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La última gran foto de Irina Shayk

(O quizás no)

Por Martín Mazur ·

20 de abril de 2012
Les debo confesar que llegaron aquí engañados. No van a leer la nota sobre la última foto de la novia de Cristiano Ronaldo. Pero seamos sinceros, ¿estarían aquí si se les hubiera anticipado que era una nota sobre ajedrez? No hace falta ni que respondan [1].

Imagen MAGNUS CARLSEN, en un aviso para la marca de ropa G-Star
MAGNUS CARLSEN, en un aviso para la marca de ropa G-Star
Probablemente a esta altura ya se hayan ido. Pero si se quedaron, les cuento de quien hablamos: El noruego Magnus Carlsen, el número uno más joven de la historia del ajedrez. Con una historia muy interesante detrás. "No quiero ser el mejor del mundo si eso me hace sentir miserable", le dijo Carlsen al periodista Steve Bloomfield, un día antes de ir a presenciar un partido de la FA Cup.

Carlsen no quiere vivir encerrado ni focalizado en ser el mejor a un precio demasiado alto. No está conectado a electrodos que midan la actividad cerebral ni prisionero dentro de su propia burbuja. Todo se basa en su felicidad. Y en otras actividades, ajenas a lo que uno imaginaría como la vida de un prodigio del ajedrez. Cuando viaja se entretiene mirando películas. Tiene vacaciones como cualquier otro. Hasta se tomó un año sabático con su familia, pagado con exhibiciones de ajedrez. Mira fútbol. Juega poker con sus amigos por pura diversión.

Su papá le regaló el primer juego de ajedrez cuando tenía 5 años. Y le dijo: "Si a los 13 años te transformas en mejor jugador que yo a esa edad, vas a ser bueno". El chico se lo tomó en serio. Y a esa edad ya era gran maestro. Fue cuando le ganó a Anatoly Karpov un juego de ajedrez blitz. Después hizo tablas con Garry Kasparov. Eso era en 2004. Para 2010 ya se había convertido en el número uno más joven de la historia.

Lo más inusual de la vida de un prodigio como Carlsen, que hoy anda por los 21 años, probablemente sea dónde eligió mudarse: al altillo de la casa de sus padres, donde paga un alquiler y también emplea a una de sus hermanas para que le haga la limpieza. Allí se pasa buena parte del tiempo de "trabajo" frente a una computadora que tiene cargadas millones de partidas. "Ahora es todo mucho más fácil. Investigo las jugadas de apertura y las comparo con juegos que hayan ido en esa dirección", admite con simpleza.

Imagen EL DIA QUE le hizo tablas a Kasparov. Tenía 13 años.
EL DIA QUE le hizo tablas a Kasparov. Tenía 13 años.
Como todo genio, a veces se despierta a las 3 de la madrugada con una fórmula nueva que quiere probar inmediatamente. Pero también como cualquier mortal, admite que "la idea no es tan fascinante cuando te das cuenta de que lo que habías pensado es una porquería y no sirve".

Carlsen es modelo de la marca de ropa G-Star y su cara es cada vez más conocida en Noruega. En su camino hacia el número uno, admite que perdió parte de la alegría que tenía al jugar ajedrez, pero no por las presiones por mantenerse como el mejor, sino por no poder reconectarse con aquellas sensaciones originales, con el disfrute del juego en sí mismo. Hasta hace unos años, todavía se animaba a sentarse en una plaza a enfrentarse a algún desconocido o conectarse a Internet para jugar online con un seudónimo. Hoy sólo le queda margen para los grandes campeones de su talla.

Kasparov fue su coach por algunos meses, pero la unión no fue fructífera. "Tenemos distintas concepciones en lo que se necesita sacrificar para ser el mejor del mundo", dice Carlsen, que no está dispuesto a pagar cualquier precio por ser el mejor.

Quizás una de esas fórmulas de madrugada sea la que más sirva para futuros campeones: la certeza de que para ser número uno no es necesario dejar de vivir. 


[1] Para los que se hayan sentido embaucados, aquí un premio consuelo de Irina Shayk.