La Selección

Con un festejo muy particular de Di María, Argentina construyó una victoria para emocionarse

Dominó 60 de los 90 minutos, no expuso a Messi, superó al rival más difícil del grupo y mostró la faceta más humana de Di María, que terminó llorando al recordar a su abuela.

Por Diego Borinsky ·

07 de junio de 2016
Imagen
Los futbolistas ganan millones, andan en autos último modelo, entrenan un par de horas por día, tienen a las mujeres más lindas al lado, trabajan de lo que les gusta, pero de repente se te muerte tu abuela y no podés ni velarla. “Mi mamá me pidió que me quede, yo sabía que iba a hacer un gol”, llegó a decir Angel Di María, minutos después de consumada la victoria por 2-1, y tras largar las primeras lágrimas que le desataron el nudo de la garganta.

Argentina superó el debut en la Copa con una sonrisa, más allá de las lágrimas de Fideo que nos emocionaron a todos. Ganó en el debut, superó al rival más difícil del grupo, conseguirá el objetivo de finalizar primera en el grupo (salvo catástrofe de último momento) y no expuso a Messi a una lesión inútil, corrigiendo la tontería de arriesgarlo sin sentado en San Juan frente a Honduras. Eso sí: por suerte el descuento de Fuenzalida llegó pisando el minuto 48, porque si duraba un ratito más, el fantasma de un empate inesperado en el final tras ir 2-0, como ocurrió frente a Paraguay en el debut de la Copa América pasada, se hubiera apoderado de todos.

Argentina fue superior a Chile durante 60 minutos de los 90 y ganó con justicia. En el primer tiempo, presionando arriba y con buenas asociaciones por las bandas. Con Nico Gaitán que la pidió y gambeteó sin complejos, oyendo el consejo de Martino de no tener que disfrazarse de Messi sino del Gaitán que la rompió en el Benfica y que en la próxima temporada se alistará en el Atlético de Madrid. Con Di María, que entró sabiendo que iba a ser su noche. A los 2 minutos ya se la había puesto en la cabeza a Gaitán, y ¡travesaño!. Luego, a los 5, a los 8 y a los 15 entró al área y generó tres situaciones de peligro: en una se fue cerca del palo derecho, en otra cruzó el área para irse al lado del izquierdo y en la tercera lo interceptaron en el medio.

Gaitán apoyado por Mercado en la derecha, Di María haciendo tándem con Rojo por la izquierda, con un Mascherano al que parecían haberle abierto la jaula, feliz de volver al centro del campo y un poquito más allá también (si podía, se iba de 9, parecía), con Banega errando demasiado, Augusto intrascendente e Higuaín escasamente provisto, Argentina insinuaba peligro con frecuencia. Chile se mostró demasiado frágil en la salida desde el fondo, a pesar de practicarla desde los tiempos de Sampaoli. En ese primer tiempo hubo tres errores no forzados de la Roja muy cerca de los dominios de Bravo y Argentina no los pudo aprovechar.

El primer tiempo se jugó a 220 voltios, con dos equipos abiertos y predispuestos a lastimar al rival. Aunque su dominio se diluyó a partir de los 30 de ese primer tiempo, la Selección de Martino acumuló méritos para irse en ventaja: el Pipa se lo perdió tras una contra de área a área con Di María como rayo conductor, un cabezazo de Rojo se fue al lado del palo y una volea de Mercado salió por arriba del travesaño. Chile contestó por primera vez a los 29, por un error de Ramiro Funes Mori en un pase mal dado desde el borde del área, que derivó en un disparo de Alexis Sánchez entrando al área y un manotazo salvador de Chiquito Romero. Arquero de equipo grande: estás frío, quizás distraído, y ante el error de tu defensor, en 3 segundos tenés a un pistolero como Alexis apuntándote a la nariz.

Banega y Augusto pagaban dos pesos para salir en el complemento, pero el técnico prefirió no tocar. Y ocurrió que tras tres sustos en los primeros cinco minutos (un tiro de lejos que se desvió y pasó cerca del arco de Romero, un cabezazo de Jara que casi se mete y un buen enganche de Alexis que finalizó con un tiro cruzado que rozó el palo), Arangüiz falló ese pase en zona peligrosa, con el equipo saliendo, la robó Banega, le puso el pase perfecto a Di María, con tiempo y fuerza justa para que Fideo apenas la dominara, la metiera en la ratonera del primer palo de Bravo, que aunque quisiera no la iba a poder sacar. Porque en ese disparo del crack rosarino iba el recuerdo para su abuela, y nada ni nadie osaría detenerlo. Aunque el arco lo custodiara un Señor arquero como Claudio Bravo. Angel arrancó para el banco de suplentes, recibió la remera hecha esa misma mañana con la dedicatoria, y en sus ojos y su rostro se advirtió una emoción genuina. Minutos después conoceríamos la historia, que el propio Di María no había querido hacer pública. Ni siquiera al cuerpo técnico.

Ocho minutos más tarde se dio un gol muy similar, pero con roles cambiados: esta vez condujo Di María, se la puso a Banega hacia la izquierda y el ex volante del Sevilla, que ya firmó para el Inter, volvió a ejecutar a Bravo en el primer palo. Un calco, pero con protagonistas cambiados. De Leproso a Canalla el primero; de Canalla a Leproso el segundo. Todo queda en Rosario. Como el duelo entre los técnicos: Leproso de un lado (Martino), Canalla (Pizzi) del otro. A propósito, el técnico de la Roja estaba cumpliendo 48 años unas horas después de la derrota, 7 de junio. No la pasará muy bien: es su cuarta derrota en cinco presentaciones al frente de Chile, la no convocatoria de Valdivia generó un malestar en público, prensa y plantel, y la cara de fastidio de Vargas al ser reemplazado nos habla de que no la tendrá nada fácil por estos días.

Con Chile yendo con menos precauciones que antes, Argentina dispuso de varias oportunidades para transformar la victoria en goleada. Siempre es más sencillo a campo abierto, más cuando un equipo dispone de futbolistas de alta velocidad, como Di María, Agüero o Gaitán. Se lo ahogó Bravo a Higuaín con la puntita del pie derecho a los 21’, casi la mete el Kun luego de enganchar y disparar apenas alto a los 31’; un cabezazo de Rojo se fue rozando el palo a los 41’, Lamela lo tuvo dos veces en el cierre y en la última jugada descontó Fuenzalida. Apenas hubo tiempo de sacar del medio y ni siquiera perder la posesión, que si no otra vez los fantasmas de la Copa pasada acudían en masa. Pero no pasó.

El pitazo final nos permitió emocionarnos con la emoción de Fideo. Y comprender que estos tipos, más allá de los millones y de los campeonatos que conquistan con sus clubes, se mueren de ganas de mandar al demonio esta mochila insoportable de 23 años de penurias con la Selección. Ojalá esta vez se dé.