Reportajes

Goleador full-time

Cultor máximo del bajo perfil, Julio Cruz se acostumbró a rendir con pocos minutos en cancha. Una charla con un delantero que hace más goles que ruido.

Por Redacción EG ·

22 de diciembre de 2008
Nota publicada en la edición Febrero de 2008 de la revista El Gráfico.

Imagen Delantero rendidor. Julio Cruz, siempre una garantía para el Inter.
Delantero rendidor. Julio Cruz, siempre una garantía para el Inter.
Philip Seymour Hoffman nació en Nueva York, tiene 40 años y no sabe nada de fútbol, mucho menos de Julio Ricardo Cruz. El tipo es actor. Desde sus primeros pasos, en Perfume de Mujer, trabajó en unas 40 películas, pero igual pocos recordamos su nombre. Fácilmente caracterizable, extremadamente cumplidor y sin aires de estrella, los directores siempre encontraron un papel perfecto para él... como actor secundario. Durante años, el eficiente Hoffman se acostumbró a ser número dos de las estrellas más taquilleras de Hollywood, y capturó infinitas nominaciones y premios a mejor actor de reparto. Recién en Capote, a los 37 años, pudo tener un rol protagónico. ¿El resultado? Ganó el Oscar.

Julio Ricardo Cruz nació en Santiago del Estero, tiene 33 años y tampoco conoce a Philip Seymour Hoffman. Pero su historia es bastante parecida. Tan eficaz como silencioso, muchos podrían pensar –acaso con justa razón–, que si hubiera tenido una melena más larga, algún tatuaje exótico en hindi o alguna vinchita multicolor, quizás si festejara los goles haciendo la ametralladora, o si simplemente usara frente a los micrófonos ese poder de fuego que tiene frente al arco, su historia sería distinta, más taquillera. Pero pedirle algo de eso a Cruz sería como pedirle que deje de hacer goles. O sea, significaría ir contra su naturaleza misma. Tras mucho batallar, y con una etiqueta cada vez más reconocida como bomber part-time de rendimiento óptimo, esta temporada finalmente le tocó el papel protagónico que merecía. ¿El resultado? Hoy Cruz es el delantero argentino más determinante de la temporada europea. Es bomber full-time. Hoy Cruz es Seymour Hoffman levantando la estatuilla dorada del Oscar. Sólo falta que él lo certifique. ¿Lo hará?

–Julio, si alguien te llama y pide con el delantero argentino del momento, ¿le contestás vos o decís que se equivocó de número?
–Eh... ¿Delantero del momento por qué?

No lo va a decir. Desde un rincón de su casa, cerca de Como, Cruz deja escapar una sonrisa y muestra sus cartas: no va a tirarse flores. Su mujer Lorena atiende un teléfono que suena. Los chicos, Juan Manuel (8) y Delfina (4) también están en casa. Tras recibir algunos datos empíricos de su momento, él amplía:
–El hecho de que esté jugando seguido y haciendo goles me da una cuota más para que la gente me pueda ver y analizar, pero sé que hay muchos delanteros de Argentina en toda Europa que están bien. Acá se escucha mucho del fútbol inglés y español... Están Agüero, Tevez...
–Pero vos te ganaste la titularidad en el Inter que bate récords.
–Creo que primero y principal, por respeto a mis compañeros, no es justo que diga que soy titular porque tampoco es así, acá somos 25 jugadores, uno más importante que el otro, y cada uno cumple su función y aprovecha el momento. Eso es lo importante que tiene este Inter y por eso se ven los resultados que se ven.

