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Luis Suárez y el antecedente Di Canio

Por Martín Mazur ·

28 de febrero de 2012
Luis Suárez es extranjero, juega en Inglaterra y protagonizó un episodio polémico que le dejó una etiqueta. Sin entrar en los detalles del incidente con Evra (por la que ya recibió su sanción y ya pidió sus disculpas), esa descripción sintética se encuadra perfectamente con el caso de Paolo Di Canio, crucificado por haber reaccionado con un empujón sobre un árbitro en aquel partido contra el Arsenal de la década pasada.

La autobiografía del italiano cuenta detalles del sufrimiento: cómo aprendió a recluirse aislado en el medio del campo, el regreso de los ataques de pánico, la sensación de que se había transformado en enemigo de toda una nación, más los tabloids que lo transformaron en una versión viviente de Hannibal. Di Canio quedó solo e indefenso. A nadie le importaba su arrepentimiento. Estaba en el piso y había que patearlo. Crucificar a Di Canio, para muchos, era sinónimo de enaltecer ciertos valores que después nadie respetaba. Pero de ciertas cosas, por supuesto, era mejor no hablar.

A Suárez le tocó vivir una situación similar. De haber sido descripto como el demonio por aquel diario sudafricano, por haber hecho la atajada con que muchos soñaríamos salvar a la propia selección nacional de una eliminación mundialista, a transformarse en la síntesis de todos los males de Inglaterra. Y allá quien quiera creérselo.

La diferencia con Di Canio es que ni su club ni sus compañeros lo dejaron solo. Tampoco su país. El apoyo incondicional mostrado durante la suspensión poco tuvo que ver con lo que le sucedió al italiano durante sus dos meses de lapidación.

Di Canio recuperó su credibilidad de a poco hasta transformarse en un ídolo del club que lo recibió, West Ham, bajo el mando de Harry Redknapp. El famoso episodio en el que detuvo un centro con la mano para que le dieran asistencia médica al arquero rival, cuando él tenía el arco libre para hacer el gol, le valió un premio Fair Play.

Suárez tiene dos caminos: aceptar alguna de las tantas ofertas de clubes grandes que le llegarán este verano (la liga española y la italiana se lo disputarán con pasión) e irse con esa etiqueta, o quedarse y luchar hasta domar ese escenario hostil. Su personalidad y su profesionalismo sugieren que hará lo segundo. Porque si no se puede dudar de algo es del profesionalismo del uruguayo, que por cierto jamás comandó un golpe de estado contra su entrenador en pleno Mundial.

Así como Di Canio decidió seguir en Inglaterra, así como Cantona decidió seguir y aceptar lo que viniera, Suárez debe continuar en la Premier League. Jugando en el Liverpool, el uruguayo ya descubrió que nunca caminará solo. 

En la cancha, tendrá que aprender a contar hasta 10 ante ciertas situaciones. Su salida tranquila contra un Evra descontrolado que le hacía payasadas, en el último clásico contra el United, es una señal de que puede controlarse incluso ante escenarios donde la respuesta armada parece inexorable.