Opinión

Chiquito Pérez

Para ser tribunero, primero hay que conseguir el cariño del público con buenas actuaciones.

Por Martín Mazur ·

27 de enero de 2015
"Eso era lo importante, ganar un superclási... un clásico, ya no hay más superclásicos".

La frase de Claudio Pérez, seguramente pensada con antelación y disponible para ser usada en el caso de una victoria ante River, habilita a una breve reflexión. El marcador central de Boca estuvo rápido de reflejos, hizo un amague y salió jugando, en lo que fue un buen anticipo ante un atacante (periodístico) que pasó de largo.

Imagen Claudio Pérez habla frente a los micrófonos. ¿Y en la cancha?
Claudio Pérez habla frente a los micrófonos. ¿Y en la cancha?
El problema es que todo eso pasó frente a un micrófono, después del partido. Chiqui Pérez en realidad llegó a Boca por esos mismos atributos (seguridad, anticipación, salida), pero mostrados en la cancha, algo que en el club le costó horrores desde el primer día. Su mayor activo vestido de azul y oro fue haber formado parte del equipo de Belgrano que marcó el primer descenso de River y dejó a Boca como único grande que jamás descendió. Desde entonces, en la Bombonera sólo suma descrédito.

El jugador tribunero amplifica el amor de la gente a través de gestos condescendientes, actitudes y frases estratégicas. Lo amplifica, repetimos. No lo genera. No hay modo de acceder al salón de los tribuneros, sin antes haber generado una relación de cariño y admiración que se base en las buenas actuaciones. No es el caso de Pérez: sólo en este mercado de pases, le trajeron a Rolín y Torsiglieri; más Burdisso, que de borrado pasó a quedarse con el puesto vacante de Forlín.

Un par de días después del partido, el juvenil Pavón, fracturado y ya operado después de la patada buena leche/mala leche (tachar según corresponde) de Vangioni, revela ante los medios otra frase del marcador central: "Chiqui Pérez me dijo que menos mal que expulsaron a Vangioni, porque si no lo sacaba él de una patada".

Curioso el caso de este superhéroe fallido. No contento con jactarse de que habría sacado a un colega de la cancha (buena leche/mala leche,  pero colega al fin), la pregunta es: ¿cuánto esperaba Chiqui Pérez para sacar a Vangioni? Pisculichi casi lo rompe a él, quien fue a trabar de manera leal. Ni siquiera conocido el diagnóstico de Pavón en el entretiempo, y sabido el historial de Vangioni, Pérez se había mostrado como alguien decidido a hacer justicia por mano propia. El único que en el entretiempo se animó, tímidamente, a encarar a Vangioni rumbo al vestuario fue Gigliotti. O sea, su "menos mal que lo expulsaron" significa otro cierre oportunista dentro de un partido imaginario.

Intentando hacer comentarios para la gilada o promoviéndose como un jugador mala leche, Chiqui Pérez se autoexpone de una manera infantil. La primera vez que le toque enfentarse de nuevo con Vangioni, bastará con que el jugador de River exagere en alguna entrada de Pérez para que el árbitro tome en cuenta el historial y la amenaza pendiente, y castigue con roja directa al jugador de Boca, que de Chiqui Pérez corre serio riesgo de pasar a ser conocido como Chiquito. Mientras tanto, el Superclásico seguirá siendo Superclásico.