No, no va a haber caso. Pero vale reconocérselo: con su receta, mal no le fue. Repasemos. Se destacó en Banfield, donde soportó estoicamente el apodo de Jardinero –jamás trabajó cortando el pasto–; se cansó de hacer goles en su año en River, del que se fue con dos títulos; rompió los charts en el Feyenoord y le dio el último torneo local que ganaron; llegó al Bologna para salvarse del descenso y con sus goles casi lo clasifica a la Champions; hace cuatro años y medio está en el Inter y es el segundo delantero argentino de más rodaje en Europa, en donde ya superó los 10 años, a uno de Crespo. Además participó en tres ciclos de la Selección, estuvo en un Mundial y pudo haber estado en otros dos, si no fuera, quizás, por ese perfil bajo que tan bien supo germinar desde sus comienzos.
En el Inter –primer equipo donde no fue titular indiscutido–, se acostumbró a empezar las pretemporadas de agosto en el cuarto o quinto lugar de la lista de atacantes, pero siempre llegó a abril y mayo en el primero o segundo, maximizando los pocos minutos que le dieron en cancha. Se acomodó a jugar con los puntas de características más variadas: rindió al lado de Crespo, Ibrahimovic, Recoba, Martins, Adriano o Suazo. Y a pesar de no haber tenido predominio entre los titulares, se transformó en el tercer goleador histórico del Inter en la Champions League, detrás de Sandro Mazzola y de Adriano, a quienes (con Crespo) seguramente superarán. También es el delantero de contrato más bajo, según La Gazzetta dello Sport. Su rentabilidad es asombrosa.

Valía recordar algunas de estas cosas porque Cruz jamás las dirá y no todos tienen su foja de servicios tan presentes como los goles de Tevez o las corridas de Messi. En noviembre de 2007, cuando comenzaba una racha que lo tuvo con goles en siete partidos consecutivos, el diario deportivo de Milán lo describía así: “Entiende un segundo antes que los defensores cuál es la mejor solución, dónde ubicarse, qué cosa conviene”. Ya para mediados de enero, tras un doblete a la Juventus (equipo al que tiene de hijo desde el 2000), en el mismo diario ya exageraban: “Es el Cruz de siempre. Si se lo propusiera, hasta podría salvar él solo al gobierno de Prodi”.
Metió 14 goles en sus primeros 20 partidos del año y sin embargo el momento del Jardinero difícilmente pueda calificarse como una explosión, sino que más bien es la confirmación de lo mostrado en los últimos años, pero con más minutos en cancha. “Siempre me hicieron sentir importante. Lo que creo que cambió es que estoy jugando muchos partidos de titular y eso hace que me vean más. Trato de aprovechar los momentos en los que me toca estar. Sé que es un gran equipo, con muchos delanteros, y el que mejor está, juega. Está pasando eso”.

Recorriendo el archivo, no sorprende que en noviembre de 2006, abundaran las preguntas de los periodistas italianos respecto del mejor momento de su carrera, justo cuando se confirmaba que era el delantero más prolífico de todos los que había tenido el técnico Mancini a disposición: por ese entonces totalizaba un gol cada 135 minutos (34 en 4591 minutos), ciclo que en Champions League se reducía a sólo 100 minutos.
Hace un año, Julio precisamente le reconocía a la revista Champions que al firmar con el Inter había tenido que readaptar su chip: “Es un club muy grande y con muchos jugadores, pero mi motivación nunca fue jugar de titular sino hacer goles. Y los trato de hacer juegue 90 minutos o los últimos 5”. Esa revista, a través de un ránking de goles, asistencias, faltas generadas y minutos en cancha, lo ubicaba como el octavo delantero más rentable de Europa, mejor que Raúl, Ibrahimovic y Van Nistelrooy. Cruz ya demostraba su utilidad. Le faltaba el rol protagónico.

