Opinión

Verano del 91

El valor incalculable de toparse con alguna revista El Gráfico de la infancia, cuando uno menos lo espera.

Por Martín Mazur ·

04 de octubre de 2011
El sobre “Tabárez, Oscar Washington, Fútbol, N: 03.03.1947” está que explota. En realidad no es un único sobre, sino que ya son dos, que albergan vida y obra del Maestro en ese papel madera del más áspero y resistente. Llegan a mi escritorio unos días antes de la entrevista pactada con el Maestro, publicada en la edición de octubre.

Dentro de los casi 10 centímetros de grosor aparecen recortes según pasan los años. Entrevistas al Tabárez que dirigía a Peñarol, apuntes del que entrenó a su selección en Italia 90, crónicas del Maestro que desembarcó en Boca por primera vez y charlas en distintos lugares del mundo.

Después de hojear y recorrer casi todas las notas, lo primero que queda reafirmado es el sentido excepcional de un personaje que –contra lo que dicta la norma-, resiste a su propio archivo. Leer los conceptos que detallaba hace 25, 20 o 10 años hoy demuestra que su camino siempre fue el de la mesura y que algunas ideas las tenía claras desde mucho antes de poder implementar el plan exitoso que devolvió a Uruguay a los primeros planos del fútbol mundial.

Pero entre todos los recortes aparece uno que me deja entre sorprendido y congelado. Tiene el valor incalculable de un viaje al pasado.

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Allí, en mis manos, está un artículo de El Gráfico, y me basta sólo un segundo -diseño, título y foto– para darme cuenta de que no es un recorte más. Es de un Gráfico que yo tuve. Un Gráfico de verano que seguramente me compró mi papá. Un Gráfico que habré leído primero que nadie tirado en alguna reposera, y que en alguna excursión al mar con mi abuela, mi mamá y mi hermana –los días que no había aguas vivas en la orilla-, seguramente se habrán devorado mi abuelo, mi viejo, y los amigos inseparables de la carpa de al lado: Horacio, Fabio, Hernán.

La emoción es incontenible y ni siquiera di vuelta la página: allí sigo inmóvil, viendo al Maestro Tabárez cuando le tira la pelota a Navarro Montoya, el Mono con los pelos deshilachados al compás de su propia volada. “Boca empezó las clases”, dice el título.

Es la pretemporada de Boca en Huerta Grande, Córdoba. Y sí, la fecha confirma que era un verano: 15 de enero de 1991. La revista costaba 25 mil australes, según nos fijamos con Juan Arcidiacono en la colección encuadernada en el archivo. No me acuerdo los billetes de los australes, pero sí tengo en claro que aquellos 25 mil australes terminaron siendo una ganga, especialmente si tengo en cuenta lo que me genera este recorte 20 años después: allí en mis manos hay una parte de mi infancia, algo tan fuerte como un juguete olvidado que acaba de aparecer a modo de cachetazo sentimental inesperado.

En la doble página siguiente (sonido de fondo “uuuhhhhhhh”) hay una postal imposible en tiempos de hoy: los jugadores de Boca se entrenan con el Profe Herrera. Lo imposible no es que se entrenen, sino dónde está el fotógrafo, tal cual me confirma hoy Alejandro Del Bosco en su oficina de fotografía. Ni teleobjetivo ni alambrado de por medio. Mucho menos lona verde. El fotógrafo Rodolfo Solari está ahí adentro, junto a los jugadores.

Recuerdo muy bien esa foto, por supuesto que también la recuerdo. En primer plano está Hrabina, look Chuck Norris –personaje muy vigente en aquellos años– que en cuero y con su vinchita azul parece estar pidiendo inspiración a los dioses antes de enfrentarse con 150 karatecas. La remera manga larga de Marchesini está empapada de transpiración. Abramovich, Villarreal, Pogany y Apud usan musculosas. Momento: ¿Es Apud? Tercera parada en el viaje sentimental: oficina de Elías Perugino, con Diego Borinsky. Parecía victoria de Apud por descarte, pero no podíamos quedarnos con semejante duda. Anuario 90/91 mediante, termina imponiéndose la opción de Raúl César, compañero de pieza del Turco y look similar. Era César, nomás. Más fácil de reconocer está el Mono, que tiene un short negro sin marca y unas calzas rosas. Era la época de las calzas.

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Lo de las calzas se confirma al llegar a la doble página siguiente. Allí está Diego Latorre con colita y calzas grises, Tabárez a pocos centímetros, cronometrando su reloj. También, después del Mundial 90, comenzó la época en que los pantalocitos adidas incorporaron una tirita en la parte de abajo, como el que usa Latorre. ¿Se acuerdan de la tirita? Había dos modelos: en uno, el que se terminó imponiendo, era más finita, igual al ancho de cada una de las tres tiras; pero también hubo otro en que era el doble de gruesa.

Imagen Look 91. Diego Latorre y el Maestro Tabárez. A la derecha, la extraña caída de Batistuta.
Look 91. Diego Latorre y el Maestro Tabárez. A la derecha, la extraña caída de Batistuta.



Más sonrisas aún me depara la foto del costado: esa foto no la vi una ni diez veces, quizás la he visto mil. Soñora, Hrabina, Villarreal y Chicho Gaona en actitud clara de juego, más Batistuta, que aparece totalmente fuera de contexto, con una rodilla a centímetros del suelo y la mano derecha que se prepara para amortiguar el impacto contra el pasto. Batistuta se está cayendo. Lo raro es el por qué. La pelota estaba lejos. ¡Si la habré mirado, esa foto!

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La siguiente y última doble muestra a los pibes de la joven guardia: Acosta, Tilger, Are, Lépez y Duré. Hacían su primera temporada. Ninguno está rapado. Altri tempi. Villarreal, de paso, se quejaba por cuando lo ponían de 8 y anunciaba: "De cinco la rompo en cualquier lado".

Según parece, aquella crónica tiene todo lo que uno podía esperar de una nota de El Gráfico: información, análisis, anécdotas, color, declaraciones y un buen resumen de la pirotecnia propia de cada verano: jugadores ofrecidos (Raúl Amarilla, Pizzi, Spontón, Félix Torres y el Ratón Zárate), pibes que asoman, reportes de lesionados, mini reportajes... Párrafo aparte merece la frase de Jorge Alberto Lépez, defensor de categoría 70, en la habitación con Moya. “Me mato bailando en Terremoto o Johnny Allon”.

Conceptos sueltos que Tabárez remarcaba en los entrenamientos: "No perder nunca el orden defensivo". "Hay que sacrificarse y encimar a quien tiene la pelota". "No jueguemos con el número de la espalda, hay que estar siempre con la primera puesta". "Ante dos peligros, siempre hay que salvar el peor".

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La nota llega a su fin. La firma Daniel Roncoli. Por entonces no me fijaba en las firmas, pero no habría podido imaginarme que nueve años más tarde, iba a tener el privilegio de trabajar con él. Mucho menos iba a imaginarme que 20 años y 9 meses después, días antes de una entrevista a Tabárez, me iba a volver a topar con esa nota. Y a revivir el valor de aquellos veranos.

El recorte regresa, orgulloso, al sobre. Vaya si valió la pena el viaje. Después, todavía atontado por los recuerdos, del mismo sobre sale otra nota de El Gráfico. "El Boca que vio Tabárez", del 25 de diciembre del 90. A esa la hojeo rápidamente. Y claro: a aquel Gráfico no lo tuve.

En Twitter: @martinmazur