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River ganó la semifinal 1-0 con angustia gracias a un gol de Alario

Sufrió ante el Sanfrecce de Japón, que transformó a Barovero en la figura del primer tiempo con tres tapadas claves. Faltando 18 minutos, Alario convirtió de cabeza tras un error del arquero. River jugó mal pero se sacó un tremendo peso de encima. El domingo a las 7.30, la final.

Por Diego Borinsky ·

16 de diciembre de 2015
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Cortando clavos hasta el último minuto de descuento, cuando Barovero salió a cortar un centro y un japonés la cabeceó bombeada y se fue al lado del palo. River le hizo honor a los antecedentes de estos compromisos de semifinal de los anteriores equipos argentinos que disputaron el Mundial de Clubes, todos ganados por un gol con mucha angustia (Boca en 2007, Estudiantes en 2009 y San Lorenzo en 2014, incluso yendo a la prórroga contra el Auckland City). En un partido así, el poderoso (River, en este caso) tiene mucho más para perder que para ganar. Siente la presión de los 15 mil que hacen esfuerzos ilógicos para viajar y de las burlas que llegarán si toca la desgracia que vivieron Inter de Porto Alegre en 2010 y Atlético Mineiro en 2013, de no poder arribar a la cita final por haber caído con representaciones africanas.

River sintió ese peso, y también la falta de ritmo competitivo, sin dudas. La pasó mal. Debió haberse ido derrotado en el primer tiempo pero zafó gracias a tres intervenciones magistrales de Barovero, y a que lo liquidó en el complemento, con una pelota parada de Viudez, un error en la salida del arquero japonés y el oportunismo del hombre de los goles importantes: Lucas Alario.

En el comienzo del partido, el Sanfrecce saltó al campo a ejecutar su partitura: la salida prolija desde el fondo, aún arriesgando en demasía y parecía que River convertiría rápido. Incluso hubo dos tiros libres desde los costados que dejó la pelota boyando en el área con merodeos de gol para el equipo de Gallardo. Pero a partir de los 15 se fue diluyendo esa sensación. Ponzio comenzó a trasladar demasiado, Pisculichi no encontraba los huecos, Mora y Alario no participaban, River no conseguía acelerar en tres cuartos y, encima, dejó enormes espacios en el retroceso. Por esa vía, el Sanfrecce estuvo muy cerca de ponerse 1-0: a los 26, Barovero tapó un mano a mano con el antebrazo derecho, a los 32 sacó un bombazo por arriba del travesaño y a los 39, la mejor de todas, una volada espectacular sobre la izquierda con mano cambiada tras un disparo de Minagawa que buscaba el costadito de la red. River tuvo una sola nítida en esa primera parte: una palomita de Sánchez tras un cabezazo de Mora, que el arquero japonés tapó con una volada espectacular, pero el uruguayo estaba en offside. O sea: no valía. O sea: River no tuvo ni una sola llegada clarita en el primer tiempo.

En el complemento, Gallardo buscó más fútbol haciendo ingresar a Lucho González por Ponzio a los 11 y desequilibrio individual para sacudir un poco la modorra con Viudez por Pisculichi a los 18. Sánchez y Mercado comenzaron a armar el tándem por la derecha, que tan buenos resultados le dieron en este año y medio, y por ese lado generó dos situaciones de gol muy claras. A los 3, un buscapié de Mercado, tras una jugada armada por Kranevitter con una pisadita y un pase pinchado, terminó con un disparo de Mora por encima del travesaño, casi desde el borde del área chica. El goleador de River estuvo desconocido, ya que luego, a los 35, definió defectuosamente otra vez desde posición inmejorable, luego de un lindo pase de globito de Lucho González y el centro de Mercado.

Pero antes, a los 27, cuando los hinchas de River cruzaban miradas torvas cargadas de incertidumbre, y se hacían la pregunta de si no había sido una locura ir hasta allí para volverse derrotados por un equipo japonés, llegó el gol: Viudez lanzó un tiro libre desde la derecha, el arquero salió mal y, molestado un poco por Maidana, rechazó con los puños. Lucas Alario, el mismo que le había dado a River la clasificación a la Libertadores con un gol decisivo en Asunción, el mismo que había abierto la final ante Tigres en el Monumental convirtiendo el 1-0, se sacó de encima al ingenuo japonés con un pique corto y le dio de cabeza, sin dudar.

Tras el 1-0, River pudo tocar el balón con algo más de tranquilidad, pero no pudo cerrarlo y dejó el marcador abierto hasta el último instante. Ya está. Pasó lo peor. No jugó nada bien. Lo salvó Barovero en la primera parte. Pero con Barcelona será otra historia, si es que Barcelona pasa, porque en un solo partido, las fuerzas se equiparan y se abren los espacios para las sorpresas. Hoy vivimos un ejemplo más. Ahora, los millones de riverplatenses, también Gallardo y sus samuráis, tienen 4 días para ilusionarse con el partido soñado.