–¿La paciencia de jugar menos y seguir motivado la traés en tu personalidad o tuviste que aprenderla?
–Con los años uno va aprendiendo, y una de las cosas que aprendí yo es eso, a ser paciente, a esperar los momentos justos donde se pueden hacer las cosas. Una cosa es cuando uno tiene 20 o 25 años y otra cuando tiene 30 o 33... La ansiedad no es igual.
–Igualmente, vivir teniendo la presión de entrar y meterla no es fácil, mucho menos en tres temporadas. ¿Cómo la toleraste?
–Más que presión para mí es un examen, yo lo tomo así, por el hecho de que tenés que aprovechar el momento. Cuando me tocaba entrar, yo lo tomaba como un examen que tenía que presentarme a rendir, y creo que a lo largo de todos estos años, los exámenes tenía que hacerlos bien, así lo tomé yo.
–Y te recibiste.
–...
Sus declaraciones, a lo largo de los años, poco han mutado. Dice que no se siente un monstruo, y ni hace falta preguntarle si cambió en algo desde que era aquel chico que comenzó en Banfield. Le gustaba leer y aún lo apasionan, sobre todo, los libros de historia romana y de la Segunda Guerra Mundial. Sigue siendo muy creyente y un fiel devoto de los ángeles y de la Virgen de Luján, cuya figura ya aparecía, dominante, en el living de su casa en Monte Grande, en su primera nota con El Gráfico. Hoy, junto a su mujer, colabora –en voz baja, como casi todo lo que hace– con la Fundación del Padre Mario, cuya obra lo cautiva. Los botines con los que ganó el scudetto 06/07, por ejemplo, fueron a subasta para ayudar justamente a esta obra.
De perfil inmaculado y tranquilo, como todos los argentinos que integran este Inter que voltea muñecos por demolición, en algún momento se rumoreó que Armani –buscando futbolistas “de elegancia moral”, tal cual describió a Kaká– lo tenía apuntado para una producción de fotos, pero él detalla que sólo hizo fotos para Lotto, la firma de sus botines. “Armani está con el Milan”, asegura.

Al Milan, precisamente, le hizo goles en los dos clásicos del año, en marzo y en diciembre. Y hasta le pudo hacer uno de taco en una acción increíble que aún se sigue comentando. “No sé qué pasaba si lo hacía. Creo que se está hablando más ahora que en el momento del partido. Lo único que podía hacer era pararla, darme vuelta y patear, que era muy difícil y me estaba saliendo Dida, o esperarla para darle el taco como hice. Lástima que la agarré muy bien, tan bien que se fue afuera...”
–¿Cómo te cae que Moratti salga a declarar que Cruz es uno de sus jugadores favoritos?
–Y... la verdad que me pone muy contento, feliz, porque el presidente es una persona especial, tiene un corazón muy grande, y todos los jugadores del Inter tenemos que estar agradecidos de tener la posibilidad de estar acá. Siempre tuve el apoyo de él, siempre me convencía de no irme a ningún lado porque sabía que era muy importante para el equipo y para el club.
–Cuando terminaban las temporadas y tu nombre siempre aparecía en la lista de delanteros deseados por otros equipos, ¿te sentías inseguro por tu futuro y a la vez halagado?
–Esto siempre lo entendí: hubo muchos clubes interesados en mí, pero de parte de la sociedad, y esto es lo más importante, jamás pensaron en cederme a otro club. Era una satisfacción.
En otro tramo de la charla, Julio rescata a Beppe Signori, el gran goleador con quien coincidió en el Bologna. Según el PF del entrenador Francesco Guidolin, cuando Cruz llegó del Feyenoord le faltaba reacción. La adaptación le costó los primeros cuatro meses, en los que también mejoró la dieta y el cuidado. “De Beppe yo aprendí mucho. Cuando llegué, él me recalcaba que un delantero tenía que tener dos toques en el área, porque el fútbol italiano era así, más veloz, los defensores están más cerca, y no tenés tanto margen. Entonces trato de hacer esas cosas”.
–Ponele, te llega la pelota de espaldas al arco. Lo que vas a intentar entonces es acomodarte en el primer toque para darle una media vuelta en el segundo.
–O si no ver al compañero que puede estar llegando de frente, depende para dónde gires. Pero sí, más tiempo que eso no tenés.
–¿Eso de mirar al compañero también lo desarrollaste ahora? Tu presencia se ve muy activa en la tabla de asistencias.
–No, es algo que en realidad lo traté de hacer siempre, desde la época de Banfield. Quizás era un poco menos visto, porque jugaba en Banfield... De López y Cavallero también me quedó una enseñanza fundamental. Ellos siempre me recalcaban que un jugador moderno tiene que cumplir varias funciones. Jugar no solamente de delantero, saber desarrollarse en otras posiciones. A mí me ponían a veces más en el centro del campo, o como defensor de la parte derecha... Y a mí eso me quedó mucho, porque me gusta jugar, tirarme a la derecha, a la izquierda, rotar, estar en el medio del juego.
–Muchas de tus jugadas parecen hechas sin esfuerzo, como que hacés fácil lo difícil. Tus tiros, tus gambetas, algunos centros...
–Por fortuna tengo un físico privilegiado, porque no es muy común para un tipo de 1,90 tener velocidad y agilidad. Pero también debo decir que, como muchas otras cosas, lo he aprendido y perfeccionado con el tiempo.
Hoy que se lo destaca como profesional dedicado, confiesa que también aprendió mucho al lado de Luis Figo, de quien se siente muy cercano. “Con Luis me pasó una cosa... Al verlo jugar en otros clubes un poco me impactaba, pero teniéndolo acá cerca en el Inter, me he hecho muy amigo de él, tiene una familia estupenda, y nos ponemos a hablar y a sacar cosas entre los dos. Y él, a los 35 años, tiene una condición física espectacular y eso se basa un poco en el cuidado que él tiene. Yo aprendí mucho de eso. El cuidado y la dedicación, para nosotros, es todo”.
No sabe qué va a hacer después de 2009, cuando termine su contrato. Le empezó a gustar la idea de estar en canchas de fútbol ayudando a los chicos que se inician (su hijo se entrena en la academia del Inter), y su plan es volver a instalarse en la Argentina, a reencontrarse con el resto de la familia. “El argentino, tarde o temprano, siempre termina volviendo”, dice. No es fanático de la música, pero se prende con las canciones de Diego Torres o Maná.
“Quizás para la gente demuestro ser tímido y callado, pero es algo que por ahí soy reservado más que nada, por el hecho de que uno está siempre en el centro de atención y me gusta tener mis momentos, pero con mis amigos soy totalmente diferente”, asegura. Y entrega una receta para el golf, uno de sus pasatiempos: “Si te lo tomás como un entretenimiento, charlás con tus amigos, caminás, te divertís. Si vas a competir, a jugar seriamente, la vas a pasar mal, perdés la alegría”.

