Opinión

Opinión: La Selección necesita a Simeone, incluso si es part-time

Por qué Argentina debe terminar con los caprichos y el vuelo bajo e ir a buscar al plan A para dirigir a la Selección: el Cholo.

Por Martín Mazur ·

19 de julio de 2016
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Si cada crisis es una oportunidad, como dice el refrán tan usado en el mundo de los negocios, la Selección Argentina entonces vive en el paraíso. No hay ningún equipo en el mundo que tenga semejante abanico de oportunidades disponibles, en todos los frentes: deportivo, económico, administrativo, de planificación, de estructura.

Sin embargo, ahora que se confirmaron los integrantes de la Comisión Normalizadora, surgen también rumores ciertamente preocupantes: el más difundido en las primeras horas es que el nuevo técnico de la Selección debía ser algún integrante de la Generación del 86. 

¿Qué necesidad hay de circunscribirse a un grupo determinado de nombres que, por otra parte, en su mayoría no se destacaron como entrenadores? De la generación 86, sólo Nery Pumpido logró un título resonante, campeón de América con Olimpia, pero fue hace 14 años, cuando a la Selección todavía la dirigía Marcelo Bielsa y un tal Messi acababa de instalarse en Barcelona.

Que nosotros sepamos, el "plan 86" ya se aplicó para Sudáfrica 2010, desde que renunció Basile, y continuó hasta la Copa América 2011, cuando echaron a Batista: en ese lapso lo único que provocó fue rupturas, pases de facturas y celos de todo tipo.

Ahora el único plan disponible debe ser ir a buscar a la mejor opción, y por mejor se entiende incluso la que parezca imposible. Empezar descartando nombres por pereza no ayudará a construir una Selección mejor. Tampoco logrará que esos nombres se sientan cortejados y dispuestos a resignar parte de sus ingresos en pos de un objetivo de máxima. 

En su libro Creer, Diego Simeone se refiere precisamente al entendimiento de las oportunidades que se presentan, y también dice que lo que más lo motiva es cuando le proponen un proyecto que le permita sentirse identificado. Es cierto, también ha asegurado, incluso en la charla mano a mano con El Gráfico, que aún no siente que sea su momento en la Selección, pero viene de ganar casi todo con el Atlético de Madrid, y de jugar dos finales de Champions League. ¿Alguien puede decir que no es factible siquiera intentar convencerlo? En su momento, tampoco veía necesario retirarse, y sin embargo, lo hizo por la necesidad de Racing.  

¿Querríamos de verdad encomendar los últimos años de Messi a alguien cuyo mérito principal fue haber ganado un título mundial hace 30 años? Hoy los jugadores están acostumbrados a los entrenadores de elite. En épocas de las redes sociales y los smartphones, en Ezeiza han sabido encontrarse con cráneos sorprendidos por la eficiencia de las máquinas de escribir, antes de volver al mundo moderno de los Guardiola, Mourinho, Benítez o Simeone. Es hora de cambiar de verdad. Y si el cambio implica contratar a Simeone part-time, que así sea. El Atlético de Madrid probablemente lo aceptaría, con tal de no perderlo. Y el Cholo acaso también, siempre dependiendo del quién y el cómo le planteen la propuesta que lo conmueva. 

No hay más motivos para que un técnico se encierre en Ezeiza a comer asado (mientras haya comida) y ver videos, esperando que llegue la bendita fecha de eliminatorias, para hacer cruzar el Atlántico a diez lesionados, por el simple hecho de armar el grupo. El técnico, al igual que los jugadores, debe estar libre para dirigir los partidos de fecha FIFA, y podría tener a un equipo de trabajo para realizar el seguimiento de todos los argentinos que anden dando vueltas por el mundo. Pero cuando estén todos juntos, debe planificar el partido como una batalla por la supervivencia y saber contagiar ese espíritu a sus dirigidos. Eso, y la lectura correcta de los partidos y las circunstancias, es lo que hoy más necesita la Selección: un líder intuitivo y natural, alguien que se resiste a decir la palabra imposible salvo cuando realmente no haya posibilidades.

Las crisis son oportunidades. Si es por crisis, hoy la Selección tiene a disposición un menú de varios pasos. Platos que no resistirían ningún control de bromatología: todos ellos son productos del uso indiscriminado de elementos y personajes espurios.   

Lo que tiene que hacer, como en los mejores restaurantes, es rediseñar el menú de modo tal que se transforme en una oferta de excelencia, pero moderna; en una cocina a la vista y sin secretos; en una experiencia que deje satisfecha a la gente pero también a los críticos más duros, y que embarque y conmueva a los empleados. Empezar diciendo que la Generación del 86 debe tomar las riendas, es como encontrar la cocina del Noma a disposición y calentarse un pancho en el microondas. 

Si algo nos está dejando la crisis de la AFA y el post grondonismo es que, después de 23 años sin títulos, por fin somos campeones de algo: campeones de volar bajito. 

Martín Mazur
@martinmazur