y también muchos hinchas. Si es así, estamos en el horno.

Boca jugó más metido que otras veces, eso es cierto. Mostró los dientes, el filo de algún tapón, cacheteó a algún rival y provocó un poquito, también, demorándose en saques de arco, faltas, laterales e incluso agarrando el balón para que no se ejecute rápido una falta (Meli, el abanderado). Nada fuera de la lógica en un clásico. Y no por directivas de la barra, sino de su entrenador y por lo que contagia su líder, Carlos Tévez, que resultó mucho más importante por ese efecto que por el futbolístico propiamente dicho. De hecho, casi no participó del juego y se perdió un mano a mano claro con Barovero, que luego Lodeiro transformó en gol.

A propósito del uruguayo, imaginamos que el Vasco ya le hará un lugar en el equipo. Cuesta encontrar en qué momento y por qué perdió su puesto Lodeiro. Es rápido, sabe con la pelota, la protege y por lo general la pasa bien, cada vez que ingresó ha demostrado ser un buen socio de Tevez, y encima tiene gol. Ya con Gimnasia había metido uno y era una de las figuras, pero sin embargo el técnico lo sacó del equipo. El de ayer era un partido para que jugara, aunque finalmente lo hizo por la lesión de un compañero. Imaginamos un futuro de titularidad para Lodeiro de aquí en más.

River está padeciendo problemas de lesiones básicamente musculares en buena parte del plantel, a diferencia de lo que ocurrió en el segundo semestre de 2014, donde prácticamente no hubo bajas aunque River afrontaba Sudamericana y campeonato local casi con la misma formación. En estos dos meses, en cambio, ya debieron parar Bertolo (2 veces), Pisculichi, Mora, Viudez, Alario, Maidana, Mammana y Vangioni. Sin dudas, están pasando factura el viaje a Japón por la Suruga, los viajes larguísimos a México, la tensión por las finales de Copa y, también, el hecho de no hacer una pretemporada enfocada en todo el semestre sino apuntando a los 4 partidos decisivos de la Copa. La gran meta de River, de aquí a diciembre, es nivelar el plantel físicamente y dejarlo presto para el Mundial de Clubes.