–Antes de volver y transformarse en capitán, Zanetti soñaba con jugar un partido más con la Selección. ¿A vos te pasa igual?
–Creo que mi paso por la Selección, si bien quizás no haya jugado tanto, fue muy positivo, porque me tocó estar en la época de Passarella, de Bielsa, de Pekerman, que me llevó al Mundial. No lo veo cerrado pero tampoco me puedo quejar. Ahora quiero aprovechar este momento con el Inter, no me vuelvo loco por lo que te explicaba antes, de la experiencia y de cómo te tomás las cosas a esta edad, pero jugar en Argentina es una cosa fantástica.
–Con todo lo que vos viajaste... Otros a tu edad dirían que son los últimos años y quieren cuidar el físico...
–No, el argentino no cambia ni mide, y siempre quiere estar en la Selección. ¿Por qué? Porque todos sentimos la camiseta, el país, y sentimos todo lo que ha significado la Selección Argentina en las últimas décadas y lo que significa en el mundo.
–Con cada gol que hacés metés presión, eso lo sabés.
–Creo que ahora se está hablando mucho, ¿no? Pero jamás fui de meter presión y menos ahora a los 33 años voy a estar haciendo esas cosas o cambiar mi manera de ser o de sentir. Respeto las decisiones de Basile, porque como todos los técnicos tienen jugadores y un esquema, yo seguramente hoy por hoy no entraré en sus planes. Repito: respeto las decisiones de cada uno, hoy de Basile, en su momento de Bielsa.
–¿Pero te gusta que se esté hablando mucho de vos o preferís que se hable poco?
–Si te dijera que no me gusta que se hable de mí, te mentiría, pero siempre traté de no guiarme por lo que se dice. Siempre traté de no mirar hacia los costados, porque lo más importante es mirar hacia adelante.
Allá, adelante, está el arco. Y donde está el arco, siempre está Cruz. Aunque a veces no se note...

 Por Martín Mazur
Nota publicada en la edición Febrero de 2008 de la revista El Gráfico.